Dicen que vivimos en una España vaciada. Y tal afirmación no deja de ser una realidad cada vez más contundente conforme pasan los días. Hay muchas razones que podríamos esgrimir como, por ejemplo, una España vaciada en el campo como consecuencia de haber emigrado a las ciudades, buscando mejores posibilidades para vivir.
Sigamos. Vivimos en “Una España vaciada de oficinas bancarias: el país ha perdido la mitad de sus sucursales en diez años y el 56% de los municipios no tiene ninguna”. Este titular dice casi todo lo que hay que saber sobre banqueros, bancos y demás cuestiones relacionadas con la atención al personal, y sus ahorros.
Retomo la razón de estas líneas con el tema bancario despertado por un ciudadano de a pie. El tema justifica perfectamente la torrencial recogida de firmas a instancias de este jubilado que se siente, como tantos otros, dejado de lado y con dificultades para poder acceder con seguridad a disponer de su dinero “cuando le venga en gana”.
El grueso del personal fastidiado y dejado de lado son las personas que nacieron entre 1940 y 1960, que la mayoría de ellos saben poco, nada o menos de informática. Dichos jubilados han entrado en un callejón sin salida dado que la banca lo deja todo al mejor o peor manejo de cajeros o desde el ordenador y los móviles para moverse en el “fregao” (“enredo, embrollo…”) de lo que se viene llamando “universo digital”. Si un diputado no se aclara con tres botones ¿cómo un jubilado puede aclararse con cuatro para realizar sus gestiones en un móvil?
Los cajeros son confusos y difusos, amén de estropearse con cierta frecuencia. Dicha dificultad se puede presentar en tres frentes. Si llegas a por dinero y el cajero está estropeado, tendrás que volver en otro momento. Si tienes la mala suerte de intentar sacar dinero y la tarjeta o la libreta se la traga el aparatejo, tampoco podrás disponer de dinero. Y, para colmo de los colmos, en la oficina a la que has podido llegar no te pueden atender. ¡Estupendo!
Razón de esta debacle. Los bancos quieren ganar más dinero; una línea de las ganancias está, desde hace algún tiempo, despidiendo personal y sustituyéndolo por aparatos. Para muchas personas, el tema bancario es bastante inaceptable. Se han dicho muchas cosas desde que empezó la pobreza administrativa por parte de la banca y en contra de los clientes que, al fin y a la postre, podríamos decir que el banco vive de nuestro dinero.
Una ironía del destino cargada de interesada publicidad porque lo importante es vender, y vender mientras más mejor. Frase publicitaria “los mejores móviles para mayores: guía comparativa de teléfonos para la tercera edad”. No hace falta ser muy inteligente para captar el mensaje. Nueva justificación para vender móviles. Triste pero cierto.
El indigente digital quiere, a malas, poder aprender a usar los medios digitales lo mejor posible, pero ante todo quiere –necesita– seguridad y facilidad para disponer de su dinero. Los mayores, contra el rodillo digital de la banca online: “Es frustrante sentirse torpe”; más grave es sentirse humillado y arrinconado como un mueble con carcoma. A fecha de estos últimos días se están creando actividades en los centros de la tercera edad para “culturizar en el manejo digital a las personas mayores”.
Otra de Jaimito. Un buen día se corre la noticia de que pronto desaparecerá el dinero físico (en papel o en moneda) y solo funcionará virtualmente a través de Internet; por otro lado se nos dice que ¡ojo con los listillos! Es peligroso introducir las claves, tanto directamente en el cajero como en el móvil o por Internet. Alimentar el miedo es genial pero ¿es realmente necesario?
Si el cajero se traga la tarjeta o la libreta (de las pocas que van quedando puesto que la intención es que desaparezcan todas) ¿a quién se recurre? En la entidad bancaria hay solamente un numero corto, raquítico diría yo, de empleados que te atienden. En momentos como ese, al usuario le entran ganas de reventar la maquina. El miedo a no poder disponer de tu dinero dispara las alertas y la impotencia atora el corazón.
Ante el panorama que pintan los bancos habría que echarle dos cojones al tema, sacar el poco o mucho dinero que se tenga y meterlo bajo un ladrillo o debajo del colchón, pero hete aquí que el tema es complicado y tiene muchos agujeros.
Empecemos por el okupismo que nos invade sin que haya interés en frenarlo; sigamos con el abundante latrocinio por parte de listillos y amigos de lo ajeno; Y más… hasta llegar a Hacienda, que nos vigila desde las atarazanas o se cuela por las ventanas para controlar el saldo disponible y los movimientos del parné de cada quisqui.
Indigentes digitales hay muchos. Llamo "indigente" entendiéndolo como inexperto en el tema de las nuevas tecnologías. Cualquiera puede saber manejar un móvil para recibir en el “whatsapeo” flores, algunas canciones, fotos familiares (cuidado con lo que se envía en este tema) que suavizan nuestra soledad y los cuatro primeros números que nos ponen en contacto con los familiares más cercanos… Y pare usted de contar.
El manipuleo informático es otra cosa y, si a ello se le suma el miedo a meter la pata y cometer fatales errores que hacen perder la seguridad, la confianza en uno mismo, entonces estamos extraviados. WhatsApp “es la aplicación de mensajería más popular del mundo” pero, precisamente por eso, tiene algunos inconvenientes en materia de seguridad en línea, y hay que estar atentos para no caer en alguna estafa.
Las oficinas bancarias han sido, en algunos casos, casi anuladas hasta tal punto que en zonas rurales han llegado a desaparecer, teniendo que desplazarse hasta centros de mayor importancia para realizar dichas operaciones bancarias. Para muestra, este titular: “CaixaBank y Bankia recortaron 544 empleos y 572 oficinas durante el Covid y antes del ERE”.
Todo esto ha saltado a la información gracias a un señor de 78 años que afirmó “me siento apartado por los bancos, humillado, somos mayores pero no idiotas”. Esta contundente afirmación y la recolección de firmas en la plataforma Change.org –que en apenas unos días superó las 600.000 rúbricas– han obligado a que se remuevan algunos políticos, el Defensor del Pueblo junto con el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) para intentar resolver esta injusta situación de exclusión financiera.
Las sociedades evolucionan y, con ellas, los individuos que las integran. Dicha evolución es un proceso, a veces muy lento y casi no nos damos cuenta de las innovaciones; otras veces el progreso es tan rápido que el vértigo del cambio nos marea hasta tal punto que crea un cierto malestar a la par que rechazo a dicha evolución. Actualmente vivimos a velocidad vertiginosa frente a las nuevas tecnologías.
Como ejemplo de lo último está Internet. A una parte de la ciudadanía le ha cogido de sorpresa y prueba de ello es la resistencia a efectuar determinadas actividades por dicho camino. Indudablemente, a esa parte de personal fuera de juego se le está acosando para que use los nuevos medios de comunicación. Digamos que el personal fustigado conforma el grupo de los “indigentes digitales”.
Sigamos. Vivimos en “Una España vaciada de oficinas bancarias: el país ha perdido la mitad de sus sucursales en diez años y el 56% de los municipios no tiene ninguna”. Este titular dice casi todo lo que hay que saber sobre banqueros, bancos y demás cuestiones relacionadas con la atención al personal, y sus ahorros.
Retomo la razón de estas líneas con el tema bancario despertado por un ciudadano de a pie. El tema justifica perfectamente la torrencial recogida de firmas a instancias de este jubilado que se siente, como tantos otros, dejado de lado y con dificultades para poder acceder con seguridad a disponer de su dinero “cuando le venga en gana”.
El grueso del personal fastidiado y dejado de lado son las personas que nacieron entre 1940 y 1960, que la mayoría de ellos saben poco, nada o menos de informática. Dichos jubilados han entrado en un callejón sin salida dado que la banca lo deja todo al mejor o peor manejo de cajeros o desde el ordenador y los móviles para moverse en el “fregao” (“enredo, embrollo…”) de lo que se viene llamando “universo digital”. Si un diputado no se aclara con tres botones ¿cómo un jubilado puede aclararse con cuatro para realizar sus gestiones en un móvil?
Los cajeros son confusos y difusos, amén de estropearse con cierta frecuencia. Dicha dificultad se puede presentar en tres frentes. Si llegas a por dinero y el cajero está estropeado, tendrás que volver en otro momento. Si tienes la mala suerte de intentar sacar dinero y la tarjeta o la libreta se la traga el aparatejo, tampoco podrás disponer de dinero. Y, para colmo de los colmos, en la oficina a la que has podido llegar no te pueden atender. ¡Estupendo!
Razón de esta debacle. Los bancos quieren ganar más dinero; una línea de las ganancias está, desde hace algún tiempo, despidiendo personal y sustituyéndolo por aparatos. Para muchas personas, el tema bancario es bastante inaceptable. Se han dicho muchas cosas desde que empezó la pobreza administrativa por parte de la banca y en contra de los clientes que, al fin y a la postre, podríamos decir que el banco vive de nuestro dinero.
Una ironía del destino cargada de interesada publicidad porque lo importante es vender, y vender mientras más mejor. Frase publicitaria “los mejores móviles para mayores: guía comparativa de teléfonos para la tercera edad”. No hace falta ser muy inteligente para captar el mensaje. Nueva justificación para vender móviles. Triste pero cierto.
El indigente digital quiere, a malas, poder aprender a usar los medios digitales lo mejor posible, pero ante todo quiere –necesita– seguridad y facilidad para disponer de su dinero. Los mayores, contra el rodillo digital de la banca online: “Es frustrante sentirse torpe”; más grave es sentirse humillado y arrinconado como un mueble con carcoma. A fecha de estos últimos días se están creando actividades en los centros de la tercera edad para “culturizar en el manejo digital a las personas mayores”.
Otra de Jaimito. Un buen día se corre la noticia de que pronto desaparecerá el dinero físico (en papel o en moneda) y solo funcionará virtualmente a través de Internet; por otro lado se nos dice que ¡ojo con los listillos! Es peligroso introducir las claves, tanto directamente en el cajero como en el móvil o por Internet. Alimentar el miedo es genial pero ¿es realmente necesario?
Si el cajero se traga la tarjeta o la libreta (de las pocas que van quedando puesto que la intención es que desaparezcan todas) ¿a quién se recurre? En la entidad bancaria hay solamente un numero corto, raquítico diría yo, de empleados que te atienden. En momentos como ese, al usuario le entran ganas de reventar la maquina. El miedo a no poder disponer de tu dinero dispara las alertas y la impotencia atora el corazón.
Ante el panorama que pintan los bancos habría que echarle dos cojones al tema, sacar el poco o mucho dinero que se tenga y meterlo bajo un ladrillo o debajo del colchón, pero hete aquí que el tema es complicado y tiene muchos agujeros.
Empecemos por el okupismo que nos invade sin que haya interés en frenarlo; sigamos con el abundante latrocinio por parte de listillos y amigos de lo ajeno; Y más… hasta llegar a Hacienda, que nos vigila desde las atarazanas o se cuela por las ventanas para controlar el saldo disponible y los movimientos del parné de cada quisqui.
Indigentes digitales hay muchos. Llamo "indigente" entendiéndolo como inexperto en el tema de las nuevas tecnologías. Cualquiera puede saber manejar un móvil para recibir en el “whatsapeo” flores, algunas canciones, fotos familiares (cuidado con lo que se envía en este tema) que suavizan nuestra soledad y los cuatro primeros números que nos ponen en contacto con los familiares más cercanos… Y pare usted de contar.
El manipuleo informático es otra cosa y, si a ello se le suma el miedo a meter la pata y cometer fatales errores que hacen perder la seguridad, la confianza en uno mismo, entonces estamos extraviados. WhatsApp “es la aplicación de mensajería más popular del mundo” pero, precisamente por eso, tiene algunos inconvenientes en materia de seguridad en línea, y hay que estar atentos para no caer en alguna estafa.
Las oficinas bancarias han sido, en algunos casos, casi anuladas hasta tal punto que en zonas rurales han llegado a desaparecer, teniendo que desplazarse hasta centros de mayor importancia para realizar dichas operaciones bancarias. Para muestra, este titular: “CaixaBank y Bankia recortaron 544 empleos y 572 oficinas durante el Covid y antes del ERE”.
Todo esto ha saltado a la información gracias a un señor de 78 años que afirmó “me siento apartado por los bancos, humillado, somos mayores pero no idiotas”. Esta contundente afirmación y la recolección de firmas en la plataforma Change.org –que en apenas unos días superó las 600.000 rúbricas– han obligado a que se remuevan algunos políticos, el Defensor del Pueblo junto con el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) para intentar resolver esta injusta situación de exclusión financiera.
Las sociedades evolucionan y, con ellas, los individuos que las integran. Dicha evolución es un proceso, a veces muy lento y casi no nos damos cuenta de las innovaciones; otras veces el progreso es tan rápido que el vértigo del cambio nos marea hasta tal punto que crea un cierto malestar a la par que rechazo a dicha evolución. Actualmente vivimos a velocidad vertiginosa frente a las nuevas tecnologías.
Como ejemplo de lo último está Internet. A una parte de la ciudadanía le ha cogido de sorpresa y prueba de ello es la resistencia a efectuar determinadas actividades por dicho camino. Indudablemente, a esa parte de personal fuera de juego se le está acosando para que use los nuevos medios de comunicación. Digamos que el personal fustigado conforma el grupo de los “indigentes digitales”.
PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR