Si nos fijamos en el dibujo de Javier, un niño de 9 años con Trastorno del Espectro Autista (TEA), hay elementos de la escena que comprendemos, pero otros se escapan a nuestra comprensión. Ha trazado a los cuatro miembros que componen su familia jugando al fútbol, al tiempo que especifica quién es cada cuál, escribiéndolo.
Puede llamarnos la atención que todos tengan en sus pies un balón, cuando al fútbol se juega con uno solo; pero este tipo de representación también podemos encontrarla en otros niños, ya que, en ocasiones, sintetizan en una sola imagen lo que podría corresponder a distintos momentos de un partido. De todos modos, lo más sorprendente es que haya dibujado un gran sol animista con cuatro ojos: tres de ellos unidos horizontalmente y un cuarto, más pequeño, por encima de esos tres.
¿Qué nos quiere expresar su autor con este sol? ¿Forma parte de su mundo fantástico o tiene una lógica para él? Esto es verdaderamente difícil de saber, puesto que una de las dificultades de los niños y niñas con TEA, como vimos en el artículo anterior, es el proceso comunicativo con los demás, por lo que penetrar en los significados de sus pensamientos visuales plasmados en las láminas se hace muy complicado, ya que ellos no responden a algunos aspectos de la forma común de razonar; tienen una lógica distinta a la nuestra.
Pero esto no quiere decir que no debamos prestar atención a sus procesos de desarrollo cognitivo y emocional, ya que ellos deben estar integrados en centros educativos de modo que se encuentren y relacionen cotidianamente con sus compañeros de clase, siendo atendidos por el profesorado en sus necesidades específicas.
En esta ocasión, he comenzado por un caso concreto para dar continuidad a lo que vimos en el artículo precedente, que cerramos con un párrafo de Temple Grandin y en el que nos daba a entender que su forma de pensamiento era diferente. Ahora sabemos que han transcurrido muchos años desde que ella, siendo niña, apenas se conocía nada del denominado Trastorno del Espectro Autista, por lo que su vida ha sido un camino admirable, lleno de múltiples dificultades, hasta lograr ser doctora y profesora de la Universidad Estatal de Colorado.
Tal como indiqué, la lectura de Pensar con imágenes, su primer libro traducido al castellano me dejó totalmente sorprendido. Con respecto al segundo, El cerebro autista, que ha visto recientemente la luz en nuestro país, me encuentro cerrando su lectura. No obstante, tal como indiqué, continúo seleccionando algunos párrafos suyos para que seamos capaces de entender que hay otras personas cuyos cerebros y mentes funcionan con algunos parámetros distintos a los nuestros.
“Uno de los misterios más profundos del autismo ha sido la notable capacidad de la mayoría de los autistas de destacar en habilidades visuales y espaciales, unida a su torpeza para las verbales”, apunta Temple Grandin.
Si tenemos en consideración que el estudio de las inteligencias múltiples, de las que nos habla el psicólogo Howard Gardner, se ha afianzado en un amplio sector del mundo académico, podemos convenir que la inteligencia visual y espacial es muy superior en los autistas que en quienes no presentan TEA.
“De pequeña y adolescente, creía que todo el mundo pensaba con imágenes. No tenía ni idea de que mis pensamientos eran diferentes; de hecho, no me he dado cuenta del verdadero alcance de las diferencias hasta hace muy poco”, nos indica Grandin, al tiempo que añade: “En reuniones y en el trabajo empecé a preguntar detenidamente a otras personas cómo accedían a la información a partir de sus recuerdos. Por sus respuestas descubrí que mis aptitudes visuales superaban con creces a la mayoría de la gente”.
Nos puede resultar chocante que quienes padecen autismo tengan una de las inteligencias (la visual) con un nivel superior a la mayoría de la gente. Esta capacidad puede ser utilizada en su favor, tal como nos lo expresa en el siguiente párrafo:
“Creo que mis aptitudes visuales me han ayudado a entender a los animales con los que trabajo. Al principio de mi carrera, una máquina de fotos me ayudaba a ver la perspectiva de los animales cuando entraban en una manga para recibir tratamiento veterinario. Me arrodillaba junto a la manga y sacaba fotos al nivel de los ojos de las vacas. A partir de las imágenes, podía saber qué les asustaba, como las sombras y los reflejos del sol. En aquella época empleaba película en blanco y negro, porque entonces los científicos creían que el ganado no distinguía los colores. Hoy la investigación ha demostrado que sí los ve”.
Uno de los trabajos de investigación de Temple Grandin estaba en el cuidado animal, por lo que sus dotes visuales las aplicaba a los diseños de máquinas para entender las respuestas de los animales.
“En todos los problemas de diseño que he resuelto he partido de mi capacidad para concebir y ver el mundo en forma de imágenes. Empecé a diseñar objetos de niña, cuando experimentaba continuamente con nuevos tipos de cometas y aeromodelos. Ahora, en mi trabajo, antes de intentar construir cualquier cosa, pruebo las instalaciones con mi imaginación”.
Quisiera cerrar este breve recorrido que hemos realizado por los escritos de la estadounidense Temple Grandin, y que nos han ayudado a comprender la mente y el pensamiento de quienes son autistas, con otros dos párrafos.
“Hoy, todo el mundo está encantado con los nuevos sistemas informáticos de realidad virtual en los que los usuarios se ponen gafas especiales y se sumergen por completo en la acción de los videojuegos. Para mí, esos sistemas son como dibujos animados rudimentarios. Mi imaginación actúa igual que los programas informáticos de diseño gráfico, como los que crearon esos dinosaurios que parecen tan reales de Parque Jurásico”.
“Puedo verlo desde todos los ángulos, colocándome por encima y por debajo de la pieza y dándole vueltas al mismo tiempo. No necesito un complejo programa de diseño gráfico capaz de producir simulaciones tridimensionales. Puedo hacerlo mejor y más rápido mentalmente”.
Puede llamarnos la atención que todos tengan en sus pies un balón, cuando al fútbol se juega con uno solo; pero este tipo de representación también podemos encontrarla en otros niños, ya que, en ocasiones, sintetizan en una sola imagen lo que podría corresponder a distintos momentos de un partido. De todos modos, lo más sorprendente es que haya dibujado un gran sol animista con cuatro ojos: tres de ellos unidos horizontalmente y un cuarto, más pequeño, por encima de esos tres.
¿Qué nos quiere expresar su autor con este sol? ¿Forma parte de su mundo fantástico o tiene una lógica para él? Esto es verdaderamente difícil de saber, puesto que una de las dificultades de los niños y niñas con TEA, como vimos en el artículo anterior, es el proceso comunicativo con los demás, por lo que penetrar en los significados de sus pensamientos visuales plasmados en las láminas se hace muy complicado, ya que ellos no responden a algunos aspectos de la forma común de razonar; tienen una lógica distinta a la nuestra.
Pero esto no quiere decir que no debamos prestar atención a sus procesos de desarrollo cognitivo y emocional, ya que ellos deben estar integrados en centros educativos de modo que se encuentren y relacionen cotidianamente con sus compañeros de clase, siendo atendidos por el profesorado en sus necesidades específicas.
En esta ocasión, he comenzado por un caso concreto para dar continuidad a lo que vimos en el artículo precedente, que cerramos con un párrafo de Temple Grandin y en el que nos daba a entender que su forma de pensamiento era diferente. Ahora sabemos que han transcurrido muchos años desde que ella, siendo niña, apenas se conocía nada del denominado Trastorno del Espectro Autista, por lo que su vida ha sido un camino admirable, lleno de múltiples dificultades, hasta lograr ser doctora y profesora de la Universidad Estatal de Colorado.
Tal como indiqué, la lectura de Pensar con imágenes, su primer libro traducido al castellano me dejó totalmente sorprendido. Con respecto al segundo, El cerebro autista, que ha visto recientemente la luz en nuestro país, me encuentro cerrando su lectura. No obstante, tal como indiqué, continúo seleccionando algunos párrafos suyos para que seamos capaces de entender que hay otras personas cuyos cerebros y mentes funcionan con algunos parámetros distintos a los nuestros.
“Uno de los misterios más profundos del autismo ha sido la notable capacidad de la mayoría de los autistas de destacar en habilidades visuales y espaciales, unida a su torpeza para las verbales”, apunta Temple Grandin.
Si tenemos en consideración que el estudio de las inteligencias múltiples, de las que nos habla el psicólogo Howard Gardner, se ha afianzado en un amplio sector del mundo académico, podemos convenir que la inteligencia visual y espacial es muy superior en los autistas que en quienes no presentan TEA.
“De pequeña y adolescente, creía que todo el mundo pensaba con imágenes. No tenía ni idea de que mis pensamientos eran diferentes; de hecho, no me he dado cuenta del verdadero alcance de las diferencias hasta hace muy poco”, nos indica Grandin, al tiempo que añade: “En reuniones y en el trabajo empecé a preguntar detenidamente a otras personas cómo accedían a la información a partir de sus recuerdos. Por sus respuestas descubrí que mis aptitudes visuales superaban con creces a la mayoría de la gente”.
Nos puede resultar chocante que quienes padecen autismo tengan una de las inteligencias (la visual) con un nivel superior a la mayoría de la gente. Esta capacidad puede ser utilizada en su favor, tal como nos lo expresa en el siguiente párrafo:
“Creo que mis aptitudes visuales me han ayudado a entender a los animales con los que trabajo. Al principio de mi carrera, una máquina de fotos me ayudaba a ver la perspectiva de los animales cuando entraban en una manga para recibir tratamiento veterinario. Me arrodillaba junto a la manga y sacaba fotos al nivel de los ojos de las vacas. A partir de las imágenes, podía saber qué les asustaba, como las sombras y los reflejos del sol. En aquella época empleaba película en blanco y negro, porque entonces los científicos creían que el ganado no distinguía los colores. Hoy la investigación ha demostrado que sí los ve”.
Uno de los trabajos de investigación de Temple Grandin estaba en el cuidado animal, por lo que sus dotes visuales las aplicaba a los diseños de máquinas para entender las respuestas de los animales.
“En todos los problemas de diseño que he resuelto he partido de mi capacidad para concebir y ver el mundo en forma de imágenes. Empecé a diseñar objetos de niña, cuando experimentaba continuamente con nuevos tipos de cometas y aeromodelos. Ahora, en mi trabajo, antes de intentar construir cualquier cosa, pruebo las instalaciones con mi imaginación”.
Quisiera cerrar este breve recorrido que hemos realizado por los escritos de la estadounidense Temple Grandin, y que nos han ayudado a comprender la mente y el pensamiento de quienes son autistas, con otros dos párrafos.
“Hoy, todo el mundo está encantado con los nuevos sistemas informáticos de realidad virtual en los que los usuarios se ponen gafas especiales y se sumergen por completo en la acción de los videojuegos. Para mí, esos sistemas son como dibujos animados rudimentarios. Mi imaginación actúa igual que los programas informáticos de diseño gráfico, como los que crearon esos dinosaurios que parecen tan reales de Parque Jurásico”.
“Puedo verlo desde todos los ángulos, colocándome por encima y por debajo de la pieza y dándole vueltas al mismo tiempo. No necesito un complejo programa de diseño gráfico capaz de producir simulaciones tridimensionales. Puedo hacerlo mejor y más rápido mentalmente”.
AURELIANO SÁINZ