Desde hace unas semanas nos vemos inmersos en las campañas electorales –municipales y autonómicas– que se cierran en este domingo; pero hay algo que hemos llevado de fondo durante estas fechas y que no ha sido tapado por las constantes noticias sobre las elecciones. Tiene relación con el inmenso calor que hemos soportado en el mes de abril y comienzos de mayo, lo que nos hacía temer que volveríamos a pasar otro verano tórrido sin que hubieran hecho acto de presencia las tan deseadas lluvias.
Pero parece que la Naturaleza se ha apiadado de nosotros y, antes de que entráramos en junio, mes en el que oficialmente comienza el verano, las nubes han hecho aparición en los cielos y nos han entregado algunas lluvias, suaves o intensas, dependiendo de las zonas. ¡Bienvenida sea, pues, la lluvia que viene a tranquilizarnos un poco y nos abre a la esperanza de que podemos sobrellevar la estación del calor!
Tradicionalmente, por la venida de las lluvias se lanzaban plegarias, aunque cada vez con menos convicción de ser oídas. También los niños, tal como tiempo atrás hacíamos, cantábamos, y aún cantan, “¡Que llueva, que llueva…!”, nada más ver las primeras gotas que caían.
Pero donde más se ha plasmado nuestra admiración por este fenómeno de la naturaleza es en el cine y en la música, una vez que los humanos nos hemos agrupado en las grandes urbes y las danzas y antiguos ritos tribales que aún perviven se han convertido en elementos de atracción turística para viajeros necesitados de novedades.
Y si hay una representación de la lluvia convertida en un auténtico icono cinematográfico es la escena en la que Gene Kelly, saliendo del portal de un edificio, se encuentra que está lloviendo. Ahí está el protagonista expresando todo el disfrute de verse envuelto en el agua nocturna mientras canta Singin’ in the rain, al tiempo que, bailando claqué y con su paraguas abierto, chapotea en todos los charcos que se van formando.
La lluvia como gozo pleno, como inmenso placer que invita a todo el cuerpo a olvidarse de lo demás para disfrutar sin leyes ni normas; claro, esto hasta que un policía se le acerca y le mira como si se encontrara con un chiflado al que hay que vigilar. En esos momentos se acaba la diversión: la ley y el orden patrullan día y noche para que nadie se sobrepase lo más mínimo.
Aparte de esta inolvidable escena musicada, son muchas las canciones que han tomado la lluvia como argumento central por diferentes motivos. Me vais a permitir que ponga en primer lugar Purple rain del inolvidable Prince. La razón se debe a que, además de ser un magnífico tema, pude escuchárselo en Madrid durante su primera visita a nuestro país. No me voy a extender en elogios hacia Prince y su emblemática canción, puesto que es uno de sus temas más conocidos, por lo que estoy seguro de que a más de uno le gusta.
También tendría que citar otra icónica canción como es A Hard Rain’s a-Gonna Fall (Una fuerte lluvia va a caer), de Bob Dylan, que publicó hace nada menos que en 1962. En este caso, la lluvia se presenta como metáfora del escarmiento que se recibirá por la guerra de Vietnam, en la que estaba involucrado el ejército estadounidense.
No es cuestión de hacer un repaso de las canciones que han tomado a la lluvia como tema central, dado que son numerosas. Sin embargo, no quiero olvidarme de algunas que han sido cantadas en castellano como fue A cántaros, del extremeño Pablo Guerrero o Balada de otoño, de Joan Manuel Serrat, y, cómo no, Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra, por citar solo tres de ellas.
Mientras escribía este artículo nos llegaba la noticia de que había fallecido la gran Tina Turner a sus 83 años. Siempre recordaré River Deep, Mountain High (Río profundo, alta montaña) que grabó en sus inicios con el impresentable de su marido Ike. Eran los tiempos en que yo estudiaba Arquitectura en Sevilla y, nada más oírla, me impresionó tanto que es una de mis canciones favoritas.
Pero como estamos hablando de la lluvia, conviene recordar que Tina grabó I Can’t Stand The Rain (No soporto la lluvia), que aparece en su disco simple The best. Y ahora, como homenaje, nada mejor que recordarla escuchando esta canción.
Cierro, recordando que en el tórrido verano pasado publiqué Summertime, aludiendo al inmenso calor que pasábamos en el Sur (sin que el resto de la piel de toro se librara de esa especie de castigo inmerecido). Ahora, en cambio, toca hablar de la lluvia y, por mi parte, aunque venga cargada de colores púrpura, la recibiré con los brazos abiertos.
Pero parece que la Naturaleza se ha apiadado de nosotros y, antes de que entráramos en junio, mes en el que oficialmente comienza el verano, las nubes han hecho aparición en los cielos y nos han entregado algunas lluvias, suaves o intensas, dependiendo de las zonas. ¡Bienvenida sea, pues, la lluvia que viene a tranquilizarnos un poco y nos abre a la esperanza de que podemos sobrellevar la estación del calor!
Tradicionalmente, por la venida de las lluvias se lanzaban plegarias, aunque cada vez con menos convicción de ser oídas. También los niños, tal como tiempo atrás hacíamos, cantábamos, y aún cantan, “¡Que llueva, que llueva…!”, nada más ver las primeras gotas que caían.
Pero donde más se ha plasmado nuestra admiración por este fenómeno de la naturaleza es en el cine y en la música, una vez que los humanos nos hemos agrupado en las grandes urbes y las danzas y antiguos ritos tribales que aún perviven se han convertido en elementos de atracción turística para viajeros necesitados de novedades.
Y si hay una representación de la lluvia convertida en un auténtico icono cinematográfico es la escena en la que Gene Kelly, saliendo del portal de un edificio, se encuentra que está lloviendo. Ahí está el protagonista expresando todo el disfrute de verse envuelto en el agua nocturna mientras canta Singin’ in the rain, al tiempo que, bailando claqué y con su paraguas abierto, chapotea en todos los charcos que se van formando.
La lluvia como gozo pleno, como inmenso placer que invita a todo el cuerpo a olvidarse de lo demás para disfrutar sin leyes ni normas; claro, esto hasta que un policía se le acerca y le mira como si se encontrara con un chiflado al que hay que vigilar. En esos momentos se acaba la diversión: la ley y el orden patrullan día y noche para que nadie se sobrepase lo más mínimo.
Aparte de esta inolvidable escena musicada, son muchas las canciones que han tomado la lluvia como argumento central por diferentes motivos. Me vais a permitir que ponga en primer lugar Purple rain del inolvidable Prince. La razón se debe a que, además de ser un magnífico tema, pude escuchárselo en Madrid durante su primera visita a nuestro país. No me voy a extender en elogios hacia Prince y su emblemática canción, puesto que es uno de sus temas más conocidos, por lo que estoy seguro de que a más de uno le gusta.
También tendría que citar otra icónica canción como es A Hard Rain’s a-Gonna Fall (Una fuerte lluvia va a caer), de Bob Dylan, que publicó hace nada menos que en 1962. En este caso, la lluvia se presenta como metáfora del escarmiento que se recibirá por la guerra de Vietnam, en la que estaba involucrado el ejército estadounidense.
No es cuestión de hacer un repaso de las canciones que han tomado a la lluvia como tema central, dado que son numerosas. Sin embargo, no quiero olvidarme de algunas que han sido cantadas en castellano como fue A cántaros, del extremeño Pablo Guerrero o Balada de otoño, de Joan Manuel Serrat, y, cómo no, Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra, por citar solo tres de ellas.
Mientras escribía este artículo nos llegaba la noticia de que había fallecido la gran Tina Turner a sus 83 años. Siempre recordaré River Deep, Mountain High (Río profundo, alta montaña) que grabó en sus inicios con el impresentable de su marido Ike. Eran los tiempos en que yo estudiaba Arquitectura en Sevilla y, nada más oírla, me impresionó tanto que es una de mis canciones favoritas.
Pero como estamos hablando de la lluvia, conviene recordar que Tina grabó I Can’t Stand The Rain (No soporto la lluvia), que aparece en su disco simple The best. Y ahora, como homenaje, nada mejor que recordarla escuchando esta canción.
Cierro, recordando que en el tórrido verano pasado publiqué Summertime, aludiendo al inmenso calor que pasábamos en el Sur (sin que el resto de la piel de toro se librara de esa especie de castigo inmerecido). Ahora, en cambio, toca hablar de la lluvia y, por mi parte, aunque venga cargada de colores púrpura, la recibiré con los brazos abiertos.
AURELIANO SÁINZ