El cadáver de Olivia, la pequeña de seis años que desapareció junto a su hermana Anna hace unas semanas en Tenerife, fue localizado finalmente en el interior de una bolsa a más de mil metros de profundidad. Y en el momento de escribir estas líneas, todavía se sigue buscando a su hermana y al que todos los indicios apuntan como asesino, que no es otro que su padre.
Este cobarde no aceptaba que su mujer se hubiese separado de él para estar con otro hombre. Y no es porque la amara sino porque la consideraba de su propiedad, igual que sus hijas. Posiblemente tuvo ocasión y medios para poder matar a su esposa, pero era mejor, más inhumano, matarla en vida, despojarla de lo más importante en el mundo para una madre: sus hijos.
Al cabo de tanto tiempo, la sociedad se da cuenta de que existe otro tipo de violencia contra las mujeres y que hace mucho más daño que cualquier otra: la violencia vicaria, que ha existido siempre pero que, igual que la violencia psicológica, la sociedad –y en particular la Justicia– nunca la habían aceptado.
Los menores que son hijos de víctimas de violencia de género corren un gran riesgo de ser atacados por sus progenitores y, sin embargo, apenas un 3 por ciento de los casos de violencia de género termina con el régimen de visitas suspendido, lo que implica que el maltratador ya no puede ver a sus hijos.
Un maltratador nunca es un buen padre ni una buena persona, aunque ante los demás sea un ser maravilloso. Por ese motivo, la Justicia, una vez que se ha demostrado que ha ejercido violencia, debería tomar medidas preventivas en relación con los hijos.
Desde el 2013 hasta hoy han sido asesinados por sus padres 38 niños y casi 1.100 mujeres. El Estado debe tomar cartas en el asunto y considerar la violencia de género como terrorismo. Porque lo es. Lo primero que habría que hacer es “desestereotipar” contextos relacionados con el género, que se basan en argumentos del tipo “todas las mujeres son muy malas y solo buscan el dinero de los hombres”.
El cantante Diego El Cigala fue detenido hace pocos días y se le investiga por ejercer violencia contra su mujer. Pues bien, lo primero que soltó a los periodistas fue que a todas las mujeres les gustaba el dinero. Y mucha gente lo vio tan normal.
Fernando Báez Santana, de profesión párroco, culpó a la madre del crimen perpetrado por Tomás Gimeno contra sus hijas. Y lo hizo sobre la base de una supuesta infidelidad de la esposa. El sacerdote ha declarado que el asesino es una víctima como consecuencia de la ruptura del matrimonio y de la infidelidad de la madre y afirmó que las niñas estarían vivas si la madre no hubiese dejado al padre tras romper el vínculo matrimonial.
No contento con eso, este ministro de Dios llegó a manifestar que "la madre ha recogido lo que sembró". No podemos perder de vista que este señor es una persona que influye en una parte social importante, con lo que estas declaraciones son, como mínimo, escandalosas, e incluso podrían ser delictivas. De hecho, la Fiscalía está comprobando si hay indicios de delito.
Otras manifestaciones sostienen que las mujeres también maltratan a los hombres. No digo que no sea cierto pero, sin duda, lo es en mucha menor escala y, evidentemente, con menor violencia física. En cualquier caso, estas ideas contribuyen a potenciar el machismo y la violencia de género.
Es de vergüenza, por ejemplo, que el Gobierno andaluz apoye a un partido político que no reconoce la violencia de género, después de comprobar que esta lacra se ha cobrado la vida de miles de mujeres y decenas de niños.
Mientras haya una gran desigualdad entre hombres y mujeres, se siga cosificando el cuerpo femenino y la sociedad siga siendo machista y patriarcal, las mujeres no estamos seguras. Por otra parte, jamás debemos considerar a todos los hombres iguales: sería caer en el mismo error que ellos. Hay hombres maravillosos a los que sus madres les han enseñado a tratar a las mujeres como compañeras de vida y sienten hacia ellas un amor verdadero, sin posesiones: un amor libre de miedos.
Este cobarde no aceptaba que su mujer se hubiese separado de él para estar con otro hombre. Y no es porque la amara sino porque la consideraba de su propiedad, igual que sus hijas. Posiblemente tuvo ocasión y medios para poder matar a su esposa, pero era mejor, más inhumano, matarla en vida, despojarla de lo más importante en el mundo para una madre: sus hijos.
Al cabo de tanto tiempo, la sociedad se da cuenta de que existe otro tipo de violencia contra las mujeres y que hace mucho más daño que cualquier otra: la violencia vicaria, que ha existido siempre pero que, igual que la violencia psicológica, la sociedad –y en particular la Justicia– nunca la habían aceptado.
Los menores que son hijos de víctimas de violencia de género corren un gran riesgo de ser atacados por sus progenitores y, sin embargo, apenas un 3 por ciento de los casos de violencia de género termina con el régimen de visitas suspendido, lo que implica que el maltratador ya no puede ver a sus hijos.
Un maltratador nunca es un buen padre ni una buena persona, aunque ante los demás sea un ser maravilloso. Por ese motivo, la Justicia, una vez que se ha demostrado que ha ejercido violencia, debería tomar medidas preventivas en relación con los hijos.
Desde el 2013 hasta hoy han sido asesinados por sus padres 38 niños y casi 1.100 mujeres. El Estado debe tomar cartas en el asunto y considerar la violencia de género como terrorismo. Porque lo es. Lo primero que habría que hacer es “desestereotipar” contextos relacionados con el género, que se basan en argumentos del tipo “todas las mujeres son muy malas y solo buscan el dinero de los hombres”.
El cantante Diego El Cigala fue detenido hace pocos días y se le investiga por ejercer violencia contra su mujer. Pues bien, lo primero que soltó a los periodistas fue que a todas las mujeres les gustaba el dinero. Y mucha gente lo vio tan normal.
Fernando Báez Santana, de profesión párroco, culpó a la madre del crimen perpetrado por Tomás Gimeno contra sus hijas. Y lo hizo sobre la base de una supuesta infidelidad de la esposa. El sacerdote ha declarado que el asesino es una víctima como consecuencia de la ruptura del matrimonio y de la infidelidad de la madre y afirmó que las niñas estarían vivas si la madre no hubiese dejado al padre tras romper el vínculo matrimonial.
No contento con eso, este ministro de Dios llegó a manifestar que "la madre ha recogido lo que sembró". No podemos perder de vista que este señor es una persona que influye en una parte social importante, con lo que estas declaraciones son, como mínimo, escandalosas, e incluso podrían ser delictivas. De hecho, la Fiscalía está comprobando si hay indicios de delito.
Otras manifestaciones sostienen que las mujeres también maltratan a los hombres. No digo que no sea cierto pero, sin duda, lo es en mucha menor escala y, evidentemente, con menor violencia física. En cualquier caso, estas ideas contribuyen a potenciar el machismo y la violencia de género.
Es de vergüenza, por ejemplo, que el Gobierno andaluz apoye a un partido político que no reconoce la violencia de género, después de comprobar que esta lacra se ha cobrado la vida de miles de mujeres y decenas de niños.
Mientras haya una gran desigualdad entre hombres y mujeres, se siga cosificando el cuerpo femenino y la sociedad siga siendo machista y patriarcal, las mujeres no estamos seguras. Por otra parte, jamás debemos considerar a todos los hombres iguales: sería caer en el mismo error que ellos. Hay hombres maravillosos a los que sus madres les han enseñado a tratar a las mujeres como compañeras de vida y sienten hacia ellas un amor verdadero, sin posesiones: un amor libre de miedos.
REMEDIOS FARIÑAS