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Un bajada de tensión impide a Agustín García Gandullo concluir su pregón por el V Centenario de Santa Ana

Agustín García Gandullo llevaba ya casi cuarenta y cinco minutos de pregón, de su pregón por un acontecimiento tan especial como el V Centenario Fundacional de su Hermandad, la de Santa Ana, cuando se alejó despacio del atril de orador y le transmitió a su hermana mayor, y esposa, Eva María Ramírez, que no se encontraba bien.


Todo hasta entonces había transcurrido con normalidad, como todos esperaban. Una Parroquia de Santa María Magdalena repleta de fieles, una Banda de Música de Santa Ana de Dos Hermanas que, a petición del propio pregonero, había interpretado el popular pasodoble ‘Suspiros de España’ para dar inicio a la fiesta que ya se iniciaba. Un presentador del pregonero, su hijo, Jesús García Ramírez, que se dirigió siempre a él como “papá”. Una presidencia que ostentaba el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, escoltado por el alcalde de la ciudad, Francisco Rodríguez, y la hermana mayor de Santa Ana, Eva María Ramírez. Y unos fieles y amigos del pregonero entregados hacia quien les iba a hablar.


Agustín García Gandullo ya llegó emocionado al atril de orador nada más escuchar hablar a su hijo, al que le agradeció sus palabras con un fuerte abrazo y un beso. Se puso sus gafas de leer, abrió su carpeta de pregonero y comenzó a pregonar. Y lo hizo fiel a lo que ya había adelantado en algunas entrevistas previas que serían los ejes de su pregón: Santa Ana, Dos Hermanas y la Hermandad.


En ello llevaba unos cuarenta y cinco minutos, cuando, refiriéndose a la visita que la Santa realizará próximamente al Convento de Las Carmelitas, se separó del atril, se giró hacia la hermana mayor de Santa Ana, su esposa, y le dijo algo. Inmediatamente, el pregonero fue asistido por su hijo y por don Manuel, mientras Eva María Ramírez se dirigía a los presentes para comunicarles que no se encontraba bien.


Fue el momento en el que todos cuantos presidían la ceremonia se dirigieron hacia la sacristía, donde asistieron al pregonero durante algunos minutos, mientras los presentes en el templo aguardaban noticias en medio de un respetuoso silencio. Afortunadamente, pronto se empezó a saber que Agustín García Gandullo se encontraba bien, que había sufrido una pequeña bajada de tensión, fruto seguramente del calor, y que pronto reanudaría su inacabado pregón. El propio don Manuel Sánchez de Heredia lo explicó así al final: “Se ha deshidratado y le ha provocado una bajada de tensión. Así que vamos a dejarlo que se refresque y que se pueda recuperar un poquito”.


Efectivamente, tras una media hora de espera, todos salieron de nuevo a la nave central de la parroquia, ocuparon sus espacios y el pregonero se situó ante su atril: “Los toreros tienen siempre que rematar la faena”, dijo, para colocarse de nuevo sus gafas de leer y reanudar su oratoria. Y así fue hasta que poco más de un minuto después volvió a parar. Se acercó de nuevo la hermana mayor de Santa Ana al micrófono y dijo a todos: “Lo siento, pero no va a poder ser. Esperemos que no sea nada importante, la tensión a algo así”, para añadir a continuación que el pregonero “me pide que lo termine yo. Esto es algo increíble, pero así le agrada”.


Y así fue. Eva María Ramírez, quien fuera destacada pregonera de la Semana Santa de Dos Hermanas y magnífica oradora, reanudó la lectura del pregón que había escrito su marido. En esta ocasión, Agustín García Gandullo no se retiró a la Sacristía, sino que se sentó entre don Manuel y su hijo, quienes vigilaban su estado al tiempo que escuchaban su pregón, ahora en voz de su esposa. Hasta que de nuevo salió el alma torera del pregonero, y, pasados algo más de seis minutos, volvió a tomar la palabra en el momento en el que el centro de su pregón eran las hermanas Elvira y Estefanía. Y cuando poco después hablaba de una Hermandad, la de Santa Ana, que había conocido a sacristanes y notarios, a Fernán Caballero y a la familia Alvareda, que guarda en su capilla el arte de Juan Bautista Vázquez ‘El Viejo’ o que conoció al joven médico Manuel Rivero, al que tanto debe dicha Corporación, Eva María Ramírez se acercó de nuevo al atril, cuando no habían pasado ni tres minutos, y continuó la lectura por segunda y última vez, ya hasta el “He dicho” final.


No pudo rematar, por tanto, el pregonero, su esperado pregón, pero bien por su boca o por la de la hermana mayor, dejó la impronta de un gran escrito, de un texto muy personal y en el que no sólo destacó los quinientos años que la Hermandad de Santa Ana lleva unidos de forma indisoluble a Dos Hermanas, sino los ochocientos años de devoción de la ciudad hacia la Patrona, dejando patente que no había “orgullo ni privilegio más grande para un nazareno que hablar de Santa Ana y de Dos Hermanas, y hacerlo además en un cumpleaños tan especial”. Agustín García Gandullo profundizó en la figura de la Santa, llegando a afirmar que era “la historia viva de Dos Hermanas: su pasado, su presente, la nazarena más antigua y venerable, santo y seña de la fe de los nazarenos”, y contó con pasajes en los que, de forma especial, quiso mandar mensajes de agradecimiento: especialmente lo hizo con los chicos y chicas que integran el Grupo Joven de la Hermandad: “La Abuela… nos regaló un tesoro. Un tesoro en forma de pujante juventud. Un grupo de jóvenes que conforman la juventud de esta Hermandad. Un cheque al portador para el futuro. Una generación llamada a ser el mañana”. Habló por su puesto de la Festividad de Santa Ana, “día grande en Dos Hermanas”, de las fiestas patronales, de la Velá de Santiago y Santa Ana, “que no se olvide que fue fiesta grande y señalada de este pueblo”, y, como costalero y capataz que ha sido, el pregonero no pudo evitar tener sentidos recuerdos hacia algunos de ellos. Salvador Dorado ‘El Penitente’, Rafael Plaza, Álvaro Pareja o Antonio Berbe, “capataces de Santa Ana guardados en la historia y en el recuerdo”, como ahora ocurre con dos de ellos: “Qué suerte tiene este pregonero” de sus dos capataces actuales, porque los dos “son mis hijos: Jesús, hijo de sangre, y José Antonio, mi hijo cofrade”.


Dos capataces que dispone de una cuadrilla joven que ya cuenta incluso con “legendarios apodos” como los de antaño: ‘El Caoba’, ‘Eu’, ‘El Cajita’ o ‘El Gorri’, pero centrándose de forma especial en Diego Dorantes, quien “una mañana de diciembre, en silencio, sin decir nada, sin despedirse siquiera… se marchó por una calle de estrellas, con su costal bajo el brazo camino del cielo”. Un Diego que el pasado mes de julio respondió a la llamada del capataz: “Y el paso se levanta con veintiún costaleros. Hay uno más que ha bajado del mismo cielo. Diego tiene el permiso de Santa Ana y del celestial portero para ser siempre costalero de la Abuela por las calles de su pueblo, para bajar desde el cielo con el costal en su sitio y sus andares toreros… Diego, eterno costalero de la Patrona. El mas uno de la cuadrilla y el número uno en el cielo”. El pregón del pregonero dedicó además momentos especiales hacia la calle Divina Pastora, esa que se volcó por entero con motivo del primero encuentro de la Patrona con sus vecinos “en un recibimiento inolvidable”, y con las señaladas visitas que realizará próximamente la Santa a la Residencia de Mayores de San Rafael, para cumplir “con una deuda de siglos”, y al Convento de Las Carmelitas, “nuestras carmelitas”, a donde llegará la Patrona “para convertirse durante unas horas en una monja más del convento”. Allí, además, “en el encuentro más deseado y esperado”, coincidirán “Madre e Hija”, Ana y Valme, Patrona y Protectora, “ambas celebrando algo grande: 50 años de la coronación canónica y 500 de su fundación”, y cuyo encuentro culminará con “el tan ansiado momento de su Procesión Extraordinaria”.


Y el pregonero no quiso despedirse, “en los momentos finales del pregón”, sin que dijera “lo que guarda hoy en su corazón”. “Permitidme que hable” de su hermana, Mari Ángeles, y del manto azul de la Santa que a él le evoca. “Ese manto, tu manto azul, Abuela, el manto de Mari Ángeles, tiene cientos de puntadas de amor, de entrega, de ilusión. Es el legado eterno de quien tanto te quiso y nos quiso en vida… Es el legado que dejó para ti en la tierra aquella que hoy borda en el cielo. Es el amor que me inculcó el amor que por ti siento, Abuela. Tú, que la tienes más cerca, dale un gran beso a esa nieta. Y dile, aunque ella lo sabe, cuánto la quiero y la echo de menos. Y tú, querida Abuela, cuida de tus nietos y nietas, hijos de este pueblo, en especial a los abuelos que aún son presente y a los niños que son el futuro, y cuida y protege a Dos Hermanas por los siglos de los siglos”, palabras con las que concluyó con el tradicional ‘He dicho”, aunque fuera por boca de su hermana mayor y esposa.


Como es tradicional, la Hermandad tuvo un detalle final con el pregonero, al que regaló una imagen enmarcada de la Santa, que Agustín García Gandullo quiso agradecer así: “Esto es tan vuestro como mío”, dijo dirigiéndose a todos los presentes. “Es la Patrona que nos une, la que velará siempre por nosotros. Aunque en mi casa esté colgado, en sus plantas, debajo de Ella, van todos vuestros nombres. Y gracias por haber aguantado este final un poco raro en un pregón. Pero, bueno, cosas de la vida. Os quiero mucho”.

REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
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