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Una Madrugá oscura y estrecha que dio paso a la luz

Lágrimas y muchas promesas se sucedieron de nuevo en una Madrugá en la que el Señor del Gran Poder volvió a servir de canalizador de cuantas personas se entregan al él con devoción. Pero fue una noche también de estrecheces, los que marcaron un inicio de la estación de penitencia por la calle Goyeneta, o de recovecos, que siguieron por San Sebastián, Mena Martínez o Churruca.


El Señor del Gran Poder emerge en la oscuridad con ese paso tan firme que por momentos parece asustar cuando se ve acercarse. Y es que su imponente figura, su tez oscura y su presencia allá en la altura, rodeado de un silencio que sólo rompe la voz del capataz y el racheo de las zapatillas de los costaleros, parecen convertirlo en un Dios vivo que, como cada año, llega al encuentro con toda esa gente que le habla, que le pide, por él o por los demás, y que le reza.

La cofradía del Gran Poder ha completado esta Madrugá nazarena una Estación de Penitencia en la que pareció no querer dejarse atrás ningún rincón de Dos Hermanas a donde creyera necesario acudir. Y lo hizo siempre con su misterio y su palio rodeados de devotos, de los que no fallan nunca, salvo que la salud lo impida, y el del Señor con esas filas de 'promesas' que, por esperadas, nunca dejan de sorprender.

Ya en su desarrollo normal, los titulares de esta Hermandad se presentaron ante otras cofradías hermanas que se siguieron por ese camino serpenteante, desde Vera-Cruz, a la Oración en el Huerto; desde la Borriquita, al Rocío. Y ya desde la Parroquia de Santa María Magdalena, cuando el día estaba amanecido, se dirigió hasta su casa de la Real de Utrera, de nuevo en compañía de mucha gente, esa que mira fijamente a los rostros del Señor y la Virgen para pedir, seguramente, por los que lo están pasando mal.

Secuencia gráfica de la salida


























REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
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