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José Antonio Hernández | Otra forma de leer literatura

A mi juicio, Busquemos otros montes y otros ríos (De la palabra al silencio), un conjunto de minuciosos y de rigurosos ensayos en los que su autor, Antonio Carreño, analiza textos de autores de diferentes géneros y de distintas épocas, nos proporciona un modelo de crítica literaria cuyo objetivo principal es identificar los principios estéticos, los criterios lingüísticos y las pautas retóricas que realmente inspiran y orientan la creación literaria y, por lo tanto, las referencias que nos orientan para elaborar las interpretaciones y las valoraciones de sus posibles lecturas.


Adelanto mi conclusión de que, sobre todo, para los investigadores, profesores, críticos y alumnos de Historia de la Literatura, de Teoría de la Literatura y de Literatura Comparada, esta obra es especialmente oportuna. La identificación de las relaciones que se establecen entre asuntos, géneros, estilos y recursos empleados en obras pertenecientes a autores de épocas y de lenguas alejadas entre sí, hacen posible la definición de los rasgos que las unen o que las separan, y facilitan el conocimiento de sus afinidades y de sus dependencias.

Ya en la primera parte, titulada “Las metáforas del yo narrativo”, nos proporciona una explicación detallada de la línea que, empezando por las crónicas y las epístolas, se continúa con los romances en pliegos de cordel, los corrales de comedias y los pregones, unos textos que, además de “mantener en vilo la atención del español de los siglos XVI y XVII”, se transmiten mediante la fabulación de los juglares y de los “poetas de repente”, y se extienden por la gran ola de la escritura de epístolas, una tradición arraigada sobre todo en Italia desde la Edad Media.

La aportación de datos que no siempre se han tenido en cuenta como las crónicas enviadas por los emisarios a las colonias, y los “descubrimientos” de paisajes que no habían sido previamente descritos genera una nueva manera de narrar y la adopción de una mentalidad que, posteriormente, provocaría esas metáforas inéditas que adelanta la –llamada por García Márquez– “literatura mágica”.

A mi juicio, los análisis comparativos del Libro de la vida, de Santa Teresa, y El Lazarillo de Tormes, y la refundación del Libro de Job de Fray Luis de León –una versión poética del drama bíblico que también atañe a la andadura biográfica del fraile agustino– nos aporta una nueva manera de leer críticamente los relatos autobiográficos.

Sugerente, sin duda alguna, la contraposición del mundo caballeresco –entramado de justicia, amor y equidad, un ciego ideal de acción y locura– de don Quijote y asimilación de Sancho, que deviene en un simulacro del iletrado que denuncia los “concertados disparates” en busca de la correspondencia en su mundo interior y de su intento fallido de que los gigantes son molinos de viento o la Dulcinea del Toboso, una ruda y vulgar campesina.

De sus análisis comparativos de las obras de Lope de Vega, Cervantes, Shakespeare, Max Aub, Jorge Guillén, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Camilo José Cela o Rosalía de Castro extrae la conclusión de que la creación literaria implica un dinámico proceso de lecturas y de relecturas; de aceptación y de rechazo de lo propio frente a lo ingerido y asimilado como ajeno: “Un obvio problema de identidad que, poéticamente, se afirma a partir de lo diferente pero apoyándose, paradójicamente, en un reconocido canon establecido como norma”.

En mi opinión, además de la luz que proporciona para la relectura de los textos analizado, esta obra nos proporciona una detallada metodología y un abundante caudal de recursos prácticos aplicables a los ejercicios de lectura comparada de la literatura universal.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ
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