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Pepe Millán: “Me siento muy bien dibujando con boli y ver la cara de una persona cuando le regalo su retrato”

Pepe Millán es un conocido empresario nazareno que ha dedicado toda su vida al mundo del deporte, de forma especial a través de su empresa de servicios deportivos Sededos, pero tal vez sea por su faceta artística, la de hacer retratos pintados a bolígrafo, por la que está encontrando en estos momentos más reconocimiento.


José Luis Millán Romero (Dos Hermanas, 1969) es hijo de Francisco Millán Ramos, fallecido a la edad de 48 años en un accidente de tráfico, y de María Antonia Romero Cruz, quienes trajeron al mundo a seis hijos, uno de ellos el protagonista de esta entrevista, quien, tras una etapa que se prolongó durante 18 años en el antiguo Patronato Municipal de Deportes, se decidió a emprender por su cuenta, montando primero una empresa de serigrafía y de personalización de prendas deportivas, que acabó tomando con el tiemnpo el nombre de Sededos.

En esta empresa de servicios deportivos, desde la que trabaja con distintas entidades públicas y privadas, ofrece servicios de mantenimiento, monitores, fisioterapeutas, árbitros, confecciones de prendas deportivas, además de servir material como canastas de baloncesto, porterías, césped artificial o incluso la construcción de pistas de pádel.

Pero no es por esta faceta por la que Pepe Millán llega hoy a estas páginas, sino por su creciente afición por la pintura y, más recientemente, por el dibujo a bolígrafo, técnica que ha ido aprendiendo gracias a las enseñanzas de su gran maestro, Juan Miguel Martín Mena, destacando de forma especial en la realización de retratos que realiza en sus tiempos libres y de forma absolutamente desinteresada, y que ha hecho que ya cada vez sean más los nazarenos y nazarenas, la mayoría conocidos suyos, que cuelgan en un lugar destacado de su casa un retrato hecho por Pepe.


En un reciente encuentro, el periodista que suscribe le hizo una sola pregunta –“Pepe, ¿de dónde te viene la afición por la pintura y por el dibujo a boli?”-, porque a partir de ahí todo lo demás ya lo puso él mismo. Y esta fue la respuesta:

“La inquietud por el dibujo la he tenido desde que era niño. En una primera etapa, además de dibujar algunas cosas, empecé pintando camisetas a mano, una actividad que me acabó llevando a montar una empresa de serigrafía. Pero hace unos diez o doce años me propuse apuntarme por las tardes a clases de pintura, entrando en las que impartía Antonio Dorado en el Club Vistazul, donde estuve un par de años. Pero, ¿sabes qué pasa?, que yo era un poco flojo y reconozco que eso de tener que pintar y luego ir limpiando los pinceles con disolventes y recogerlo todo, me daba una pereza tremenda. ¡Y eso que me gustaba y que creo que se me daba bien! Pero todo cambió cuando descubrí los dibujos a boli, ya que sólo tenía que coger un BIC, quitarle el capuchón, dibujaba algo y, cuando acababa, le ponía otra vez el capuchón y punto. “Eso es lo que yo quería”, me dije. Al principio empecé con el lápiz, pero veía también el problema de que había que sacarle punta cada dos por tres, lo que igualmente me fastidiaba, y entonces hablé con Juanmi (Juan Miguel Martín Mena), que es muy amigo y un maestro del dibujo a boli, y me apunté a sus clases, a donde voy desde entonces todos los lunes”.

“Recuerdo que cuando empecé con esta técnica me temblaban las manos, pero la verdad es que poco a poco fui avanzando y ahora creo que se me da bien, la verdad. De pronto me di cuenta de que me encontraba muy a gusto con el boli. Pero es curioso que, frente a lo que pueda pensar la gente, tampoco todos los bolis son iguales, ya que los hay con la punta fina y con la punta gorda, además de los BIC de cuatro colores”.

“Al principio lo que dibujaba eran edificios, monumentos o espacios públicos de Dos Hermanas, como la fachada del Ayuntamiento, la Torre del Lanero o la ermita del Rocío, pero también realicé otros con temáticas sobre la Semana Santa y los toros, porque la verdad es que todavía no me encontraba preparado para hacer retratos, ya que se trata de algo mucho más complicado y exigente. Hasta que un día me decidí a hacer mi prime retrato a boli. Fue con el rostro de un sobrino, Cayetano, que falleció con algo más de un año de edad y a partir de lo cual se creó la Asociación Acaye, que preside mi esposa, María Pérez Vicente, con el fin de ayudar a los niños y niñas enfermos de cáncer, además de a sus familias, y con el de recaudar fondos para la investigación. Yo todavía no estaba preparado para los retratos, porque era algo que me daba mucho miedo, pero un día acudí a un curso que impartió un arquitecto sevillano, Javier Sánchez-Dalp, que es una eminencia en la técnica del boli, y al que llevó a Juanmi como invitado, y fue a partir del ahí cuando comencé a coger más confianza con el retrato. Y ya hasta me estoy empezando a atrever a dibujar con boli de cuatro colores, que es mucho más complicado, algo que estoy haciendo con la ayuda de Juanmi, claro”.

“Esto de dibujar con boli es absolutamente un hobby, porque yo tengo mi trabajo y las tardes que estoy libre pues le dedico el tiempo que puedo. A mí me gusta, cuando hago un retrato, publicarlo con la autorización de la persona implicada en redes sociales. Pues bien, esto ha hecho que rara sea la semana en la que no me pidan que haga retratos de alguien, preguntándome en ocasiones hasta que cuánto cobro. Pero, además de que yo nunca he cobrado nada, sigo comentando que esto es una mera afición mía y que no pretendo ganar dinero con ello, sino pintar a quien me parezca oportuno. Ha habido ocasiones en las que me han insistido tanto en pagarme, que entonces lo que he hecho es proponerle que done el dinero que ellos crean conveniente a la asociación Acaye, para que sea destinado a la investigación del cáncer infantil. Y así lo han hecho. Pero insisto en que esto es para mí una afición, un entretenimiento, y para nada quiero tener presión, porque yo pinto cuando tengo tiempo y me apetece”.

“Siempre que me enfrento a un retrato, lo que hago es empezar por los ojos, que es lo más difícil, y estoy ahí hasta que doy con la expresión de la persona, para luego ya ir dibujando lo demás. Y es que si los ojos no te salen, tienes que romper el dibujo y empezar de nuevo. Al lado de mi cama tengo una mesa, y es tremendo porque no hay día en el que no me acueste pensando en una oreja, en una nariz…, porque hay detalles, la verdad, que tengo que pensarlos mucho. Y cuando me siento a dibujar, tengo que parar y levantarme cada diez minutos, soltar el boli y mirar el retrato desde cierta distancia. Y es que cada retrato es un auténtico reto. Hay veces en las que me pongo nervioso porque no sé cómo meterle mano, y me acuesto preocupado y pensando en esa oreja o en esa nariz con la que no soy capaz de acertar. Yo para nada me considero un artista, porque lo que hago, como me explicaron Juanmi y Sánchez-Dalp, es sólo reproducir manchas. Y es curioso, además, que mi forma de dibujar es muy distinta a la de Juanmi, ya que, por ejemplo, mis trazos son más desenfadados, no están ordenados como los suyos”.

“En las pasadas Navidades me regalaron un maletín con acuarela y quiero aprovecharlo para meterme, como hace Juanmi de forma magistral, en la técnica mixta de la acuarela y el boli, porque hacen una fusión perfecta. De momento estoy probando. He hecho con esta técnica la ermita del Rocío, la antigua Plaza de Abastos de Dos Hermanas, y ya veremos cómo voy avanzando. De todas maneras, lo que me gustaría no perder nunca es el bolígrafo, que quiero que sea mi alma máter, aunque no quite que vaya avanzando con otras técnicas con el fin de darle más vistosidad y realidad a las obras. Y entre esas técnicas está también trabajar con el boli de cuatro colores, aunque es algo más complejo y que requiere mucha más técnica”.

“En una ocasión me dijo mi mujer que por qué no abría una página web para que la gente que quisiera que le hiciera un retrato, pues que me lo pidiera por ahí, pero no lo he hecho porque insisto en que yo no pretendo lúcrame con esto. Y es que hay gente además que lo pide sin saber que dibujar un retrato tiene su trabajo, y su riesgo, y ni siquiera el costo que tiene toda la fase previa, ya que hay que tratar la fotografía, estudiar bien el rostro…, y todo esto antes de ponerse a dibujar, que eso ya supone también por lo menos unas quince horas para tenerlo terminado. Pasa entonces que la gente no valora el tiempo que he empleado en pintar un rostro, un tiempo que ya no voy a recuperar”.

“En cualquier caso, y como yo no me quiero dedicar a esto sino que es, como digo, un hobby, es muy grande la satisfacción que siento cuando entrego un retrato, la mayoría de las veces sin que la persona sepa siquiera que lo estaba haciendo, y le veo la cara de sorpresa y alegría. Eso es lo que más me importa a mí, lo que de verdad me llena”.


FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL
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