Durante la última visita con amigos a Montilla nos alojamos en La Capellanía de Alvear, situada en el Llano del Mesto, muy cerca de la Fuente San Carlos. Fueron unos días deliciosos, en un marco precioso y acogedor, con una larga historia familiar, que se remonta al año 1606. Por aquel entonces, Juan Rodríguez Morales, capitán de los ejércitos de Su Majestad el Rey Felipe III, llevaba treinta años en América.
Había partido de Córdoba dejando en España a su mujer, Ana Álvarez, que estaba embarazada, y todo su patrimonio. El capitán Juan Rodríguez era hijo de Diego Rodríguez Morales y de María Muñoz, una familia con la que, un siglo más tarde, emparentaría –y con provecho– la familia Alvear, al contraer matrimonio Diego Alvear y Escalera con Margarita Morales Navarro.
En ese año de 1606, Juan Rodríguez Morales siente que está llegando al final de su vida. Durante esos años en América no había tenido ninguna noticia de su mujer: no sabía si el embarazo había llegado a buen fin y si contaba con descendencia.
En esas circunstancias, el 16 de octubre decide hacer testamento ante el escribano Agustín Herrera en la Ciudad de la Plata, en el Perú. Juan, puede que influido por el énfasis que la Iglesia católica daba en esos años a la muerte y a la salvación de las almas, muestra su voluntad de fundar una capellanía para que intercediese por su alma una vez fallecido.
Mediante la constitución de una capellanía, el fundador legaba una dotación económica con la obligación perpetua de que el capellán que la administrase en cada momento tuviese que celebrar un determinado número de misas, realizar obras pías u otras cargas espirituales, decididas por el fundador. Las capellanías tuvieron una gran profusión en los siglos XVI, XVII y XVIII, principalmente en España y Portugal, siendo uno de los pilares básicos de la economía de la Iglesia católica en esos siglos.
En su testamento, el capitán Juan Rodríguez Morales estableció que "el producto de sus bienes se diera a censo en Córdoba a persona segura y con buenas hipotecas, y que la renta que produjesen se diera a un Capellán, con cargo de decir por su alma, la de sus padres y parientes, las misas que cupieran en dicha renta a razón de 8 reales cada una".
A su vez, estableció que "se nombrase patrono a su pariente más cercano y, en su falta, al Corregidor de Córdoba. Por capellán, que se nombrase a su pariente más cercano que fuese sacerdote clérigo, prefiriendo siempre el mayor al menor, y por su falta al que nombre el patrono".
A la muerte de Juan Rodríguez, el censo fue establecido en 28.600 reales de principal. La Capellanía se vinculó a la iglesia del Hospital de la Lámpara de Córdoba. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XVII, el censo estuvo invertido en bienes que tenían en Écija Don Alonso Castrillo y Carrillo, regidor de la localidad sevillana, y su mujer, Doña Jerónima Gregoria Cerviño. En particular sobre ciertos derechos que poseían sobre las alcabalas reales de dicho municipio. Durante ese periodo fueron capellanes Don Antonio Vargas, el canónigo de Córdoba Don Diego Domingo de Pedrajas y Don Pedro Cobo Pedrajos.
Mientras tanto, los Alvear emparientan con los Morales. Diego Alvear y Escalera se había casado el 2 de mayo de 1719 con Margarita Morales Navarro y habían tenido dos hijos: Santiago, nacido en 1725 cuando el matrimonio todavía residía en Córdoba, y Juan Nicolás, que fue el primer Alvear que nació en Montilla en 1729. De todo ello hablaremos en la próxima entrega.
Había partido de Córdoba dejando en España a su mujer, Ana Álvarez, que estaba embarazada, y todo su patrimonio. El capitán Juan Rodríguez era hijo de Diego Rodríguez Morales y de María Muñoz, una familia con la que, un siglo más tarde, emparentaría –y con provecho– la familia Alvear, al contraer matrimonio Diego Alvear y Escalera con Margarita Morales Navarro.
En ese año de 1606, Juan Rodríguez Morales siente que está llegando al final de su vida. Durante esos años en América no había tenido ninguna noticia de su mujer: no sabía si el embarazo había llegado a buen fin y si contaba con descendencia.
En esas circunstancias, el 16 de octubre decide hacer testamento ante el escribano Agustín Herrera en la Ciudad de la Plata, en el Perú. Juan, puede que influido por el énfasis que la Iglesia católica daba en esos años a la muerte y a la salvación de las almas, muestra su voluntad de fundar una capellanía para que intercediese por su alma una vez fallecido.
Mediante la constitución de una capellanía, el fundador legaba una dotación económica con la obligación perpetua de que el capellán que la administrase en cada momento tuviese que celebrar un determinado número de misas, realizar obras pías u otras cargas espirituales, decididas por el fundador. Las capellanías tuvieron una gran profusión en los siglos XVI, XVII y XVIII, principalmente en España y Portugal, siendo uno de los pilares básicos de la economía de la Iglesia católica en esos siglos.
En su testamento, el capitán Juan Rodríguez Morales estableció que "el producto de sus bienes se diera a censo en Córdoba a persona segura y con buenas hipotecas, y que la renta que produjesen se diera a un Capellán, con cargo de decir por su alma, la de sus padres y parientes, las misas que cupieran en dicha renta a razón de 8 reales cada una".
A su vez, estableció que "se nombrase patrono a su pariente más cercano y, en su falta, al Corregidor de Córdoba. Por capellán, que se nombrase a su pariente más cercano que fuese sacerdote clérigo, prefiriendo siempre el mayor al menor, y por su falta al que nombre el patrono".
A la muerte de Juan Rodríguez, el censo fue establecido en 28.600 reales de principal. La Capellanía se vinculó a la iglesia del Hospital de la Lámpara de Córdoba. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XVII, el censo estuvo invertido en bienes que tenían en Écija Don Alonso Castrillo y Carrillo, regidor de la localidad sevillana, y su mujer, Doña Jerónima Gregoria Cerviño. En particular sobre ciertos derechos que poseían sobre las alcabalas reales de dicho municipio. Durante ese periodo fueron capellanes Don Antonio Vargas, el canónigo de Córdoba Don Diego Domingo de Pedrajas y Don Pedro Cobo Pedrajos.
Mientras tanto, los Alvear emparientan con los Morales. Diego Alvear y Escalera se había casado el 2 de mayo de 1719 con Margarita Morales Navarro y habían tenido dos hijos: Santiago, nacido en 1725 cuando el matrimonio todavía residía en Córdoba, y Juan Nicolás, que fue el primer Alvear que nació en Montilla en 1729. De todo ello hablaremos en la próxima entrega.
CARMEN GIMÉNEZ ALVEAR
FOTOGRAFÍAS: FAMILIA ALVEAR
FOTOGRAFÍAS: FAMILIA ALVEAR