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Aureliano Sáinz | Recordando a los buenos profesores (I)

En uno de los encuentros, vía internet, libres y abiertos que mantenemos quincenalmente diferentes profesores amigos de universidades de Andalucía y de países de América Latina (México, Colombia, Chile y Argentina), recogí una frase de Christian, profesor chileno, que me resultó muy oportuna, por lo que la copié textualmente, aunque su significado yo lo compartía desde que pasé de la arquitectura a la docencia.


Tengo que apuntar que estos debates los preparamos con anterioridad, de forma que uno de los participantes propone un tema previamente para centrarnos en él, por lo que por su carácter libre puede derivarse por otros derroteros que colindan con el tema con el que se comienza.

Realmente es un verdadero placer participar en encuentros de esta índole que no están marcados por la disciplina académica, sino por el deseo de conocer y de intercambiar opiniones que nos ayudan a estrechar lazos al tiempo que disfrutar de visiones diferentes a la que cual posee.

La frase aludida, una vez que la preparé para el alumnado de segundo curso al que imparto docencia en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba, fue la siguiente: “¿En alguna ocasión has sentido que el profesor o la profesora de la clase te despertara el deseo de aprender?”

Estos estudiantes serán en el futuro maestros o maestras, por lo que, tras explicarle que la pregunta era personal, y que podían incluirla voluntariamente al final del trabajo de análisis de los dibujos de los escolares que les proporcioné, recibí sus correspondientes respuestas en las que expresaban de modos muy diversos esas experiencias motivadoras, en qué asignaturas y cursos se habían producido, cómo actuaron sus profesores, qué había significado para ellos esa percepción distinta a la rutina y la monotonía con la que suelen enfrentarse con cierta frecuencia en las aulas.

Puesto que todos recordamos aquel profesor o aquella profesora que nos dejó una significativa huella en la larga trayectoria de los estudios, que van desde los iniciales de la infancia a los de madurez, si se entra en la universidad, me ha parecido oportuno seleccionar algunos de los comentarios, dado que es muy probable que quien esté leyendo estas líneas pueda identificarse con algunos de estos casos.

Dado que son diversas las respuestas, me ha parecido oportuno traerlas tal como fueron escritas, por lo que ahora veremos un par de ellas, manteniendo el anonimato de sus autores, ya que así fue como lo expresé en la clase al indicarles que serían publicadas en este medio. Por otro lado, me ha parecido oportuno acudir a una obra, Niña leyendo, del pintor impresionista francés Renoir para ilustrar el artículo, ya que la lectura forma parte fundamental del proceso educativo.


Comenzamos por un escrito de una alumna referido a sus problemas con las Matemáticas, una disciplina que suele presentar dificultades de aprendizaje en un sector del alumnado.

“Lo primero que me vino a la cabeza cuando se nos lanzó esa pregunta fue la imagen de don Manuel, un profesor de una academia a la que tuve que apuntarme.

Y es que desde primero hasta tercero de la ESO me dio Matemáticas un profesor que, desde mi punto de vista, era nefasto y solo apoyaba y se centraba en los que mejores calificaciones obtenían; y a los que teníamos menores calificaciones nos decía que no servíamos, que éramos unos casos perdidos y cosas similares.

Por culpa de este profesor yo perdí toda la fe en las Matemáticas. Llegué a odiarlas y no había forma de hacerme entender a mí misma que era capaz de sacarlas adelante.

Estuve muchos años en un calvario con esta asignatura, hasta que me apunté a esta academia y el profesor comenzó a hacerme ver que yo no era una inútil para esta materia. Lo que hizo fue explicarme de una forma más fácil todo lo que yo no entendía. Mostraba atención e interés en que las comprendiera y me dio la confianza que yo no tenía en mí misma.

Obviamente, sé que no aprobé solo por él. Yo puse mucho de mi parte, pero también sé que si no hubiera dado con este profesor, posiblemente, hubiera desistido por completo.

Gracias a él, pasé de suspender todo a sacar sobresaliente. Así, en un examen de bachillerato obtuve un 10, cosa que nunca hubiera imaginado que podría suceder. Me di cuenta de que era posible que las Matemáticas no fueran mi punto fuerte, pero, al menos, podría sacarlas como cualquier otra persona”.


Lo que apunta esta alumna pone en evidencia que, con frecuencia, las dificultades que atraviesan los estudiantes no se deben a su falta de capacidad, ni de interés, ni a su insuficiente tiempo dedicado al estudio, sino que son, de un modo más o menos explícito, la actitud de los profesores que solo atienden a aquellos que destacan en su materia.

Y lo peor de todo es que no suelen cortarse a la hora de descalificar a quienes no están a la altura de sus expectativas, por lo que sus expresiones de ‘inútiles’ o de ‘casos perdidos’ acaban siendo humillantes para quienes las reciben.

La Lengua es otra de las disciplinas que, junto a Matemáticas, genera problemas en los estudiantes. Veamos, pues, un segundo comentario relacionado con esta materia.

“Tras la lectura, y haber reflexionado sobre la pregunta planteada, he vuelto a mi infancia, ya que nunca he sido mal estudiante, pero es cierto que había asignaturas que me motivaban a la hora de ir a clase, de hacer las tareas y de estudiarlas; otras, en cambio, solo me provocaban rechazo, dado que, creo, que no solo era culpa del profesor sino de ambos.

Tanto el profesor que se mostraba con pocas ganas de enseñar y hacerla más dinámica para que aprendiéramos más rápido o yo, como alumna, dado que perdí el interés ya que tendía a compararla con otras asignaturas en las que los profesores eran más activos y mostraban más interés y ganas por enseñar.

La asignatura de la que hablo es la de Lengua. Llegó un punto en el que no me interesaba por ella y hasta la suspendí. Estaba tan desmotivada que no me apetecía nada relacionado con esta asignatura, aunque yo era consciente de la importancia que tiene en esa época de tu vida; pero a mí se me hizo un mundo estudiarla con ese profesor. Esto me sucedió en 2º de la ESO.

Casualmente, en el segundo trimestre, el profesor se dio de baja por enfermedad (se rompió un pie), por lo que vino un sustituto para reemplazarlo durante su baja. Con el nuevo profesor comprobé que tenía otra manera de explicar, con paciencia y dedicación, hacia todos mis compañeros/-as y también conmigo.

Logró que me interesara por ella y me hizo ver que todas las asignaturas tienen sentido a la hora de mi aprendizaje, de modo que todas iban a ser importantes a lo largo de mi vida, ya que depende de mi formación de ello. Y si en la vida quieres ser una persona completa, no puedes dejar de aprender y dejar que te enseñen de diferentes formas.

En conclusión, no es que la asignatura sea más fácil o más difícil, tampoco que te guste o no, sino la manera de impartirla, así como el interés y la dedicación que se demuestra en esa asignatura”
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Estos han sido dos ejemplos de los numerosos comentarios que los estudiantes, ya universitarios, me han remitido. Pero, creo, que conviene que veamos otras respuestas, dado que tiene gran interés saber la opinión del alumnado, al que pocas veces se le pregunta y se le hace responsable único de sus logros o fracasos con los que cargan durante su período de formación educativa.

AURELIANO SÁINZ
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