El profesor deja el portátil sobre la mesa gris. Sobre ella se sitúa el ordenador que permite enviar los materiales a la pantalla, vive a su vez tapando una antigua pizarra color verde. En ella podrán verse los puntos sobre los que versa la clase de hoy.
Han venido pocos alumnos. Es lunes. Quizás, la desgana. A lo mejor, la huelga de autobuses influye en que acudir a clase no es importante. Quieren ser periodistas e ignoran que hay huelga de autobuses. Resultaba algo irónico. Un alumno se disculpa por llegar tarde, pero mientras se le explica la práctica sale corriendo a cubrir la noticia e ignora las indicaciones del profesor. Lo dicho, es lunes.
Hace frío en el aula. Se habían dejado la puerta abierta. Supone buena base de operaciones para que el alumnado pueda entrar y salir mientras ejercen como los profesionales de la información del mañana. Trasmiten las ganas de manchar papel e invadir la página con sus fotos y vídeos.
Es cierto que no son todos. Algún despistado hay al que deberían comunicarle que hay un mundo periodístico más allá de saberte de memoria las portadas de Marca. A la hora de salir a la calle, llevan las manos en los bolsillos de su chándal, únicamente preguntan si pueden escribir sobre fútbol.
El profesor intenta hacerles ver que el periodismo deportivo es muy amplio, pero ellos prefieren documentarse bien sobre la lesión de última hora y ver todos los informes de las polémicas del partido de anoche. El profesor deduce que no debe preocuparse Manolo Lama: becarios para explotar tendrá de sobra.
La espera se hace larga debido a que es difícil saber qué traerán de vuelta a la clase. Puede que unas buenas fuentes, un correcto titular y una entradilla digna. Tal vez, todo lo contrario. Hasta que no se sientan a escribir, y surgen la dudas, es difícil acertar.
No es raro que muchos futuros periodistas toquen el mismo tema. Hay cierta timidez en hablar con la gente, el profesor intenta que sean conscientes de que la calle y el hablar con la ciudadanía anónima son herramientas indispensables en su oficio. El ser algo cortado dificulta, mucho, la profesión. Van llegando y se sientan a escribir. De momento, hay que especificar que el titular no se pone en mayúsculas y que no va acompañado de punto final. Es lunes.
Cada uno en su mesa intenta escribir en silencio. El aire de clase de instituto intenta reinar en el ambiente. Hay que mandar callar de vez en cuando. Pero, claro, las redacciones son puro caos de ordenador y teléfono sonando. La verdad es que el ruido forma parte del periodismo. Quizás, la literatura sea más amiga del silencio. En resumen, quizás deban aprender a trabajar con ruido ambiente de fondo. Pero controlando, que no se vaya de madre. Queda menos del lunes.
Sus caras al oír las notas varían según el resultado. Normalmente, aceptan su destino numérico sin rechistar. Es una situación que invita a reflexionar: confían demasiado en la figura docente. El primer deber del periodista es dudar, como dijo el mentor del profesor, pero todavía no se ha presentado nadie a pedir con orgullo que le justifique la nota.
Tanto el alumnado suspenso, como el que ha obtenido buena nota, viven en un número de cifras. Es el dato más preciado: la nota. Lo que más importa, lo único. No quieren saber si escriben bien, si tienen lo que hay que tener para llevar la cabeza bien alta en el oficio. Si siguen así, lograrán un buen cargo en un gabinete de prensa de un partido político.
Después de las horas docentes, queda un café en la sala de profesores y preparar los artículos pendientes de mandar a las revistas. En medio de la vorágine de papeleo pendiente de revisar, un correo electrónico informa de que han vuelto a cambiar las condiciones necesarias para huir de la precariedad del interino y ascender en el escalafón social hacia ese oasis llamado estabilidad. Joder con el lunes.
Han venido pocos alumnos. Es lunes. Quizás, la desgana. A lo mejor, la huelga de autobuses influye en que acudir a clase no es importante. Quieren ser periodistas e ignoran que hay huelga de autobuses. Resultaba algo irónico. Un alumno se disculpa por llegar tarde, pero mientras se le explica la práctica sale corriendo a cubrir la noticia e ignora las indicaciones del profesor. Lo dicho, es lunes.
Hace frío en el aula. Se habían dejado la puerta abierta. Supone buena base de operaciones para que el alumnado pueda entrar y salir mientras ejercen como los profesionales de la información del mañana. Trasmiten las ganas de manchar papel e invadir la página con sus fotos y vídeos.
Es cierto que no son todos. Algún despistado hay al que deberían comunicarle que hay un mundo periodístico más allá de saberte de memoria las portadas de Marca. A la hora de salir a la calle, llevan las manos en los bolsillos de su chándal, únicamente preguntan si pueden escribir sobre fútbol.
El profesor intenta hacerles ver que el periodismo deportivo es muy amplio, pero ellos prefieren documentarse bien sobre la lesión de última hora y ver todos los informes de las polémicas del partido de anoche. El profesor deduce que no debe preocuparse Manolo Lama: becarios para explotar tendrá de sobra.
La espera se hace larga debido a que es difícil saber qué traerán de vuelta a la clase. Puede que unas buenas fuentes, un correcto titular y una entradilla digna. Tal vez, todo lo contrario. Hasta que no se sientan a escribir, y surgen la dudas, es difícil acertar.
No es raro que muchos futuros periodistas toquen el mismo tema. Hay cierta timidez en hablar con la gente, el profesor intenta que sean conscientes de que la calle y el hablar con la ciudadanía anónima son herramientas indispensables en su oficio. El ser algo cortado dificulta, mucho, la profesión. Van llegando y se sientan a escribir. De momento, hay que especificar que el titular no se pone en mayúsculas y que no va acompañado de punto final. Es lunes.
Cada uno en su mesa intenta escribir en silencio. El aire de clase de instituto intenta reinar en el ambiente. Hay que mandar callar de vez en cuando. Pero, claro, las redacciones son puro caos de ordenador y teléfono sonando. La verdad es que el ruido forma parte del periodismo. Quizás, la literatura sea más amiga del silencio. En resumen, quizás deban aprender a trabajar con ruido ambiente de fondo. Pero controlando, que no se vaya de madre. Queda menos del lunes.
Sus caras al oír las notas varían según el resultado. Normalmente, aceptan su destino numérico sin rechistar. Es una situación que invita a reflexionar: confían demasiado en la figura docente. El primer deber del periodista es dudar, como dijo el mentor del profesor, pero todavía no se ha presentado nadie a pedir con orgullo que le justifique la nota.
Tanto el alumnado suspenso, como el que ha obtenido buena nota, viven en un número de cifras. Es el dato más preciado: la nota. Lo que más importa, lo único. No quieren saber si escriben bien, si tienen lo que hay que tener para llevar la cabeza bien alta en el oficio. Si siguen así, lograrán un buen cargo en un gabinete de prensa de un partido político.
Después de las horas docentes, queda un café en la sala de profesores y preparar los artículos pendientes de mandar a las revistas. En medio de la vorágine de papeleo pendiente de revisar, un correo electrónico informa de que han vuelto a cambiar las condiciones necesarias para huir de la precariedad del interino y ascender en el escalafón social hacia ese oasis llamado estabilidad. Joder con el lunes.
CARLOS SERRANO
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR