Fue algo efímero. Por un momento pensé que era una nueva escultura, que Antonio Luis Troya se había inspirado en Bécquer y comenzó a dibujar una sombra aérea, una leve bruma, un rumor sonoro, y que luego, aprovechando la Dos Hermanas que anda de feria, la colocó en ese nuevo espacio para dibujar casi la glorieta que el poeta sevillano tiene en el Parque de María Luisa.
Pero no, fue algo efímero. Eso sí, el espíritu de esta joven, bella y elegante, parece que por siempre permanecerá allí, en esa actitud de espera tranquila de quien se siente segura y dispuesta a vivir de la poesía de la fiesta. Observando esta escena de una tarde que ya iba cayendo sobre Dos Hermanas, la flor negra entre las flores blancas destacaba poderosa, tanto como el viejo tronco que parece protegerla de posibles amenazas y dibujando una estampa que necesariamente nos transporta a Gustavo Adolfo Bécquer.
Ya sabía que nuestro poeta tiene una calle en Dos Hermanas, pero desconocía hasta ayer que también tuviera una glorieta donde ir a sentarse en esas horas en las que las almas juguetean con las palabras, con las brisas, y empaparse de su poesía. De la poesía de un instante tan efímero como real.
Pero no, fue algo efímero. Eso sí, el espíritu de esta joven, bella y elegante, parece que por siempre permanecerá allí, en esa actitud de espera tranquila de quien se siente segura y dispuesta a vivir de la poesía de la fiesta. Observando esta escena de una tarde que ya iba cayendo sobre Dos Hermanas, la flor negra entre las flores blancas destacaba poderosa, tanto como el viejo tronco que parece protegerla de posibles amenazas y dibujando una estampa que necesariamente nos transporta a Gustavo Adolfo Bécquer.
Ya sabía que nuestro poeta tiene una calle en Dos Hermanas, pero desconocía hasta ayer que también tuviera una glorieta donde ir a sentarse en esas horas en las que las almas juguetean con las palabras, con las brisas, y empaparse de su poesía. De la poesía de un instante tan efímero como real.
FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL
