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José Miguel García Asencio reivindica el orgullo de sentirse “na za re no” en su pregón de la Semana Santa

Una palabra, con dos esencias, ‘nazarenía’ o ‘nazarenismo’, se extendió por entre cuantos llenaron el Teatro Municipal de Dos Hermanas para, a partir de ahí, pregonarlo entre los que nos rodean y convertirla en bandera y en seña de identidad, tal y como hizo José Miguel García Asencio durante el pregón de la Semana Santa que pronunció este domingo y que se cerró con un emotivo y prolongado aplauso.


Dos Hermanas se volvió a vestir de gala a siete días de entregarse a su particular semana de pasión, esa que, según el pregonero, no tiene nada que envidiar de ningún otro lugar ni de ninguna otra condición. Y lo hizo con un Teatro Municipal lleno hasta la bandera para oír la palabra de un cofrade que proclamó su nazarenía a boca llena. Y acompañado de las primeras autoridades religiosas y políticas de la ciudad, y de un Consejo de Hermandades y Cofradías que vibró con la palabra entregada por la persona en quien confiaron el anuncio de la Semana Grande nazarena. Junto al pregonero, “mi hermano y amigo” Enrique Junquera Suárez, su presentador, y, justo enfrente, con una mirada fija que por momentos se nubló de lágrimas de emoción, su familia.

Como mandan los cánones, la eterna marcha ‘Amargura’ se hizo sonar para introducir una nueva palabra pregonera, que vino de la mano de la Banda de Música ‘Santa Ana’ de Dos Hermanas, que, tras la misma y la presentación de Enrique Junquera, y por elección del pregonero, completó con la interpretación de ‘Macarena’, de Emilio Cebrián, ésa que “me deja llevar” cuando suena ante un palio.

Se podría decir que el pregón de José Miguel García Asencio fue de menos a más; a mucho más, hasta conseguir poner al público en pie cuando el pregonero pronunció las palabras ‘he dicho”. Y es que por el camino que trazó fue hilando una secuencia que partió de abajo para ir creciendo poco a poco hasta proclamar una ‘nazarenía’ que quiso remarcar con ese orgullo de sentirse “na za re no”, como dijo con marcada pausa de casa sílaba.
Porque tras empezar poniendo guapa a Dos Hermanas, contando y cantando su historia, recordando y nombrando a quienes como él sintieron y vivieron la entrega a su ciudad, a sus hermandades y a sus tradiciones, y tras envolverse en esa niñez de la que fue absorbiendo todo cuanto recibía de su amplia familia y de sus amigos y compañeros, se adentró en un dualismo del que no salió ganando ninguna de ambas, pero sí levantó la voz para pregonar que Dos Hermanas y su Semana Santa no eran menos que ninguna otra.

Esa dualidad no era otra que Sevilla y Dos Hermanas, Dos Hermanas y Sevilla. “Más de quinientos años nos contemplan, siempre a la sombra de la gran urbe, nuestra madre Sevilla”, pronunció un pregonero que no dudó en reconocer la influencia que en muchos aspectos, entre ellos en la propia Semana Santa, ha ejercido siempre sobre los municipios que la rodean, Dos Hermanas lógicamente entre ellas. Por eso habló de que “siempre fuimos los nazarenos fieles a los latidos que marcan tu existir” y de que “te sentimos como nuestra desde el momento en el que el Rey San Fernando imploró tu valimiento allá en los cerros de Cuarto”.


“Mil piropos y alabanzas se nos caen de la boca para decirte aquello que nadie te dijo”, añadió, entendiendo a Dos Hermanas como “esa hija, esa niña tímida, coqueta, humilde en sus formas que se sonroja ante esa gran madre y ante su descomunal historia”, pero reivindicando que “nuestra niña Dos Hermanas no necesita mirarse en ningún espejo para darse el valor que realmente tiene. Sólo necesitamos mirarnos y reconocernos. Somos na za re nos”, remarcó, pidiendo que todos llevaran a gala ese sobrenombre “que nos engrandece allí por donde vamos”.

Por eso quiso José Miguel García Asencio proclamar la grandeza y maneras de Dos Hermanas, “tus modos de hija buena”. “Quiero proclamar mi orgullo como hijo nazareno, mi ascendencia enraizada en una hermandad, como cualquiera de vosotros, nativos o no. Todos nos sentimos acogidos en tu seno, buena niña”, añadió, recordando todo lo que fue y es Dos Hermanas, su gente, sus costumbres y tradiciones, su historia y sus hermandades y cofradías, para finalizar proclamando “mi nazarenía” y crecer en el ánimo “de tu primer valedor”. Por eso quería que se supiera, “buena madre”, “que cuando en otoño en Sevilla huela a Valme, orgullo de esta tierra, cuando las naves de nuestra Catedral se perfumen de nardos, incansable misionera, protectora celestial, será sevillana por unas horas” y “dile a las campanas de la Giralda que repiquen sin parar, pero que sepa que sus cartas en el Sagrario de la Magdalena por siempre reposarán”.

El aplauso sonó entonces con fuerza, con mucha fuerza, llenando todo el espacio del Teatro, en el momento desde luego más encendido y emotivo. El pregonero los recibió, sin embargo, sereno, porque la emoción personal la dejó para poco después, cuando la garganta casi le juega una mala pasada, cuando la humedad de sus ojos aumentaron hasta casi nublarle la vista en esas palabras que dedicó a su Señor del Gran Poder y a su Señora del Mayor Dolor y Traspaso, a cuya Corporación ha pertenecido durante sus 54 años de vida y de la que, hasta hace bien poco, fue su hermano mayor. Porque, claro, por su memoria se sucedieron todos los nombres de hombres y mujeres con los que convivió, y, por supuesto, los de su propia familia.

Y ahí fue cuando de nuevo casi se nos atraganta, cuando habló de su esposa, Rocío, de sus hijos, José y Javi; de su madre, La Pastori; de sus hermanos, tíos y primos…, y, sobre todo, del único que le faltaba, Pepe Rivas, “ese padre, grande en todos los sentidos, que podías con todo hasta que tu corazón dijo basta. Este pregón también es tuyo. Ojalá algún día me pueda parecer a ti”, dijo con voz entrecortada.

“Benditos todos. Bendita tú, mi Dos Hermanas. Somos el mismo corazón que late de nuevo un Domingo de Ramos. Hermanos, hermanas, ¿alguien duda de que nuestra Semana Santa es la mejor manera de acercarnos a Dios? Ahora sí, ahora habremos despertado de un sueño para sumergirnos en la más bella historia de amor jamás contada”, pronunció antes de sentenciar con el ‘he dicho”, al que sucedió el fuerte y entregado aplauso de un público que se puso inmediatamente en pie.

Secuencia gráfica del Pregón











REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
REPORTAJE GRÁFICO: JUANMA RODRÍGUEZ
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