Y dicen que un buen día caímos en la maléfica red de un virus con corona y todo. El país poco a poco y con cierta lentitud fue envuelto en un aislamiento preventivo por un periodo (¿sine die?) que después de san José sería ampliado un par de semanas más. Hay que recordar que la Organización Mundial de la Salud (OMS), máxima autoridad sanitaria, ya advirtió que el coronavirus se puede frenar si se aplican medidas.
La autoridad competente hace público, por razones de seguridad, un confinamiento “a cal y canto” aún mayor, es decir, que no salgamos a la calle bajo ningún pretexto y que permanezcamos encerrados en nuestras casas. Dicho confinamiento se inicia entrado ya el mes de marzo. Otra cuestión será cumplirlo a “pie juntillas”.
En referencia a la situación, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, recuerda que “las medidas tomadas por España son las más duras de Europa e incluso del mundo”. El Estado de alarma llega tarde, pero duro. Graves razones sanitarias obligan a permanecer enclaustrados. ¿Salir? Lo imprescindible. Permanecemos en cuarentena por razones sanitarias.
Está claro que la situación es alarmante –yo diría muy alarmante–. Las personas que están muriendo aumentan por días. La mayoría de ellas son personas mayores que, por lógica, son más vulnerables dado que están más achacosas, tienen menos defensas para resistir al susodicho virus. En el momento de escribir estas líneas, se cuentan en España 56.188 casos confirmados y 4.089 fallecidos.
Estamos ante una pandemia, que según el Diccionario de la Real Academia Española, es una “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región” (sic). Dicha pandemia, originada en China, ha dejado más de 473.500 personas contagiadas además de provocar la muerte a más de 21.500 personas en todo el mundo.
Este tipo de situaciones pandémicas suelen mostrar la valía de muchas personas de todas las edades y profesiones, sanitarias, policiales o simplemente personas corrientes, todas ellas capaces de entregarse al prójimo hasta donde haga falta.
Por desgracia también hay “malajes” (desagradable, que tiene mala sombra) a los que se les está recordando y de paso avisando que ser jóvenes no les hace invencibles, y también podrían morir a causa del virus. Problema: no ven necesario vivir recluidos.
Catástrofes de este tipo hemos tenido bastantes a lo largo de la historia humana. En el siglo XIV, la Peste Negra se llevó por delante, según estimaciones de los expertos, unos 200 millones de vidas. Hubo un antes y un después, otras ocasiones que amargaron la realidad del vivir humano. La Peste Negra marcó un hito fatídico.
De dicha etapa viene el nombre de “cuarentena” que consiste en “un aislamiento preventivo al que se somete a alguien por razones sanitarias durante un determinado tiempo para evitar que contagie su enfermedad”.
Quizás el motivo menos conocido sea el religioso, según cita Alfred López. Entre el pueblo judío hay abundantes eventos relacionados con la cuarentena: los años que Moisés vivió como pastor; el tiempo que pasó en el monte Sinaí hasta bajar las Tablas de la Ley; los años que los hebreos deambularon por el desierto hasta poder llegar a Tierra Santa; los días que Jesús pasó ayunando... También la Cuaresma dura cuarenta días, entre Carnavales y Semana Santa.
Otra explicación de dicho término hace referencia al puerperio, “período que transcurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado anterior a la gestación” (sic). En definitiva, son cuarenta días que, en muchos de los casos, no llegaban a completarse.
También se aplicaba a los barcos cuando arribaban a puerto, ya que eran los que en sus bodegas llevaban al portador de la peste. Poco se podía hacer en aquella época para luchar contra ella. Las máscaras del carnaval de Venecia surgen en el siglo XVI para protegerse los médicos de los apestados. La “máscara de pico”, típica del carnaval, se conocía como “il Dottore della peste”.
Con frecuencia he dicho que en las distancias cortas es donde una persona se la juega. Con ello me saltarán una serie de palabras cargadas de consideración, de entrega y de servicio para con los demás. Paso a dejar un recuerdo de las actitudes positivas y generosas, desprendidas, caritativas, dadivosas, bondadosas, nobles... de muchas personas que se están dejando parte de su vida en este callejón. Un detalle casero.
En el bloque donde vivo, una de las mañanas, nada más empezar la alarma, encuentro en el interior del ascensor una breve nota avisando a los vecinos que si alguien con dificultades necesitaba ayuda (ir por avituallamiento, agua, medicinas…) que contaran con ellas. Era el ofrecimiento que hacían dos chicas a las personas que lo necesitaran. ¡Magnífico!
Indudablemente este periodo de nuestras vidas será duro, tanto para enfermos por culpa del virus como para las personas que pierdan su trabajo. Cuando la angustia de esta plaga pase nos espera el sobresalto de lo que pueda ofrecer el mercado laboral a corto plazo. Esperábamos una crisis, pero nunca una de tipo “medieval”, es decir una “peste” que afectará el entramado económico, social y demográfico.
Los viejos estaban infestados de soledad: ahora son personas de riesgo y no deben salir para no contagiarse ¿Miramos por ellos? Seguro. Pero salta una duda. Si se contagian llevan todas las de perder y colapsarán aun más los hospitales… Quietecitos en casa, para no contagiarse. La verdad es que se mire por donde se mire, los viejos somos un estorbo. Este pensamiento recorre calles, prensa y demás medios de comunicación.
Vejez y soledad serán cada vez más comunes. En fin, nuestro mundo siempre ha estado infestado de malas personas... Parece que somos muchos viejos en esta sufrida barcaza y, como la muerte tarda, la “naturaleza” nos ha mandado un virus capaz de todo.
Crónica y recorrido del maléfico virus en España. El 31 de enero se conoce el primer diagnosticado. El 9 de febrero aparece el segundo positivo y el 13, el tercero. El cuarto emerge el 24. El 25 aparece el octavo y el 26 ya tenemos 14 contagiados conocidos.
Sanidad tranquiliza al personal afirmando que si alguien ha venido de zona de riesgo no tiene que hacer nada. El 27 son ya 27 los contagiados y el 28 subimos a 59 infectados. Oficialmente se anuncian posibles medidas pero sin concretar.
El 1 de marzo hay 84 casos; el 2 subimos a 125; el 3 son 169 y un fallecido; el 4 hay 228 casos y dos fallecidos; el 5 llegamos a 282 y un muerto. Desde el Gobierno animan a llenar las calles el 8 de Marzo. ¿Grave error? Respeto a las mujeres, comparto alegrías y tristezas con ellas. En estos digitales he defendido sus valores y capacidades…
El 6 aparecen 365 casos; el 7 hay infectados 430 y 10 muertes, aunque el brote (dicen) está bajo control. El 8M infectados hay 674 y 17 muertos. El 9 se insta a no salir a la calle por un cambio de situación en el tema; el 13 amanece con 300 infectados y 100 muertos; el 14 se declara el Estado de Alarma (¿Estado de sitio?). La demora en el transcurrir de la contaminación es gorda.
El Gobierno cada día nos tranquiliza en la medida de sus medios, nos anima recurriendo a un llamamiento a la tranquilidad, nos apacigua con promesas que esperemos puedan cumplirse porque, en caso contrario, la mayoría del “populus” lo pasaremos muy mal. Al menos, eso sí, ya tenemos papel higiénico…
La autoridad competente hace público, por razones de seguridad, un confinamiento “a cal y canto” aún mayor, es decir, que no salgamos a la calle bajo ningún pretexto y que permanezcamos encerrados en nuestras casas. Dicho confinamiento se inicia entrado ya el mes de marzo. Otra cuestión será cumplirlo a “pie juntillas”.
En referencia a la situación, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, recuerda que “las medidas tomadas por España son las más duras de Europa e incluso del mundo”. El Estado de alarma llega tarde, pero duro. Graves razones sanitarias obligan a permanecer enclaustrados. ¿Salir? Lo imprescindible. Permanecemos en cuarentena por razones sanitarias.
Está claro que la situación es alarmante –yo diría muy alarmante–. Las personas que están muriendo aumentan por días. La mayoría de ellas son personas mayores que, por lógica, son más vulnerables dado que están más achacosas, tienen menos defensas para resistir al susodicho virus. En el momento de escribir estas líneas, se cuentan en España 56.188 casos confirmados y 4.089 fallecidos.
Estamos ante una pandemia, que según el Diccionario de la Real Academia Española, es una “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región” (sic). Dicha pandemia, originada en China, ha dejado más de 473.500 personas contagiadas además de provocar la muerte a más de 21.500 personas en todo el mundo.
Este tipo de situaciones pandémicas suelen mostrar la valía de muchas personas de todas las edades y profesiones, sanitarias, policiales o simplemente personas corrientes, todas ellas capaces de entregarse al prójimo hasta donde haga falta.
Por desgracia también hay “malajes” (desagradable, que tiene mala sombra) a los que se les está recordando y de paso avisando que ser jóvenes no les hace invencibles, y también podrían morir a causa del virus. Problema: no ven necesario vivir recluidos.
Catástrofes de este tipo hemos tenido bastantes a lo largo de la historia humana. En el siglo XIV, la Peste Negra se llevó por delante, según estimaciones de los expertos, unos 200 millones de vidas. Hubo un antes y un después, otras ocasiones que amargaron la realidad del vivir humano. La Peste Negra marcó un hito fatídico.
De dicha etapa viene el nombre de “cuarentena” que consiste en “un aislamiento preventivo al que se somete a alguien por razones sanitarias durante un determinado tiempo para evitar que contagie su enfermedad”.
Quizás el motivo menos conocido sea el religioso, según cita Alfred López. Entre el pueblo judío hay abundantes eventos relacionados con la cuarentena: los años que Moisés vivió como pastor; el tiempo que pasó en el monte Sinaí hasta bajar las Tablas de la Ley; los años que los hebreos deambularon por el desierto hasta poder llegar a Tierra Santa; los días que Jesús pasó ayunando... También la Cuaresma dura cuarenta días, entre Carnavales y Semana Santa.
Otra explicación de dicho término hace referencia al puerperio, “período que transcurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado anterior a la gestación” (sic). En definitiva, son cuarenta días que, en muchos de los casos, no llegaban a completarse.
También se aplicaba a los barcos cuando arribaban a puerto, ya que eran los que en sus bodegas llevaban al portador de la peste. Poco se podía hacer en aquella época para luchar contra ella. Las máscaras del carnaval de Venecia surgen en el siglo XVI para protegerse los médicos de los apestados. La “máscara de pico”, típica del carnaval, se conocía como “il Dottore della peste”.
Con frecuencia he dicho que en las distancias cortas es donde una persona se la juega. Con ello me saltarán una serie de palabras cargadas de consideración, de entrega y de servicio para con los demás. Paso a dejar un recuerdo de las actitudes positivas y generosas, desprendidas, caritativas, dadivosas, bondadosas, nobles... de muchas personas que se están dejando parte de su vida en este callejón. Un detalle casero.
En el bloque donde vivo, una de las mañanas, nada más empezar la alarma, encuentro en el interior del ascensor una breve nota avisando a los vecinos que si alguien con dificultades necesitaba ayuda (ir por avituallamiento, agua, medicinas…) que contaran con ellas. Era el ofrecimiento que hacían dos chicas a las personas que lo necesitaran. ¡Magnífico!
Indudablemente este periodo de nuestras vidas será duro, tanto para enfermos por culpa del virus como para las personas que pierdan su trabajo. Cuando la angustia de esta plaga pase nos espera el sobresalto de lo que pueda ofrecer el mercado laboral a corto plazo. Esperábamos una crisis, pero nunca una de tipo “medieval”, es decir una “peste” que afectará el entramado económico, social y demográfico.
Los viejos estaban infestados de soledad: ahora son personas de riesgo y no deben salir para no contagiarse ¿Miramos por ellos? Seguro. Pero salta una duda. Si se contagian llevan todas las de perder y colapsarán aun más los hospitales… Quietecitos en casa, para no contagiarse. La verdad es que se mire por donde se mire, los viejos somos un estorbo. Este pensamiento recorre calles, prensa y demás medios de comunicación.
Vejez y soledad serán cada vez más comunes. En fin, nuestro mundo siempre ha estado infestado de malas personas... Parece que somos muchos viejos en esta sufrida barcaza y, como la muerte tarda, la “naturaleza” nos ha mandado un virus capaz de todo.
Crónica y recorrido del maléfico virus en España. El 31 de enero se conoce el primer diagnosticado. El 9 de febrero aparece el segundo positivo y el 13, el tercero. El cuarto emerge el 24. El 25 aparece el octavo y el 26 ya tenemos 14 contagiados conocidos.
Sanidad tranquiliza al personal afirmando que si alguien ha venido de zona de riesgo no tiene que hacer nada. El 27 son ya 27 los contagiados y el 28 subimos a 59 infectados. Oficialmente se anuncian posibles medidas pero sin concretar.
El 1 de marzo hay 84 casos; el 2 subimos a 125; el 3 son 169 y un fallecido; el 4 hay 228 casos y dos fallecidos; el 5 llegamos a 282 y un muerto. Desde el Gobierno animan a llenar las calles el 8 de Marzo. ¿Grave error? Respeto a las mujeres, comparto alegrías y tristezas con ellas. En estos digitales he defendido sus valores y capacidades…
El 6 aparecen 365 casos; el 7 hay infectados 430 y 10 muertes, aunque el brote (dicen) está bajo control. El 8M infectados hay 674 y 17 muertos. El 9 se insta a no salir a la calle por un cambio de situación en el tema; el 13 amanece con 300 infectados y 100 muertos; el 14 se declara el Estado de Alarma (¿Estado de sitio?). La demora en el transcurrir de la contaminación es gorda.
El Gobierno cada día nos tranquiliza en la medida de sus medios, nos anima recurriendo a un llamamiento a la tranquilidad, nos apacigua con promesas que esperemos puedan cumplirse porque, en caso contrario, la mayoría del “populus” lo pasaremos muy mal. Al menos, eso sí, ya tenemos papel higiénico…
PEPE CANTILLO