Hoy volvemos a celebrar el Día de las Bibliotecas y, este año, al lema fijado desde hace cinco años, Aptas para todos los públicos, se le ha añadido Por un futuro sostenible. Un hilo conductor muy acertado, porque estos enclaves son la semilla, el ejemplo, el antídoto para combatir, resistir y, por qué no, destruir el sistema capitalista que ha convertido nuestra sociedad en insostenible.
En los últimos años, el concepto de "sostenible" ha ganado en significancia, pero ha perdido significado. Está manido y prostituido, porque se utiliza como edulcorante, coletilla, maquillaje en verde para vendernos, por ejemplo, coches, teléfonos móviles o bebidas azucaradas cancerígenas. Sin embargo, junto a la palabra "biblioteca" recupera el brillo y la fuerza, capaz de sostener el peso de la revolución que cambie el sistema.
Uno de los principios básicos del capitalismo es el de la propiedad privada. Si no compramos, todo se desmorona. Para ello no hacen nada más que generar en nosotros el deseo, la ambición, la urgencia de poseer todo aquello que ponen en el mercado. Generan novedades, modas, coleccionables, para que el flujo sea constante, permanente y cada vez más acelerado.
Ese ritmo frenético nos tiene hipnotizados, esclavizados y adictos a la serotonina que generan las compras compulsivas, irracionales. Provocándonos insatisfacción, frustración, depresión por no poder poseer los objetos que nos han prometido nos harán más felices, te convertirán en una nueva persona o te harán subir en la escala social.
Todos los eslabones del mundo editorial, como no puede ser de otra manera, inmersos en el sistema, utilizan las mismas estrategias para vender libros, a costa de lo que sea. Todo eso de crear cultura, sacar nuevas voces literarias y editar obras de arte se queda en nada cuando las cifras no cuadran. Por eso, de vez en cuando, se reactiva el ruin y vergonzoso debate de que las bibliotecas deberían pagar a las editoriales por prestar sus libros.
Un debate muy interesante que no ha llegado a mayores porque el sistema ha creado subvenciones para que las bibliotecas compren más libros y así mantener las editoriales y las librerías. Si no hubiese sido por eso, el capital las habría eliminado y quien quiera cultura, que la pague.
Por eso las valoro tanto, porque de forma silenciosa, actuando lentamente en nuestro subconsciente, nos están dando pequeñas lecciones de cómo hacer un mundo sostenible. Van contra la propiedad privada, devolviéndole al libro el valor, no como objeto de consumo, sino como una célula, un eslabón cultural de nuestro aprendizaje. Para muchos, el olor a nuevo de un libro les parece maravilloso, a mí me gustan más los ejemplares gastados, reutilizados, releídos, sin obsolescencia programada, que han pasado de mano en mano durante muchos años.
Las bibliotecas democratizan la cultura y generan comunidad, organizando actividades, talleres o presentaciones, sacándonos de nuestra individualidad, invitándonos a compartir, debatir, pensar y socializar alrededor de las buenas historias. Y esto al capital no le gusta mucho.
De hecho, el 97 por ciento de la prestación de servicio de las 4.570 bibliotecas públicas españolas recae en la Administración municipal porque son herramientas para favorecer la convivencia y de crear cultura y riqueza para el pueblo.
Si quieres apoyar a un autor, comprar su libro ayuda pero no es la mejor manera. Con mucha suerte, el diez por ciento será para él, el resto es para engordar el negocio, que ya se está planteando la manera de prescindir de los autores. Si de verdad quieres apoyarlo, lee su libro, compártelo con los demás, ve a sus presentaciones, hazle saber qué es lo que te gustó y lo que no. La mayoría, por desgracia, no escribe por el beneficio económico: lo hace por el placer de la escritura, el amor a la literatura y la ilusión de ser leído.
Las bibliotecas nos enseñan que el problema no son los objetos, sino el uso que haces de ellos. En nuestra casa, el libro se convierte, la mayoría de las veces, leído una sola vez, en un objeto de adorno, un bonito residuo para engordar tu autoestima, tu ego y presumir ante los demás, como si la cultura se demostrase al peso. En las bibliotecas esos libros se convierten en semillas que germinan muchas veces, en pajarillos deseosos de echar a volar, en frutos con los que hacer recetas variadas.
Esta semana es una buena ocasión para desempolvar el carnet de la biblioteca, pasarte a disfrutar de la gran variedad de actividades que se organizan y, sobre todo, por un futuro sostenible, para mantenerlas y mantenernos vivos. Son gratuitas y aptas para todos los públicos.
En los últimos años, el concepto de "sostenible" ha ganado en significancia, pero ha perdido significado. Está manido y prostituido, porque se utiliza como edulcorante, coletilla, maquillaje en verde para vendernos, por ejemplo, coches, teléfonos móviles o bebidas azucaradas cancerígenas. Sin embargo, junto a la palabra "biblioteca" recupera el brillo y la fuerza, capaz de sostener el peso de la revolución que cambie el sistema.
Uno de los principios básicos del capitalismo es el de la propiedad privada. Si no compramos, todo se desmorona. Para ello no hacen nada más que generar en nosotros el deseo, la ambición, la urgencia de poseer todo aquello que ponen en el mercado. Generan novedades, modas, coleccionables, para que el flujo sea constante, permanente y cada vez más acelerado.
Ese ritmo frenético nos tiene hipnotizados, esclavizados y adictos a la serotonina que generan las compras compulsivas, irracionales. Provocándonos insatisfacción, frustración, depresión por no poder poseer los objetos que nos han prometido nos harán más felices, te convertirán en una nueva persona o te harán subir en la escala social.
Todos los eslabones del mundo editorial, como no puede ser de otra manera, inmersos en el sistema, utilizan las mismas estrategias para vender libros, a costa de lo que sea. Todo eso de crear cultura, sacar nuevas voces literarias y editar obras de arte se queda en nada cuando las cifras no cuadran. Por eso, de vez en cuando, se reactiva el ruin y vergonzoso debate de que las bibliotecas deberían pagar a las editoriales por prestar sus libros.
Un debate muy interesante que no ha llegado a mayores porque el sistema ha creado subvenciones para que las bibliotecas compren más libros y así mantener las editoriales y las librerías. Si no hubiese sido por eso, el capital las habría eliminado y quien quiera cultura, que la pague.
Por eso las valoro tanto, porque de forma silenciosa, actuando lentamente en nuestro subconsciente, nos están dando pequeñas lecciones de cómo hacer un mundo sostenible. Van contra la propiedad privada, devolviéndole al libro el valor, no como objeto de consumo, sino como una célula, un eslabón cultural de nuestro aprendizaje. Para muchos, el olor a nuevo de un libro les parece maravilloso, a mí me gustan más los ejemplares gastados, reutilizados, releídos, sin obsolescencia programada, que han pasado de mano en mano durante muchos años.
Las bibliotecas democratizan la cultura y generan comunidad, organizando actividades, talleres o presentaciones, sacándonos de nuestra individualidad, invitándonos a compartir, debatir, pensar y socializar alrededor de las buenas historias. Y esto al capital no le gusta mucho.
De hecho, el 97 por ciento de la prestación de servicio de las 4.570 bibliotecas públicas españolas recae en la Administración municipal porque son herramientas para favorecer la convivencia y de crear cultura y riqueza para el pueblo.
Si quieres apoyar a un autor, comprar su libro ayuda pero no es la mejor manera. Con mucha suerte, el diez por ciento será para él, el resto es para engordar el negocio, que ya se está planteando la manera de prescindir de los autores. Si de verdad quieres apoyarlo, lee su libro, compártelo con los demás, ve a sus presentaciones, hazle saber qué es lo que te gustó y lo que no. La mayoría, por desgracia, no escribe por el beneficio económico: lo hace por el placer de la escritura, el amor a la literatura y la ilusión de ser leído.
Las bibliotecas nos enseñan que el problema no son los objetos, sino el uso que haces de ellos. En nuestra casa, el libro se convierte, la mayoría de las veces, leído una sola vez, en un objeto de adorno, un bonito residuo para engordar tu autoestima, tu ego y presumir ante los demás, como si la cultura se demostrase al peso. En las bibliotecas esos libros se convierten en semillas que germinan muchas veces, en pajarillos deseosos de echar a volar, en frutos con los que hacer recetas variadas.
Esta semana es una buena ocasión para desempolvar el carnet de la biblioteca, pasarte a disfrutar de la gran variedad de actividades que se organizan y, sobre todo, por un futuro sostenible, para mantenerlas y mantenernos vivos. Son gratuitas y aptas para todos los públicos.
MOI PALMERO
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR