María Jesús Garrido es la protagonista del mes de junio del Calendario ‘Agárrate a la vida’ de mujeres de hoy con ‘Raíces nazarenas’, y lo es porque, además de por su compromiso por los derechos de la mujer, es una auténtica revolucionaria gracias a la creación de su ‘Minifunkids’, el software que mediante el juego y la estimulación mejora la calidad de vida de los menores con problemas de movilidad o sensoriales.
En dicho ‘Calendario’ se la presenta como una mujer emprendedora, con una amplia trayectoria en Innovación Social, campo al que llega tras formarse como integradora social, educadora infantil y técnica superior de Enseñanza y Animación Sociodeportiva. Después de años de experiencia personal trabajando con niño y niñas con dificultades en su desarrollo y en riesgo de exclusión social, se dio cuenta de que las nuevas tecnologías, y más concretamente la ‘Realidad virtual’, se podían convertir en el perfecto aliado para mejorar la calidad de vida de los menores que presentaban diversidad funcional.
De su experiencia e inquietud creó el primer software de estimulación infantil a través de la realidad virtual al que denominó ‘La Jungla del Momo Don’, encuadrado dentro de su proyecto revolucionario al que denominó ‘Minfunkids’, con el que se mejora la estimulación infantil, generándoles a los niños y niñas nuevas sensaciones y emociones, además de suponer para éstos una forma de aprendizaje.
Esta iniciativa le ha llevado a obtener ya numerosos reconocimientos públicos, como el ‘Premio Universidad, Mujer y Empresa: Roma 2022 en la categoría Mujer Emprendedora’ que otorga la Universidad Pablo de Olavide; el segundo premio de la I Edición del Programa de Emprendimiento Femenino Wowup, Talento de mujeres emprendedoras del Sur de España; o la Medalla de Oro 2023 de la Diputación Provincial de Sevilla.
María Jesús Garrido Sánchez tiene en la actualidad 36 años, y es una nazarena criada en la barriada de San Rafael, tercera hija del matrimonio formado por Manuela Sánchez Avilés y Antonio Garrido Soler. Con los motivos anteriormente apuntados, hemos tenido ocasión de charlar con esta revolucionaria, cuyas experiencias nos cuenta ahora en primera persona.
“Que me llamaran para proponerme estar en el calendario fue una sorpresa. Yo ya lo conocía, además de la visibilidad que ofrece, pero era algo que no me esperaba. Eso sí, me hizo mucha ilusión. Sé que en Dos Hermanas hay muchas mujeres que son referentes, y que pensaran en mí es un orgullo, sobre todo compartiéndolo con el resto de las mujeres que lo integramos este año. Y por mi profesión y por el proyecto que estoy llevando a cabo, es muy bueno que tengamos visibilidad. Y es que sigue pasando, como es mi caso, que en una ocasión fui a una reunión y no se creían que yo era la fundadora del proyecto tecnológico que se estaba presentando, algo que ocurre por el solo hecho por ser mujer y joven. Yo soy una mujer muy comprometida con nuestros derechos y con la igualdad de oportunidades, porque, por desgracia, aún son muchos los prejuicios que hay en torno a la mujer. Y aunque se está avanzando, aún queda mucho por hacer en este aspecto”.
“Después de los estudios primarios, dirigí mi formación hacia la faceta deportiva, porque desde que tenía 7 años estuve jugando al voleibol en el Esquimo. Desde entonces he estado muy vinculada al deporte y a los valores que transmite. Después del Bachillerato no quería estudiar ninguna carrera, y lo que hice fue el grado superior de Técnico de Actividades Físico-Deportivas, con la suerte de que nada más terminar empecé a trabajar con la obra social de La Caixa, en concreto con niños con riesgo de exclusión social, y aplicando el deporte y sus valores”.
“Analizando todo esto ya con cierta tranquilidad, creo que mi vinculación con los niños y niñas que sufren exclusión o padecen problemas físicos o psíquicos es algo casi innato en mí. Y te cuento un ejemplo: justo enfrente de donde me crié había un parque a donde iba un chico, Guillermo, que por desgracia falleció hace unos años, que iba en silla de ruedas y que siempre se quedana solo con su madre. Pues yo me iba siempre con él. Yo no sentía pena por su situación, sino que lo que quería era jugar con él. Todo esto me llevó luego a trabajar con una niña de Dos Hermanas que tiene una enfermedad rara. Contactó conmigo su familia, me comentaron la situación y me explicaron que necesitaban a una persona que trabajara con ella en diferentes áreas, tanto cognitivas como sensoriales, algo que hice colaborando con una neuróloga. Era como si me convirtiera en su entrenadora personal. Esta chica no podía estar de pie, se arrastraba, no tenía contacto visual y nada de comunicación oral. La verdad es que cuando conocí el caso, la primera semana me la pasé llorando y le decía a mis padres que yo no podía con esa situación. Y es que nunca me había enfrentado a algo tan duro. Pero me involucré y estuve al final casi ocho años dedicada a ella. En este tiempo, además, empecé a formarme en diferentes áreas, como integración social, educación infantil; empezó a apasionarme el cerebro, cómo aprendía, y al final conseguimos que ella fuese autónoma”.
“Después de esos años, tenía ya una cosa clara: que no quería salirme de ese mundo de la diversidad funcional porque creía, y creo, que el juego y la estimulación mejoran la calidad de vida de estos niños, además de la de sus familias y de la sociedad. Fue entonces cuando empecé a darle vueltas a la cabeza, pensando de qué manera podría ayudarles, y de ahí nació ‘Minifunkids’. Es verdad que aquel proyecto inicial no tiene nada que ver con el que estoy desarrollando ahora, porque en un primer momento pensé en crear un centro que no fuese sólo para personas con diversidad funcional, sino para cualquier tipo de persona, en el cual hubiese un huerto ecológico sensorial, donde se trabajara la tierra con los tomates, los pimientos, los olores, y con un centro acuático que se convirtiera en un punto de encuentro y donde se recibieran terapias”.
“Pero fue entonces cuando vino lo de la realidad virtual. Mi padre, desde pequeños, siempre nos decía a mí y a mis hermanas que era básico que nos preparáramos en nuevas tecnologías y en inglés. En este mundo entré de lleno a partir de 2017, en todo lo relacionado con la tecnología y la realidad extendida, la realidad aumentada, la realidad virtual, porque a la neuróloga con la que yo colaboro le explicaba que la tecnología nos podía ayudar a avanzar mucho más rápido y a acortar los tiempos de rehabilitación. Un niño con parálisis cerebral la va a sufrir por desgracia toda su vida, pero tenía claro que podíamos ayudarle de una forma mucho más fácil y divertida. Entonces, casi al final de la etapa en la que estuve trabajando con aquella niña, además de con otros niños con los que hacía hipoterapia e hidroterapia, empecé a investigar y me comenzó a llegar de rebote información sobre la realidad virtual, aunque veía estaba muy centrada en el ocio. Pero ahí fue cuando se me encendió un poco la bombilla y empecé a escribir un guion sobre lo que yo querría hacer con esa tecnología, aplicada en esta ocasión de forma terapéutica”.
“Hay una cuestión que siempre me gusta explicar. ‘Minifunkids’ no viene de mini-niño y divertido-kids, sino de minifundio, de trabajar la tierra, que me vino de aquel proyecto inicial en torno al huerto. En otras palabras, viene de cómo nosotros nos trabajamos a nosotros. Como digo, hice un guion, del que salió lo que bauticé como ‘La Jungla del Mono Don’, que es el software como tal, de forma que empecé a buscar desarrolladores y programadores, para lo cual me tuve que salir del ámbito de Sevilla, porque no los encontraba aquí. Tras hablar con unos y con otros, me fui a Madrid, donde me reuní con un chico, que por cierto resultó que su hijo tenía síndrome de Asperger, con quien empecé a hablar del desarrollo de dicho software. Yo ya sabía que todo iba a resultar muy caro, porque tenían que trabajar en ello tanto programadores como moderadores 3D. El caso es que me dijo cuánto valía el software, y no tuve más remedio que sincerarme con él y decirle que en ese momento no tenía dinero para pagarle. Es que ni siquiera mis padres sabían nada de todo esto. Entonces, lo que hice fue darle una parte de lo que yo tenía ahorrado, como garantía de que apostaba en serio por el proyecto, y que, independientemente de que saliera bien o mal, le iba a pagar el resto, algo que hice cuando lo acabó, lo que me llevó a estar ahorrando durante un montón de meses”.
“En aquella época yo estaba trabajando ya en la Escuela de Verano del Ayuntamiento de Dos Hermanas con niños con diversidad, además de en otras cosas que me salían. Y fue una época en la que empecé a estudiar Pedagogía, pero lo acabé dejando porque no me entusiasmó mucho, además de porque ya había hecho Educación Infantil e Integración Social, que sí me apasionaron mucho más. Y hoy en día puedo decir que vivo, por decirlo de alguna manera, de ‘Minifunkids’. Al principio estaba como autónoma, hasta que hace año y medio creé una sociedad, sobre todo porque empezaron a ponerse en contacto conmigo desde varios fondos de inversión. Y de momento me va bien. El proyecto ya está implantado en cuarenta centros educativos de Dos Hermanas, además de en otros once de Carmona, y no hace mucho di el salto a Argentina, sobre todo en la zona de la Patagonia, donde estamos llevando a cabo un proyecto de colaboración con tres empresas”.
“En estos momentos sólo nos centramos en los niños, porque se trata de un segmento muy importante, y todo lo que estamos consiguiendo con ellos en algunas ocasiones hace que me quede sin palabras, porque estás con algunos que sufren parálisis cerebral que de pronto ves que pueden llegar a sentir la misma sensación de cuando una persona normal se tira por un tobogán. De ahí salió la idea del ‘Mono Don’, porque veía que había muchos niños que no podían sentir emociones cotidianas. Esta ‘Jungla’ cuenta con distintos escenarios: el narrador es el ‘Mono Don’, pero luego está la serpiente ‘Siseo’, en torno a la cual hemos creado un espacio de cuatro por cuatro en el que estás dando vueltas constantemente, y que al final parece como si fuera un caminar infinito y tu cerebro cree que estás haciendo muchos kilómetros. Se trata de un concepto nuevo de realidad virtual que hemos desarrollado nosotros. Entonces, con la serpiente estamos trabajando el patrón cruzado del cerebro, la lateralidad y, al mismo tiempo, la manualidad, porque se trata también de ir cogiendo manzanas. Todo esto hace, entonces, que un niño con rigidez en las manos pueda trabajar con ellas”.
“Pero después hay otro escenario, que es el ‘Topo Loco’, con el que hacemos gateo, que es la forma de trabajar el cortisol. Y luego está el ‘Río me río’, con el que trabajamos el equilibrio, además de otras experiencias en las que potenciamos el lanzamiento o la sustracción. En esta sociedad ya sabemos todos que vivimos en el mundo de la inmediatez, de forma que hay muchos niños que no tiene daños neurológicos pero que tienen mucha frustración porque quieren las cosas ahora y ya, de ahí que trabajemos también el tema de la conducta. Y la parte final es ya vivir la experiencia de cómo te tiras de un tobogán, porque a mí me inquietaba que un niño en una silla de ruedas no lo pudiera sentir jamás”.
“En ‘Minifunkids S.L.’, que es nombre de mi sociedad, estoy yo ahora mismo como socia única, pero si entra al final el fondo que está interesado, seguiré con la mayoría, porque ellos van a entrar en una ronda muy pequeña de inversión, que es la que va al Netflix de contenido de realidad virtual tanto para atención temprana como a nivel educativo. Y es que hay muchos niños en las aulas a los que les cuesta aprender por diversos motivos, pero hemos comprobado que si le ponemos el visor, asume de forma muy rápida esa enseñanza, especialmente porque todos nosotros somos aprendices visuales”.
“El gran problema de todo esto es que la tecnología es muy cara. En el equipo nuestro ya tenemos un líder en formación, una persona que lleva el márquetin, un financiero, dos programadores, un modelador, la neuróloga que antes cité y alguna psicóloga, pero vamos a intentar meter además algunos profesionales de la educación en atenciones educativas especiales. La verdad es que estamos creciendo a un nivel que ya para mí es algo impensable. Cuando monté ‘Minifunkids’ nunca pensé la repercusión que iba a tener, ni hasta dónde iba a llegar, porque mi objetivo principal era ayudar a estos niños y a sus familias. La verdad es que con todo lo que me viene por delante me siento en estos momentos bastante desbordada, a lo que hay que añadir todos los reconocimientos que estoy recibiendo tanto en este año como en el anterior, y entre los que se encuentra el Premio Roma 2022 que otorga la Universidad Pablo de Olavide y la Medalla de Oro de la Diputación Provincial de Sevilla 2023. Si por algo estoy feliz de cómo va todo esto es por mis padres, porque de pronto me acuerdo de cuando les dije que iba a hacerme autónoma, y vi cómo se echaron las manos a la cabeza”.
“De momento, salvo la experiencia en la Patagonia, todo lo estamos desarrollando centrados en España, aunque ‘La Jungla’ la tenemos también en inglés, por eso se trata del primer software en estimulación infantil en habla hispana e inglesa. Pero yo sigo con los pies en el suelo, porque al final no puedo olvidar de que yo procedo de una familia humilde. En Dos Hermanas no puedo tener quejas de ningún tipo, porque me han apoyado desde que les presenté el proyecto, y sé que en su día llegará el apoyo de la Junta, que ya se han interesado por él”.
En dicho ‘Calendario’ se la presenta como una mujer emprendedora, con una amplia trayectoria en Innovación Social, campo al que llega tras formarse como integradora social, educadora infantil y técnica superior de Enseñanza y Animación Sociodeportiva. Después de años de experiencia personal trabajando con niño y niñas con dificultades en su desarrollo y en riesgo de exclusión social, se dio cuenta de que las nuevas tecnologías, y más concretamente la ‘Realidad virtual’, se podían convertir en el perfecto aliado para mejorar la calidad de vida de los menores que presentaban diversidad funcional.
De su experiencia e inquietud creó el primer software de estimulación infantil a través de la realidad virtual al que denominó ‘La Jungla del Momo Don’, encuadrado dentro de su proyecto revolucionario al que denominó ‘Minfunkids’, con el que se mejora la estimulación infantil, generándoles a los niños y niñas nuevas sensaciones y emociones, además de suponer para éstos una forma de aprendizaje.
Esta iniciativa le ha llevado a obtener ya numerosos reconocimientos públicos, como el ‘Premio Universidad, Mujer y Empresa: Roma 2022 en la categoría Mujer Emprendedora’ que otorga la Universidad Pablo de Olavide; el segundo premio de la I Edición del Programa de Emprendimiento Femenino Wowup, Talento de mujeres emprendedoras del Sur de España; o la Medalla de Oro 2023 de la Diputación Provincial de Sevilla.
María Jesús Garrido Sánchez tiene en la actualidad 36 años, y es una nazarena criada en la barriada de San Rafael, tercera hija del matrimonio formado por Manuela Sánchez Avilés y Antonio Garrido Soler. Con los motivos anteriormente apuntados, hemos tenido ocasión de charlar con esta revolucionaria, cuyas experiencias nos cuenta ahora en primera persona.
“Que me llamaran para proponerme estar en el calendario fue una sorpresa. Yo ya lo conocía, además de la visibilidad que ofrece, pero era algo que no me esperaba. Eso sí, me hizo mucha ilusión. Sé que en Dos Hermanas hay muchas mujeres que son referentes, y que pensaran en mí es un orgullo, sobre todo compartiéndolo con el resto de las mujeres que lo integramos este año. Y por mi profesión y por el proyecto que estoy llevando a cabo, es muy bueno que tengamos visibilidad. Y es que sigue pasando, como es mi caso, que en una ocasión fui a una reunión y no se creían que yo era la fundadora del proyecto tecnológico que se estaba presentando, algo que ocurre por el solo hecho por ser mujer y joven. Yo soy una mujer muy comprometida con nuestros derechos y con la igualdad de oportunidades, porque, por desgracia, aún son muchos los prejuicios que hay en torno a la mujer. Y aunque se está avanzando, aún queda mucho por hacer en este aspecto”.
“Después de los estudios primarios, dirigí mi formación hacia la faceta deportiva, porque desde que tenía 7 años estuve jugando al voleibol en el Esquimo. Desde entonces he estado muy vinculada al deporte y a los valores que transmite. Después del Bachillerato no quería estudiar ninguna carrera, y lo que hice fue el grado superior de Técnico de Actividades Físico-Deportivas, con la suerte de que nada más terminar empecé a trabajar con la obra social de La Caixa, en concreto con niños con riesgo de exclusión social, y aplicando el deporte y sus valores”.
“Analizando todo esto ya con cierta tranquilidad, creo que mi vinculación con los niños y niñas que sufren exclusión o padecen problemas físicos o psíquicos es algo casi innato en mí. Y te cuento un ejemplo: justo enfrente de donde me crié había un parque a donde iba un chico, Guillermo, que por desgracia falleció hace unos años, que iba en silla de ruedas y que siempre se quedana solo con su madre. Pues yo me iba siempre con él. Yo no sentía pena por su situación, sino que lo que quería era jugar con él. Todo esto me llevó luego a trabajar con una niña de Dos Hermanas que tiene una enfermedad rara. Contactó conmigo su familia, me comentaron la situación y me explicaron que necesitaban a una persona que trabajara con ella en diferentes áreas, tanto cognitivas como sensoriales, algo que hice colaborando con una neuróloga. Era como si me convirtiera en su entrenadora personal. Esta chica no podía estar de pie, se arrastraba, no tenía contacto visual y nada de comunicación oral. La verdad es que cuando conocí el caso, la primera semana me la pasé llorando y le decía a mis padres que yo no podía con esa situación. Y es que nunca me había enfrentado a algo tan duro. Pero me involucré y estuve al final casi ocho años dedicada a ella. En este tiempo, además, empecé a formarme en diferentes áreas, como integración social, educación infantil; empezó a apasionarme el cerebro, cómo aprendía, y al final conseguimos que ella fuese autónoma”.
“Después de esos años, tenía ya una cosa clara: que no quería salirme de ese mundo de la diversidad funcional porque creía, y creo, que el juego y la estimulación mejoran la calidad de vida de estos niños, además de la de sus familias y de la sociedad. Fue entonces cuando empecé a darle vueltas a la cabeza, pensando de qué manera podría ayudarles, y de ahí nació ‘Minifunkids’. Es verdad que aquel proyecto inicial no tiene nada que ver con el que estoy desarrollando ahora, porque en un primer momento pensé en crear un centro que no fuese sólo para personas con diversidad funcional, sino para cualquier tipo de persona, en el cual hubiese un huerto ecológico sensorial, donde se trabajara la tierra con los tomates, los pimientos, los olores, y con un centro acuático que se convirtiera en un punto de encuentro y donde se recibieran terapias”.
“Pero fue entonces cuando vino lo de la realidad virtual. Mi padre, desde pequeños, siempre nos decía a mí y a mis hermanas que era básico que nos preparáramos en nuevas tecnologías y en inglés. En este mundo entré de lleno a partir de 2017, en todo lo relacionado con la tecnología y la realidad extendida, la realidad aumentada, la realidad virtual, porque a la neuróloga con la que yo colaboro le explicaba que la tecnología nos podía ayudar a avanzar mucho más rápido y a acortar los tiempos de rehabilitación. Un niño con parálisis cerebral la va a sufrir por desgracia toda su vida, pero tenía claro que podíamos ayudarle de una forma mucho más fácil y divertida. Entonces, casi al final de la etapa en la que estuve trabajando con aquella niña, además de con otros niños con los que hacía hipoterapia e hidroterapia, empecé a investigar y me comenzó a llegar de rebote información sobre la realidad virtual, aunque veía estaba muy centrada en el ocio. Pero ahí fue cuando se me encendió un poco la bombilla y empecé a escribir un guion sobre lo que yo querría hacer con esa tecnología, aplicada en esta ocasión de forma terapéutica”.
“Hay una cuestión que siempre me gusta explicar. ‘Minifunkids’ no viene de mini-niño y divertido-kids, sino de minifundio, de trabajar la tierra, que me vino de aquel proyecto inicial en torno al huerto. En otras palabras, viene de cómo nosotros nos trabajamos a nosotros. Como digo, hice un guion, del que salió lo que bauticé como ‘La Jungla del Mono Don’, que es el software como tal, de forma que empecé a buscar desarrolladores y programadores, para lo cual me tuve que salir del ámbito de Sevilla, porque no los encontraba aquí. Tras hablar con unos y con otros, me fui a Madrid, donde me reuní con un chico, que por cierto resultó que su hijo tenía síndrome de Asperger, con quien empecé a hablar del desarrollo de dicho software. Yo ya sabía que todo iba a resultar muy caro, porque tenían que trabajar en ello tanto programadores como moderadores 3D. El caso es que me dijo cuánto valía el software, y no tuve más remedio que sincerarme con él y decirle que en ese momento no tenía dinero para pagarle. Es que ni siquiera mis padres sabían nada de todo esto. Entonces, lo que hice fue darle una parte de lo que yo tenía ahorrado, como garantía de que apostaba en serio por el proyecto, y que, independientemente de que saliera bien o mal, le iba a pagar el resto, algo que hice cuando lo acabó, lo que me llevó a estar ahorrando durante un montón de meses”.
“En aquella época yo estaba trabajando ya en la Escuela de Verano del Ayuntamiento de Dos Hermanas con niños con diversidad, además de en otras cosas que me salían. Y fue una época en la que empecé a estudiar Pedagogía, pero lo acabé dejando porque no me entusiasmó mucho, además de porque ya había hecho Educación Infantil e Integración Social, que sí me apasionaron mucho más. Y hoy en día puedo decir que vivo, por decirlo de alguna manera, de ‘Minifunkids’. Al principio estaba como autónoma, hasta que hace año y medio creé una sociedad, sobre todo porque empezaron a ponerse en contacto conmigo desde varios fondos de inversión. Y de momento me va bien. El proyecto ya está implantado en cuarenta centros educativos de Dos Hermanas, además de en otros once de Carmona, y no hace mucho di el salto a Argentina, sobre todo en la zona de la Patagonia, donde estamos llevando a cabo un proyecto de colaboración con tres empresas”.
“En estos momentos sólo nos centramos en los niños, porque se trata de un segmento muy importante, y todo lo que estamos consiguiendo con ellos en algunas ocasiones hace que me quede sin palabras, porque estás con algunos que sufren parálisis cerebral que de pronto ves que pueden llegar a sentir la misma sensación de cuando una persona normal se tira por un tobogán. De ahí salió la idea del ‘Mono Don’, porque veía que había muchos niños que no podían sentir emociones cotidianas. Esta ‘Jungla’ cuenta con distintos escenarios: el narrador es el ‘Mono Don’, pero luego está la serpiente ‘Siseo’, en torno a la cual hemos creado un espacio de cuatro por cuatro en el que estás dando vueltas constantemente, y que al final parece como si fuera un caminar infinito y tu cerebro cree que estás haciendo muchos kilómetros. Se trata de un concepto nuevo de realidad virtual que hemos desarrollado nosotros. Entonces, con la serpiente estamos trabajando el patrón cruzado del cerebro, la lateralidad y, al mismo tiempo, la manualidad, porque se trata también de ir cogiendo manzanas. Todo esto hace, entonces, que un niño con rigidez en las manos pueda trabajar con ellas”.
“Pero después hay otro escenario, que es el ‘Topo Loco’, con el que hacemos gateo, que es la forma de trabajar el cortisol. Y luego está el ‘Río me río’, con el que trabajamos el equilibrio, además de otras experiencias en las que potenciamos el lanzamiento o la sustracción. En esta sociedad ya sabemos todos que vivimos en el mundo de la inmediatez, de forma que hay muchos niños que no tiene daños neurológicos pero que tienen mucha frustración porque quieren las cosas ahora y ya, de ahí que trabajemos también el tema de la conducta. Y la parte final es ya vivir la experiencia de cómo te tiras de un tobogán, porque a mí me inquietaba que un niño en una silla de ruedas no lo pudiera sentir jamás”.
“En ‘Minifunkids S.L.’, que es nombre de mi sociedad, estoy yo ahora mismo como socia única, pero si entra al final el fondo que está interesado, seguiré con la mayoría, porque ellos van a entrar en una ronda muy pequeña de inversión, que es la que va al Netflix de contenido de realidad virtual tanto para atención temprana como a nivel educativo. Y es que hay muchos niños en las aulas a los que les cuesta aprender por diversos motivos, pero hemos comprobado que si le ponemos el visor, asume de forma muy rápida esa enseñanza, especialmente porque todos nosotros somos aprendices visuales”.
“El gran problema de todo esto es que la tecnología es muy cara. En el equipo nuestro ya tenemos un líder en formación, una persona que lleva el márquetin, un financiero, dos programadores, un modelador, la neuróloga que antes cité y alguna psicóloga, pero vamos a intentar meter además algunos profesionales de la educación en atenciones educativas especiales. La verdad es que estamos creciendo a un nivel que ya para mí es algo impensable. Cuando monté ‘Minifunkids’ nunca pensé la repercusión que iba a tener, ni hasta dónde iba a llegar, porque mi objetivo principal era ayudar a estos niños y a sus familias. La verdad es que con todo lo que me viene por delante me siento en estos momentos bastante desbordada, a lo que hay que añadir todos los reconocimientos que estoy recibiendo tanto en este año como en el anterior, y entre los que se encuentra el Premio Roma 2022 que otorga la Universidad Pablo de Olavide y la Medalla de Oro de la Diputación Provincial de Sevilla 2023. Si por algo estoy feliz de cómo va todo esto es por mis padres, porque de pronto me acuerdo de cuando les dije que iba a hacerme autónoma, y vi cómo se echaron las manos a la cabeza”.
“De momento, salvo la experiencia en la Patagonia, todo lo estamos desarrollando centrados en España, aunque ‘La Jungla’ la tenemos también en inglés, por eso se trata del primer software en estimulación infantil en habla hispana e inglesa. Pero yo sigo con los pies en el suelo, porque al final no puedo olvidar de que yo procedo de una familia humilde. En Dos Hermanas no puedo tener quejas de ningún tipo, porque me han apoyado desde que les presenté el proyecto, y sé que en su día llegará el apoyo de la Junta, que ya se han interesado por él”.
FRFANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL