Suele ser habitual que una novela de mucho éxito tenga varias ediciones, dado que la editorial procura sacar un número determinado de ejemplares que se irán reponiendo a medida que se agoten. Pero lo sorprendente es que un libro educativo que aborda las emociones infantiles llegue a la edición número 34, tal como he visto recientemente.
Se trata de El niño feliz. Su clave psicológica, siendo su autora la psicóloga y educadora estadounidense Dorothy Corkille Briggs. Todo un auténtico éxito que enlaza con el deseo de padres y madres de que sus hijos, por encima de todo, sean dichosos. De todos modos, es verdaderamente sorprendente este éxito porque su primera edición en nuestro país se produjo nada menos que en 1972, es decir, cuando todavía nos encontrábamos en pleno franquismo vio la luz su traducción al castellano.
Creo que es un libro totalmente recomendable, del que intentaré exponer los conceptos fundamentales que la autora desarrolla intercalándolos con dibujos de niños y niñas de edades pequeñas (la autora de la portada tiene 6 años y los interiores son de 5 años), por lo que casi no es necesario que acuda a ningún comentario, ya que sus imágenes se explican por sí mismas. En ellas, la espontaneidad, la creatividad y la alegría aparecen desplegadas en esas escenas cargadas de imaginación y fantasía.
Una idea que Dorothy Corkille considera central en la educación de los hijos para su desarrollo emocional es el apoyo y el afianzamiento de la autoestima, ya que el niño que se sienta valioso y digno de ser quien es tendrá capacidad de manejarse por sí mismo ante los retos que vayan apareciendo en su crecimiento. Dicho de otro modo, es importante la formación de una autoimagen positiva, sea través de sus propias experiencias o por las actitudes y respuestas que percibe de los demás con respecto a él mismo.
Otros factores a los que la autora de El niño feliz concede gran relevancia son la seguridad psicológica y el sentimiento de protección que debe experimentar el hijo en el seno de la familia. En función de ello, su desarrollo debe basarse en una clara confianza hacia aquellos que le rodean, y de modo significativo hacia los padres, de forma que si en algún momento es reprendido por algo debe ser por ese acto concreto y no enjuiciado o cuestionado como persona.
La seguridad de sentirse querido es vital en el desarrollo emocional de la persona, siendo un sentimiento básico en todo ser humano para que crezca y evolucione de manera equilibrada y confiada en el mundo que le rodea. De ningún modo los padres deben acudir a amenazarle con no quererle o retirarle el cariño si no sigue las pautas que ellos le han marcado.
Es un gran error utilizar los afectos como moneda de cambio para que los hijos respondan de manera favorable a las pautas marcadas por los progenitores. Por otro lado, conviene que se tengan en consideración tanto sus puntos de vista como sus sentimientos y sus emociones, puesto que en algunos casos se le cuestiona, con formas de rechazo más o menos veladas, si no responde a las expectativas de sus padres.
En los niños y niñas de edades más pequeñas es frecuente encontrar, como expresión de unidad y de cariño, a los miembros cogidos de la mano. Hemos de tener en cuenta, tal como apuntaba que uno de los miedos básicos de todo ser humano es el temor a la soledad, es decir, sentir que no se tiene a nadie a su lado en tu vida cotidiana o en los momentos más difíciles. Un niño que se siente aislado difícilmente puede ser un niño feliz.
Para ser felices también tenemos que jugar, ya que las actividades lúdicas, individuales o colectivas, son parte de las experiencias más gratas de los seres humanos. Todos jugamos, de una o de otra forma, a lo largo de nuestra vida, y encontramos un enorme placer si esas actividades son compartidas con los amigos.
Pero si hay una etapa en la que juego y edad se articulan estrechamente y de manera espontánea es la infancia. Y, claro está, para los niños el jugar con los padres es una actividad que les resulta verdaderamente placentera, especialmente si estos la realizan con claro interés.
Otro factor clave para el desarrollo emocionalmente equilibrado es el sentido de pertenencia, es decir, saber que tiene a su alrededor personas que lo quieren, que tiene un hogar cálido y protector como es el que viven quienes se sienten felices. Este sentimiento lo suelen expresar con el dibujo de una casa, que es el símbolo al que niños y niñas acuden para manifestar de manera no consciente que ellos tienen ese lugar de protección en el que se encuentran sus padres atentos a sus necesidades.
Resulta algo complicado sintetizar en pocas líneas los aspectos esenciales de una obra de gran éxito educativo como es la que comento, al tiempo que parecen ideas obvias las que he indicado. No obstante, debemos tener en cuenta que la mayoría de los psicólogos está de acuerdo en que gran parte de nuestra personalidad se construye en los primeros años de nuestra vida.
Para cerrar esta breve incursión en la obra de Corkille Briggs, podemos recordar nuestra infancia y adolescencia como etapas dichosas que, en ocasiones, las evocamos con cierta nostalgia. Los amigos, los juegos, las aventuras, los cuentos… son elementos indisolublemente ligados a unos años en los que la realidad y la fantasía se entremezclaban con una naturalidad que, a medida que crecemos, la vamos dejando atrás, puesto que la vida ya nos va situando ante unas responsabilidades no conocidas en los primeros años.
Para Mari Carmen y Rubén, dos magníficos padres.
Se trata de El niño feliz. Su clave psicológica, siendo su autora la psicóloga y educadora estadounidense Dorothy Corkille Briggs. Todo un auténtico éxito que enlaza con el deseo de padres y madres de que sus hijos, por encima de todo, sean dichosos. De todos modos, es verdaderamente sorprendente este éxito porque su primera edición en nuestro país se produjo nada menos que en 1972, es decir, cuando todavía nos encontrábamos en pleno franquismo vio la luz su traducción al castellano.
Creo que es un libro totalmente recomendable, del que intentaré exponer los conceptos fundamentales que la autora desarrolla intercalándolos con dibujos de niños y niñas de edades pequeñas (la autora de la portada tiene 6 años y los interiores son de 5 años), por lo que casi no es necesario que acuda a ningún comentario, ya que sus imágenes se explican por sí mismas. En ellas, la espontaneidad, la creatividad y la alegría aparecen desplegadas en esas escenas cargadas de imaginación y fantasía.
Una idea que Dorothy Corkille considera central en la educación de los hijos para su desarrollo emocional es el apoyo y el afianzamiento de la autoestima, ya que el niño que se sienta valioso y digno de ser quien es tendrá capacidad de manejarse por sí mismo ante los retos que vayan apareciendo en su crecimiento. Dicho de otro modo, es importante la formación de una autoimagen positiva, sea través de sus propias experiencias o por las actitudes y respuestas que percibe de los demás con respecto a él mismo.
Otros factores a los que la autora de El niño feliz concede gran relevancia son la seguridad psicológica y el sentimiento de protección que debe experimentar el hijo en el seno de la familia. En función de ello, su desarrollo debe basarse en una clara confianza hacia aquellos que le rodean, y de modo significativo hacia los padres, de forma que si en algún momento es reprendido por algo debe ser por ese acto concreto y no enjuiciado o cuestionado como persona.
La seguridad de sentirse querido es vital en el desarrollo emocional de la persona, siendo un sentimiento básico en todo ser humano para que crezca y evolucione de manera equilibrada y confiada en el mundo que le rodea. De ningún modo los padres deben acudir a amenazarle con no quererle o retirarle el cariño si no sigue las pautas que ellos le han marcado.
Es un gran error utilizar los afectos como moneda de cambio para que los hijos respondan de manera favorable a las pautas marcadas por los progenitores. Por otro lado, conviene que se tengan en consideración tanto sus puntos de vista como sus sentimientos y sus emociones, puesto que en algunos casos se le cuestiona, con formas de rechazo más o menos veladas, si no responde a las expectativas de sus padres.
En los niños y niñas de edades más pequeñas es frecuente encontrar, como expresión de unidad y de cariño, a los miembros cogidos de la mano. Hemos de tener en cuenta, tal como apuntaba que uno de los miedos básicos de todo ser humano es el temor a la soledad, es decir, sentir que no se tiene a nadie a su lado en tu vida cotidiana o en los momentos más difíciles. Un niño que se siente aislado difícilmente puede ser un niño feliz.
Para ser felices también tenemos que jugar, ya que las actividades lúdicas, individuales o colectivas, son parte de las experiencias más gratas de los seres humanos. Todos jugamos, de una o de otra forma, a lo largo de nuestra vida, y encontramos un enorme placer si esas actividades son compartidas con los amigos.
Pero si hay una etapa en la que juego y edad se articulan estrechamente y de manera espontánea es la infancia. Y, claro está, para los niños el jugar con los padres es una actividad que les resulta verdaderamente placentera, especialmente si estos la realizan con claro interés.
Otro factor clave para el desarrollo emocionalmente equilibrado es el sentido de pertenencia, es decir, saber que tiene a su alrededor personas que lo quieren, que tiene un hogar cálido y protector como es el que viven quienes se sienten felices. Este sentimiento lo suelen expresar con el dibujo de una casa, que es el símbolo al que niños y niñas acuden para manifestar de manera no consciente que ellos tienen ese lugar de protección en el que se encuentran sus padres atentos a sus necesidades.
Resulta algo complicado sintetizar en pocas líneas los aspectos esenciales de una obra de gran éxito educativo como es la que comento, al tiempo que parecen ideas obvias las que he indicado. No obstante, debemos tener en cuenta que la mayoría de los psicólogos está de acuerdo en que gran parte de nuestra personalidad se construye en los primeros años de nuestra vida.
Para cerrar esta breve incursión en la obra de Corkille Briggs, podemos recordar nuestra infancia y adolescencia como etapas dichosas que, en ocasiones, las evocamos con cierta nostalgia. Los amigos, los juegos, las aventuras, los cuentos… son elementos indisolublemente ligados a unos años en los que la realidad y la fantasía se entremezclaban con una naturalidad que, a medida que crecemos, la vamos dejando atrás, puesto que la vida ya nos va situando ante unas responsabilidades no conocidas en los primeros años.
Para Mari Carmen y Rubén, dos magníficos padres.
AURELIANO SÁINZ