Hasta el próximo 7 de mayo es posible visitar la exposición antológica dedicada a la obra de Leonora Carrington organizada por la Fundación Mapfre en la sala Recoletos de Madrid. Es la primera exposición dedicada a esta artista en España, aunque ocasionalmente se habían podido ver algunas de sus obras en exposiciones realizadas en Barcelona y Málaga.
Todo ello a pesar de su reconocimiento internacional, especialmente en Méjico y Estados Unidos, donde ha participado en numerosas exposiciones y ha llegado a tener una cotización de más de tres millones de dólares por su obra El jardín de Paracelso, vendida en subasta en 2022.
En la muestra se exhiben un total de 188 obras, sobre todo pinturas, pero también algunos dibujos, esculturas y tapices. A través de las mismas se puede recorrer las distintas etapas de su trayectoria artística. Leonora también escribió relatos que comparten con su obra visual un mismo universo de fantasía y seres mágicos.
De hecho, existe un paralelismo entre sus textos y algunas de sus obras, como por ejemplo entre su relato La debutante y su pintura Hiena en Hide Park, ambas fechadas en 1935. También su relato El pequeño Francis contiene referencias correspondientes al cuadro Árbol solitario y árboles conyugales de Max Ernst, con quien convivía en esa época en el sur de Francia.
Aunque Mary Leonora Carrington nació en Lancashire (Inglaterra) en el seno de una rica familia católica, su carrera profesional y su vida se han desarrollado fundamentalmente en Méjico y en EEUU. El estilo de Carrington es sumamente personal, con una imaginación desbordante y estrechamente relacionado con algunos aspectos del surrealismo, aunque en ningún momento entró de manera oficial en el grupo comandado por André Breton.
En una entrevista publicada en 2004, Leonora dijo al respecto: "Aunque me gustaban las ideas de los surrealistas, André Bretón y los hombres del grupo eran muy machistas. Solo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos".
Uno de sus temas frecuentes son los caballos, que aparecen muy frecuentemente en su obra. Caballos humanizados, caballos-perro, caballos transmutados en extraños artilugios; caballos que giran sin fin en torno a la hipnótica espiral de La rueda de los caballos; o el caballo balancín del Dormitorio jardín, de 1941.
En 1940, llega a Madrid procedente de la Francia ocupada por el ejercito alemán. Y en el Museo del Prado tiene la ocasión de contemplar las obras de El Bosco y de Brueghel, que le producirían una honda impresión. De forma repetida aparecen en sus obras las huellas de esa influencia.
Esa poderosa atracción por El Bosco y Brueghel es compartida, aunque menos visible en su obra, con uno de los grandes artistas americanos ligado al surrealismo, Wilfredo Lam, que vive en España desde 1924 hasta 1938. Curiosamente, también en la obra del cubano Lam podemos ver la fusión caballo-humano en el tema La mujer caballo.
Pero también en Madrid, en ese mismo año, Leonora padece una situación traumática al ser violada por un grupo de militares. Esto unido a los dramáticos sucesos que había vivido desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial precipitan un episodio psicótico en la autora que provoca su ingreso en un sanatorio psiquiátrico en Santander.
Consigue huir a Nueva York, donde se reencuentra con amigos y artistas del grupo surrealista que allí están exiliados. Colabora con André Breton en labores editoriales y organización de exposiciones del grupo surrealista. Con Max Ernst, Marcel Duchamp y Roberto Matta realiza el mural Summer (Verano).
A partir de 1943 vive en Méjico, donde se relaciona con artistas exiliados europeos como Benjamin Péret, Remedios Varo, Kati y José Horna. Se siente atraída, al igual que otros intelectuales europeos exiliados, por las creencias y los mitos espirituales que han logrado sobrevivir a la colonización española. Y que, de alguna manera, conectan con los mitos celtas que alimentaron su imaginación infantil. Y en este contexto, ilustra un texto de la antropóloga Laurette Séjourné: Supervivencias de un mundo mágico (1953).
De 1963 a 1964 realiza una de sus obras más destacadas, El mundo mágico de los mayas, un mural de gran formato (240 x 431 cm.) realizado para el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México. Una pequeña franja inferior representa el inframundo (Katibak) en el que apenas se pueden distinguir detalles: una deforme cabeza de felino, algunas siluetas de animales y las raíces de un árbol fantasmagórico que atrae a una bandada de ¿lechuzas? similares a las que podemos ver en algunos dibujos de El Bosco.
En el centro se despliega un gran arco iris junto a la gran serpiente emplumada y algunas esferas celestiales (que también nos recuerdan a El Bosco). Bajo este cielo rojizo y al pie de las montañas se pueden observar detalles de ritos y costumbres que indican el resultado del complejo sincretismo religioso entre las creencias mayas y las impuestas por los españoles.
Hay muchas más cosas que ver y contar sobre Leonora Carrington, sobre su importante papel en el movimiento de liberación de la mujer en Méjico en los años setenta del siglo pasado, sobre su reivindicación de la Gran Diosa, sobre su conciencia ecológica. Son tantas que probablemente habrá que dedicarle otro artículo próximamente. Mientras tanto, merece la pena contemplar y disfrutar de sus obras, que pueden verse en este enlace.
Todo ello a pesar de su reconocimiento internacional, especialmente en Méjico y Estados Unidos, donde ha participado en numerosas exposiciones y ha llegado a tener una cotización de más de tres millones de dólares por su obra El jardín de Paracelso, vendida en subasta en 2022.
En la muestra se exhiben un total de 188 obras, sobre todo pinturas, pero también algunos dibujos, esculturas y tapices. A través de las mismas se puede recorrer las distintas etapas de su trayectoria artística. Leonora también escribió relatos que comparten con su obra visual un mismo universo de fantasía y seres mágicos.
De hecho, existe un paralelismo entre sus textos y algunas de sus obras, como por ejemplo entre su relato La debutante y su pintura Hiena en Hide Park, ambas fechadas en 1935. También su relato El pequeño Francis contiene referencias correspondientes al cuadro Árbol solitario y árboles conyugales de Max Ernst, con quien convivía en esa época en el sur de Francia.
Aunque Mary Leonora Carrington nació en Lancashire (Inglaterra) en el seno de una rica familia católica, su carrera profesional y su vida se han desarrollado fundamentalmente en Méjico y en EEUU. El estilo de Carrington es sumamente personal, con una imaginación desbordante y estrechamente relacionado con algunos aspectos del surrealismo, aunque en ningún momento entró de manera oficial en el grupo comandado por André Breton.
En una entrevista publicada en 2004, Leonora dijo al respecto: "Aunque me gustaban las ideas de los surrealistas, André Bretón y los hombres del grupo eran muy machistas. Solo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos".
Uno de sus temas frecuentes son los caballos, que aparecen muy frecuentemente en su obra. Caballos humanizados, caballos-perro, caballos transmutados en extraños artilugios; caballos que giran sin fin en torno a la hipnótica espiral de La rueda de los caballos; o el caballo balancín del Dormitorio jardín, de 1941.
En 1940, llega a Madrid procedente de la Francia ocupada por el ejercito alemán. Y en el Museo del Prado tiene la ocasión de contemplar las obras de El Bosco y de Brueghel, que le producirían una honda impresión. De forma repetida aparecen en sus obras las huellas de esa influencia.
Esa poderosa atracción por El Bosco y Brueghel es compartida, aunque menos visible en su obra, con uno de los grandes artistas americanos ligado al surrealismo, Wilfredo Lam, que vive en España desde 1924 hasta 1938. Curiosamente, también en la obra del cubano Lam podemos ver la fusión caballo-humano en el tema La mujer caballo.
Pero también en Madrid, en ese mismo año, Leonora padece una situación traumática al ser violada por un grupo de militares. Esto unido a los dramáticos sucesos que había vivido desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial precipitan un episodio psicótico en la autora que provoca su ingreso en un sanatorio psiquiátrico en Santander.
Consigue huir a Nueva York, donde se reencuentra con amigos y artistas del grupo surrealista que allí están exiliados. Colabora con André Breton en labores editoriales y organización de exposiciones del grupo surrealista. Con Max Ernst, Marcel Duchamp y Roberto Matta realiza el mural Summer (Verano).
A partir de 1943 vive en Méjico, donde se relaciona con artistas exiliados europeos como Benjamin Péret, Remedios Varo, Kati y José Horna. Se siente atraída, al igual que otros intelectuales europeos exiliados, por las creencias y los mitos espirituales que han logrado sobrevivir a la colonización española. Y que, de alguna manera, conectan con los mitos celtas que alimentaron su imaginación infantil. Y en este contexto, ilustra un texto de la antropóloga Laurette Séjourné: Supervivencias de un mundo mágico (1953).
De 1963 a 1964 realiza una de sus obras más destacadas, El mundo mágico de los mayas, un mural de gran formato (240 x 431 cm.) realizado para el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México. Una pequeña franja inferior representa el inframundo (Katibak) en el que apenas se pueden distinguir detalles: una deforme cabeza de felino, algunas siluetas de animales y las raíces de un árbol fantasmagórico que atrae a una bandada de ¿lechuzas? similares a las que podemos ver en algunos dibujos de El Bosco.
En el centro se despliega un gran arco iris junto a la gran serpiente emplumada y algunas esferas celestiales (que también nos recuerdan a El Bosco). Bajo este cielo rojizo y al pie de las montañas se pueden observar detalles de ritos y costumbres que indican el resultado del complejo sincretismo religioso entre las creencias mayas y las impuestas por los españoles.
Hay muchas más cosas que ver y contar sobre Leonora Carrington, sobre su importante papel en el movimiento de liberación de la mujer en Méjico en los años setenta del siglo pasado, sobre su reivindicación de la Gran Diosa, sobre su conciencia ecológica. Son tantas que probablemente habrá que dedicarle otro artículo próximamente. Mientras tanto, merece la pena contemplar y disfrutar de sus obras, que pueden verse en este enlace.
JES JIMÉNEZ SEGURA