Tengo miedo de que ganen los tuyos. Tengo miedo de que ganen los míos. Tengo miedo de los extremos, de las polaridades que se están dando en nuestra tierra. No la mía, ni la tuya, sino la de todos. La nuestra.
Recuerdo mis charlas con don Daniel cuando me hablaba de la guerra fratricida que asoló España en el siglo XX. Pero nosotros no necesitamos ir a ninguna guerra mundial: nos matamos entre nosotros. Me contó lo que era el frente, cómo intercambiaban tabaco con el otro bando antes de dispararse.
En un país siempre dividido, donde conviven aún distintos reinos, el odio es muy peligroso. Hay gente que se empeña en que nos odiemos, en que veamos al que piensa diferente como el enemigo. Tú contra mí, yo contra ti.
Este país no es más que la sangre de todos aquellos que vivimos cobijados bajo su manto de mar y montañas, de sol y nieve, de frío y de calor. Todo es necesario, todo cabe. No dejemos que nos metan mierda en la cabeza. No dejemos que se pierda esa hospitalidad con la que todos nacemos. No permitamos que nos convenzan de que el otro es una cosa.
Por favor, no volvamos al siglo XX. Avancemos en empatía. Conozcámonos, hablemos y descubriremos que todos somos iguales. Todos reímos y tenemos miedos. Todos necesitamos un abrazo y tener el derecho a ser nosotros mismos
Individualidad y colectividad es posible si nos miramos como hermanos con gustos diferentes. Aprendamos a respetarnos, hagamos de la democracia nuestra máxima vocación. Como dice Juanes, "ama tu sangre y no la riegues por ahí". Me niego a ser una odiadora.
En un país siempre dividido, donde conviven aún distintos reinos, el odio es muy peligroso. Hay gente que se empeña en que nos odiemos, en que veamos al que piensa diferente como el enemigo. Tú contra mí, yo contra ti.
Este país no es más que la sangre de todos aquellos que vivimos cobijados bajo su manto de mar y montañas, de sol y nieve, de frío y de calor. Todo es necesario, todo cabe. No dejemos que nos metan mierda en la cabeza. No dejemos que se pierda esa hospitalidad con la que todos nacemos. No permitamos que nos convenzan de que el otro es una cosa.
Por favor, no volvamos al siglo XX. Avancemos en empatía. Conozcámonos, hablemos y descubriremos que todos somos iguales. Todos reímos y tenemos miedos. Todos necesitamos un abrazo y tener el derecho a ser nosotros mismos
Individualidad y colectividad es posible si nos miramos como hermanos con gustos diferentes. Aprendamos a respetarnos, hagamos de la democracia nuestra máxima vocación. Como dice Juanes, "ama tu sangre y no la riegues por ahí". Me niego a ser una odiadora.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ