Hace algún tiempo publiqué en este mismo medio una entrevista a Albano García Sánchez, compañero de la Universidad de Córdoba y director del Coro Averroes de la propia Universidad, ya que su trayectoria en el mundo de la polifonía se alarga hasta la infancia, pues, procedente de Asturias, desde pequeño formó parte de la Escolanía del Real Santuario de Nuestra Señora de Covadonga y de la Schola Cantorum de la Catedral de León.
Comienzo este texto haciendo una breve referencia a este amigo ya que, el pasado 14 de diciembre, el Coro Averroes de nuevo ofrecía un concierto de música coral en la Sala Orive, abierto a todo el público, siendo una de las actividades programadas por el Ayuntamiento de Córdoba dentro de la Muestra de Corales Cordobesas, actividad enmarcada en este año que finaliza. La fecha era, pues, una especie de preludio de las Navidades en las que ahora nos encontramos.
En mi caso, tenía anotado no faltar ese sábado por la noche a la cita con una de las músicas, aunque minoritaria, que me apasiona. Así, hacia las siete de la tarde salgo de casa camino hacia el Palacio de Orive, que se encuentra cerca del Ayuntamiento de la ciudad. Compruebo que el centro de Córdoba era un auténtico hervidero de gente que se apelotonaba por las calles ya iluminadas con las luces navideñas. De todos modos, llegué con media hora de antelación a la enorme cola que se había formado y que deseaba escuchar a este magnífico coro.
Una vez que pude entrar, por suerte, logré situarme en un asiento cercano al estrado. De forma puntual, a las ocho de la tarde, oscurecido el cielo, comienzan a subir de manera ordenada los sesenta y cinco vocalistas. Cierra el numeroso grupo el propio director. El aplauso fue enorme, teniendo en cuenta que asistían bastantes familiares de quienes formaban el coro. A mi lado derecho se encontraban dos niñas que, por todos los medios, intentaban que su “papá”, que estaba en el grupo, las viera.
Los allí sentados íbamos a escuchar parte del extenso repertorio que el coro ha configurado con el paso del tiempo: música sacra, también profana y temas conocidos provenientes de canciones populares y tradicionales de distintas culturas, muchas de ellas recogidas en los dos cedés que han publicado: Historia de un bajel y Vocalis Contrapuncto Polyphoniae.
Se hace el silencio y, lentamente, las voces comienzan a desplegarse. Compruebo que el inicio es con Ave verum, un breve himno que data del siglo XIV y que muchos autores se lo atribuyen al papa Inocencio VI, texto al que le han puesto música distintos compositores, caso de Mozart o Charles Gounod. En esta ocasión podemos escucharlo en la versión que lleva a cabo Philip Stopford.
A lo largo de una hora se alternan los temas, con un silencio absoluto en la sala, solo interrumpido por los aplausos que se dan en los intermedios y en los que el director se gira para saludar a los asistentes. Pero si hay un momento en el que los aplausos se intensifican fue tras la versión coral que realizan de la canción Hallelujah (Aleluya) del fallecido Leonard Cohen, tema que aparece en su disco Various Positions de 1984.
Brevemente quisiera detenerme en este tema y en su autor, dado que fue alguien a quien admiré desde el primer momento que cayó en mis manos su primer elepé: Song of Leonard Cohen, editado en 1967. Creo que, posiblemente, para las nuevas generaciones la canción más conocida del cantautor y poeta canadiense sea precisamente Aleluya. No obstante, conviene indicar que en su momento no tuvo excesiva repercusión; sería una década después, en 1994, cuando verdaderamente se popularizó al realizar Jeff Buckley una versión con arreglos distintos. A partir de entonces, no han parado de aparecer nuevas versiones, lo que es indicio de la popularidad del tema.
Quizás esa popularidad se deba a que la canción, en su interpretación original, se acompaña de un coro que repite la palabra Hallelujah (Aleluya) lo que la hace muy adecuada para que el Coro Averroes realizara una maravillosa y emocionante interpretación de un tema que se ha convertido en un himno internacional.
Quisiera cerrar este breve escrito indicando que lo primero que se me viene a la mente después de haber asistido a este concierto coral son los sentimientos de paz y de genuina belleza. Y si hablamos de belleza no viene mal recordar, tal como apuntaba el escritor estadounidense Charles Bukowski, que debemos buscarla incansablemente ante la sordidez de lo que nos rodea en este agitado mundo.
Comienzo este texto haciendo una breve referencia a este amigo ya que, el pasado 14 de diciembre, el Coro Averroes de nuevo ofrecía un concierto de música coral en la Sala Orive, abierto a todo el público, siendo una de las actividades programadas por el Ayuntamiento de Córdoba dentro de la Muestra de Corales Cordobesas, actividad enmarcada en este año que finaliza. La fecha era, pues, una especie de preludio de las Navidades en las que ahora nos encontramos.
En mi caso, tenía anotado no faltar ese sábado por la noche a la cita con una de las músicas, aunque minoritaria, que me apasiona. Así, hacia las siete de la tarde salgo de casa camino hacia el Palacio de Orive, que se encuentra cerca del Ayuntamiento de la ciudad. Compruebo que el centro de Córdoba era un auténtico hervidero de gente que se apelotonaba por las calles ya iluminadas con las luces navideñas. De todos modos, llegué con media hora de antelación a la enorme cola que se había formado y que deseaba escuchar a este magnífico coro.
Una vez que pude entrar, por suerte, logré situarme en un asiento cercano al estrado. De forma puntual, a las ocho de la tarde, oscurecido el cielo, comienzan a subir de manera ordenada los sesenta y cinco vocalistas. Cierra el numeroso grupo el propio director. El aplauso fue enorme, teniendo en cuenta que asistían bastantes familiares de quienes formaban el coro. A mi lado derecho se encontraban dos niñas que, por todos los medios, intentaban que su “papá”, que estaba en el grupo, las viera.
Los allí sentados íbamos a escuchar parte del extenso repertorio que el coro ha configurado con el paso del tiempo: música sacra, también profana y temas conocidos provenientes de canciones populares y tradicionales de distintas culturas, muchas de ellas recogidas en los dos cedés que han publicado: Historia de un bajel y Vocalis Contrapuncto Polyphoniae.
Se hace el silencio y, lentamente, las voces comienzan a desplegarse. Compruebo que el inicio es con Ave verum, un breve himno que data del siglo XIV y que muchos autores se lo atribuyen al papa Inocencio VI, texto al que le han puesto música distintos compositores, caso de Mozart o Charles Gounod. En esta ocasión podemos escucharlo en la versión que lleva a cabo Philip Stopford.
A lo largo de una hora se alternan los temas, con un silencio absoluto en la sala, solo interrumpido por los aplausos que se dan en los intermedios y en los que el director se gira para saludar a los asistentes. Pero si hay un momento en el que los aplausos se intensifican fue tras la versión coral que realizan de la canción Hallelujah (Aleluya) del fallecido Leonard Cohen, tema que aparece en su disco Various Positions de 1984.
Brevemente quisiera detenerme en este tema y en su autor, dado que fue alguien a quien admiré desde el primer momento que cayó en mis manos su primer elepé: Song of Leonard Cohen, editado en 1967. Creo que, posiblemente, para las nuevas generaciones la canción más conocida del cantautor y poeta canadiense sea precisamente Aleluya. No obstante, conviene indicar que en su momento no tuvo excesiva repercusión; sería una década después, en 1994, cuando verdaderamente se popularizó al realizar Jeff Buckley una versión con arreglos distintos. A partir de entonces, no han parado de aparecer nuevas versiones, lo que es indicio de la popularidad del tema.
Quizás esa popularidad se deba a que la canción, en su interpretación original, se acompaña de un coro que repite la palabra Hallelujah (Aleluya) lo que la hace muy adecuada para que el Coro Averroes realizara una maravillosa y emocionante interpretación de un tema que se ha convertido en un himno internacional.
Quisiera cerrar este breve escrito indicando que lo primero que se me viene a la mente después de haber asistido a este concierto coral son los sentimientos de paz y de genuina belleza. Y si hablamos de belleza no viene mal recordar, tal como apuntaba el escritor estadounidense Charles Bukowski, que debemos buscarla incansablemente ante la sordidez de lo que nos rodea en este agitado mundo.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: CORO AVERROES (CEDIDAS)
FOTOGRAFÍAS: CORO AVERROES (CEDIDAS)