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Elisa del Pozo, directora del centro CREA: “Nunca descansaré hasta que la danza esté en los colegios”

Elisa del Pozo siempre ha tenido claro que el baile, el movimiento, es algo necesario para el desarrollo de los niños y de su educación, pero como veía que no se valoraba, se inició en una carrera, en la que todavía continúa, que asegura que no detendrá hasta que consiga que la danza esté presente en la escuela.


La verdad es que hablar de danza en Dos Hermanas, y más concretamente en Montequinto, donde vive, es hacerlo de Elisa del Pozo, directora junto con su marido, el pianista Santiago Blanco, del ‘Centro CREA Música y Danza’, y la ‘culpable’ de, prácticamente, todas las iniciativas que en torno al mundo de la danza se han puesto en marcha en esta ciudad.

Y hoy llega Elisa del Pozo Díaz de Mayorga a estas páginas porque es una de las doce mujeres nazarenas que integran el Calendario ‘Agárrate a la Vida’, que edita la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Dos Hermanas. En concreto, ella es el mes de julio, en cuya hoja se puede seguir la amplia trayectoria profesional que en torno al mundo de la danza, especialmente la contemporánea, y la educación ha desarrollado a lo largo de su vida personal y profesional.

Con 38 años de edad, casada y con dos hijos, un niño con 5 años y una niña que pronto cumplirá los 3, su currículum lo dice todo: es titulada en danza contemporánea por el Conservatorio Profesional de Danza de Sevilla y por la Escuela Company&Company de Barcelona. Diplomada en Magisterio de Educación Musical, ha centrado su carrera en la pedagogía y la investigación sobre las aplicaciones de la danza en la educación de niños y adolescentes, la formación musical y el deporte. Forma parte del equipo técnico del Club de Gimnasia Rítmica ‘Maharana’ y colabora con la Federación Andaluza de Gimnasia como profesora de danza y coreografía. Como bailarina participó en diferentes proyectos bajo las direcciones, entre otros, de Juan Luis Matilla-MOPA, Lorand Jànos, Carme Martí, Fernando Hurtado, Anna Jonsson o Miguel Marín-Teresa Navarrete. En 2011 comienza el proyecto ‘Sambalia’, la Escuela de Danza del Colegio San Alberto Magno de Montequinto y funda la asociación ‘Dos Hermanas Danza Activa’ como forma de promover la danza en Dos Hermanas. Entre las actividades que lleva a cabo desde la Asociación destacan la ‘Semana de la Lectura y la Danza’ en colaboración con el Centro Cultural Biblioteca de Montequinto. Además, desde 2015 dirige el ‘Centro CREA Música y Danza’ en Montequinto junto con su marido, el pianista Santiago Blanco, donde nacen iniciativas como el ‘Programa FormAarte’ para integrar la música y la danza en la escuela; la ‘Liga Violeta’, actividad para la prevención de la violencia de género en la escuela, y ‘Mi Cole Baila’, y colabora con el Festival Internacional Mes de Danza de Sevilla, que nació con el fin de acercar la danza a los niños y niñas de Primaria.

Pero no sólo es todo eso Elisa del Pozo: es una mujer vitalista que se entrega cada día en cuerpo y alma por la danza, por su dignificación, y porque esta manifestación artística sea reconocida como elemento básico de expresión e interpretación, además de cómo algo vital para todas las personas, independientemente de su edad. Y así lo cuenta ella a continuación:

“Cuando me llamó la directora de la Biblioteca de Montequinto, María José Gámez, para comunicarme que me iban a incluir en el calendario ‘Agárrate a la Vida’, lo primero que me ocurrió es que me dio un ataque de risa, porque a mí me da mucha vergüenza eso de figurar en algo público. El caso es que me empecé a poner roja como un tomate y hasta le pregunté a María José si era una broma suya. Yo conocía el calendario, pero siempre lo había visto como para figuras más alejadas de la cotidianidad. Pero, cuando ya vi que iba en serio, la verdad es que me hizo mucha ilusión que pensaran en mí para figurar en un calendario en el que se pone en valor la doble capacidad de unas mujeres que son ejemplo en su ámbito personal, para conseguir una sociedad cada vez más igualitaria, y en el profesional, porque me daba la oportunidad de hablar un poco de mi trayectoria, de contar a qué me dedico y de cuál es mi mundo, porque dentro de la oferta cultural que hay en Dos Hermanas la danza está un poco perdida. Me hizo ilusión porque era un forma de que se viera el reconocimiento al trabajo que llevamos tanto tiempo realizando, y no sólo ya en el mundo de la danza y la parte educativa, sino también como forma de ofrecer una alternativa a los niños y niñas. Pero es que, además, entre los proyectos que hemos puesto en marcha, tenemos uno, la ‘Liga Violeta’, que se dirige precisamente a la prevención de la violencia de género desde las aulas”.

“Desde nuestro centro CREA ofrecemos a los niños y niñas alternativas a lo que se viene haciendo, aunque con los niños seguimos teniendo muchos problemas, ya que la danza se ve como una actividad puramente femenina. Nosotros hemos tenido y tenemos a niños en el centro, pero es verdad que les cuesta mantenerse o que ni siquiera se apunten por mucho que puedan tener cierta inquietud por el movimiento. Va a parecer una tontería, pero ese es el motivo por el que, por ejemplo, el uniforme del centro no es el rosa, porque, además de que a mí no me gusta, nos dimos cuenta de que tiraba mucho para atrás a los niños, e incluso a algunas niñas que decían que no querían hacer ballet porque no se sentían identificadas con ese color; sin contar además con otros postulados familiares. A nosotros se nos ha dado el caso de que son los propios niños los que llegan a rechazar la danza al ver que en su círculo de amigos son los únicos que practican esa actividad, además de por los comentarios que reciben por parte de sus compañeros. En nuestro centro contamos en estos momentos con cinco niños, de casi cien alumnos, cuando lo curioso es que siempre que vamos a un colegio, son éstos los que suelen tener más disposición incluso que las niñas”.

“Es curioso, pero a mí de niña no me atraía la danza, pese a que mis padres me decían que yo no paraba en ningún momento, brincando, saltando o dando volteretas. También es verdad que tampoco teníamos por entonces el acceso que tenemos ahora, de una forma inmediata, a ver vídeos o fotos. Con todo, mis padres, Manuel del Pozo y Mari Ángeles Díaz de Mayorga, desde chica me llevaban a ver cosas, como cuando, con 11 años, fuimos a Sevilla a ver la representación del ‘Lago de los Cisnes’, donde, por cierto, me quedé dormida. Ya desde antes, con 4 o 5 años, había una academia de sevillanas en Montequinto, la de Conchi Jiménez, y, lo típico, mi madre me apuntó. Allí estuve un año más o menos, hasta que lo dejé, pero en el Colegio, ya con unos 6 años, dentro de las actividades con las que cuentan las Escuelas Deportivas Municipales, hice gimnasia rítmica, algo que empecé a compaginar con los bailes con Conchi Jiménez también en el Colegio, y además entré en el Conservatorio de Música, donde estudié piano. Y así empecé poco a poco”.

“El salto a la danza la verdad es que lo di súper tarde, pese a que no había ningún momento del día en el que yo me sintiera más cómoda que cuando iba en la clase de baile. Y ya si tenía que estar en el escenario, ese era mi momento, y hasta me daba igual que me miraran o que me aplaudieran, porque yo me encontraba en mi zona de confort. Y estando en la Academia de Conchi, como empezó a incorporar nuevas disciplinas, me fui poco a poco familiarizando con la danza moderna, con la clásica e incluso con la de los bailes latinos, sin olvidarme del flamenco, que por entonces me tenía enamorada. Pero de todo me fui olvidando conforme empecé a descubrir la danza y su lenguaje, sobre todo la contemporánea porque no te encasilla en nada y te permite explorar muchísimo el movimiento, trabajar con distintos tipos de música y, además, en distintos espacios. Y eso fue lo que me petó de verdad. En Sevilla ocurrió que se abrió por entonces el Centro de Artes Escénicas, que lo dirigía Isabel Vázquez, Marieta Calderón, Ignasi Vidal y Gregora Acuña, actores y bailarines, donde ofrecían una oferta bastante amplia de disciplinas con distintos niveles, y fue allí, con 18 años, donde empecé a probar muchas más cosas”.

“Fue también la época en la que empecé a estudiar Magisterio, porque tenía claro que quería tener una carrera fuera de lo que es el mundo de la danza, y cuando empecé a hacer algunos pinitos profesionales. Yo he tenido mis épocas de ser intérprete, y he trabajado en cosas muy diversas, desde proyectos audiovisuales a escénicos, pero como empecé muy tarde, ya sabía que para mantenerse ahí había que tener un nivel de sacrificio muy importante, no sólo físico sino también a otros niveles, y yo tenía claro que quería tener mi familia y que no me veía compaginando las dos cosas, además de que me di cuenta de que la enseñanza también me gustaba muchísimo”.

“A mí lo que me tira de verdad es la danza contemporánea. En Sevilla no existía en ese momento esta especialidad en el Conservatorio. Y a nivel profesional yo no tenía ninguna preparación, además de que el cuerpo va teniendo sus tiempos. Pero, con todo, me presenté a unas pruebas, y suspendí, lo que hizo que me marchara a una escuela en Barcelona, donde, ya con 23 años, pude empezar la formación profesional. Allí estuve trabajando mucho, entre otros con el que ahora es director del Festival Internacional de Danza de Barcelona, y ya como profesora impartí muchas clases. Pero llegó la crisis de 2008, el trabajo empezó a escasear, y fue cuando decidí volver a Montequinto. Tenía ya por entonces 25 años, y la verdad es que también estaba pensando en tener una familia y una cierta estabilidad, pese a que contaba con la opción de irme al extranjero para seguir brujuleando por ahí. Fue entonces cuando decidí retomar el proyecto de una escuela en el que ya venía trabajado desde hacía unos años. Y todo empezó en el Colegio San Alberto Magno, del que fui alumna, donde puse en marcha el proyecto ‘Sambaila”.

“La verdad es que siempre tuve claro que quería montar algo en Montequinto. Yo veía que aquí había muchísimos niños y que el baile, algo tan básico y necesario para el desarrollo de los niños y de su educación, no se valoraba. Y todo se precipitó a raíz de conocer a mi marido, Santiago Blanco, que es pianista. Como siempre ha sido también una persona muy emprendedora y con muchas ganas de levantar proyectos propios, empezamos a trabajar sobre la base del proyecto de danza que yo tenía, y que ampliamos a la música, y abrimos el centro ‘CREA’ el martes 13 de octubre de 2015. Ese primer año de apertura mantuvimos la enseñanza en el Colegio San Alberto Magno, pero luego nos decidimos a centrarnos sólo en nuestro centro, y la verdad es que desde el principio nos fue bien”.

“En el centro tenemos, por un lado, la rama de música, con una especialidad principal que es el piano, pero que contamos con iniciación musical desde los 2 o 3 añitos que luego, a partir de los 6 años, se puede ir hacia el piano o la guitarra. Y, por otro, la danza, donde tenemos una parte de iniciación como algo más académica, desde los 4 o 5 añitos, pero también la danza creativa para aquellos que no quieran algo tan académico y que les permita expresarse y jugar. Y ya a partir de los 6 años es cuando la danza creativa se va convirtiendo en talleres de coreografía y, la rama más académica, con la danza clásica y la contemporánea. La verdad es que cubrimos un abanico muy amplio de edades y siempre intentamos que todo el que venga se sienta a gusto. Pero, pese a esta labor que hacemos, tengo claro que nunca descansaré hasta que la danza esté presente en los colegios. A través de la Asociación de Profesionales de Danza de Andalucía estoy tratando de meter un poco de caña para que se pueda conseguir. Y con el Ayuntamiento de Dos Hermanas también estoy trabajando en ello. Ya este año me dieron la oportunidad de entrar en los programas educativos, que les ha gustado, y como veo que están apostando por ello, ya casi se puede decir que por fin la danza puede estar en el colegio”.

“En Montequinto, la verdad es que si no fuera por María José Gámez, yo no hubiera tenido ni la mitad de las puertas abiertas que me he encontrado. Recuerdo que cuando llegué con mi maletita desde Barcelona, la actual Biblioteca estaba recién abierta, así que llamé a la puerta, pedí un sitio para ensayar y donde entrenarme, y desde el minuto uno sólo encontré apoyo e interés en acogerme. Claro, cuando la Biblioteca cumplió el primer aniversario, montamos un espectáculo itinerante de lectura en movimiento por todas las estancias del centro que resultó estupendo. Y lo mismo ocurrió cuando le planteé lo de la Semana de la Danza, porque lo vieron igual de necesario que lo veía yo. La verdad es que me siento muy satisfecha con el trabajo que estoy desarrollando en Montequinto en torno al mundo de la danza, aunque también digo que no me conformo con ello”.

FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL
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