Manuel García Monge es la tercera generación que está al frente de ‘El Carrillo’, uno de los bares más tradicionales de Dos Hermanas y que siempre se ha distinguido por el gusto por la buena comida casera, esa del cocido con todos los avíos, del menudo, de las papas con choco o de una bechamel única, algo que ‘El Carri’ ha sabido mantener, conocedor como nadie de que esa es la esencia de un bar que es toda una institución. Os lo dejamos aquí hablando en primera persona.
“Acabo de cumplir 49 años. El pasado 11 de diciembre, un día después de mi padre, que además se casó un 10 de diciembre. En nuestra familia vienen todas las celebraciones cuando llega este mes, porque tengo además una hermana que nació también en diciembre y mi santo es el 1 de enero, así que imagínate”.
“El primitivo comienzo de ‘El Carrillo’ está en un tío de mi abuelo paterno. Él estaba casado, pero no tenía hijos, de ahí que mi abuelo siempre estuviera muy ligado a él. Era por entonces una abacería, lo que hoy la gente se cree que es moderno, pero que no lo es, vamos. Pero sí es verdad que el nombre de ‘El Carrillo’ no lo toma hasta que mi abuelo se hizo cargo del negocio. Ese nombre viene porque mi abuelo, que parece ser que era un hombre adelantado a su época, pensó que si, además de la abacería, ponía a uno de los chavales que tenía trabajando con un carrillo de estos de madera y lo cargaba con vino, bacalao y las cosas que había antes, y se iba por las calles, pues que vendería más. Y así fue. Y, claro, de ahí le viene nombre, porque la gente decía: “Ahí viene el del carrillo”. Con el tiempo, lo de Carrillo se ha convertido hasta en un apodo que vamos heredando en la familia. De hecho, yo soy Manuel para cinco o seis personas, para mi madre, mi mujer y cuatro amigos más, porque para el resto soy ‘El Carri”.
“Yo tengo recuerdos del negocio antiguo, que estaba justo en la puerta del barrio de San José. A la actual ubicación, en la calle Alcalde Tierno Galván, nos trasladamos en el año 1976. Y como yo nací en 1973, pues recuerdo algo de aquel sitio: la oscuridad de los muebles, que la barra era muy alta, la cortina que tenía al entrar... Mi abuelo, Manuel García, murió en el año 1953. Él era el dueño de ‘El Carrillo’ y de la ‘Bodeguita García’, que estaba en Los Jardines. Y se llamaba ‘García’ no por el apellido de mi abuelo, sino porque lo montó un hombre de Villanueva del Ariscal que tenía ‘Bodegas García”.
“Mi padre se llama José García Domínguez y mi madre Francisca Monge Valdelvira. Tengo dos hermanos, David y Elena, que se dedican profesionalmente a otras cosas, y yo soy el que regenta el bar desde hace diecisiete años. Mi padre estuvo al frente del negocio hasta que tuvo un padecimiento, y cada dos por tres nos preguntaba por el bar. “Y el bar qué pasa”, me decía. Yo tenía mi trabajo, porque estaba cantando por entonces en la calle Betis, y decidí hacerme cargo del negocio”.
“A nuestra actual ubicación llegamos porque nos desahuciaron para hacer el puente. No tuvimos más remedio que venirnos aquí. Al principio, el bar estaba algo diferente a ahora, porque la terraza se añadió hace unos seis años. Mi madre en su momento era la que estaba en el negocio. De hecho, ‘El Carrillo’ toma nombre con las tapas y con la bechamel gracias a mi madre, que es muy buena cocinera. Y es que lo bueno que hacemos nosotros, lo hemos aprendido de ella. Y mi padre estaba en la barra. Yo, ya con 9 años, empecé a trabajar con ellos, y recuerdo que, como era tan pequeño, mi abuela materna, Elena, me hacía los mandiles a medida. Al principio, claro, empecé fregando vasos”.
“Como te digo, la persona que le da peso al bar con sus tapas fue mi madre, con esa bechamel, por ejemplo, que todavía no he probado una como la nuestra, o con el pescado fresco que traemos, los guisos caseros… Todos los miércoles, por ejemplo, hacemos cocido con todos sus avíos; los lunes, puchero; los domingos, paella… Comida cocinada de manera artesanal. Últimamente hemos metido alguna tapa un poco más moderna, pero yo me sigo basando en lo que hemos sido y lo que seremos siempre: un bar de cocina tradicional. Igual como te digo el éxito que siguen teniendo nuestros boquerones en adobo, o los riñones, la lengua o las papas con choco. La verdad es que tenemos una carta bastante amplia”.
“Después de un par de años en los que yo crecí y tuve altura bastante como para estar detrás de la barra, ya empecé también a atender a los clientes. A mí me gusta ver que muchos de los clientes antiguos que venían con mi padre, siguen viniendo todavía. Lo que sí recuerdo es que, frente a la clientela de ahora que viene y va, la de antes era muy fiel. Y me acuerdo de todos lo que lo frecuentaban por entonces. Me acuerdo de Julio León, de Juan ‘El Grifa’, del ‘Colorao’… Había gente que pasaba para el almacén de sacos que había aquí detrás, como Ruperto o Márquez, que se paraban siempre en ‘El Carrillo’, que ya por entonces para ellos era una institución, y se tomaban sus vinos y las tapas que teníamos antes. De hecho, conozco a muchas personas mayores de ese tiempo, y cuando me ven me siguen hablando como al niño que era entonces, pese a que ya tengo 49 años”.
“El patio lo añadimos hace unos seis años. Era algo que mi padre quiso hacer hace mucho tiempo, pero el dueño creo que no quería desprenderse del patio. Y fue ya una vez que esta persona murió, cuando yo hablé con sus hijos y pudimos comprarlo. La verdad es que el patio le ha dado otro ambiente, sobre todo en las fechas en las que apetece estar al aire libre, porque además dentro sólo tenemos cuatro mesas. Y la verdad es que la mayoría de los clientes quieren estar ahí, y tenemos muchas reservas también para celebraciones”.
“A cualquiera que no conozca ‘El Carrillo’, le diría que si realmente le gusta la comida casera, que entre y pruebe nuestros guisos, y luego yo le diría: “Prueba también un poquito de bechamel, y un poquito de pescado…”. Ahora, por ejemplo, en carne estamos metiendo costillas a la baja temperatura, un solomillo de la casa con una salsa que es espectacular… Si buscas escenificaciones, ya te digo que no entres en ‘El Carrillo’, pero la gente cuando llega me pregunta qué pueden tomar y yo les digo: “¿Quieres un poquito de menudo?” Y cuando lo prueban me dicen: “Hace años que no comemos un menudo como este cuerpo”. O como cuando prueban el cocido…, lo que es el cuchareo, vamos. Y si después quieren un pescaíto frito, pues estupendo. Y ya te digo que, quien viene, repite, porque, además, dentro de los fallos que podamos cometer, lo que intentamos es que la gente esté siempre cómoda y que coma bien”.
“Yo, como saben todos los que me conocen, he estado compaginando el bar con mi otra profesión, que es cantar. Yo empecé profesionalmente a cantar en ‘Lo Nuestro’ en el año 1996. Antes había cantado en el Coro del Rocío, en el Concurso de Valme cuando éramos los ‘Romeros de Valme’, donde, por cierto, estaba ya Pablo Oñós, que hoy sigue siendo mi compañero cantando. Pero allí estaban también Curro Varela, Santi, Javi…, creo que todos éramos monaguillos de Santa María Magdalena. Yo, al final, acabé formando pareja con Pablo Oñós. Recuerdo que él cantaba en un bar que Varela tenía en Dos Hermanas y yo lo hacía en Sevilla, hasta que un buen día vino Varela y nos dijo que teníamos que ir los dos a cantar a Sevilla. Y así empezamos. Y cuando llevábamos varios meses, nos dijimos: “¿Formamos un grupo?”. Y así lo hicimos. Se llama ‘Ala ancha’. El grupo lo mantenemos, pero lo que pasa es que yo ya voy poco a Triana porque no puedo por el trabajo, pero las fiestas privadas, celebraciones o ferias que nos contratan, seguimos haciéndolas. Algunas veces hemos hablado de sacar un disco, pero al final no lo hemos hecho. Hemos grabado muchas cosas, como por ejemplo con Curro Varela en su último disco, pero sabemos que en esto de los discos te prometen mucho, pero luego las cosas no son como nos lo pintan, y nos dijimos que mejor no grabábamos nada”.
“Pero, como digo, mi sitio es ‘El Carrillo’, donde yo siempre he sido muy feliz. Este negocio es muy sacrificado, porque son muchas horas y se pierden muchas cosas tuyas y de la familia, pero yo he sido y sigo siendo muy feliz aquí. Yo estoy casado con Ana María Sánchez Torralba, y tenemos dos hijas, Ana y Elena. Son dos niñas maravillosas, y la primera canta ‘pa reventá’, pero se lo guarda para ella. A ellas siempre les hablo de que este negocio es muy bonito, pero también muy sacrificado, por eso me gustaría que tuvieran otra profesión. Pero, oye, si alguna de ellas me viene un día y me dice que quiere trabajar aquí, pues para adelante”.
“Acabo de cumplir 49 años. El pasado 11 de diciembre, un día después de mi padre, que además se casó un 10 de diciembre. En nuestra familia vienen todas las celebraciones cuando llega este mes, porque tengo además una hermana que nació también en diciembre y mi santo es el 1 de enero, así que imagínate”.
“El primitivo comienzo de ‘El Carrillo’ está en un tío de mi abuelo paterno. Él estaba casado, pero no tenía hijos, de ahí que mi abuelo siempre estuviera muy ligado a él. Era por entonces una abacería, lo que hoy la gente se cree que es moderno, pero que no lo es, vamos. Pero sí es verdad que el nombre de ‘El Carrillo’ no lo toma hasta que mi abuelo se hizo cargo del negocio. Ese nombre viene porque mi abuelo, que parece ser que era un hombre adelantado a su época, pensó que si, además de la abacería, ponía a uno de los chavales que tenía trabajando con un carrillo de estos de madera y lo cargaba con vino, bacalao y las cosas que había antes, y se iba por las calles, pues que vendería más. Y así fue. Y, claro, de ahí le viene nombre, porque la gente decía: “Ahí viene el del carrillo”. Con el tiempo, lo de Carrillo se ha convertido hasta en un apodo que vamos heredando en la familia. De hecho, yo soy Manuel para cinco o seis personas, para mi madre, mi mujer y cuatro amigos más, porque para el resto soy ‘El Carri”.
“Yo tengo recuerdos del negocio antiguo, que estaba justo en la puerta del barrio de San José. A la actual ubicación, en la calle Alcalde Tierno Galván, nos trasladamos en el año 1976. Y como yo nací en 1973, pues recuerdo algo de aquel sitio: la oscuridad de los muebles, que la barra era muy alta, la cortina que tenía al entrar... Mi abuelo, Manuel García, murió en el año 1953. Él era el dueño de ‘El Carrillo’ y de la ‘Bodeguita García’, que estaba en Los Jardines. Y se llamaba ‘García’ no por el apellido de mi abuelo, sino porque lo montó un hombre de Villanueva del Ariscal que tenía ‘Bodegas García”.
“Mi padre se llama José García Domínguez y mi madre Francisca Monge Valdelvira. Tengo dos hermanos, David y Elena, que se dedican profesionalmente a otras cosas, y yo soy el que regenta el bar desde hace diecisiete años. Mi padre estuvo al frente del negocio hasta que tuvo un padecimiento, y cada dos por tres nos preguntaba por el bar. “Y el bar qué pasa”, me decía. Yo tenía mi trabajo, porque estaba cantando por entonces en la calle Betis, y decidí hacerme cargo del negocio”.
“A nuestra actual ubicación llegamos porque nos desahuciaron para hacer el puente. No tuvimos más remedio que venirnos aquí. Al principio, el bar estaba algo diferente a ahora, porque la terraza se añadió hace unos seis años. Mi madre en su momento era la que estaba en el negocio. De hecho, ‘El Carrillo’ toma nombre con las tapas y con la bechamel gracias a mi madre, que es muy buena cocinera. Y es que lo bueno que hacemos nosotros, lo hemos aprendido de ella. Y mi padre estaba en la barra. Yo, ya con 9 años, empecé a trabajar con ellos, y recuerdo que, como era tan pequeño, mi abuela materna, Elena, me hacía los mandiles a medida. Al principio, claro, empecé fregando vasos”.
“Como te digo, la persona que le da peso al bar con sus tapas fue mi madre, con esa bechamel, por ejemplo, que todavía no he probado una como la nuestra, o con el pescado fresco que traemos, los guisos caseros… Todos los miércoles, por ejemplo, hacemos cocido con todos sus avíos; los lunes, puchero; los domingos, paella… Comida cocinada de manera artesanal. Últimamente hemos metido alguna tapa un poco más moderna, pero yo me sigo basando en lo que hemos sido y lo que seremos siempre: un bar de cocina tradicional. Igual como te digo el éxito que siguen teniendo nuestros boquerones en adobo, o los riñones, la lengua o las papas con choco. La verdad es que tenemos una carta bastante amplia”.
“Después de un par de años en los que yo crecí y tuve altura bastante como para estar detrás de la barra, ya empecé también a atender a los clientes. A mí me gusta ver que muchos de los clientes antiguos que venían con mi padre, siguen viniendo todavía. Lo que sí recuerdo es que, frente a la clientela de ahora que viene y va, la de antes era muy fiel. Y me acuerdo de todos lo que lo frecuentaban por entonces. Me acuerdo de Julio León, de Juan ‘El Grifa’, del ‘Colorao’… Había gente que pasaba para el almacén de sacos que había aquí detrás, como Ruperto o Márquez, que se paraban siempre en ‘El Carrillo’, que ya por entonces para ellos era una institución, y se tomaban sus vinos y las tapas que teníamos antes. De hecho, conozco a muchas personas mayores de ese tiempo, y cuando me ven me siguen hablando como al niño que era entonces, pese a que ya tengo 49 años”.
“El patio lo añadimos hace unos seis años. Era algo que mi padre quiso hacer hace mucho tiempo, pero el dueño creo que no quería desprenderse del patio. Y fue ya una vez que esta persona murió, cuando yo hablé con sus hijos y pudimos comprarlo. La verdad es que el patio le ha dado otro ambiente, sobre todo en las fechas en las que apetece estar al aire libre, porque además dentro sólo tenemos cuatro mesas. Y la verdad es que la mayoría de los clientes quieren estar ahí, y tenemos muchas reservas también para celebraciones”.
“Yo, como saben todos los que me conocen, he estado compaginando el bar con mi otra profesión, que es cantar. Yo empecé profesionalmente a cantar en ‘Lo Nuestro’ en el año 1996. Antes había cantado en el Coro del Rocío, en el Concurso de Valme cuando éramos los ‘Romeros de Valme’, donde, por cierto, estaba ya Pablo Oñós, que hoy sigue siendo mi compañero cantando. Pero allí estaban también Curro Varela, Santi, Javi…, creo que todos éramos monaguillos de Santa María Magdalena. Yo, al final, acabé formando pareja con Pablo Oñós. Recuerdo que él cantaba en un bar que Varela tenía en Dos Hermanas y yo lo hacía en Sevilla, hasta que un buen día vino Varela y nos dijo que teníamos que ir los dos a cantar a Sevilla. Y así empezamos. Y cuando llevábamos varios meses, nos dijimos: “¿Formamos un grupo?”. Y así lo hicimos. Se llama ‘Ala ancha’. El grupo lo mantenemos, pero lo que pasa es que yo ya voy poco a Triana porque no puedo por el trabajo, pero las fiestas privadas, celebraciones o ferias que nos contratan, seguimos haciéndolas. Algunas veces hemos hablado de sacar un disco, pero al final no lo hemos hecho. Hemos grabado muchas cosas, como por ejemplo con Curro Varela en su último disco, pero sabemos que en esto de los discos te prometen mucho, pero luego las cosas no son como nos lo pintan, y nos dijimos que mejor no grabábamos nada”.
“Pero, como digo, mi sitio es ‘El Carrillo’, donde yo siempre he sido muy feliz. Este negocio es muy sacrificado, porque son muchas horas y se pierden muchas cosas tuyas y de la familia, pero yo he sido y sigo siendo muy feliz aquí. Yo estoy casado con Ana María Sánchez Torralba, y tenemos dos hijas, Ana y Elena. Son dos niñas maravillosas, y la primera canta ‘pa reventá’, pero se lo guarda para ella. A ellas siempre les hablo de que este negocio es muy bonito, pero también muy sacrificado, por eso me gustaría que tuvieran otra profesión. Pero, oye, si alguna de ellas me viene un día y me dice que quiere trabajar aquí, pues para adelante”.
FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL