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Un Cristo de la Vera-Cruz que nunca deja de asombrar

Ya empezando a vencerse la tarde del Jueves Santo inició su salida desde la Capilla de San Sebastián, en la barriada del mismo nombre, la cofradía de la Vera-Cruz, en una tarde muy agradable y en torno a cuyo templo y Plaza contigua de Hidalgo Carret se congregó un número muy importante de personas de un barrio que profesan devoción a una imagen que se sigue mostrando sobrecogedora sobre su paso imperial de caoba.


Allí destacó poderosa la delgadez de un cuerpo viejo, de tantos años como han pasado ya por esta imagen desde que fuera tallada a mitad del siglo XV, pero que es capaz de llenar todo el espacio que le rodea. Y lo hizo el Santo Cristo de la Vera-Cruz en sus primeros pasos, esos que llevan los costaleros bajo el mando del capataz Antonio Sutil, con la misma sobriedad que todo su recorrido penitencial, siendo seguido por numeroso público durante su trayecto y hasta la entrada.

Le acompañó, como siempre, María en Sus Misterios del Mayor Dolor, resguardada por el color azul marino de su palio, que se mostró esplendorosa en un entorno en el que es la auténtica reina. Y, por más que se repita, no deja de ser sorprendente la seriedad de una cofradía que llora la muerte de Jesús y la alegría de cuantos niños y niñas, monaguillos o nazarenos, se afanan en querer quedar bien con los que se escapan de las manos de sus padres o madres para tratar de conseguir una estampita, una más de las que ya vienen acumulando de los días previos de esta Semana Santa, y que tan de moda están.

Secuencia gráfica de la salida





















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