De Navidad a Reyes corrían una serie de fiestas cuyo origen era ajeno a nosotros. Era la adaptación lenta que, con el paso del tiempo, hace cada cultura de eventos ajenos en un acomodo reposado y en principio sin traumas ni tropezones. Bien es verdad que los tiempos que nos han tocado vivir ya hacen viejas muchas corrientes casi antes de nacer. Vivimos muy acelerados y con ansias de novedades.
Parece que hay serios intentos de provocar la desaparición de la Navidad tal como se le viene conociendo. ¿Se ha quedado vieja y ya no vale? Es posible. Recordemos que las tradiciones cambian con el transcurrir del tiempo. Ahora bien, una cuestión es cambiar y otra bien distinta darle un giro de 180 grados o más en algunos casos.
Los “Herodes” cargados de fobias barnizadas de fanatismo sociopolítico no tienen pega en destruir por odio lo que les desagrada. La intención es hacerlas desaparecer. Los más viejos podrán recordar que poco a poco dichas fiestas navideñas han ido relegando unos elementos e introduciendo otros.
Un breve repaso. Hasta hace poco, la Navidad transcurría entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. Había aguinaldo (aguilando), estrenoas, canto de villancicos por la calle, Misa del Gallo para fieles católicos, belenes y cabalgata de Reyes Magos, entre otros eventos.
A fecha de hoy, los belenes están en decadencia, más bien amenazados de muerte. Hay quienes buscan su desaparición para lo cual se destrozan o se mean sobre las figuras, o se roban. ¡Viva Herodes! Hasta los Reyes Magos cambian de sexo y se convierten en magas… Eran unas fiestas como muy infantiles y no quiero pensar que haya adultos que por odio, rencor o fanatismo anti, las intentan cambiar.
El empezar de dichas fiestas, lo que se dice empezar, ya lo hemos adelantado al 31 de octubre porque han sido comercializadas al máximo. El cambio por tanto no es religioso sino mercantil. Pero volvamos a los orígenes.
Con respecto al origen de las fiestas navideñas hay que dejar claro que muy pocas son originarias de cada país donde se celebran. Y su origen no es absolutamente religioso. Pero son… Intento explicar algunos eventos que transcurren entre nosotros desde final de octubre, pasando por 24/25 de diciembre y saltan al 5 de enero del año recién nacido, para languidecer en la Cuesta de Enero.
El 6 de enero se reduce a contemplar el bullicio juguetero de los pequeños y a recoger embalajes. Mañana al cole y los mayores a escalar la escarpada Cuesta de Enero. Y la fiesta se apaga poco a poco. Los “reyes” (regalos) dejarán de tener sentido porque los hemos adelantado al día de Navidad. Desgloso parte de tan largo recorrido festero.
Primer paso dilatador. Halloween se celebra el 31 de octubre y es una fiesta de origen celta que venía a confirmar el final del verano. Curiosamente “all Hallow´s Eve” se traduce como “víspera de todos los Santos”. El origen es el festival celta “samhain” que celebraba el final de la cosecha y daba paso al solsticio de otoño. Los celtas creían que durante noche los muertos caminaban entre los vivos y por ello lo celebraban con fiestas y ritos sagrados.
Dicha fiesta es propia de países anglosajones como Irlanda, Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Australia aunque ésta última pocas ganas ha debido tener este año dado que arde por los cuatro costados. Como podemos apreciar, la fiesta está perfectamente encajada en el cristianismo.
El Viernes Negro (Black Friday). Los orígenes de esta tradición son americanos y se remonta al viernes 24 de septiembre de 1869. Modernamente se formaliza en la década de 1950 en Filadelfia. Un paso más. Digamos que a partir de dicha fecha, el pistoletazo de salida para las compras inicia el espacio navideño.
Al siguiente lunes el frenesí salta al comercio online con el llamado “ciberlunes” (Cyber Monday) con gangas supuestamente apetitosas. En España se han sumado muchas webs a este maratón con ofertas de viajes, moda y sobre todo, componentes electrónicos. Aquí al menos no hay peleas ni empujones al ser una compra por Internet. Otro cantar será el sobrecoste o el posible engaño metiéndonos gato por liebre.
Para curiosidad e información, la mayoría de fiestas de nuestro mundo europeo tienen su origen y base en la cultura romana. Los poderes cristianos bautizaron y cristianizaron muchas de dichas fiestas. Por ejemplo las Saturnales, dedicadas a Saturno dios del sol, digamos que son la base de nuestras fiestas navideñas. Eran días de alegría, regalos y libertad, en los que se reunían sin distinción de clases y en franca camaradería.
Ultima “puntá”. Seguíamos en prenavidad y aun quedaban en el carro de la compra “papás noeles”, “noche buena”, “noche vieja”, “reyes”, “amigos invisibles” tirando de nuestra cartera... Papá Noel, Santa Claus, Viejito Pascuero o San Nicolás son algunos nombres con los cuales se conoce universalmente al personaje legendario que según la cultura occidental trae regalos a los niños por Navidad (la noche del 24 al 25 de diciembre).
Curiosidad. El “Viejito Pascuero” nace en Chile en el siglo pasado. El origen se le debe a una tienda de juguetes que incluye en su publicidad a un anciano de blanca barba que reparte juguetes por el mundo durante la Nochebuena. Nada nuevo bajo el sol…
El origen de Nochevieja se remonta al tiempo de los romanos en honor del dios Janus. Dicha divinidad se representaba con dos caras, una de viejo con barba que miraba hacia el pasado –el año que muere–, la otra cara era joven y escudriña el nuevo año. Hacían una fiesta con familiares y amigos y comían higos, dátiles, miel deseando un inicio de año lo más dulce posible.
En las distintas fiestas precristianas similares a las posteriores Navidades, los niños eran parte importante en el desarrollo de dichas fiestas, bien para darles regalos, por ejemplo entre los romanos mientras que en otros casos eran sacrificados por devoradores de niños. Por ejemplo los druidas sacrificaban niños y Nimrod dios asiático, también llamado Santa no podía ser menos. Ahora también reparte regalos.
Entre nosotros en Nochevieja se celebra una cena familiar o con amigos y llegado el momento se toman las uvas de la suerte, costumbre que se popularizó durante el siglo pasado (1909). Los viejos se van quedando solos dicha noche. ¿Cansancio? ¿Estorbo?
La causa de tomar las uvas se debe, según dicen, el excedente de una cosecha de uva en Alicante. Aunque la costumbre de comerlas y brindar con champán por el año nuevo ya se tenía desde el siglo XIX, pero sólo disfrutaba de ella la clase burguesa.
Estas líneas nacen entre los últimos latidos del año que desaparece poco a poco y los tímidos susurros del nuevo año. 2019 ha sido para muchos de nosotros el año de la inestabilidad y la esperanza chafada por diversas circunstancias. Desazón, inquietud bien podrían ser las palabras que resumen la mayor parte del año ya pasado.
El Año Nuevo, si lo miramos con ojos legañosos, que aun no han tenido tiempo para clarear el horizonte, bien podría ser una prolongación del anterior o apuntar a un horizonte donde se perfilen nuevos tiempos por aquello de “año nuevo, vida nueva”. Conforme transcurra el tiempo podremos sentirnos algo mejor o padecer las mismas dolencias. El tiempo lo dirá…
Entre los deseos de felicidad se hace patente un deseo de salud como antídoto a una suerte lotera que pintó la imaginación como cada final de año. Me encuentro con una carta que me permite entrelazar algunas ideas. “Quiero un padre bueno” es la petición que hace a Papá Noel un niño víctima de malos tratos. Horror. Pobre chiquillo…
Ya solo nos queda terminar las fiestas, recoger los restos del revuelo de estos días y volver a la dura realidad. Que la Befana nos depare lo mejor para 2020.
Parece que hay serios intentos de provocar la desaparición de la Navidad tal como se le viene conociendo. ¿Se ha quedado vieja y ya no vale? Es posible. Recordemos que las tradiciones cambian con el transcurrir del tiempo. Ahora bien, una cuestión es cambiar y otra bien distinta darle un giro de 180 grados o más en algunos casos.
Los “Herodes” cargados de fobias barnizadas de fanatismo sociopolítico no tienen pega en destruir por odio lo que les desagrada. La intención es hacerlas desaparecer. Los más viejos podrán recordar que poco a poco dichas fiestas navideñas han ido relegando unos elementos e introduciendo otros.
Un breve repaso. Hasta hace poco, la Navidad transcurría entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. Había aguinaldo (aguilando), estrenoas, canto de villancicos por la calle, Misa del Gallo para fieles católicos, belenes y cabalgata de Reyes Magos, entre otros eventos.
A fecha de hoy, los belenes están en decadencia, más bien amenazados de muerte. Hay quienes buscan su desaparición para lo cual se destrozan o se mean sobre las figuras, o se roban. ¡Viva Herodes! Hasta los Reyes Magos cambian de sexo y se convierten en magas… Eran unas fiestas como muy infantiles y no quiero pensar que haya adultos que por odio, rencor o fanatismo anti, las intentan cambiar.
El empezar de dichas fiestas, lo que se dice empezar, ya lo hemos adelantado al 31 de octubre porque han sido comercializadas al máximo. El cambio por tanto no es religioso sino mercantil. Pero volvamos a los orígenes.
Con respecto al origen de las fiestas navideñas hay que dejar claro que muy pocas son originarias de cada país donde se celebran. Y su origen no es absolutamente religioso. Pero son… Intento explicar algunos eventos que transcurren entre nosotros desde final de octubre, pasando por 24/25 de diciembre y saltan al 5 de enero del año recién nacido, para languidecer en la Cuesta de Enero.
El 6 de enero se reduce a contemplar el bullicio juguetero de los pequeños y a recoger embalajes. Mañana al cole y los mayores a escalar la escarpada Cuesta de Enero. Y la fiesta se apaga poco a poco. Los “reyes” (regalos) dejarán de tener sentido porque los hemos adelantado al día de Navidad. Desgloso parte de tan largo recorrido festero.
Primer paso dilatador. Halloween se celebra el 31 de octubre y es una fiesta de origen celta que venía a confirmar el final del verano. Curiosamente “all Hallow´s Eve” se traduce como “víspera de todos los Santos”. El origen es el festival celta “samhain” que celebraba el final de la cosecha y daba paso al solsticio de otoño. Los celtas creían que durante noche los muertos caminaban entre los vivos y por ello lo celebraban con fiestas y ritos sagrados.
Dicha fiesta es propia de países anglosajones como Irlanda, Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Australia aunque ésta última pocas ganas ha debido tener este año dado que arde por los cuatro costados. Como podemos apreciar, la fiesta está perfectamente encajada en el cristianismo.
El Viernes Negro (Black Friday). Los orígenes de esta tradición son americanos y se remonta al viernes 24 de septiembre de 1869. Modernamente se formaliza en la década de 1950 en Filadelfia. Un paso más. Digamos que a partir de dicha fecha, el pistoletazo de salida para las compras inicia el espacio navideño.
Al siguiente lunes el frenesí salta al comercio online con el llamado “ciberlunes” (Cyber Monday) con gangas supuestamente apetitosas. En España se han sumado muchas webs a este maratón con ofertas de viajes, moda y sobre todo, componentes electrónicos. Aquí al menos no hay peleas ni empujones al ser una compra por Internet. Otro cantar será el sobrecoste o el posible engaño metiéndonos gato por liebre.
Para curiosidad e información, la mayoría de fiestas de nuestro mundo europeo tienen su origen y base en la cultura romana. Los poderes cristianos bautizaron y cristianizaron muchas de dichas fiestas. Por ejemplo las Saturnales, dedicadas a Saturno dios del sol, digamos que son la base de nuestras fiestas navideñas. Eran días de alegría, regalos y libertad, en los que se reunían sin distinción de clases y en franca camaradería.
Ultima “puntá”. Seguíamos en prenavidad y aun quedaban en el carro de la compra “papás noeles”, “noche buena”, “noche vieja”, “reyes”, “amigos invisibles” tirando de nuestra cartera... Papá Noel, Santa Claus, Viejito Pascuero o San Nicolás son algunos nombres con los cuales se conoce universalmente al personaje legendario que según la cultura occidental trae regalos a los niños por Navidad (la noche del 24 al 25 de diciembre).
Curiosidad. El “Viejito Pascuero” nace en Chile en el siglo pasado. El origen se le debe a una tienda de juguetes que incluye en su publicidad a un anciano de blanca barba que reparte juguetes por el mundo durante la Nochebuena. Nada nuevo bajo el sol…
El origen de Nochevieja se remonta al tiempo de los romanos en honor del dios Janus. Dicha divinidad se representaba con dos caras, una de viejo con barba que miraba hacia el pasado –el año que muere–, la otra cara era joven y escudriña el nuevo año. Hacían una fiesta con familiares y amigos y comían higos, dátiles, miel deseando un inicio de año lo más dulce posible.
En las distintas fiestas precristianas similares a las posteriores Navidades, los niños eran parte importante en el desarrollo de dichas fiestas, bien para darles regalos, por ejemplo entre los romanos mientras que en otros casos eran sacrificados por devoradores de niños. Por ejemplo los druidas sacrificaban niños y Nimrod dios asiático, también llamado Santa no podía ser menos. Ahora también reparte regalos.
Entre nosotros en Nochevieja se celebra una cena familiar o con amigos y llegado el momento se toman las uvas de la suerte, costumbre que se popularizó durante el siglo pasado (1909). Los viejos se van quedando solos dicha noche. ¿Cansancio? ¿Estorbo?
La causa de tomar las uvas se debe, según dicen, el excedente de una cosecha de uva en Alicante. Aunque la costumbre de comerlas y brindar con champán por el año nuevo ya se tenía desde el siglo XIX, pero sólo disfrutaba de ella la clase burguesa.
Estas líneas nacen entre los últimos latidos del año que desaparece poco a poco y los tímidos susurros del nuevo año. 2019 ha sido para muchos de nosotros el año de la inestabilidad y la esperanza chafada por diversas circunstancias. Desazón, inquietud bien podrían ser las palabras que resumen la mayor parte del año ya pasado.
El Año Nuevo, si lo miramos con ojos legañosos, que aun no han tenido tiempo para clarear el horizonte, bien podría ser una prolongación del anterior o apuntar a un horizonte donde se perfilen nuevos tiempos por aquello de “año nuevo, vida nueva”. Conforme transcurra el tiempo podremos sentirnos algo mejor o padecer las mismas dolencias. El tiempo lo dirá…
Entre los deseos de felicidad se hace patente un deseo de salud como antídoto a una suerte lotera que pintó la imaginación como cada final de año. Me encuentro con una carta que me permite entrelazar algunas ideas. “Quiero un padre bueno” es la petición que hace a Papá Noel un niño víctima de malos tratos. Horror. Pobre chiquillo…
Ya solo nos queda terminar las fiestas, recoger los restos del revuelo de estos días y volver a la dura realidad. Que la Befana nos depare lo mejor para 2020.
PEPE CANTILLO