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Aureliano Sáinz | Ser laico

El próximo 9 de diciembre se celebra el Día Internacional del Laicismo, fecha que se ha tomado como referencia en la que la Constitución de Francia de 1905 declaraba al Estado francés como laico. En nuestro país, y a pesar de la acusada secularización de la sociedad, del término “laico” o del laicismo apenas se habla, puesto que en todo caso se suele decir que vivimos en un Estado “aconfesional”, sin que se tenga muy claro qué implica en los distintos ámbitos este término.


Aprovechando esta conmemoración, me ha parecido oportuno realizar una entrevista a José Antonio Naz, coordinador de Andalucía Laica, organización que forma parte de Europa Laica, que es el referente nacional del laicismo en nuestro país.

Sobre el entrevistado, aparte de un buen amigo de muchos años, quisiera apuntar que ha sido profesor de Francés en distintos institutos (entre ellos, Inca Garcilaso de Montilla y Blas Infante de Córdoba). En la actualidad se encuentra jubilado, por lo que su dedicación a la causa del laicismo es bastante intensa.

—José Antonio, me gustaría comenzar esta entrevista de modo que nos aclararas el término laicismo, tan poco conocido en nuestro país, y en qué consiste en ser laico. 

—Considero que ser laico es defender el laicismo, término que puede definirse por tres principios. En primer lugar, por la defensa de la libertad de conciencia, es decir, de la potestad personal a las propias creencias sin ser discriminado ni privilegiado por ello. También, por la de la igualdad de derechos de todas las personas, reflejada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que obliga a la sociedad a que se respeten por igual a creyentes o no creyentes, lo que conduce a la separación del Estado de cualquier confesión religiosa. Y en tercer lugar, por el interés que supone garantizar el ámbito público como algo común y general para toda la ciudadanía.

—En la actualidad, tras muchos años de actividad, eres coordinador de Andalucía Laica, organización que representa en nuestra tierra a Europa Laica. ¿Me puedes explicar cuáles son los objetivos que se plantean en esta última organización y qué nivel de implantación tiene en el territorio nacional?

—Como puede entenderse, Europa Laica tiene por objetivo fundamental conseguir la laicidad en la sociedad y que el Estado sea realmente laico, dado que este término es más claro que el de “aconfesional”, que solo existe en nuestro país. Esto supondría avanzar y profundizar en la democracia, puesto que en muchos aspectos se solapan lo público, que es de todos, con los intereses de la Iglesia católica que, a pesar de ser la religión mayoritaria en nuestro país, es una institución privada.

Como asociación, tengo que decirte que Europa Laica fue creada hace veinte años. Desde entonces, funciona tanto en el ámbito nacional como en las comunidades autónomas, con bastantes afiliados y simpatizantes. También contamos con socios en países europeos, manteniendo relaciones de cooperación con asociaciones humanistas de Europa.

—Antes de iniciar la charla, hablábamos de que una parte significativa de la gente de nuestro país suele pensar que el laicismo o ser laico es ir en contra de la religión o ser anticlerical, y que son cosas de agnósticos o ateos. ¿Qué puedes decirme de esto?

—Que para nada estamos en contra de ninguna religión. En nuestra asociación hay personas creyentes y no creyentes. Creo que la confusión radica en que, a pesar de los más de cuarenta años transcurridos desde la aprobación de la Constitución, en la práctica se mantiene el predominio institucional de la Iglesia católica, casi como si siguiéramos en el nacional-catolicismo franquista. En la separación de la Iglesia del Estado se ha avanzado muy poco.

—Enlazando con lo que indicas, España pasó de ser un Estado con una religión oficial a ser constitucionalmente aconfesional. Hoy, cada cual puede decir si quiere o no pertenecer a la Iglesia católica o cualquier otra confesión religiosa o a ninguna ¿No crees que esto es suficiente?

—Pienso que en realidad hay dos constituciones: una formal y otra real. Cierto que desde el punto de vista formal dejamos de ser un país confesional. Sin embargo, en la práctica, y a pesar de la amplia secularización de la sociedad, en muchos casos se sigue actuando como si la aconfesionalidad del Estado no existiera, y ello se debe a que no se ha desarrollado una legislación que acabe con muchos de los privilegios que provenían del régimen anterior.

Esto que indico puede verse, por ejemplo, en la influencia de la Iglesia católica en el ámbito de la educación pública, en la utilización de las tradiciones, en la financiación que recibe del erario, en la ausencia de impuestos de bienes que no están destinados al culto, etcétera. Y todo ello cuando los datos recientes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos dicen que más de un 36 por ciento de los encuestados se declaran no creyentes, agnósticos o ateos, es decir, más de un tercio de la población adulta no se siente vinculado con ninguna creencia religiosa.

—En las campañas que lleváis adelante defendéis que la escuela pública también sea laica. Una objeción que se suele hacer te la planteo como interrogante: ¿No tienen los padres el derecho a que sus hijos reciban en los colegios enseñanza religiosa?

—Intentaré ser breve en este tema, ya que es extenso de argumentar. Para empezar, consideramos que también el menor de edad debería tener derecho a su propia libertad de conciencia. Por otro lado, es cierto que la Constitución española concede a los padres la posibilidad de elegir una formación religiosa para sus hijos, pero este derecho, que aparece en los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, fueron elaborados antes de la aprobación de la Constitución, por lo que son preconstitucionales.

Por otro lado, la obligatoriedad de la religión en la enseñanza supone una segregación y división del alumnado desde edades muy tempranas en función de las creencias de los progenitores. Y un supuesto derecho de unos no debe conducir a una obligación para quienes no optan por la enseñanza religiosa, ya que, además, se les priva a todos de un tiempo que podría dedicarse a materias fundamentales.

Entendemos que la educación religiosa puede desarrollarse en sus respectivas comunidades, sea en los templos y dentro de las familias. La escuela pública debe formar a ciudadanos en valores comunes e instruidos en contenidos científicos y humanistas y en competencias que les permitan un desarrollo humano y profesional.

—Volviendo hacia atrás. ¿Por qué vuestra insistencia en la anulación de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979?

—Porque, tal como he apuntado, son preconstitucionales, aprobados por un Estado que todavía se declaraba nacional-católico. Esos acuerdos no pueden estar por encima de la Constitución, ya que no tienen el rango de acuerdos internacionales como son, por ejemplo, los firmados con la Unión Europea. En realidad, para que queden anulados solo tienen que ser ‘denunciados’ por una de las partes (el Estado español o la Santa Sede).

De hecho, Europa Laica llevó a cabo una propuesta parlamentaria para que fueran anulados dichos acuerdos. La propuesta fue aprobada en Comisión por una mayoría de los partidos que formaban el Congreso en el año 2018, que siguen siendo mayoritarios en esta Legislatura.

—Un tema que habría que tratar de modo específico por la importancia que tiene es el de las inmatriculaciones. Para no excedernos, me gustaría que lo explicaras con la mayor brevedad posible.

—El caso de las miles de inmatriculaciones que ha llevado la Iglesia católica de inmuebles nace de la Ley Hipotecaria de 1946, cuando el Estado y la Iglesia funcionaban al unísono, de modo que le concedía a los obispos la capacidad de registrar propiedades que no aparecían en el Registro de la Propiedad, sin tener que presentar documentación de certificación de dicha propiedad. Es decir, se les equiparaba a los notarios.

Inicialmente, estaban excluidos los templos. Sin embargo, la ley fue reformada por el Gobierno de Aznar en 1998, de modo que también los templos podrían pasar a ser propiedad de las distintas diócesis. A partir de entonces, los obispos de nuestro país han registrado a su nombre todo tipo de inmuebles y prácticamente todos los templos. Y es que también se han inmatriculado cocheras, frontones, calles, plazas, etcétera, y una parte importante del Patrimonio público como son las catedrales o la propia Mezquita de Córdoba.

—Para cerrar, me gustaría que me indicaras el modo de ponerse en contacto con Andalucía Laica por parte de aquellos lectores que estuvieran interesados en ello.

—Para quienes deseen conocer nuestros planteamientos les recomiendo que visiten la página web laicismo.org y para contactar con Andalucía Laica pueden hacerlo en andalucialaica@andalucialaica.org o en cordobalaica@cordobalaica.org para quienes residan en Córdoba o su provincia.

AURELIANO SÁINZ
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