Con recogimiento y con dolor ha despedido hoy Dos Hermanas al joven nazareno Javier Camúñez Chamorro, fallecido en la noche de este sábado de forma repentina a la edad de 21 años. Y lo ha hecho además llenando en su talidad el interior de la Parroquia de Santa María Magdalena, donde se vivió la emoción del adiós a un novillero que salía por la Puerta del Príncipe del Cielo.
Desde varios minutos antes de las diez y media de la mañana, las puertas de la Parroquia de Santa María Magdalena mostraban un aspecto impresionante, con multitud de nazarenos y nazarenas aguardando para decir el último adiós a un joven cuya marcha les había desgarrado el corazón, y para acompañar a la familia Camúñez, inmersa en el dolor por esta pérdida tan repentina.
El ataúd con los restos de Javier, llevado a hombros de algunos de sus amigos y compañeros, fue recibido en las mismas puertas del templo por su párroco, don Manuel Sánchez de Heredia, e introducido en un interior que se quedó sin capacidad para acoger a todas las personas que quisieron estar a su lado. Allí, sus familiares y amigos se sintieron además arropados por la presencia del alcalde de la ciudad, Francisco Rodríguez, así como de algunos concejales del Ayuntamiento.
Tras la celebración de la Santa Misa, tomó la palabra Rafael Camúñez Benítez, primo del joven fallecido, quien se dirigió a cuantos llenaban el templo nazareno para transmitir unas palabras en nombre de toda su familia, que fueron “de agradecimiento por las muestras de cariño que nos habéis demostrado. Muchos han sido los amigos, familiares y allegados que de una forma u otra nos han mostrado vuestro cariño y profundo sentir”.
Rafael Camúñez aseguró que su cuerpo descansaba ya, pero su alma se encontraba “a hombros del Pastorcito Divino entrando por las Puertas del Príncipe del Reino de Dios”, y asegurando que Javier estaría siempre presente “en todos y cada uno de nuestros corazones, en cada levantá de sus compañeros costaleros, en cada pisada en el camino del Rocío, en cada flor de papel de Valme”.
Entre los rostros de cuantos llenaban la parroquia, muchas caras jóvenes, de chavales como Javier que eran sus amigos y compañeros, de sus hermandades, las del Gran Poder o el Rocío, y muchas otras que no podían contener las lágrimas. Como así ocurrió cuando, instantes antes de salir del templo, y a hombros de sus familiares (su padre Javier y su tío Antonio, entre otros), su cuerpo fue llevado ante el Simpecado del Rocío, donde todos medio en silencio le cantaron su Salve.
Este ha sido el adiós al joven Javier Camúñez, el adiós de su familia, de sus amigos y amigas, y de toda una ciudad que se ha volcado con ellos nada más conocer una noticia que les ha encogido inevitablemente el corazón.
Desde varios minutos antes de las diez y media de la mañana, las puertas de la Parroquia de Santa María Magdalena mostraban un aspecto impresionante, con multitud de nazarenos y nazarenas aguardando para decir el último adiós a un joven cuya marcha les había desgarrado el corazón, y para acompañar a la familia Camúñez, inmersa en el dolor por esta pérdida tan repentina.
El ataúd con los restos de Javier, llevado a hombros de algunos de sus amigos y compañeros, fue recibido en las mismas puertas del templo por su párroco, don Manuel Sánchez de Heredia, e introducido en un interior que se quedó sin capacidad para acoger a todas las personas que quisieron estar a su lado. Allí, sus familiares y amigos se sintieron además arropados por la presencia del alcalde de la ciudad, Francisco Rodríguez, así como de algunos concejales del Ayuntamiento.
Tras la celebración de la Santa Misa, tomó la palabra Rafael Camúñez Benítez, primo del joven fallecido, quien se dirigió a cuantos llenaban el templo nazareno para transmitir unas palabras en nombre de toda su familia, que fueron “de agradecimiento por las muestras de cariño que nos habéis demostrado. Muchos han sido los amigos, familiares y allegados que de una forma u otra nos han mostrado vuestro cariño y profundo sentir”.
Rafael Camúñez aseguró que su cuerpo descansaba ya, pero su alma se encontraba “a hombros del Pastorcito Divino entrando por las Puertas del Príncipe del Reino de Dios”, y asegurando que Javier estaría siempre presente “en todos y cada uno de nuestros corazones, en cada levantá de sus compañeros costaleros, en cada pisada en el camino del Rocío, en cada flor de papel de Valme”.
Entre los rostros de cuantos llenaban la parroquia, muchas caras jóvenes, de chavales como Javier que eran sus amigos y compañeros, de sus hermandades, las del Gran Poder o el Rocío, y muchas otras que no podían contener las lágrimas. Como así ocurrió cuando, instantes antes de salir del templo, y a hombros de sus familiares (su padre Javier y su tío Antonio, entre otros), su cuerpo fue llevado ante el Simpecado del Rocío, donde todos medio en silencio le cantaron su Salve.
Este ha sido el adiós al joven Javier Camúñez, el adiós de su familia, de sus amigos y amigas, y de toda una ciudad que se ha volcado con ellos nada más conocer una noticia que les ha encogido inevitablemente el corazón.
REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL