Vaya semanita, Don Ramón. Le han dado por todos lados, pero no le habrá pillado por sorpresa: ya le advertimos de que el marrón se lo iba a comer a usted. No piense que vengo a meter el dedo en la llaga, todo lo contrario. Para que se relaje, mi intención es regalarle la canción que sonó en mi cabeza tras la reunión con el comisario Sinkevicius.
Al verlo me acordé del arte, el ritmo y la dramática historia de educación ambiental que compuso Kiko Veneno allá por los años noventa, El lince Ramón. Cuando lo vi andando acelerado, cariacontecido, cabizbajo y lamiéndose las heridas, canté “allá va el lince Ramón”, aunque más que en su corazón, supuse que se había hecho pipí, popó.
Media horita dicen que duró el rapapolvo. Por mucho diálogo al que hace referencia usted, tengo la impresión de que ni lo dejaron hablar, que nada más cerrarse la puerta, le espetaron “no ponga excusas, ya estáis como siempre, que si el gas, las fresas, los incendios forestales, las urbanizaciones y los campos de golf. Lo que queréis hacer es ilegal y punto. Lo miramos, pero me escribe cien veces Doñana no se toca”.
Le estaban esperando, y si además entró vacilón, espero que no, diciendo eso tan bisbaliano de “cómo están los maquinas”, pues más se cabrearon. Eso le pasa por juntarse con los listillos, incendiarios e incapaces de VOX para proponer esta ley, el caprichito electoral, de regularizar regadíos.
Está muy bien eso del cariño y hay que ser agradecidos en esta vida, pero meterse un tiro en el pie por devolver el favor a los negacionistas y terraplanistas no lo veo muy inteligente, aunque con el 28M a la vista, más vale prevenir.
Aquí se crece y tira de testosterona, acusa a la ministra de insultos y amenazas, recalca que ni pueden ni les da la gana renunciar a la ley, lamenta que no les entienden, promete que el agua subterránea no se tocará, y el Parque no se secará, señala a los otros porque no han hecho su trabajo o llora porque ven fantasmas, como el hijo del ministro, malmetiendo.
Cuando todo el mundo, y esta vez es literal porque la UNESCO, la Convención Internacional de Humedales Ramsar, el Parlamento Europeo, el Ministerio de Transición Ecológica, avalados por la ciencia, con la Estación Biológica de Doñana a la cabeza, y los grupos conservacionistas, le están diciendo que se están equivocando, que están saltándose la ley, que llegarán multas a su país, deberían hacerles casos, o al menos, pararse a reflexionar si estarán errados en sus planteamientos.
No hay nada que negociar, ustedes, como nuestros representantes que son, deben cumplir la ley. Lo que me sorprende es que usted vuelva a cometer el mismo error. Le pasó con los árboles de la Plaza Vieja que quería cortar interpretando las leyes a su antojo, menos mal que la sociedad civil le salvó de cometer un delito.
Tenga cuidado, porque si insiste en destrozar Doñana, va a pasar usted a la historia como el consejero Atila, que por donde pasa no vuelve a crecer la hierba, ni los árboles, ni a correr el agua, ni permite descansar a los flamencos.
Los cargos políticos que se saltan las leyes, a sabiendas de que están cometiendo un delito, deberían pagar con su patrimonio y la cárcel. Las multas económicas se quedan cortas, porque el beneficio obtenido será más cuantioso. Una cosa es cometer un error de gestión y otro inducir a un delito.
Le pongo el ejemplo del alcalde de Carboneras que, con sus jueguecitos con El Algarrobico, se está riendo de la Justicia. Y si ustedes firman esa ley, quien lo haga, debe hacerse responsable del ecocidio, y los daños colaterales que se produzcan en nuestro medio ambiente y la economía de la zona. Pero la ley es implacable con los pobres diablos, y demasiado permisiva con los que ostentan el poder, con los que deben dar ejemplo.
Con lo que le gusta a usted Doñana, y la Blanca Paloma, y lo contento que se le veía en la foto soltando en febrero a un lince. Para las fotos sí, pero cuando, a los dos días, murió otro atropellado, como en la canción, lo despacharon con un tuit. Si quieren repetir esas fotos tan bonitas, conserven sus ecosistemas. De nada sirve invertir en la recuperación de especies, si luego no lo hacemos en eliminar los impactos que las llevan a la extinción.
Aprovecho para invitarle a la manifestación que Salvemos Doñana ha convocado para el 14 de mayo en Sevilla. Véngase, 20 euros para el autobús, allí podrá explicarse mejor que en Bruselas, pero antes termine el castigo del comisario, y escriba cien veces "Doñana no se toca".
Espero que la canción le haya gustado, que se haya echado un bailecito mientras sonreía y le hacía el corazón "bip-bip, bop-bop".
Al verlo me acordé del arte, el ritmo y la dramática historia de educación ambiental que compuso Kiko Veneno allá por los años noventa, El lince Ramón. Cuando lo vi andando acelerado, cariacontecido, cabizbajo y lamiéndose las heridas, canté “allá va el lince Ramón”, aunque más que en su corazón, supuse que se había hecho pipí, popó.
Media horita dicen que duró el rapapolvo. Por mucho diálogo al que hace referencia usted, tengo la impresión de que ni lo dejaron hablar, que nada más cerrarse la puerta, le espetaron “no ponga excusas, ya estáis como siempre, que si el gas, las fresas, los incendios forestales, las urbanizaciones y los campos de golf. Lo que queréis hacer es ilegal y punto. Lo miramos, pero me escribe cien veces Doñana no se toca”.
Le estaban esperando, y si además entró vacilón, espero que no, diciendo eso tan bisbaliano de “cómo están los maquinas”, pues más se cabrearon. Eso le pasa por juntarse con los listillos, incendiarios e incapaces de VOX para proponer esta ley, el caprichito electoral, de regularizar regadíos.
Está muy bien eso del cariño y hay que ser agradecidos en esta vida, pero meterse un tiro en el pie por devolver el favor a los negacionistas y terraplanistas no lo veo muy inteligente, aunque con el 28M a la vista, más vale prevenir.
Aquí se crece y tira de testosterona, acusa a la ministra de insultos y amenazas, recalca que ni pueden ni les da la gana renunciar a la ley, lamenta que no les entienden, promete que el agua subterránea no se tocará, y el Parque no se secará, señala a los otros porque no han hecho su trabajo o llora porque ven fantasmas, como el hijo del ministro, malmetiendo.
Cuando todo el mundo, y esta vez es literal porque la UNESCO, la Convención Internacional de Humedales Ramsar, el Parlamento Europeo, el Ministerio de Transición Ecológica, avalados por la ciencia, con la Estación Biológica de Doñana a la cabeza, y los grupos conservacionistas, le están diciendo que se están equivocando, que están saltándose la ley, que llegarán multas a su país, deberían hacerles casos, o al menos, pararse a reflexionar si estarán errados en sus planteamientos.
No hay nada que negociar, ustedes, como nuestros representantes que son, deben cumplir la ley. Lo que me sorprende es que usted vuelva a cometer el mismo error. Le pasó con los árboles de la Plaza Vieja que quería cortar interpretando las leyes a su antojo, menos mal que la sociedad civil le salvó de cometer un delito.
Tenga cuidado, porque si insiste en destrozar Doñana, va a pasar usted a la historia como el consejero Atila, que por donde pasa no vuelve a crecer la hierba, ni los árboles, ni a correr el agua, ni permite descansar a los flamencos.
Los cargos políticos que se saltan las leyes, a sabiendas de que están cometiendo un delito, deberían pagar con su patrimonio y la cárcel. Las multas económicas se quedan cortas, porque el beneficio obtenido será más cuantioso. Una cosa es cometer un error de gestión y otro inducir a un delito.
Le pongo el ejemplo del alcalde de Carboneras que, con sus jueguecitos con El Algarrobico, se está riendo de la Justicia. Y si ustedes firman esa ley, quien lo haga, debe hacerse responsable del ecocidio, y los daños colaterales que se produzcan en nuestro medio ambiente y la economía de la zona. Pero la ley es implacable con los pobres diablos, y demasiado permisiva con los que ostentan el poder, con los que deben dar ejemplo.
Con lo que le gusta a usted Doñana, y la Blanca Paloma, y lo contento que se le veía en la foto soltando en febrero a un lince. Para las fotos sí, pero cuando, a los dos días, murió otro atropellado, como en la canción, lo despacharon con un tuit. Si quieren repetir esas fotos tan bonitas, conserven sus ecosistemas. De nada sirve invertir en la recuperación de especies, si luego no lo hacemos en eliminar los impactos que las llevan a la extinción.
Aprovecho para invitarle a la manifestación que Salvemos Doñana ha convocado para el 14 de mayo en Sevilla. Véngase, 20 euros para el autobús, allí podrá explicarse mejor que en Bruselas, pero antes termine el castigo del comisario, y escriba cien veces "Doñana no se toca".
Espero que la canción le haya gustado, que se haya echado un bailecito mientras sonreía y le hacía el corazón "bip-bip, bop-bop".
MOI PALMERO