No por conocerla más, uno deja de sorprenderse por la incansable predisposición que Loly López muestra ante todo tipo de acto, evento o encuentro que se organice en Dos Hermanas, y más si se refieren a dos de los asuntos en los que más se vuelca: la creación literaria y la lucha por la igualdad. Ella es por esos motivos, y por otros muchos, el mes de ‘Noviembre’ del Calendario ‘Agárrate a la vida’ que editó la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento.
Loly López Guerrero, nazarena de 71 años de edad, casada con Rafael Prieto Romero, con quien tuvo tres hijos: Carolina, Sergio y Cristian, de 47, 44 y 37 años, respectivamente, que le han dado, a su vez, siete nietos. Ya jubilada, toda su vida laboral la ha dedicado a enseñar a conducir a generaciones de nazarenos y nazarenas como profesora de Seguridad Vial en la popular ‘Autoescuela Pilongo’.
Ella misma confiesa que, aunque le encantaba su trabajo, estaba deseando jubilarse para, entre otras muchas cuestiones que le atraían poderosamente, dedicarse a la creación literaria, siendo ya hoy una prolífica autora, que inició ganando el primer premio del concurso provincial convocado por Canal Sur ‘Cartas de Andalucía’, y el segundo con carácter regional, y siguiendo luego con su poemario ‘Entre el corazón y el alma’ (2011) o las novelas ‘María Cerezo, la esposa sevillana de Américo Vespucio’ (2014), traducida al italiano; ‘La huella carmesí’ (2018), ‘Paseando por Dos Hermanas’ (2020), ‘Pisadas sin retorno’ (2021), ‘El anillo viajero’ (2022) y ‘Herederos del odio’ (2022).
Loly López, una mujer que ha destacado siempre por su compromiso por la igualdad y los derechos de la mujer, es además miembro del Consejo Sectorial de las Mujeres del Ayuntamiento de Dos Hermanas, fundadora de la Agrupación Literaria María Muñoz Crespillo y participante activa en los numerosos eventos que se convocan en la ciudad en defensa de la igualdad y contra la violencia de género.
Ella, como decimos, es el mes de Noviembre del Calendario ‘Agárrate a la vida’, y con este motivo se le brinda este espacio, que llena, con su relato personal, de experiencias y vivencias con un denominador común: “No hay libertad sin igualdad”.
“La verdad es que cuando me anunciaron que formaría parte del Calendario, me dio mucha alegría. No lo esperaba, la verdad, porque siempre lo suelen integrar mujeres muy importantes, por eso me dio mucha alegría que contaran no sólo conmigo sino con otras mujeres de Dos Hermanas. De hecho, cuando nos recibió el alcalde, le dije que a ver si seguían en esa línea porque, si te fijas, en el Calendario hay muchas jóvenes, lo que me ha llenado de satisfacción, aunque la primera que salió, el mes de Enero, era Ana Marín Guerrero, que ya tiene 102 años, y que, por cierto, es prima hermana de mi madre”.
“Desde que me jubilé, porque yo antes trabajaba todo el día, empecé a ir a las manifestaciones que se hacían en la puerta del Ayuntamiento porque pensaba que se tenía que hacer visible de alguna manera toda esta situación por la que pasan muchas mujeres. De hecho, me ocurrió que estando en una de ellas se acercó una mujer preguntando si las maltratadas éramos nosotras, y yo le dije que no, que estábamos allí para que su marido no le pegara nunca, que estábamos allí para reclamar los derechos de la mujer. Yo tengo una hija que está separada, y eso también me afectó bastante, aunque esto ocurriera un poco más adelante. Y es verdad que las maltratadas no se atreven a ir. Somos a lo mejor las que estamos comprometidas con esta reivindicación las que debemos dar un paso adelante”.
“Mi compromiso con los derechos de la mujer me viene de cuando trabajé en los almacenes de aceitunas. En Dos Hermanas era muy normal que cuando se cogían vacaciones en los colegios, muchas niñas se fueran a trabajar a los almacenes. Yo estaba en la Autoescuela Pilongo, pero me peleé con mi padre y me fui a los almacenes de León y Cos, y allí veía los movimientos que se generaban cuando se quería hacer una huelga, o como cuando tanteaban. Allí había cinco pesos, y cuando tanteaban ellos, las mujeres más mayores veían que iba a haber poco trabajo y decían que teníamos que hacer una huelga para que nos cambiaran la categoría de la aceituna. Las primeras en levantarnos éramos las de nuestro peso, pero luego seguía y seguía, y las que nos quedábamos paradas éramos nosotras. Y entonces yo me decía que eso no podía ser y que era una discriminación. Y, además, ya mucho después, me dio mucha pena que, yo que nunca le había echado mucha cuenta a mi vida laboral al ser casi siempre autónoma, un día que tenía que pedir la de mi hija, lo hice también con la mía y fue entonces cuando me di cuenta de que sólo tenía cotizado tres días en León y Cos, cuando en realidad estuve allí dos años. En el almacén, cada vez que pesabas te daban una ficha, y cuando ibas a cobrar, si tenías veinte fichas, las entregabas pero sólo te pagaban diecinueve porque una de ellas supuestamente iba para pagar la Seguridad Social”.
“La verdad es que yo he visto mucha discriminación en el mundo laboral en general. He estado trabajando siempre en un mundo de hombres: en el economato con mi padre, en la autoescuela…, y he visto, por ejemplo, cómo los examinadores siempre le daban a las mujeres que se examinaban un aparcamiento, mientras que a los chicos nunca se lo pedían. Y yo me quejaba. Veo que van ocurriendo circunstancias que te hacen dudar de por qué yo voy a ser menos que cualquier hombre, y he escuchado comentarios, cuando iba como profesora de la autoescuela, de por qué no me iba a fregar. Y, además, hay que tener en cuenta de que yo fui la primera mujer que se sacó el título de profesora de autoescuela de Dos Hermanas, allá por el año 1976”.
“He pasado incluso por situaciones en las que algún alumno no aceptaba que fuera una mujer la que le diera las clases. Eso me ha pasado siempre. Ha habido ocasiones en las que ha venido a la práctica con el coche un alumno acompañado por su padre, quien me pedía ir también en el coche, algo a lo que nunca me he negado, aunque siempre que no se entrometieran en mi trabajo, porque ha habido casos en los que fueron todo el tiempo diciendo a su hijo que tuviera cuidado con el stop, con aquella señal…, hasta que paré el coche y le dije:
- “Un momento. ¿Tú quieres seguir aquí con nosotros? Pues cállate porque aquí la que manda soy yo”.
“Otra vez ocurrió que le estaba dando clases a una muchacha, y mientras íbamos circulando por Sevilla yo veía que nos estaba siguiendo, algo que me parecía muy raro, hasta que le dije a la muchacha:
- “¿Tu marido qué coche tiene?”
Y me dijo: - “No, es mi novio”.
Entonces, paré el coche, me bajé y le dije al otro conductor, que aparcó detrás nuestra:
- Hola. ¿Qué pasa?”.
- “Nada, no pasa nada”, contestó.
- ¿Cómo que no pasa nada, si llevas todo el tiempo siguiéndonos?”, le dije.
- “No, es que es mi novia y yo quería saber dónde ibais vosotras”.
- “Pues a Sevilla a dar clase”. ¿A dónde te crees que íbamos a ir?”
Y le añadí:
- “Mira, la próxima vez, en vez de venirte detrás, te subes con nosotras, que no pasa nada”.
“Y todo era porque la profesora de su novia era una mujer. Pero en otra ocasión me ocurrió que fui a cortarme el pelo con el Maera, pero me lo dejó tan corto que parecía un hombre. Por entonces, yo tenía un compañero joven, que era muy guapo, y ocurría que había gente que no quería que su pareja o su mujer diera las clases con él. En esas, un buen día estaba esperando a una alumna, cuando de pronto me llama ella por teléfono y me dice que quería que fuera a su casa a recogerla. Bueno, así lo hice. Fui a su casa, llamé a la puerta y salió de pronto el marido, que se quedó sorprendida al verme porque me vio con el pelo muy corto.
- “¿Qué te has hecho?”, me preguntó.
- “¿El qué?”, le dije.
- “¡Que te has pelado!”.
- “Sí, mira, me he puesto fresquita para el verano”.
- Y dice: “Niña, sal, que está aquí Loly”
“Cuando salió la mujer, vi tenía todo el ojo morado. Claro, nada más montarnos en el coche le pregunté qué había pasado y me dijo que resultaba que el día anterior nos vio pasar con el coche por la zona de la Uralita, en Bellavista, donde él trabajaba, y se creyó que su mujer estaba dando clase con mi compañero. Y cuando llegó a su casa, su marido le pegó un puñetazo sin que tuviera siquiera tiempo de darle alguna explicación”.
“Aunque todo ha cambiado mucho, gracias a Dios, aún siguen ocurriendo cosas. Te cuento otro detalle: cuando las mujeres empezaron a trabajar más en las autoescuelas, hubo algunas de estas autoescuelas que empezaron a coger sólo a profesoras en vez de a profesores, y era simplemente porque les pagaban menos. Y yo, como estaba muy metida en la asociación de autoescuelas, les decía a ellas que no se tenían que conformar, porque si a un hombre le pagaban 9 euros por una clase, a ellas le tenían que pagar lo mismo, y les explicaba que si a una mujer que se apuntaba a dar clases no le cobraban menos por ser mujer, por qué, sin embargo, le tenían que pagar menos cuando trabajaba. La verdad es que nos costó mucho conseguir que una autoescuela famosa que había en Dos Hermanas, y que ya se fue, le pagara la misma cantidad a la profesora que al profesor. Pero ya hoy en día no hay tantos problemas. Y, por cierto, en la Asociación de Autoescuelas la única mujer que había era yo. En ese aspecto, es una lucha bastante solitaria la que tenemos nosotras. Es muy triste, porque siempre te preguntas que cuándo se va a acabar todo esto si todos somos iguales”.
“En Dos Hermanas, en todo lo relacionado con la igualdad de la mujer, hemos logrado muchas cosas. Siguen muriendo mujeres a manos de sus maridos o ex parejas, y hay otras muchas que son maltratadas, no solamente física sino también mentalmente. Hace poco estuve hablando con una mujer, que me estuvo contando sus cosas, y le recomendé que fuera a la Delegación de Igualdad, que allí hay psicólogos que le podían ayudar, que le daban pautas para hablar de otra manera con su pareja. Cuando en una pareja existe un enfrentamiento, resulta que se van perdiendo el respeto y eso es lo último que se debe de hacer. Entonces, gracias a esta ayuda algunas personas han vuelto a rehacer sus vidas, e incluso que su pareja vaya también a un psicólogo. Hay personas que cuando se jubilan, no saben qué hacer con su vida. Por eso, cuando me jubilé, con la idea de ayudar a estas personas que pasaban por esa situación, me metí en el Palacio de Alpériz, y me puse a colaborar en la organización de talleres, viajes o fiestas”.
“Es que cuando me jubilé, tenía muchas ganas de hacer cosas. En mi vida yo echaba de menos precisamente eso, ayudar a la gente. Y la verdad es que no paro. Me apunté a la Universidad Popular a hacer cursos de creación literaria, me metí en la Escuela Oficial de Idiomas a practicar francés, en el grupo poético, en la Agrupación Literaria María Muñoz Crespìllo, en el Club de Senderismo, del que fui la secretaria…, o sea, que no paraba”.
“Yo, por ejemplo, en algunos de mis poemas hablo de la situación de la mujer, sobre todo cuando llega el mes de marzo, que se le dedica a ellas, y nosotras, por ejemplo, hemos hecho homenajes a las maestras, a las mujeres de la aceituna…, a muchos gremios, y también un certamen en los colegios sobre la igualdad. Además, también forma parte del Consejo Sectorial de las Mujeres del Ayuntamiento de Dos Hermanas, donde ya llevo más de ocho años, y veo que van cambiando las formas de tratar a las mujeres, incluso por parte de los políticos, que siempre a la hora de hablar saludaban diciendo ‘Hola a todos’, como dando a entender que ‘ellas’ también están incluidas, y me acuerdo en esos momentos de Celia, que decía:
- “No, no. Si no dice señores y señoras, a mí no me estás dando las buenas tardes”.
“Yo me acuerdo de ella mucho, porque era muy reivindicativa en este aspecto. Por ejemplo, Toscano tenía mucha delicadeza a la hora de decir ‘todas y todos’, y al nuevo alcalde, a Paco, le ocurre lo mismo, que tiene otra cosa a la hora de hablar con unas y otros. Y es que nosotras nos sentimos más integradas así, excepto cuando habla el de Vox, que lo hace utilizando mucho más el género masculino. Nosotras sentimos que cuando hacemos una reivindicación, desde el Ayuntamiento nos apoyan, y cuando hacemos una fiesta en el Palacio de Alpériz, vienen y hablan con las personas mayores, que se sienten mejor, porque no es lo mismo un político en la distancia que el que viene a una comida o a una fiesta y te pregunta cómo estás”.
“Pero hay otra cuestión de hoy en día que me preocupa mucho, como es la facilidad con la que los jóvenes acceden a través del móvil a la pornografía, y el aumento de la violencia que en algunos casos se da entre ellos. Es algo que a mí me da mucho miedo, porque yo tengo tres nietas, con 23, 20 y 18 años, y veo situaciones que preocupan. Como ocurre con el control tan exhaustivo que algunos jóvenes quieren tener de los teléfonos de sus parejas, por eso yo les digo a mis nietas que no lo consientan, que tengan su propia personalidad y que no se dejen avasallar de ninguna manera. Pero ocurre que en muchos casos ellas se conforman; me gusta el niño, voy cediendo un día en una cosa, otro en otra…, y la verdad es que no sé cómo se podía acabar con eso”.
Loly López Guerrero, nazarena de 71 años de edad, casada con Rafael Prieto Romero, con quien tuvo tres hijos: Carolina, Sergio y Cristian, de 47, 44 y 37 años, respectivamente, que le han dado, a su vez, siete nietos. Ya jubilada, toda su vida laboral la ha dedicado a enseñar a conducir a generaciones de nazarenos y nazarenas como profesora de Seguridad Vial en la popular ‘Autoescuela Pilongo’.
Ella misma confiesa que, aunque le encantaba su trabajo, estaba deseando jubilarse para, entre otras muchas cuestiones que le atraían poderosamente, dedicarse a la creación literaria, siendo ya hoy una prolífica autora, que inició ganando el primer premio del concurso provincial convocado por Canal Sur ‘Cartas de Andalucía’, y el segundo con carácter regional, y siguiendo luego con su poemario ‘Entre el corazón y el alma’ (2011) o las novelas ‘María Cerezo, la esposa sevillana de Américo Vespucio’ (2014), traducida al italiano; ‘La huella carmesí’ (2018), ‘Paseando por Dos Hermanas’ (2020), ‘Pisadas sin retorno’ (2021), ‘El anillo viajero’ (2022) y ‘Herederos del odio’ (2022).
Loly López, una mujer que ha destacado siempre por su compromiso por la igualdad y los derechos de la mujer, es además miembro del Consejo Sectorial de las Mujeres del Ayuntamiento de Dos Hermanas, fundadora de la Agrupación Literaria María Muñoz Crespillo y participante activa en los numerosos eventos que se convocan en la ciudad en defensa de la igualdad y contra la violencia de género.
Ella, como decimos, es el mes de Noviembre del Calendario ‘Agárrate a la vida’, y con este motivo se le brinda este espacio, que llena, con su relato personal, de experiencias y vivencias con un denominador común: “No hay libertad sin igualdad”.
“La verdad es que cuando me anunciaron que formaría parte del Calendario, me dio mucha alegría. No lo esperaba, la verdad, porque siempre lo suelen integrar mujeres muy importantes, por eso me dio mucha alegría que contaran no sólo conmigo sino con otras mujeres de Dos Hermanas. De hecho, cuando nos recibió el alcalde, le dije que a ver si seguían en esa línea porque, si te fijas, en el Calendario hay muchas jóvenes, lo que me ha llenado de satisfacción, aunque la primera que salió, el mes de Enero, era Ana Marín Guerrero, que ya tiene 102 años, y que, por cierto, es prima hermana de mi madre”.
“Desde que me jubilé, porque yo antes trabajaba todo el día, empecé a ir a las manifestaciones que se hacían en la puerta del Ayuntamiento porque pensaba que se tenía que hacer visible de alguna manera toda esta situación por la que pasan muchas mujeres. De hecho, me ocurrió que estando en una de ellas se acercó una mujer preguntando si las maltratadas éramos nosotras, y yo le dije que no, que estábamos allí para que su marido no le pegara nunca, que estábamos allí para reclamar los derechos de la mujer. Yo tengo una hija que está separada, y eso también me afectó bastante, aunque esto ocurriera un poco más adelante. Y es verdad que las maltratadas no se atreven a ir. Somos a lo mejor las que estamos comprometidas con esta reivindicación las que debemos dar un paso adelante”.
“Mi compromiso con los derechos de la mujer me viene de cuando trabajé en los almacenes de aceitunas. En Dos Hermanas era muy normal que cuando se cogían vacaciones en los colegios, muchas niñas se fueran a trabajar a los almacenes. Yo estaba en la Autoescuela Pilongo, pero me peleé con mi padre y me fui a los almacenes de León y Cos, y allí veía los movimientos que se generaban cuando se quería hacer una huelga, o como cuando tanteaban. Allí había cinco pesos, y cuando tanteaban ellos, las mujeres más mayores veían que iba a haber poco trabajo y decían que teníamos que hacer una huelga para que nos cambiaran la categoría de la aceituna. Las primeras en levantarnos éramos las de nuestro peso, pero luego seguía y seguía, y las que nos quedábamos paradas éramos nosotras. Y entonces yo me decía que eso no podía ser y que era una discriminación. Y, además, ya mucho después, me dio mucha pena que, yo que nunca le había echado mucha cuenta a mi vida laboral al ser casi siempre autónoma, un día que tenía que pedir la de mi hija, lo hice también con la mía y fue entonces cuando me di cuenta de que sólo tenía cotizado tres días en León y Cos, cuando en realidad estuve allí dos años. En el almacén, cada vez que pesabas te daban una ficha, y cuando ibas a cobrar, si tenías veinte fichas, las entregabas pero sólo te pagaban diecinueve porque una de ellas supuestamente iba para pagar la Seguridad Social”.
“La verdad es que yo he visto mucha discriminación en el mundo laboral en general. He estado trabajando siempre en un mundo de hombres: en el economato con mi padre, en la autoescuela…, y he visto, por ejemplo, cómo los examinadores siempre le daban a las mujeres que se examinaban un aparcamiento, mientras que a los chicos nunca se lo pedían. Y yo me quejaba. Veo que van ocurriendo circunstancias que te hacen dudar de por qué yo voy a ser menos que cualquier hombre, y he escuchado comentarios, cuando iba como profesora de la autoescuela, de por qué no me iba a fregar. Y, además, hay que tener en cuenta de que yo fui la primera mujer que se sacó el título de profesora de autoescuela de Dos Hermanas, allá por el año 1976”.
“He pasado incluso por situaciones en las que algún alumno no aceptaba que fuera una mujer la que le diera las clases. Eso me ha pasado siempre. Ha habido ocasiones en las que ha venido a la práctica con el coche un alumno acompañado por su padre, quien me pedía ir también en el coche, algo a lo que nunca me he negado, aunque siempre que no se entrometieran en mi trabajo, porque ha habido casos en los que fueron todo el tiempo diciendo a su hijo que tuviera cuidado con el stop, con aquella señal…, hasta que paré el coche y le dije:
- “Un momento. ¿Tú quieres seguir aquí con nosotros? Pues cállate porque aquí la que manda soy yo”.
“Otra vez ocurrió que le estaba dando clases a una muchacha, y mientras íbamos circulando por Sevilla yo veía que nos estaba siguiendo, algo que me parecía muy raro, hasta que le dije a la muchacha:
- “¿Tu marido qué coche tiene?”
Y me dijo: - “No, es mi novio”.
Entonces, paré el coche, me bajé y le dije al otro conductor, que aparcó detrás nuestra:
- Hola. ¿Qué pasa?”.
- “Nada, no pasa nada”, contestó.
- ¿Cómo que no pasa nada, si llevas todo el tiempo siguiéndonos?”, le dije.
- “No, es que es mi novia y yo quería saber dónde ibais vosotras”.
- “Pues a Sevilla a dar clase”. ¿A dónde te crees que íbamos a ir?”
Y le añadí:
- “Mira, la próxima vez, en vez de venirte detrás, te subes con nosotras, que no pasa nada”.
“Y todo era porque la profesora de su novia era una mujer. Pero en otra ocasión me ocurrió que fui a cortarme el pelo con el Maera, pero me lo dejó tan corto que parecía un hombre. Por entonces, yo tenía un compañero joven, que era muy guapo, y ocurría que había gente que no quería que su pareja o su mujer diera las clases con él. En esas, un buen día estaba esperando a una alumna, cuando de pronto me llama ella por teléfono y me dice que quería que fuera a su casa a recogerla. Bueno, así lo hice. Fui a su casa, llamé a la puerta y salió de pronto el marido, que se quedó sorprendida al verme porque me vio con el pelo muy corto.
- “¿Qué te has hecho?”, me preguntó.
- “¿El qué?”, le dije.
- “¡Que te has pelado!”.
- “Sí, mira, me he puesto fresquita para el verano”.
- Y dice: “Niña, sal, que está aquí Loly”
“Cuando salió la mujer, vi tenía todo el ojo morado. Claro, nada más montarnos en el coche le pregunté qué había pasado y me dijo que resultaba que el día anterior nos vio pasar con el coche por la zona de la Uralita, en Bellavista, donde él trabajaba, y se creyó que su mujer estaba dando clase con mi compañero. Y cuando llegó a su casa, su marido le pegó un puñetazo sin que tuviera siquiera tiempo de darle alguna explicación”.
“Aunque todo ha cambiado mucho, gracias a Dios, aún siguen ocurriendo cosas. Te cuento otro detalle: cuando las mujeres empezaron a trabajar más en las autoescuelas, hubo algunas de estas autoescuelas que empezaron a coger sólo a profesoras en vez de a profesores, y era simplemente porque les pagaban menos. Y yo, como estaba muy metida en la asociación de autoescuelas, les decía a ellas que no se tenían que conformar, porque si a un hombre le pagaban 9 euros por una clase, a ellas le tenían que pagar lo mismo, y les explicaba que si a una mujer que se apuntaba a dar clases no le cobraban menos por ser mujer, por qué, sin embargo, le tenían que pagar menos cuando trabajaba. La verdad es que nos costó mucho conseguir que una autoescuela famosa que había en Dos Hermanas, y que ya se fue, le pagara la misma cantidad a la profesora que al profesor. Pero ya hoy en día no hay tantos problemas. Y, por cierto, en la Asociación de Autoescuelas la única mujer que había era yo. En ese aspecto, es una lucha bastante solitaria la que tenemos nosotras. Es muy triste, porque siempre te preguntas que cuándo se va a acabar todo esto si todos somos iguales”.
“En Dos Hermanas, en todo lo relacionado con la igualdad de la mujer, hemos logrado muchas cosas. Siguen muriendo mujeres a manos de sus maridos o ex parejas, y hay otras muchas que son maltratadas, no solamente física sino también mentalmente. Hace poco estuve hablando con una mujer, que me estuvo contando sus cosas, y le recomendé que fuera a la Delegación de Igualdad, que allí hay psicólogos que le podían ayudar, que le daban pautas para hablar de otra manera con su pareja. Cuando en una pareja existe un enfrentamiento, resulta que se van perdiendo el respeto y eso es lo último que se debe de hacer. Entonces, gracias a esta ayuda algunas personas han vuelto a rehacer sus vidas, e incluso que su pareja vaya también a un psicólogo. Hay personas que cuando se jubilan, no saben qué hacer con su vida. Por eso, cuando me jubilé, con la idea de ayudar a estas personas que pasaban por esa situación, me metí en el Palacio de Alpériz, y me puse a colaborar en la organización de talleres, viajes o fiestas”.
“Es que cuando me jubilé, tenía muchas ganas de hacer cosas. En mi vida yo echaba de menos precisamente eso, ayudar a la gente. Y la verdad es que no paro. Me apunté a la Universidad Popular a hacer cursos de creación literaria, me metí en la Escuela Oficial de Idiomas a practicar francés, en el grupo poético, en la Agrupación Literaria María Muñoz Crespìllo, en el Club de Senderismo, del que fui la secretaria…, o sea, que no paraba”.
“Yo, por ejemplo, en algunos de mis poemas hablo de la situación de la mujer, sobre todo cuando llega el mes de marzo, que se le dedica a ellas, y nosotras, por ejemplo, hemos hecho homenajes a las maestras, a las mujeres de la aceituna…, a muchos gremios, y también un certamen en los colegios sobre la igualdad. Además, también forma parte del Consejo Sectorial de las Mujeres del Ayuntamiento de Dos Hermanas, donde ya llevo más de ocho años, y veo que van cambiando las formas de tratar a las mujeres, incluso por parte de los políticos, que siempre a la hora de hablar saludaban diciendo ‘Hola a todos’, como dando a entender que ‘ellas’ también están incluidas, y me acuerdo en esos momentos de Celia, que decía:
- “No, no. Si no dice señores y señoras, a mí no me estás dando las buenas tardes”.
“Yo me acuerdo de ella mucho, porque era muy reivindicativa en este aspecto. Por ejemplo, Toscano tenía mucha delicadeza a la hora de decir ‘todas y todos’, y al nuevo alcalde, a Paco, le ocurre lo mismo, que tiene otra cosa a la hora de hablar con unas y otros. Y es que nosotras nos sentimos más integradas así, excepto cuando habla el de Vox, que lo hace utilizando mucho más el género masculino. Nosotras sentimos que cuando hacemos una reivindicación, desde el Ayuntamiento nos apoyan, y cuando hacemos una fiesta en el Palacio de Alpériz, vienen y hablan con las personas mayores, que se sienten mejor, porque no es lo mismo un político en la distancia que el que viene a una comida o a una fiesta y te pregunta cómo estás”.
“Pero hay otra cuestión de hoy en día que me preocupa mucho, como es la facilidad con la que los jóvenes acceden a través del móvil a la pornografía, y el aumento de la violencia que en algunos casos se da entre ellos. Es algo que a mí me da mucho miedo, porque yo tengo tres nietas, con 23, 20 y 18 años, y veo situaciones que preocupan. Como ocurre con el control tan exhaustivo que algunos jóvenes quieren tener de los teléfonos de sus parejas, por eso yo les digo a mis nietas que no lo consientan, que tengan su propia personalidad y que no se dejen avasallar de ninguna manera. Pero ocurre que en muchos casos ellas se conforman; me gusta el niño, voy cediendo un día en una cosa, otro en otra…, y la verdad es que no sé cómo se podía acabar con eso”.
FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL