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Aureliano Sáinz | La cultura de la envidia

Como todos bien sabemos, nos encontramos en época de elecciones municipales y autonómicas, por lo que muchas de las declaraciones que realizan los candidatos son verdaderamente sorprendentes. Y es que tienen que acusar al adversario no solo de cuestiones con las que están en desacuerdo, sino también de inventar frases o eslóganes que sean lo más originales posible para impactar al auditorio, puesto que esas frases serán ampliadas por los medios de comunicación, con lo que llegará no solo a los potenciales votantes sino a cualquier rincón del país (y mucho más allá).


Entre estos candidatos, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid tiene un lugar privilegiado, ya que posee la virtud de improvisar (o a mí me lo parece) y soltar frases con las que te quedas alucinado. Para no alargarme mucho, recordaré que en una de sus recientes intervenciones dijo que la ‘justicia social’ es un invento de la izquierda que solo promueve “la cultura de la envidia”.

Jamás había escuchado nada semejante. Más aún, teniendo en cuenta que, siguiendo a Castilla del Pino, autor que había estudiado y publicado mucho sobre los sentimientos humanos, en una de sus obras diseccionaba lo que era la envidia, y cómo esta pasión habitaba en determinados individuos que intentaban por todos los medios ocultarla, dado que, al ser un sentimiento negativo injustificado moralmente, se avergonzarían de que pudiera conocerse.

Pero en ningún momento este gran psiquiatra aludía a que fuera una pasión que pudiera convertirse en un hecho colectivo. Claro que Díaz Ayuso, imagino, se refería a la envidia que sienten los pobres por los ricos, dado que los primeros, incapaces de salir de su estado de pobreza, acaban padeciendo este mal fomentado y extendido por sus adversarios políticos de izquierda.

Y ahora, como hay que ilustrar con una imagen este artículo, he mirado dentro del archivo que tengo para localizar una que me sirviera para este tema. Se trata de un magnífico dibujo de una niña de 12 años en el que nos presenta el contraste entre una joven que espera en la puerta de una mansión, controlada por videovigilancia, y otra que, sentada muy cerca, con ojos llorosos y un gato, se ve envuelta en las hojas otoñales que el viento hace caer de los árboles.

Pero la autora de esta escena no plasma el sentido de envidia de la segunda sobre la primera, sino que su intención es mostrar el contraste que se da entre dos formas de vida a las que las protagonistas han llegado por nacimiento; no porque la chica que porta el bolso sea más inteligente y trabajadora, y la otra más torpe y holgazana.


Sin embargo, en este otro dibujo que acabamos de ver se expresan mejor las actuaciones que están cercanas a la envidia, algo muy extendido en el campo del espectáculo, del deporte, de las artes, de la política y de la vida en general, de modo que quienes triunfan hacen ostentación y se vanaglorian de ello; mientras que en los que se sienten derrotados se acumulan la frustración, el rencor y la envidia.

No quisiera extenderme mucho sobre este tema, puesto que ya he publicado algunos artículos [Pasiones humanas: la envidia, La envidia... ese pecado capital y El mal de la envidia], por lo que no me parece bien reiterarme.

Sin embargo, no quiero cerrar estar líneas sin extraer algunos párrafos que aparecen en Teoría de los sentimientos que, en el año 2000, publicó Castilla del Pino, dado que de esta forma se aclaran ideas básicas sobre esta pasión oculta. Me permito numerarlos para su mejor lectura:

1. “La envidia es una actitud que da lugar a actuaciones envidiosas (…). Es una interacción en la que los actores del drama, los dramatis personae, son, claro está, el envidioso y el envidiado”.

2. “El envidioso está en posición inferior respecto al envidiado, pero tal inferioridad, si se reconoce por él –cosa que está lejos de ocurrir siempre–, es rechazada mediante argumentos falaces o racionalizaciones”.

3. “La dirección en que camina la relación asimétrica en la envidia es, si me es posible expresarme así, de abajo arriba. No se envidia a quien se considera inferior”.

4. “Lo que se envidia de alguien es la imagen que ofrece de sí mismo merced a la posesión del bien que ha obtenido o de que ha sido dotado. Y por eso, aun si el envidiado ha dejado de existir, su imagen, sin embargo, persiste, y, por tanto, no se le ha de dejar en paz, porque sigue estando vigente en el envidioso”.

5. “Una de las peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesariamente se disfraza o se oculta, y no solo ante terceros, sino también ante sí mismo. La forma de ocultación más usual es la negación: se niega ante los demás y ante uno mismo sentir envidia”.

6. “Pero la envidia, pese a todos los esfuerzos acaba por emerger, sale a la superficie, porque la envidia es una pasión, y, como tal, controlable hasta cierto punto”.

Quizás, la última idea expresada no sea tan cierta como este eminente psiquiatra considera, dado que hay casos en los que esta pasión no es reconocida por quienes la padecen, de modo que queda tan oculta, tan escondida, que solo emerge en situaciones excepcionales.

Cierro, pues, apuntándole a la presidenta de la Comunidad de Madrid que eso de la “cultura de la envidia” no deja de ser un invento, una idea un tanto descabellada, quizás nacida de la mente de su asesor, ya que para penetrar en lo más recóndito de las personas hay que tener grandes conocimientos de Psicología y no creo que esta sea precisamente su especialidad.

AURELIANO SÁINZ
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