El Día de las Aves Migratorias ha dejado revoloteando en mi cabeza pájaros y pajarracos que pían, graznan, gorjean y trinan, todos a la vez, no sé si nerviosos, enfadados o alegres. Como no los entiendo, y para intentar aclararme, les grito, acordándome de Jorge Drexler: "¡Silencio!".
Todos parecen hacerme caso, menos el cantautor uruguayo, que me aconseja que “no hay que desperdiciar una buena ocasión de quedarse callado”. Tiene razón, a veces es lo inteligente. Pero como ya he demostrado que no soy muy listo, y bastante inconsciente, prefiero decir lo que pienso.
La Junta de Andalucía anuncia que celebran esta efeméride en el Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) Artos de El Ejido y en la Reserva Natural de las Albuferas de Adra. Hasta ahí genial, maravilloso: todo lo que sea hacer educación ambiental con escolares me parece fantástico, encomiable, necesario. Ni una coma debería poner a este tipo de actividades. Pero, no sé si es por la edad, la batalla me está desgastando o me parece recochineo por su parte, de modo que tengo algunos peros.
Los sitios elegidos para la foto son dos espacios únicos, no solo para la observación de aves. Por la fragilidad e importancia de sus ecosistemas y de determinadas especies que se encuentran en peligro de extinción, tienen diferentes reconocimientos nacionales e internacionales. Medallas, pegatinas, que no sirven para nada porque, a la hora de la verdad, la economía las fagocita y las excreta.
La Junta de Andalucía, que tiene que velar por su conservación, es la que los tiene abandonados, dando la sensación de que los está dejando morir. Solo hay que darse un paseo para ver los vertederos en los que se han convertido.
Si el fotógrafo hubiese girado la cámara unos milímetros, veríamos escombros de todo tipo, de obras, de plásticos de invernaderos, garrafas de fitosanitarios o restos de cosechas, incluso. Y, sin incluirlo dentro del término "basuras" sino en el de las injusticias sociales, también hay alguna chabola en las que sobreviven inmigrantes. La realidad es insultante, ofensiva, vergonzosa. Lo raro es que las aves sigan visitando ese lugar.
El LIC Artos de El Ejido protege la insignificancia de 264 hectáreas, fragmentadas, de las 26.000 que ocupaban todo el Campo de Dalias y que han desaparecido para desarrollar la economía de la comarca. Lo gracioso es que hace apenas un año, la Junta de Andalucía, tras una extraña sentencia judicial en favor de los propietarios, descatalogó 75 hectáreas.
Esta acción fue rápidamente denunciada por ecologistas y científicos, y desde Bruselas han avisado de que es un despropósito. Tarde o temprano –porque las cosas de palacio van despacio– nos obligarán a recuperar la zona, pero el daño será irreparable.
Si hablamos de las Albuferas de Adra, los técnicos de la misma Administración llevan años denunciando que están muriendo lentamente, debido a la eutrofización de sus aguas, producida por el exceso de nutrientes y químicos provenientes de los cultivos que las asfixian.
Además de las basuras, de los incendios periódicos provocados en el cañaveral, de las especies exóticas, de la amenaza del mar que cada vez está más cerca, y de la falta de mantenimiento, se han hecho informes, que duermen en oscuros cajones, denunciando que aunque no se pueden construir más invernaderos, le están ganando a la zona terrenos para cultivos.
Parece que lo más ilusionante de estas actividades era mostrarle estos espacios al nuevo delegado territorial, Manuel de la Torre. Ya sería preocupante que no sepa ni que existen, pero creer que por saber dónde están se va a saltar las directrices del partido, o a defender el medio ambiente por encima de la agricultura, es mucho confiar. Eso sí es fe y no lo de la Santísima Trinidad.
Es verdad que, al menos, no sé si porque no informó a los de arriba, ha puesto un pie en los Artos, algo que su antecesora, Raquel Espín, no se atrevió a hacer, aunque para ir, prometer e incumplir, mejor que no vayan. Lo digo porque también fueron muchos los titulares en los que Carmen Crespo, recién estrenado su cargo de consejera, prometió unos 350.000 euros para observatorios, señales y un refugio de murciélagos en las Albuferas. Además de 720.000 euros para el estudio de los humedales almerienses. Humo, fotos, greenwashing institucional.
Esas promesas las hizo para celebrar el Día de los Humedales. Supongo que este año, si es que terminan las obras del canal, lo celebrarán en las Salinas de Cabo de Gata, aunque tampoco necesitan agua para una bonita foto. Drexler insiste, ya me callo, pero una pregunta más: ¿a dónde irán las aves cuando les falten los Artos, las albuferas, las salinas? ¿Cuando los bosques, los humedales, las estepas sean solo un recuerdo? ¡Silencio!
Todos parecen hacerme caso, menos el cantautor uruguayo, que me aconseja que “no hay que desperdiciar una buena ocasión de quedarse callado”. Tiene razón, a veces es lo inteligente. Pero como ya he demostrado que no soy muy listo, y bastante inconsciente, prefiero decir lo que pienso.
La Junta de Andalucía anuncia que celebran esta efeméride en el Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) Artos de El Ejido y en la Reserva Natural de las Albuferas de Adra. Hasta ahí genial, maravilloso: todo lo que sea hacer educación ambiental con escolares me parece fantástico, encomiable, necesario. Ni una coma debería poner a este tipo de actividades. Pero, no sé si es por la edad, la batalla me está desgastando o me parece recochineo por su parte, de modo que tengo algunos peros.
Los sitios elegidos para la foto son dos espacios únicos, no solo para la observación de aves. Por la fragilidad e importancia de sus ecosistemas y de determinadas especies que se encuentran en peligro de extinción, tienen diferentes reconocimientos nacionales e internacionales. Medallas, pegatinas, que no sirven para nada porque, a la hora de la verdad, la economía las fagocita y las excreta.
La Junta de Andalucía, que tiene que velar por su conservación, es la que los tiene abandonados, dando la sensación de que los está dejando morir. Solo hay que darse un paseo para ver los vertederos en los que se han convertido.
Si el fotógrafo hubiese girado la cámara unos milímetros, veríamos escombros de todo tipo, de obras, de plásticos de invernaderos, garrafas de fitosanitarios o restos de cosechas, incluso. Y, sin incluirlo dentro del término "basuras" sino en el de las injusticias sociales, también hay alguna chabola en las que sobreviven inmigrantes. La realidad es insultante, ofensiva, vergonzosa. Lo raro es que las aves sigan visitando ese lugar.
El LIC Artos de El Ejido protege la insignificancia de 264 hectáreas, fragmentadas, de las 26.000 que ocupaban todo el Campo de Dalias y que han desaparecido para desarrollar la economía de la comarca. Lo gracioso es que hace apenas un año, la Junta de Andalucía, tras una extraña sentencia judicial en favor de los propietarios, descatalogó 75 hectáreas.
Esta acción fue rápidamente denunciada por ecologistas y científicos, y desde Bruselas han avisado de que es un despropósito. Tarde o temprano –porque las cosas de palacio van despacio– nos obligarán a recuperar la zona, pero el daño será irreparable.
Si hablamos de las Albuferas de Adra, los técnicos de la misma Administración llevan años denunciando que están muriendo lentamente, debido a la eutrofización de sus aguas, producida por el exceso de nutrientes y químicos provenientes de los cultivos que las asfixian.
Además de las basuras, de los incendios periódicos provocados en el cañaveral, de las especies exóticas, de la amenaza del mar que cada vez está más cerca, y de la falta de mantenimiento, se han hecho informes, que duermen en oscuros cajones, denunciando que aunque no se pueden construir más invernaderos, le están ganando a la zona terrenos para cultivos.
Parece que lo más ilusionante de estas actividades era mostrarle estos espacios al nuevo delegado territorial, Manuel de la Torre. Ya sería preocupante que no sepa ni que existen, pero creer que por saber dónde están se va a saltar las directrices del partido, o a defender el medio ambiente por encima de la agricultura, es mucho confiar. Eso sí es fe y no lo de la Santísima Trinidad.
Es verdad que, al menos, no sé si porque no informó a los de arriba, ha puesto un pie en los Artos, algo que su antecesora, Raquel Espín, no se atrevió a hacer, aunque para ir, prometer e incumplir, mejor que no vayan. Lo digo porque también fueron muchos los titulares en los que Carmen Crespo, recién estrenado su cargo de consejera, prometió unos 350.000 euros para observatorios, señales y un refugio de murciélagos en las Albuferas. Además de 720.000 euros para el estudio de los humedales almerienses. Humo, fotos, greenwashing institucional.
Esas promesas las hizo para celebrar el Día de los Humedales. Supongo que este año, si es que terminan las obras del canal, lo celebrarán en las Salinas de Cabo de Gata, aunque tampoco necesitan agua para una bonita foto. Drexler insiste, ya me callo, pero una pregunta más: ¿a dónde irán las aves cuando les falten los Artos, las albuferas, las salinas? ¿Cuando los bosques, los humedales, las estepas sean solo un recuerdo? ¡Silencio!
MOI PALMERO