El viejo mantra de la derecha neoliberal que sostiene que “el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los contribuyentes” volverá a la actualidad en la campaña de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo con promesas de bajadas de impuestos municipales o en los tramos autonómicos del IRPF.
Volveremos a escucharlo y a leerlo, pero sin aclarar en el bolsillo de qué contribuyentes hablan: si son de los que más tienen; de los empresarios; de las clases medias y trabajadoras; de los que no llegan a final de mes aunque tengan un trabajo o de los que están en la economía sumergida.
Cuando estamos a pocos días del inicio de la campaña de la Renta de 2022, el momento en el que se visibiliza la balanza fiscal personal de cada ciudadano o ciudadana, conviene recordarle a la derecha que el bolsillo, el maletín, el colchón o el paraíso fiscal no son los mejores sitios para nuestro dinero.
Tampoco lo son las criptomonedas o los criptovalores, aunque Teodoro García-Egea, ex secretario general del Partido Popular con Pablo Casado y diputado hasta el pasado mes de marzo, las recomienda fervientemente en su reciente libro Cripto Economía.
Sorprende que García-Egea haya confesado que se decidió a escribir su apología de lo cripto tras escuchar a Luis de Guindos, actual vicepresidente del Banco Central Europeo y colega de partido, decir en un curso de verano en El Escorial que daba lo mismo invertir en criptomonedas o ir al casino de Torrelodones porque, para el caso, es lo mismo.
Aunque la derecha en todos los países es muy patriota de boquilla, a la hora de la verdad sabe mucho de evasiones fiscales, cuentas en Suiza o sociedades offshore. Y ahora se apunta a las criptomonedas porque son dinero anónimo y sin patria, ideal para todo tipo de tráficos ilícitos, sean drogas, personas o armas.
El anonimato del dinero y en las redes son los dos agujeros negros que ponen en peligro la estabilidad de las sociedades democráticas porque garantizan la impunidad de los comportamientos más lesivos para nuestra convivencia. Sin embargo, no se vislumbra a corto y medio plazo un acuerdo internacional para erradicarlos, aunque los ciberataques están a la orden del día y el negocio de la ciberseguridad sea uno de los más boyantes.
Volveremos a escucharlo y a leerlo, pero sin aclarar en el bolsillo de qué contribuyentes hablan: si son de los que más tienen; de los empresarios; de las clases medias y trabajadoras; de los que no llegan a final de mes aunque tengan un trabajo o de los que están en la economía sumergida.
Cuando estamos a pocos días del inicio de la campaña de la Renta de 2022, el momento en el que se visibiliza la balanza fiscal personal de cada ciudadano o ciudadana, conviene recordarle a la derecha que el bolsillo, el maletín, el colchón o el paraíso fiscal no son los mejores sitios para nuestro dinero.
Tampoco lo son las criptomonedas o los criptovalores, aunque Teodoro García-Egea, ex secretario general del Partido Popular con Pablo Casado y diputado hasta el pasado mes de marzo, las recomienda fervientemente en su reciente libro Cripto Economía.
Sorprende que García-Egea haya confesado que se decidió a escribir su apología de lo cripto tras escuchar a Luis de Guindos, actual vicepresidente del Banco Central Europeo y colega de partido, decir en un curso de verano en El Escorial que daba lo mismo invertir en criptomonedas o ir al casino de Torrelodones porque, para el caso, es lo mismo.
Aunque la derecha en todos los países es muy patriota de boquilla, a la hora de la verdad sabe mucho de evasiones fiscales, cuentas en Suiza o sociedades offshore. Y ahora se apunta a las criptomonedas porque son dinero anónimo y sin patria, ideal para todo tipo de tráficos ilícitos, sean drogas, personas o armas.
El anonimato del dinero y en las redes son los dos agujeros negros que ponen en peligro la estabilidad de las sociedades democráticas porque garantizan la impunidad de los comportamientos más lesivos para nuestra convivencia. Sin embargo, no se vislumbra a corto y medio plazo un acuerdo internacional para erradicarlos, aunque los ciberataques están a la orden del día y el negocio de la ciberseguridad sea uno de los más boyantes.
ÁNGEL FERNÁNDEZ MILLÁN