En los últimos años la verdad y la mentira libran a diario un duro combate por instalarse en la mente de millones de personas. Abordar cualquier tema en la actualidad requiere antes que nada desmontar las falsedades fabricadas por los grupos de presión y las organizaciones políticas más extremistas sobre las cuestiones sometidas a debate.
Chabola de una persona sin techo en un lateral de los Teatros del Canal, pertenecientes a la Comunidad de Madrid.
La pobreza es uno de esos temas sobre los que la miopía política interesada aparta la mirada pública hasta esconderlo. En marzo, el consejero de Educación y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, se preguntaba retóricamente dónde estaban ese millón y medio de pobres que el último informe de Cáritas sobre exclusión social y pobreza dice que hay en la capital de España, porque él no los veía alrededor del atril de su comparecencia tras el Consejo de Gobierno semanal.
El Foro Profesional por la Infancia de Andalucía celebró el 23 de mayo en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla un debate para visibilizar la pobreza próxima, la que tenemos al lado y nos resistimos a ver. Sobre la mesa, datos tan contundentes como que el 29,5 por ciento de los niños, niñas y adolescentes en Andalucía, es decir, 469.995 menores de 14 años, se encuentran en riesgo de exclusión social, según el Observatorio de la Infancia en Andalucía, con datos referidos a 2019.
Otras estadísticas, como las aportadas por Save The Children en su informe de 2021, la Red Europea contra la Pobreza y el Consejo de la Juventud de España, completan una dura radiografía que la pandemia y la crisis derivada de la invasión de Ucrania no han hecho más que empeorar.
En el tríptico repartido a los participantes en el referido debate se enumeran los mitos, leyendas y falsedades elaborados sobre la pobreza. “Para acabar con la pobreza, crear riqueza” es uno de los eslóganes preferidos por los neoliberales más radicales y que hoy predican las derechas y ultraderechas del planeta, pero que la realidad desmiente a diario al comprobarse que el aumento de la riqueza en manos de la minoría de milmillonarios solo acarrea un mayor número de personas excluidas y pobres.
Debate sobre la pobreza celebrado el 23 de mayo en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla.
Otras dos falsedades que circulan desde hace años son “las ayudas económicas crean vagos y no propician la búsqueda de empleo” y “los que más tienen es porque han trabajado más.” La primera culpa a los pobres de su situación y la segunda recurre a la meritocracia y a la mal llamada cultura del esfuerzo para justificar la injusticia de la desigualdad de oportunidades.
Como dijo Lilith Verstrynge la semana pasada “el mito de la meritocracia convierte los problemas colectivos en culpas individuales; si te va mal es porque no te esfuerzas, pero lo que no te cuentan es que lo que importa no es tu esfuerzo sino muy probablemente, y en la mayoría de las ocasiones, tu código postal, tu entorno y tu capital cultural.”
La pobreza hoy se feminiza y se cronifica especialmente en los hogares monomarentales, al tiempo que aumenta la aporofobia o rechazo a los pobres, instigada por la xenofobia de la extrema derecha que culpa a la inmigración de los problemas en los barrios marginales.
La pobreza es uno de esos temas sobre los que la miopía política interesada aparta la mirada pública hasta esconderlo. En marzo, el consejero de Educación y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, se preguntaba retóricamente dónde estaban ese millón y medio de pobres que el último informe de Cáritas sobre exclusión social y pobreza dice que hay en la capital de España, porque él no los veía alrededor del atril de su comparecencia tras el Consejo de Gobierno semanal.
El Foro Profesional por la Infancia de Andalucía celebró el 23 de mayo en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla un debate para visibilizar la pobreza próxima, la que tenemos al lado y nos resistimos a ver. Sobre la mesa, datos tan contundentes como que el 29,5 por ciento de los niños, niñas y adolescentes en Andalucía, es decir, 469.995 menores de 14 años, se encuentran en riesgo de exclusión social, según el Observatorio de la Infancia en Andalucía, con datos referidos a 2019.
Otras estadísticas, como las aportadas por Save The Children en su informe de 2021, la Red Europea contra la Pobreza y el Consejo de la Juventud de España, completan una dura radiografía que la pandemia y la crisis derivada de la invasión de Ucrania no han hecho más que empeorar.
En el tríptico repartido a los participantes en el referido debate se enumeran los mitos, leyendas y falsedades elaborados sobre la pobreza. “Para acabar con la pobreza, crear riqueza” es uno de los eslóganes preferidos por los neoliberales más radicales y que hoy predican las derechas y ultraderechas del planeta, pero que la realidad desmiente a diario al comprobarse que el aumento de la riqueza en manos de la minoría de milmillonarios solo acarrea un mayor número de personas excluidas y pobres.
Otras dos falsedades que circulan desde hace años son “las ayudas económicas crean vagos y no propician la búsqueda de empleo” y “los que más tienen es porque han trabajado más.” La primera culpa a los pobres de su situación y la segunda recurre a la meritocracia y a la mal llamada cultura del esfuerzo para justificar la injusticia de la desigualdad de oportunidades.
Como dijo Lilith Verstrynge la semana pasada “el mito de la meritocracia convierte los problemas colectivos en culpas individuales; si te va mal es porque no te esfuerzas, pero lo que no te cuentan es que lo que importa no es tu esfuerzo sino muy probablemente, y en la mayoría de las ocasiones, tu código postal, tu entorno y tu capital cultural.”
La pobreza hoy se feminiza y se cronifica especialmente en los hogares monomarentales, al tiempo que aumenta la aporofobia o rechazo a los pobres, instigada por la xenofobia de la extrema derecha que culpa a la inmigración de los problemas en los barrios marginales.
ÁNGEL FERNÁNDEZ MILLÁN
FOTOGRAFÍAS: ÁNGEL FERNÁNDEZ MILLÁN
FOTOGRAFÍAS: ÁNGEL FERNÁNDEZ MILLÁN