Dicen que cada persona es un mundo. Y es verdad. Las personas, todas, tienen una historia. A veces, son historias de vida; algunas, inimaginables y otras, amables. Pero, generalmente, la vida nos pone a prueba y raro es el individuo o la individua que no tiene problemas en su vida.
Conozco a una madre a la que el marido maltrataba psicológicamente. Ella limpiaba por muchas casas para poder mantener a sus dos hijos y a su maltratador. Se divorció de él, pero siguió manteniéndolo, porque vivían bajo el mismo techo y no podía ponerle el plato de comida a sus hijos y a él, que era el padre, negárselo.
Pasaron unos años y su primer hijo se casó. El padre, por su parte, cada vez seguía más y más metido en el mundo de la droga. Y Lola vivía con su cruz y con su hijo pequeño. Pero cuando su hijo menor creció, Lola no pudo más. Ella era quien mantenía a la familia y solo recibía insultos y violencia. Así que se fueron y dejaron al maltratador en el humilde hogar familiar.
Lola seguía limpiando de casa en casa y, gracias a ello, pudo alquilar un pisito. Cuando llegó la pandemia, Lola se quedó sin trabajo y no podía pagar el miserable piso donde convivían. El hijo mayor, que ya se había ido de casa, empezó a hacer lo mismo que había visto en su padre: maltratar a su compañera. Pero ella no lo toleró y lo echó de casa.
El hijo menor, para aquel entonces, ya se había independizado, pero el mayor sí que regresó a casa de Lola que, con una enfermedad en los pulmones, se fue a trabajar a una cooperativa donde había muchísimas más personas. Pero con su mascarilla y con su miedo a poder contagiarse no tuvo más remedio que exponerse. Sin embargo, como no podía comer y pagar el alquiler, los desalojaron de la vivienda. Hoy en día, Lola vuelve a vivir con su madre. Su hijo mayor está en prisión y su hijo menor tuvo más suerte y trabaja en los albañiles cuando puede.
Estrella recogió a sus nietos. Su hijo era desde pequeño un niño complicado, visitando psicólogos y pasando de médico en médico. Cuando este niño creció, conoció a una mujer que ya había cometido actos delictivos y con ella tuvo dos hijos. Tras idas y venidas, él y sus hijos terminaron en casa de Estrella. Hoy en día se ha marchado con sus hijos de casa y su madre y su abuela no saben dónde está. Él no quiere decírselo por más que la pobre Estrella se lo ruega.
Rocío se da cuenta de que su marido de toda la vida, tras más de cuarenta años de matrimonio, ha estado haciendo una doble vida, ya que resulta que era gay. Estaba con ella mientras daba rienda suelta a sus instintos sexuales. Además, también era un maltratador psicológico. Hoy día Rocío está sola con sus demonios.
Pepe consiguió ser María. Está superenamorado de Inés. Ella lo conoce de cuando era María y no puede quererlo como él quiere. Y así es la vida: en cada ser humano hay una historia. Podemos creer que vivir es una cosa simple, pero todo el mundo tiene una vida y, aunque nos parezca que todo es paz y felicidad, nos equivocamos.
Algunas personas, como a las que me he referido anteriormente, aprenderán de sus dificultades y, como mujeres y hombres valientes, saldrán a la calle con una sonrisa en la cara. Otros, quizás la gran mayoría, vegetarán por la vida y pasarán por ella sin más. Podemos pensar que vivir es fácil pero no es lo mismo vivir que estar vivos. Aprovechemos cada momento que tiene la vida –los buenos y los malos– porque, al fin y al cabo, eso es vivir.
Conozco a una madre a la que el marido maltrataba psicológicamente. Ella limpiaba por muchas casas para poder mantener a sus dos hijos y a su maltratador. Se divorció de él, pero siguió manteniéndolo, porque vivían bajo el mismo techo y no podía ponerle el plato de comida a sus hijos y a él, que era el padre, negárselo.
Pasaron unos años y su primer hijo se casó. El padre, por su parte, cada vez seguía más y más metido en el mundo de la droga. Y Lola vivía con su cruz y con su hijo pequeño. Pero cuando su hijo menor creció, Lola no pudo más. Ella era quien mantenía a la familia y solo recibía insultos y violencia. Así que se fueron y dejaron al maltratador en el humilde hogar familiar.
Lola seguía limpiando de casa en casa y, gracias a ello, pudo alquilar un pisito. Cuando llegó la pandemia, Lola se quedó sin trabajo y no podía pagar el miserable piso donde convivían. El hijo mayor, que ya se había ido de casa, empezó a hacer lo mismo que había visto en su padre: maltratar a su compañera. Pero ella no lo toleró y lo echó de casa.
El hijo menor, para aquel entonces, ya se había independizado, pero el mayor sí que regresó a casa de Lola que, con una enfermedad en los pulmones, se fue a trabajar a una cooperativa donde había muchísimas más personas. Pero con su mascarilla y con su miedo a poder contagiarse no tuvo más remedio que exponerse. Sin embargo, como no podía comer y pagar el alquiler, los desalojaron de la vivienda. Hoy en día, Lola vuelve a vivir con su madre. Su hijo mayor está en prisión y su hijo menor tuvo más suerte y trabaja en los albañiles cuando puede.
Estrella recogió a sus nietos. Su hijo era desde pequeño un niño complicado, visitando psicólogos y pasando de médico en médico. Cuando este niño creció, conoció a una mujer que ya había cometido actos delictivos y con ella tuvo dos hijos. Tras idas y venidas, él y sus hijos terminaron en casa de Estrella. Hoy en día se ha marchado con sus hijos de casa y su madre y su abuela no saben dónde está. Él no quiere decírselo por más que la pobre Estrella se lo ruega.
Rocío se da cuenta de que su marido de toda la vida, tras más de cuarenta años de matrimonio, ha estado haciendo una doble vida, ya que resulta que era gay. Estaba con ella mientras daba rienda suelta a sus instintos sexuales. Además, también era un maltratador psicológico. Hoy día Rocío está sola con sus demonios.
Pepe consiguió ser María. Está superenamorado de Inés. Ella lo conoce de cuando era María y no puede quererlo como él quiere. Y así es la vida: en cada ser humano hay una historia. Podemos creer que vivir es una cosa simple, pero todo el mundo tiene una vida y, aunque nos parezca que todo es paz y felicidad, nos equivocamos.
Algunas personas, como a las que me he referido anteriormente, aprenderán de sus dificultades y, como mujeres y hombres valientes, saldrán a la calle con una sonrisa en la cara. Otros, quizás la gran mayoría, vegetarán por la vida y pasarán por ella sin más. Podemos pensar que vivir es fácil pero no es lo mismo vivir que estar vivos. Aprovechemos cada momento que tiene la vida –los buenos y los malos– porque, al fin y al cabo, eso es vivir.
REMEDIOS FARIÑAS