En la columna anterior comenzamos a analizar los entresijos del viaje que Charles Tovey –un reconocido importador inglés de vinos y licores que vivió en el siglo XIX– realizó a Montilla en febrero de 1873, justo en el momento de la caída de la monarquía de Amadeo I de Saboya y la proclamación de la Primera República. Un momento políticamente complicado e inseguro en España en general y en Montilla en particular, donde tuvieron lugar violentos episodios, entre ellos, el asesinato de Albornoz, Navarro y Riobóo.
“Montilla es una ciudad de la provincia de Andalucía, a diecinueve millas al sur de Córdoba […], con una población de unos 14.000 habitantes. Fuimos recibidos en la estación por un agente, que se había comprometido con mi amigo a llevarnos a las distintas bodegas de la ciudad.
Para dar al lector una noción del carácter de algunos de los habitantes, no puedo contener de relatar mi experiencia en la primera hora después de mi llegada […]. Un sentimiento de horror se apoderó de mí cuando escuché la terrible tragedia que había tenido lugar, unos días antes de mi visita.
El Señor A. me informó que, poco después de la abdicación del rey Amadeo, los hostiles del lugar […] creyeron que no había Gobierno, y que tenían permiso para hacer lo que quisieran […]. Una turba de alborotadores llegó a la residencia del Alcalde y, al encontrar que había huido, se apoderaron del hermano, lo arrastraron fuera de la casa, le dispararon y le rajaron la tripa, y luego lo colgaron en una farola.
Sus atrocidades no terminaron ahí. Se marcharon a la casa de un hombre mayor muy rico, de unos setenta años […], le trataron de la misma manera bárbara que al Vicealcalde […]. A continuación, los alborotadores procedieron a pegar fuego a las casas pertenecientes a sus víctimas, pero los vecinos organizaron un 'posse comitatus' (grupo de civiles), se enviaron tropas y unos cuarenta de los cabecillas fueron detenidos y enviados a prisión.
Qué fue de ellos después, y si se encontraron con el castigo que merecían, no lo sé; pero me dijeron que nueve de ellos serían colgados, y que, teniendo en cuenta el estado desorganizado del país, probablemente el resto serían puestos en libertad. Después de dos días ausentes en la Sierra de Montilla regresamos, y nuestro motivo del viaje nos llevó a catar vinos en una Bodega […].
El relato que hace Tovey de los violentos episodios que encuentra a su llegada a Montilla nos recordaron la lectura de los mismos acontecimientos recogidos en algunas cartas que conserva la familia Alvear de Francisco Alvear y Ward (1817–1894).
Coronel del ejército en excedencia, residía en Montilla desde 1868, año en que había muerto su hermano Tomás, hasta entonces responsable de administrar el patrimonio familiar. Francisco había dejado su carrera militar en Sevilla donde era director de la Fundición de Artillería de Bronces para asumir la gestión de los negocios familiares en Montilla, entre los que destacaba Bodegas Alvear. Francisco escribía el 13 de febrero de 1873 a su hermana Sabina, que estaba en Madrid:
Montilla, 13 de febrero de 1873
Querida Sabina:
Por si llega a tu noticia lo que ha pasado por aquí, te escribo estas cuatro letras. Ayer, en primer lugar, a nadie de la familia le ha pasado nada. Nosotros no supimos lo ocurrido hasta que nos levantamos. Por el día no hubo como te decía en la de ayer, pero por la noche vino la gente del campo y sobre todo muchos forasteros y ha habido muchos desórdenes.
Han pegado fuego a la casa de Luis Albornoz [entonces alcalde primero de Montilla] quemándole el molino de aceite, la bodega con 40 botas de vino y toda la casa. Allí no estaba él ni ninguno de la familia. Después quemaron la de Repiso, el encargado de los consumos, después la de Algaba [registrador de la Propiedad] fueron a casa de Riobóo [de 80 años y considerado el hombre más rico de Montilla]) y el pobre estaba subiendo por una escalera cuando entraron y lo mataron de un tiro, en la casa no hicieron daño que se sepa.
Pasaron a casa de los Navarro [Antonio Navarro era alcalde segundo] —calle de Enfermería— empezaron a hachazos y el hermano Luis empezó a abrir la puerta y le mataron de un hachazo y un tiro. Quemaron la casa de Cuello [secretario del Ayuntamiento] y la de Uruburu [coronel y comandante de armas en Montilla] junto a San Agustín.
Durante el día ha habido tranquilidad pero esta noche trataban de hacer algo pero ha venido Ángel Torres [exdiputado republicano] con 2 compañías y ya entra en razón todo esto, pero todos estaban aterrados yo tomé mis precauciones haciendo venir 6 u 8 de ellos y no me han incomodado nada ni quitado las armas pues entre ellos lo evitaban. A nosotros nos respetan mucho [...].
Vosotras sin escribir. Las circunstancias bien merecen una carta ahora. Mil cosas a todos de todos, tu hermano Paco.
El 19 de febrero de 1873, Francisco Alvear y Ward escribía de nuevo a su hermana:
Montilla, 19 de febrero de 1873
Querida Sabina:
Recibo hoy con mucho gusto la carta tuya y otra de Catalina que son de gran consuelo alegrándome hayan ustedes recibido todas las nuestras para su mayor tranquilidad […].
Ya están formando causa, tienen 7 presos, ha venido un Juez de Sevilla. La tropa parece se queda por aquí y mientras esté no hay ruido. Se va consolidando esto y la autoridad general yendo constituyéndose. Así no sabemos lo que hacer, aunque de salir iremos a esa.
Las niñas todas tres encantadas con la idea de ir a ver las tías no dejan de pensar un momento en ello. Antes que se me olvide mandar un recado a Trinidad diciéndole que Joaquina recibió su carta que ha agradecido mucho y que le disimule no le conteste en el momento.
De Sevilla escriben otra vez que vayamos al momento y en Córdoba tienen casa preparada. Los primos se fueron hoy todos. Ahora se dice por todo el mundo que a nosotros no nos tocaban. Yo lo creo pero desbordada la gente no sé lo que harían.
Ahí están los Riobóo –fui al entierro, no sé si lo he contado, éramos unas 12 o 14 personas y la gente de escopeta quiso impedirlo pero algunos le hablaron y se desistieron, se pusieron con el arma preparada pero después fuimos por toda la Corredera y aunque algunos temían ni la menor voz hubo, como por la tarde fue el de Navarro y se habían convenido fuimos más de 300 personas–.
A todos esos buenos amigos miles de gracias por su interés […]. Tu hermano de Corazón, Paco.
A pesar de la incertidumbre política y económica de España, Francisco Alvear y Ward continuó residiendo en Montilla e impulsando Bodegas Alvear: hizo la primera ampliación de la bodega, construyendo la llamada “Bodega del Escudo” (en la calle de Don Diego de Alvear) y continuó la labor de exportación, iniciada por su hermano Enrique unas décadas atrás, y siempre con el apoyo de sus hermanas Sabina y Candelaria.
“Montilla es una ciudad de la provincia de Andalucía, a diecinueve millas al sur de Córdoba […], con una población de unos 14.000 habitantes. Fuimos recibidos en la estación por un agente, que se había comprometido con mi amigo a llevarnos a las distintas bodegas de la ciudad.
Para dar al lector una noción del carácter de algunos de los habitantes, no puedo contener de relatar mi experiencia en la primera hora después de mi llegada […]. Un sentimiento de horror se apoderó de mí cuando escuché la terrible tragedia que había tenido lugar, unos días antes de mi visita.
El Señor A. me informó que, poco después de la abdicación del rey Amadeo, los hostiles del lugar […] creyeron que no había Gobierno, y que tenían permiso para hacer lo que quisieran […]. Una turba de alborotadores llegó a la residencia del Alcalde y, al encontrar que había huido, se apoderaron del hermano, lo arrastraron fuera de la casa, le dispararon y le rajaron la tripa, y luego lo colgaron en una farola.
Sus atrocidades no terminaron ahí. Se marcharon a la casa de un hombre mayor muy rico, de unos setenta años […], le trataron de la misma manera bárbara que al Vicealcalde […]. A continuación, los alborotadores procedieron a pegar fuego a las casas pertenecientes a sus víctimas, pero los vecinos organizaron un 'posse comitatus' (grupo de civiles), se enviaron tropas y unos cuarenta de los cabecillas fueron detenidos y enviados a prisión.
Qué fue de ellos después, y si se encontraron con el castigo que merecían, no lo sé; pero me dijeron que nueve de ellos serían colgados, y que, teniendo en cuenta el estado desorganizado del país, probablemente el resto serían puestos en libertad. Después de dos días ausentes en la Sierra de Montilla regresamos, y nuestro motivo del viaje nos llevó a catar vinos en una Bodega […].
El relato que hace Tovey de los violentos episodios que encuentra a su llegada a Montilla nos recordaron la lectura de los mismos acontecimientos recogidos en algunas cartas que conserva la familia Alvear de Francisco Alvear y Ward (1817–1894).
Coronel del ejército en excedencia, residía en Montilla desde 1868, año en que había muerto su hermano Tomás, hasta entonces responsable de administrar el patrimonio familiar. Francisco había dejado su carrera militar en Sevilla donde era director de la Fundición de Artillería de Bronces para asumir la gestión de los negocios familiares en Montilla, entre los que destacaba Bodegas Alvear. Francisco escribía el 13 de febrero de 1873 a su hermana Sabina, que estaba en Madrid:
Montilla, 13 de febrero de 1873
Querida Sabina:
Por si llega a tu noticia lo que ha pasado por aquí, te escribo estas cuatro letras. Ayer, en primer lugar, a nadie de la familia le ha pasado nada. Nosotros no supimos lo ocurrido hasta que nos levantamos. Por el día no hubo como te decía en la de ayer, pero por la noche vino la gente del campo y sobre todo muchos forasteros y ha habido muchos desórdenes.
Han pegado fuego a la casa de Luis Albornoz [entonces alcalde primero de Montilla] quemándole el molino de aceite, la bodega con 40 botas de vino y toda la casa. Allí no estaba él ni ninguno de la familia. Después quemaron la de Repiso, el encargado de los consumos, después la de Algaba [registrador de la Propiedad] fueron a casa de Riobóo [de 80 años y considerado el hombre más rico de Montilla]) y el pobre estaba subiendo por una escalera cuando entraron y lo mataron de un tiro, en la casa no hicieron daño que se sepa.
Pasaron a casa de los Navarro [Antonio Navarro era alcalde segundo] —calle de Enfermería— empezaron a hachazos y el hermano Luis empezó a abrir la puerta y le mataron de un hachazo y un tiro. Quemaron la casa de Cuello [secretario del Ayuntamiento] y la de Uruburu [coronel y comandante de armas en Montilla] junto a San Agustín.
Durante el día ha habido tranquilidad pero esta noche trataban de hacer algo pero ha venido Ángel Torres [exdiputado republicano] con 2 compañías y ya entra en razón todo esto, pero todos estaban aterrados yo tomé mis precauciones haciendo venir 6 u 8 de ellos y no me han incomodado nada ni quitado las armas pues entre ellos lo evitaban. A nosotros nos respetan mucho [...].
Vosotras sin escribir. Las circunstancias bien merecen una carta ahora. Mil cosas a todos de todos, tu hermano Paco.
El 19 de febrero de 1873, Francisco Alvear y Ward escribía de nuevo a su hermana:
Montilla, 19 de febrero de 1873
Querida Sabina:
Recibo hoy con mucho gusto la carta tuya y otra de Catalina que son de gran consuelo alegrándome hayan ustedes recibido todas las nuestras para su mayor tranquilidad […].
Ya están formando causa, tienen 7 presos, ha venido un Juez de Sevilla. La tropa parece se queda por aquí y mientras esté no hay ruido. Se va consolidando esto y la autoridad general yendo constituyéndose. Así no sabemos lo que hacer, aunque de salir iremos a esa.
Las niñas todas tres encantadas con la idea de ir a ver las tías no dejan de pensar un momento en ello. Antes que se me olvide mandar un recado a Trinidad diciéndole que Joaquina recibió su carta que ha agradecido mucho y que le disimule no le conteste en el momento.
De Sevilla escriben otra vez que vayamos al momento y en Córdoba tienen casa preparada. Los primos se fueron hoy todos. Ahora se dice por todo el mundo que a nosotros no nos tocaban. Yo lo creo pero desbordada la gente no sé lo que harían.
Ahí están los Riobóo –fui al entierro, no sé si lo he contado, éramos unas 12 o 14 personas y la gente de escopeta quiso impedirlo pero algunos le hablaron y se desistieron, se pusieron con el arma preparada pero después fuimos por toda la Corredera y aunque algunos temían ni la menor voz hubo, como por la tarde fue el de Navarro y se habían convenido fuimos más de 300 personas–.
A todos esos buenos amigos miles de gracias por su interés […]. Tu hermano de Corazón, Paco.
A pesar de la incertidumbre política y económica de España, Francisco Alvear y Ward continuó residiendo en Montilla e impulsando Bodegas Alvear: hizo la primera ampliación de la bodega, construyendo la llamada “Bodega del Escudo” (en la calle de Don Diego de Alvear) y continuó la labor de exportación, iniciada por su hermano Enrique unas décadas atrás, y siempre con el apoyo de sus hermanas Sabina y Candelaria.
CARMEN GIMÉNEZ ALVEAR
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA / JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA / JOSÉ ANTONIO AGUILAR