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Aureliano Sáinz | Familias adoptivas y de acogida

El ataque que ha sufrido Ucrania por la Rusia de Putin ya empieza a entenderse como una verdadera tragedia humana en muchos sentidos. Y uno de los que se nos informa por los medios de comunicación es el de la enorme cifra de ucranianos que huyen para ser acogidos como exiliados a los países colindantes huyendo del horror y de una más que posible muerte.


La cifra de refugiados que, en la actualidad, nos ofrece el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es de 85 millones en todo el mundo. Cifra escalofriante, pues es casi el doble de toda la población española. Y ahora hay que sumar la de los que salen de Ucrania y que, por suerte, la Unión Europea les ofrece refugio sin condiciones de número.

También, en medio de este enorme desastre, podemos ver la cara de humanidad en los gestos de solidaridad que se han expresado a través de la incorporación de forma estable a familias ya formadas, como son las familias adoptivas, o las que lo hacen de manera temporal, es decir, las familias de acogida.

Por mi parte, quisiera indicar que sí he investigado con cierta profundidad en el desarrollo emocional de niños y niñas en familias adoptivas, como suelo hacer de modo habitual a través de sus dibujos y de las charlas que mantengo con ellos.

Sobre los casos de acogidas temporales, los estudios que tengo son los de niños y adolescentes saharauis que residen en los campos de refugiados de Tinduf, en el sur de Argelia, y que vienen a nuestro país durante el verano en programas ya organizados, lo que supone una tranquilidad para sus familias biológicas.

De todos modos, al conocer otros casos puntuales de familias de acogida, me ha parecido pertinente realizar un artículo de manera conjunta, ya que, de algún modo, hay algo común en ambas modalidades. Así, niños y niñas deben aprender a vivir en una familia que los recibe y acoge. También, por lo que tanto los padres y madres, como sus posibles hermanos de adopción o acogida temporal, tienen que asimilar lo que implica la integración, fija o temporal, de nuevos miembros, puesto que los adoptados pueden atravesar los mismos problemas familiares que los biológicos.

El dibujo de la portada nos puede servir de ejemplo de lo que acabo de comentar. Corresponde a una niña de 8 años, que había sido adoptada por unos padres que tenían previamente hijas biológicas mellizas. Transcurrido el tiempo, se produjo la separación de sus padres adoptivos.

Ese conflicto emocional lo expresa la niña al trazar la figura de la madre en el centro de la lámina. Posteriormente, trazó con lápiz negro la del padre, pero al momento la borró, como si ya no formara parte de la familia. Más tarde, y algo distanciadas de ella, las de sus hermanas mellizas. Pasó, finalmente, a dibujarse a sí misma con su mascota y la casa, a la que sorprendentemente llama “hotel”.


Si la acogida es temporal y el menor pequeño, hay que ser consciente de que entre los retos con los que se comienzan, si el menor procede de un país con idioma distinto, se encuentra el que tendrá que aprender la lengua y expresarse con el de la familia de acogida.

Es lo que sucede con la autora del dibujo anterior, una niña de 6 años, que se dibujó entre su padre y su madre de acogida, con la misma forma y el mismo trazado, lo que indica que la pequeña se sentía muy querida en ese nuevo hogar temporal, al tiempo que aprendía a escribir las primeras palabras del español.

Puesto que estamos hablando de adopción, conviene indicar que uno de los autores de referencia en este tema es Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla. Este profesor y autor de numerosas publicaciones sobre esta cuestión nos dice que debemos considerar que las familias adoptivas son muy diversas: familias biparentales y monoparentales; parejas heterosexuales y homosexuales; con hijos biológicos previos o sin ellos; adoptantes de un solo niño o más de uno; que lo hacen de bebés o de niños algo mayores; con problemáticas especiales o sin ellas, etcétera.


Como ejemplo de lo que nos indica Jesús Palacios, muestro el dibujo de una niña de origen chino de 10 años. En este caso, se trata de una familia monoparental, puesto que su madre de adopción no estaba casada ni unida en pareja. La pequeña comenzó dibujando a su madre adoptiva, para pasar, en segundo lugar, a ella misma. Su concepción de la familia se ampliaba con las dos hermanas de su madre (sus “titas”) y las hijas de estas, que las había asumido como sus primas.

Llama la atención que todos los rostros los dibujara de modo similar: ovalados, con dos circulitos para los ojos, sin nariz y con bocas lineales sonrientes, como si la niña quisiera manifestar que todas las figuras femeninas se parecen a ella y entre sí, expresando, de este modo, que se siente querida y que vive en un ambiente dichoso.


Sobre la adopción suelen existir bastantes ideas erróneas, como la creencia de que hay muchos bebés huérfanos que esperan ser adoptados, cuando, según Jesús Palacios, “la realidad es que quienes esperan ser adoptados tienen cierta edad, y casi en ningún caso llegan a la adopción a través de la orfandad, sino por la vía del abandono o el maltrato”.

Lo que he indicado anteriormente nos conduce a erradicar la idea de que la vida de un niño o una niña adoptados parte de cero, ya que no es una página en blanco sobre la que se comienza a escribir la nueva historia de los padres y del hijo adoptado.

De todos modos, según Jesús Palacios, “la vida familiar adoptiva transcurre por senderos muy parecidos a los de cualquier otra familia, con sus muchas alegrías y sus inevitables tensiones, con sus satisfacciones y sus frustraciones…”.

¿Qué sienten, pues, los hermanos o hermanas de un nuevo miembro incorporado a la familia? Si se les ha preparado bien, lo más probable es que lo acojan con cariño y atenciones. De todos modos, es casi inevitable que en el proceso de desarrollo surjan celos, incluso, que haya casos que lo sientan como un “intruso” que se ha incorporado a la familia. Es lo que expresa la autora del anterior dibujo, una chica de 11 años, cuando en clase se les pidió que dibujaran la familia.

Como vemos, en el lado izquierdo de la lámina se encuentran su padre y su madre que tienen cogidos de la mano al niño que habían adoptado. La autora no se recata de poner claramente “hermano adoptado”, para que entendamos que, por un lado, están los hijos biológicos y, por otro, el que no lo es.

Posteriormente, dibuja a sus dos hermanos y, en el extremo derecho, se traza a sí misma con un hipotético novio, de manera que debajo de ambos escribe “yo en el futuro”. En este caso se siente desplazada de la atención y del cariño de sus padres, manifestándolo, también, por la lejanía en el dibujo con respecto a sus padres y por el hecho de haber sido la última en representarse.


Tal como se ha apuntado, la variedad de situaciones en las familias adoptivas y de acogidas en muy grande, por lo que dar respuestas generales se hace complicado. De todos modos, madres y padres que acogen en el hogar a un nuevo miembro, en la actualidad, suelen estar preparados para afrontar los retos que se les presentan y son capaces de llevar adelante su integración.

Es lo que nos manifiesta en su dibujo Marta, una chica de 12 años, que se dibuja entre su padre de acogida y su hermana mayor, como si fuera un miembro más de una familia que la expresa toda dichosa y sin que manifieste ningún elemento negativo en su hogar de adopción.

Para cerrar esta breve incursión en los hogares de adopción o de acogida, quisiera expresar que en medio del horror que ese siniestro personaje que es Vladimir Putin, y la cohorte de políticos y oligarcas que lo rodean, resulta posible ver rasgos de humanidad en quienes ofrecen su apoyo, de una manera u otra, a las familias o a los niños y adolescentes que sufren esta cruel guerra que han desatado contra su país.

AURELIANO SÁINZ
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