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Aureliano Sáinz | Tras la senda perdida de Simon & Garfunkel

Una de mis aficiones favoritas es la música desde muy pequeño. Es decir, desde que Elvis Presley, en la década de los cincuenta, se convirtió en una estrella del rock & roll y su nombre se divulgó por los cuatro puntos cardinales, pasando por la de los sesenta, con el nacimiento de Bob Dylan, Beatles, Rolling Stones, a quienes habría que añadir un increíble número de cantantes, dúos y grupos que por aquellos años poblaron el firmamento musical de la gente joven.


Curiosamente, en esa década de los sesenta también apareció un dúo que, siguiendo la estela de los Everly Brothers, se dieron a conocer a partir de sus armonías vocales. Se trataba de Paul Simon y de su amigo de la infancia Art Garfunkel. Alcanzaron grandes cotas de popularidad, especialmente, con “The Sounds of Silence”.

No obstante, quienes conocen la historia de esta canción saben que su publicación en su primer elepé con sus propios nombres (ya que anteriormente salieron como Tom y Jerry) fue un fracaso total, pues sus voces, simplemente acompañadas por unas guitarras acústicas, a muchos les sonaba a algo ‘blando’ y excesivamente lírico.

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Sin embargo, posteriormente, en 1965, el productor Tom Wilson, sin comunicárselo a ellos, realizó unos arreglos del tema en los que incorporaba guitarra eléctrica, bajo y batería. Esta versión fue un logro imprevisto, ya que llegó a alcanzar el número uno en las litas de Estados Unidos en el primer día primero del año de 1966, ahora con el título en singular: “The Sound of Silence”. Éxito rotundo, a la altura de “Yesterday” de los Beatles, otra de las grandes melodías que hoy se sigue escuchando con total admiración.

Pues bien, ese sonido y esas voces de los primeros Simon & Garfunkel, es decir, del disco Wednesday Morning, 3AM, parecían destinados al olvido, ya que ellos mismos, tras aquellos arreglos de Tom Wilson, aceptaron esos cambios. Quizás habría que decir que eran “Malos tiempos para la lírica”, como profetizaban años después el grupo Golpes Bajos.

A contracorriente, contra viento y marea, y sin recibir el respaldo de las grandes plataformas que en la actualidad dominan el mercado musical, surgió en Eagle Rock (California) un dúo con el nombre The Milk Carton Kids que se arriesgaron al retomar aquella senda perdida de Paul Simon y Art Garfunkel.

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Así, con la mayor sencillez, con sus dos voces muy bien ajustadas y sus guitarras acústicas, llevan más de una década publicando discos que son recibidos por un no muy numeroso público que cree que esas hermosas baladas también tienen cabida en estos agitados tiempos.

Y como ejemplo de ello, os muestro el vídeo promocional de uno de sus temas: “Wheels and Levers” (“Ruedas y palancas”), una hermosa canción de amor, que se encuentra en su último disco, I Only See The Moon, y que bien merece la pena ser escuchada.


Tengo que apuntar que el extraño nombre que adoptaron Kenneth Pattengale y Joey Ryan ya en su primer disco, aparecido en 2011, hace referencia a las fotografías y mensajes que se anuncian en los ‘tetrabriks’ de leche que se compran en los supermercados y que informan de la desaparición de niños en Estados Unidos, por si alguien puede dar alguna pista de sus paraderos.

Desde entonces hasta 2023, año en el que apareció su último trabajo, tanto en formato cedé como elepé, han publicado seis discos, sin variar para nada el esquema de sencillez con el que comenzaron. No han caído en la tentación de ‘electrificar’ su sonido, tal como les aconteció a Bob Dylan o a los propios Simon & Garfunkel, con la convicción de que merece la pena seguir una senda por la que camina poca gente, pero en la que se sienten plenamente seguros.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM

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