Carlota Blanca está a punto de cumplir los 15 años. Será pronto, el próximo 23 de marzo, fecha para la que espera poder contar con una piragua adaptada que le permita competir a un gran nivel tanto en competiciones nacionales como internacionales. Esta joven nazarena, que nació con espina bífida, recibió hace poco el regalo de un anónimo que le va a costear la compra de esa embarcación con la que seguro que podrá cumplir muchos de sus sueños.
Carlota aparenta una cierta timidez, que se desvanece cuando la conversación gira en torno a una de sus grandes pasiones: el piragüismo. A la práctica de este deporte llegó casi por casualidad. Afectada por espina bífida desde su nacimiento, un defecto congénito que ocurre cuando la columna vertebral y la médula espinal no se forman adecuadamente, se ha visto obligada a tener que moverse en silla de ruedas y a pasar por el calvario de numerosas intervenciones quirúrgicas y postoperatorios que siempre hacen mella, por mucha fuerza propia que se tenga.
Nada más nacer, el personal que asistió a su parto se dio cuenta que ese bebé venía con algún problema, como así confirmaron a sus padres, Silvia Patricia Romero y Luis Felipe Blanca, pocas horas después: la pequeña Carlota venía con espina bífida, lo que conllevaría con el tiempo, como así fue, que sus extremidades inferiores se le quedaran paralizadas y, por tanto, sin poder andar por sí misma.
Su madre recuerda que desde pequeñita, Carlota “ha sido una niña a la que le ha gustado mucho el deporte, pero por sus circunstancias no pudimos apuntarla a nada, ya que a partir de los 5 años de edad entró en una sucesión de operaciones y posoperatorios que le impidieron cumplir con muchos de sus deseos. La verdad es que, pese a su enfermedad, Carlota fue normal, entre comillas, hasta los 6 años, que fue cuando de verdad comenzó a padecer la enfermedad. Mientras tanto, ella era una niña muy activa”.
Y así fue creciendo hasta que un buen día, a raíz de una revisión que debía realizar con su uróloga, ésta, nada más verla, le dijo: “Carlota, ¿te gustaría hacer piragüismo?”. Esta joven nazarena reconoce abiertamente que no tenía ni idea de qué era eso del piragüismo, pero confiesa que ni se lo pensó, porque al instante le dijo que sí, que le gustaría hacer piragüismo. “Me apuntaron entonces mis padres a la Escuela de Piragüismo del Club Náutico en Sevilla, y así empecé”.
Lógicamente, los comienzos no fueron nada fáciles. “El día en el que me subí por primera vez a una piragua, iba muy inestable y me sentía un poco rara, porque de no hacer nada de deporte en mi vida a hacer de pronto piragüismo, el cambio era tremendo, pero poco a poco me fue gustando, la verdad”. “Ella sabe nadar” intercede su madre, “que es un requisito para poder practicar piragüismo, pero nosotros veíamos que disfrutaba mucho cuando la llevábamos y que se desenvolvía bien”. Tan bien, que a los pocos meses de empezar ya comenzó a despuntar, de forma que acabaron pasándola a formar parte del equipo del Club Náutico.
“Yo me siento muy bien en la piragua”, insiste Carlota, porque “es como tener libertad de movimiento. Y me di pronto cuenta de que cuando entro al agua, ahí no había diferencias entre mis compañeros, que no tienen problemas, y yo”. Pero, claro, todo comienzo requiere su tiempo, y Carlota reconoce que lo hicieron bien con ella, ya que al principio se lo ponían muy fácil, con una piragua además que era más ancha de lo normal, al tiempo que comenzó a compaginarlo con el gimnasio.
Con todo, uno de sus principales problemas fue el hecho de que, al no contar con una piragua propia, tenía que ir adaptándose a aquellas que compartía con otros compañeros, alguno de ellos sin los problemas que ella arrastraba, lo que no dejaba de ser un inconveniente para, al menos, competir con cierta igualdad. Hasta que le llegó como llovido del cielo una gran noticia: “Un señor de Sevilla, que no quiere que digamos quién es, llamó a mi padre un buen día para decirle que había visto en el diario ‘Abc’ el problema por el que pasaba, y le dijo que él iba a costear, a cualquier precio, la fabricación de una piragua adaptada”.
Hasta ahora, cada vez que Carlota iba a una competición, no tenía más remedio que compartir embarcación con otros compañeros, lo que hacía que no se acabara de sentir todo lo cómoda que a ella le gustaba porque la adaptación era complicada. “La solución era que mi familia costeara una piragua adaptada a mis características, pero era algo que no nos podíamos costear. Hasta que llegó ese señor anónimo y nos hizo ese regalo tan bonito”.
Un señor anónimo que, para empezar, le dijo a sus padres que no escatimaran en gastos y en detalles, de forma que Carlota incluso la ha podido personalizar a su gusto, indicando que fuera de color blanca y con unos triángulos de color gris claro y púrpura. “¡Ostras, que voy a tener un barco para mí sola!”, se dijo sorprendida. Una embarcación a medida que se está fabricando en estos momentos en Polonia y que esperan que le llegue lo antes posible, porque en el horizonte cercano tiene algunas competiciones y concentraciones con la Selección Española.
“Estoy deseando que llegue, porque creo que con ella podré aspirar a metas más altas”. Unas metas que ya están siendo tremendas, sobre todo si se piensa que en apenas un año y medio ya ha logrado dieciocho medallas, algunas de ellas de oro conquistadas en el Campeonato de España de piragüismo adaptado. “Una vez que tenga mi propia piragua”, dice ilusionada, “pues sí que quiero intentar mejorar mis propias marcas y mantenerme de esta forma en la Selección Española e intentar ir a campeonatos internacionales, y, si se da el caso de que gane alguno, pues aspirar a una Paralimpiada”.
Para empezar, Carlota ha sido llamada por la Selección Española para Jóvenes Promesas Paralímpicas, junto con un chico de Madrid y una chica de Menorca. Y para continuar, dice segura de sí misma que es algo que no le asusta. “Todo lo contrario, me parece divertido”, remarca, mientras su madre recuerda lo increíble que está siendo que ella entrara en la práctica de este deporte “por una mera cuestión de mejorar su salud, y ahora resulta que no sólo se lo pasa bien, sino que además está ganando medallas. Es fantástico, la verdad, porque desde entonces hasta su salud ha mejorado mucho mejor gracias al piragüismo”.
A todo ello se suman varios hechos, entre ellos la gran cantidad de amigos y amigas con los que cuenta en el Club Náutico. Eso sí, confiesa su madre que cuando les llegó el correo del Comité Paralímpico en el que la convocaban para una concentración, nos dijimos: ¡Dios mío, esto se está complicando! Y todo esto ha venido en tan poco tiempo, que casi no nos hemos dado ni cuenta”.
Hasta ahora, Carlota acumula ya tres concentraciones con la Selección Española, todas celebradas en La Cartuja, donde tiene su sede el paracanoe español. “Yo la verdad que quiero llegar hasta donde pueda”, dice Carlota, “que lo máximo para mí sería ir a una Paralimpiada”, sueño que cree posible, sobre todo cuando sus entrenadores le dicen a sus padres que se trata de una “verraca”, que, para colmo, es muy disciplinada y que no se rinde nunca. Y, claro, lo normal es que con estas condiciones, a esta campeona nazarena le sigan lloviendo los éxitos en adelante.
Carlota aparenta una cierta timidez, que se desvanece cuando la conversación gira en torno a una de sus grandes pasiones: el piragüismo. A la práctica de este deporte llegó casi por casualidad. Afectada por espina bífida desde su nacimiento, un defecto congénito que ocurre cuando la columna vertebral y la médula espinal no se forman adecuadamente, se ha visto obligada a tener que moverse en silla de ruedas y a pasar por el calvario de numerosas intervenciones quirúrgicas y postoperatorios que siempre hacen mella, por mucha fuerza propia que se tenga.
Nada más nacer, el personal que asistió a su parto se dio cuenta que ese bebé venía con algún problema, como así confirmaron a sus padres, Silvia Patricia Romero y Luis Felipe Blanca, pocas horas después: la pequeña Carlota venía con espina bífida, lo que conllevaría con el tiempo, como así fue, que sus extremidades inferiores se le quedaran paralizadas y, por tanto, sin poder andar por sí misma.
Su madre recuerda que desde pequeñita, Carlota “ha sido una niña a la que le ha gustado mucho el deporte, pero por sus circunstancias no pudimos apuntarla a nada, ya que a partir de los 5 años de edad entró en una sucesión de operaciones y posoperatorios que le impidieron cumplir con muchos de sus deseos. La verdad es que, pese a su enfermedad, Carlota fue normal, entre comillas, hasta los 6 años, que fue cuando de verdad comenzó a padecer la enfermedad. Mientras tanto, ella era una niña muy activa”.
Y así fue creciendo hasta que un buen día, a raíz de una revisión que debía realizar con su uróloga, ésta, nada más verla, le dijo: “Carlota, ¿te gustaría hacer piragüismo?”. Esta joven nazarena reconoce abiertamente que no tenía ni idea de qué era eso del piragüismo, pero confiesa que ni se lo pensó, porque al instante le dijo que sí, que le gustaría hacer piragüismo. “Me apuntaron entonces mis padres a la Escuela de Piragüismo del Club Náutico en Sevilla, y así empecé”.
Lógicamente, los comienzos no fueron nada fáciles. “El día en el que me subí por primera vez a una piragua, iba muy inestable y me sentía un poco rara, porque de no hacer nada de deporte en mi vida a hacer de pronto piragüismo, el cambio era tremendo, pero poco a poco me fue gustando, la verdad”. “Ella sabe nadar” intercede su madre, “que es un requisito para poder practicar piragüismo, pero nosotros veíamos que disfrutaba mucho cuando la llevábamos y que se desenvolvía bien”. Tan bien, que a los pocos meses de empezar ya comenzó a despuntar, de forma que acabaron pasándola a formar parte del equipo del Club Náutico.
“Yo me siento muy bien en la piragua”, insiste Carlota, porque “es como tener libertad de movimiento. Y me di pronto cuenta de que cuando entro al agua, ahí no había diferencias entre mis compañeros, que no tienen problemas, y yo”. Pero, claro, todo comienzo requiere su tiempo, y Carlota reconoce que lo hicieron bien con ella, ya que al principio se lo ponían muy fácil, con una piragua además que era más ancha de lo normal, al tiempo que comenzó a compaginarlo con el gimnasio.
Con todo, uno de sus principales problemas fue el hecho de que, al no contar con una piragua propia, tenía que ir adaptándose a aquellas que compartía con otros compañeros, alguno de ellos sin los problemas que ella arrastraba, lo que no dejaba de ser un inconveniente para, al menos, competir con cierta igualdad. Hasta que le llegó como llovido del cielo una gran noticia: “Un señor de Sevilla, que no quiere que digamos quién es, llamó a mi padre un buen día para decirle que había visto en el diario ‘Abc’ el problema por el que pasaba, y le dijo que él iba a costear, a cualquier precio, la fabricación de una piragua adaptada”.
Hasta ahora, cada vez que Carlota iba a una competición, no tenía más remedio que compartir embarcación con otros compañeros, lo que hacía que no se acabara de sentir todo lo cómoda que a ella le gustaba porque la adaptación era complicada. “La solución era que mi familia costeara una piragua adaptada a mis características, pero era algo que no nos podíamos costear. Hasta que llegó ese señor anónimo y nos hizo ese regalo tan bonito”.
Un señor anónimo que, para empezar, le dijo a sus padres que no escatimaran en gastos y en detalles, de forma que Carlota incluso la ha podido personalizar a su gusto, indicando que fuera de color blanca y con unos triángulos de color gris claro y púrpura. “¡Ostras, que voy a tener un barco para mí sola!”, se dijo sorprendida. Una embarcación a medida que se está fabricando en estos momentos en Polonia y que esperan que le llegue lo antes posible, porque en el horizonte cercano tiene algunas competiciones y concentraciones con la Selección Española.
“Estoy deseando que llegue, porque creo que con ella podré aspirar a metas más altas”. Unas metas que ya están siendo tremendas, sobre todo si se piensa que en apenas un año y medio ya ha logrado dieciocho medallas, algunas de ellas de oro conquistadas en el Campeonato de España de piragüismo adaptado. “Una vez que tenga mi propia piragua”, dice ilusionada, “pues sí que quiero intentar mejorar mis propias marcas y mantenerme de esta forma en la Selección Española e intentar ir a campeonatos internacionales, y, si se da el caso de que gane alguno, pues aspirar a una Paralimpiada”.
Para empezar, Carlota ha sido llamada por la Selección Española para Jóvenes Promesas Paralímpicas, junto con un chico de Madrid y una chica de Menorca. Y para continuar, dice segura de sí misma que es algo que no le asusta. “Todo lo contrario, me parece divertido”, remarca, mientras su madre recuerda lo increíble que está siendo que ella entrara en la práctica de este deporte “por una mera cuestión de mejorar su salud, y ahora resulta que no sólo se lo pasa bien, sino que además está ganando medallas. Es fantástico, la verdad, porque desde entonces hasta su salud ha mejorado mucho mejor gracias al piragüismo”.
A todo ello se suman varios hechos, entre ellos la gran cantidad de amigos y amigas con los que cuenta en el Club Náutico. Eso sí, confiesa su madre que cuando les llegó el correo del Comité Paralímpico en el que la convocaban para una concentración, nos dijimos: ¡Dios mío, esto se está complicando! Y todo esto ha venido en tan poco tiempo, que casi no nos hemos dado ni cuenta”.
Hasta ahora, Carlota acumula ya tres concentraciones con la Selección Española, todas celebradas en La Cartuja, donde tiene su sede el paracanoe español. “Yo la verdad que quiero llegar hasta donde pueda”, dice Carlota, “que lo máximo para mí sería ir a una Paralimpiada”, sueño que cree posible, sobre todo cuando sus entrenadores le dicen a sus padres que se trata de una “verraca”, que, para colmo, es muy disciplinada y que no se rinde nunca. Y, claro, lo normal es que con estas condiciones, a esta campeona nazarena le sigan lloviendo los éxitos en adelante.
FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL