La periodista Nieves Herrero (Madrid, 1957) desvela en su novela Esos días azules la verdadera vida de Pilar Valderrama, la musa de Antonio Machado, una mujer que en el ocaso de sus días confesó que ella fue Guiomar, la mujer de quien el poeta sevillano hablaba en algunos de sus versos. Ella era poeta y dramaturga, mujer de alta sociedad madrileña, católica, de derechas, casada y con tres hijos. Antonio Machado le duplicaba la edad y era uno de los símbolos de la Segunda República. Fue el último amor del poeta, pero Nieves Herrero asegura también que era un amor imposible.
Pilar Valderrama quiso confesar, antes de morir, a sus hijas y a su nieta, que ella era Guiomar. Así arranca esta novela que le ha llevado tres años de escritura. Guiomar pasó los veranos de su infancia en Montilla, donde está enterrado su padre. Dice que, cuando puso punto final a la escritura de esta historia, lloró como un niño pequeño.
La periodista madrileña es autora, además, de los bestsellers Lo que escondían sus ojos, cuya adaptación a serie de televisión batió récords de audiencia y ganó un premio Ondas; Como si no hubiera un mañana, premio de la crítica de Madrid; y Carmen.
—Desvelas en tu novela la verdadera historia de Pilar de Valderrama, la musa de Antonio Machado. ¿Qué encontraremos en tu libro no sabíamos hasta ahora?
—Yo creo que lo que vamos a encontrar es algo más que el nombre que le dio el poeta para la eternidad. Vamos a encontrar a la mujer, la verdadera personalidad de Pilar de Valderrama, vamos a comprenderla, por qué se enamora de un hombre que la dobla la edad, por qué ella se encuentra con él y se reconocen, como dice Antonio Machado.
No es que la conociera, es que la reconocía. Para mí era la mujer que había buscado toda la vida. Entonces, creo que todo el que se acerque se va a enamorar, como Antonio Machado, de esta mujer, que tenía muchísimo carácter y muchísima personalidad.
—Ella tuvo la valentía de decir que ella era Guiomar, una mujer de la alta sociedad madrileña, católica, casada y con tres hijos.
—Ella, antes de morir, decide dejar por escrito a sus hijas y a su nieta que ella es Guiomar. Así es como arranco yo el libro. Y efectivamente fue para mí un ejercicio de sinceridad. Cuando ella ya hubiera dejado de existir, nos íbamos a enterar de que ella fue Guiomar.
—Fue precisamente la nieta de Pilar, Alicia Viladomat, quien te sugirió que escribieras el libro.
—Sí. Por casualidad nos encontramos y me dijo: “Tienes que escribir la historia de mi abuela porque, si no, se va a perder. Soy la última nieta. No tengo hermanas y necesito que alguien recupere la historia de mi abuela”. Y me presionó mucho. Y eso es lo que hice. Rescatar, como decían María Dolores Ramírez y José María Luque, rescatar a la diosa.
—El libro es la reivindicación de una mujer poeta y dramaturga que no pasó a la posteridad con la relevancia que merecía.
—No es que no pasara. Es que se le ha ninguneado. Lo que estoy haciendo con este libro es hacer justicia. Porque fue el último amor de Machado, tuvo mucha importancia en esos últimos ocho años de su vida y la Historia lo que ha hecho es anularla como escritora, como dramaturga y hasta como persona. Y no. Estamos reivindicando que existió y que ella fue Guiomar.
—¿El perfil que dibujas en tu libro de la poeta es, en buena parte, los recuerdos de familia que Alicia conserva?
—Hay muchos recuerdos. Yo me he paseado por todos los lugares donde ella vivió. He podido hablar con los últimos Valderrama y hasta con las personas que la conocieron. La nieta me ha llevado por todas partes. Tengo que decirlo. Y desde luego lo que ha hecho es un ejercicio de periodismo pero también lo que quería era construir una historia con personajes de carne y hueso y para eso hay que moverse mucho, ver sus entornos. Pero también he tenido en cuenta la otra parte. Este libro sin Machado no tendría sentido. Y entonces aquí hay mucho Machado porque hay mucha bibliografía de Machado. Lo que no hay casi nada es de ella.
—Pilar de Valderrama pertenecía al Lyceum Club, más conocido como Club de las Maridas, mujeres que reivindicaban, por ejemplo, abrir una cuenta bancaria sin el permiso del marido.
—Reivindicaban el voto femenino también. Y reivindicaban el derecho al trabajo, que tampoco sin permiso del marido o del padre no era posible. Era un grupo de mujeres heterogéneo donde había mujeres de derechas y de izquierdas, todas ellas intelectuales. Y eso fue maravilloso. Hubo varios intelectuales que le pusieron peros a este grupo de mujeres, como por ejemplo Benavente, que rechazó la oferta de que fuera a dar una conferencia porque decía que él no iba a tontas y a locas. Las estaba llamando tontas y locas. Tuvieron muchos detractores.
—Alicia Viladomat se acercó a ti y te dijo: “La historia de mi abuela está aún sin escribir”. Después de tu libro, qué queda por escribir de Guiomar.
—Yo creo que de Guiomar queda mucho, porque ella era dramaturga. Yo me he acercado a las obras de ella que ahora mismo no se encuentran, porque Alicia me ha permitido tener los escritos originales, pero queda todavía esa segunda parte, porque yo acabo, aunque voy y venga del año 79, cuando ella muere y hace el esfuerzo de memoria, yo me voy de la mano con ellos hasta el 39, cuando muere Antonio Machado, pero hay una segunda parte probablemente de este libro donde ella se dedica muchísimo al mundo del teatro. Creo que podría quedar esa parte todavía.
—Después de tres años de escritura, la novela no se parece en nada a los primeros párrafos que comenzaste a escribir. ¿Había errores, nuevos datos, dudas?
—Bueno, yo estoy siempre estoy en la duda permanente. También quiero que lo sepas. Creo que mi estado natural es la duda, pero aquí tengo una gran certeza y es que fue una mujer intelectual, de su tiempo. Machado y ella eran como dos espíritus solitarios que se reencuentran. Hablaban el mismo idioma.
Machado la respetaba muchísimo como poeta. De hecho, intentaba con muchas cartas a sus amigos, entre ellos Unamuno, que le pusieran un faldoncito haciéndole alguna crítica a alguno de sus libros. Pocas veces lo conseguía. También hay que decirlo. Pero Machado creía en ella y yo, desde luego, no voy a decirte que me he enamorado de ella pero sí que, sin duda, el espíritu Valderrama a mí me ha podido. O sea, realmente ha sido la experiencia más bonita de mi vida a nivel editorial.
—¿Cuánto hay en tu libro de verdad y de ficción?
—Pues mira. Poca ficción. Porque realmente he tenido la suerte de contar con Alicia que, cuando tenía dudas, me decía esto ha sido así. Íbamos muy de la mano. Y luego, yo también cuento la historia de Machado. Está el testimonio de su hermano. A Manuel Álvarez Machado le he dado el libro y no sé qué le habrá parecido pero yo realmente quería hacerle llegar este libro porque creo que la historia a Guiomar la ha ninguneado y la ha apartado de la realidad. O sea, creo que hay que ponerla en su justa medida. Fue la última pasión de Machado y le corresponde un lugar que no tenía. Vamos a ver si entre todos se lo damos.
—Dices que si no tuviéramos las cartas, podríamos pensar que el amor de Guiomar con Machado fue pura ficción. ¿Esa correspondencia es tu principal fuente de documentación?
—Sí. En sus treinta y pico cartas el lenguaje es muy especial, un lenguaje que hoy no se utiliza. Y eso a mí me ha marcado mucho para los diálogos que pongo entre ellos, para frasear parte de la correspondencia. Yo he tenido las cartas y parte de lo que decían en las cartas casi es lo que ellos se decían en los encuentros, ¿sabes?, porque no quería inventar nada en el sentido de que sabía que todo se iba a medir con una lupa.
El universo Machado es un universo que hay que medir muchísimo. Yo, cada vez que él abría la boca, intentaba que aquello estuviera en algo que decía su hermano, en algo que decían los libros. Hay mucha bibliografía de él. Tú decías en qué tanto por ciento. Como en toda novela, he hecho ficción, pero realmente me he basado muchísimo en su forma de hablar, que no es mi forma de hablar, que es la forma de hablar de Machado.
—Pilar de Valderrama confesó su amor a muy pocas personas, entre ellas a Concha Espina.
—Eso es. Era un secreto. En su círculo sí lo conocían, pero ella pedía el silencio. Y nunca le perdonó a Concha Espina que, aunque en ese libro que hizo, cuando vivía su marido y vivía ella, dio unas claves, aunque las desdibujó para que nadie la señalara. Resulta que con esas claves mucha gente intuía que ella era Guiomar. Y eso a Pilar la puso muy nerviosa porque, realmente, era un secreto que, mientras viviera su marido, no quería que nadie conociera.
—¿Qué lugar ocupa la ciudad de Montilla en tu libro?
—Francisco Valderrama y Montilla ocupan un lugar preferente porque a ella le deja muy marcada la pérdida de su padre. Muere su padre cuando ella tiene seis años. Y a partir de ahí empiezan sus soledades. Estaba muy unida a su padre, que por cierto está enterrado en Montilla. La familia Valderrama es muy conocida en Montilla y está muy ligada a las bodegas que están por allí. Montilla es su infancia y la infancia dicen que es lo que te marca como ser humano. Y ella está ligada a Andalucía, está ligada a los cánticos.
En eso ellos dos tenían mucho en común porque realmente coincidían en que sentían Andalucía, aunque ella no era andaluza. La infancia te marca muchísimo. Y al morir su padre, empieza su calvario de soledad, porque su madre la interna en un colegio, se vuelve a casar y ya ella está sola. Y le pesó durante toda su vida. Que luego incluso se casa con su marido, Rafael Ramírez Ramarate, y sigue sola. Ella descubre que él es infiel. Ella, desesperada, es cuando se va a Segovia y conoce a Machado.
—Visto desde fuera, puede chocar a alguien este amor tan extraño, porque eran totalmente diferentes desde un punto de vista ideológico, político y religioso.
—Para mí, eso que tú estás marcando es lo más grande de ellos dos. Ella es monárquica, de derechas. Él se convierte en un símbolo de la Segunda República. Pues eso te demuestra que el amor está por encima de cualquier otra cosa. Como decía el propio Antonio Machado, en el amor la locura es lo sensato. Llega un punto que, cuando uno se enamora, está por encima de todo. A mí eso que tú has señalado es lo que más me ha parecido que hace grande esta historia. Que eran dos mundos totalmente diferentes y, sin embargo, ellos dos se saltan sus mundos.
Ella recorre todo Madrid y se va del lado más aristocrático para encontrarse con él. Pero eso a ella le da igual. Y él mantiene en secreto todo. Esto también le hace grande a Antonio Machado. Ella era una mujer casada y con hijos. Él sabe que puede hacer peligrar su honor y que esto trasciende. A mí me parece que los dos eran fueras de serie, la verdad.
—¿Te ha agotado la escritura de este libro?
—Voy todavía de la mano de Pilar y de Machado. Hasta el punto de que es la primera vez que he llorado como un niño pequeño cuando lo acabé de escribir. Porque dije: “¿Ya?”. Y te juro que me emocionó muchísimo porque ha sido maravilloso. No soy la misma después de escribir este libro, después de conocer de cerca a Machado y a Guiomar. Soy diferente. Y creo que mejor persona. Y eso se lo debo a ellos. Me han marcado muchísimo.
—¿Era realmente un amor imposible?
—Era un amor imposible, efectivamente. No tenía futuro. Y ellos lo sabían. Por eso solo se podían encontrar en el tercer mundo que inventaron. Y eso me parece precioso. Ellos, a las doce de la noche, quedaban mentalmente. Crearon un tercer mundo para encontrarse. Porque en el primero era imposible.
Pilar Valderrama quiso confesar, antes de morir, a sus hijas y a su nieta, que ella era Guiomar. Así arranca esta novela que le ha llevado tres años de escritura. Guiomar pasó los veranos de su infancia en Montilla, donde está enterrado su padre. Dice que, cuando puso punto final a la escritura de esta historia, lloró como un niño pequeño.
La periodista madrileña es autora, además, de los bestsellers Lo que escondían sus ojos, cuya adaptación a serie de televisión batió récords de audiencia y ganó un premio Ondas; Como si no hubiera un mañana, premio de la crítica de Madrid; y Carmen.
—Desvelas en tu novela la verdadera historia de Pilar de Valderrama, la musa de Antonio Machado. ¿Qué encontraremos en tu libro no sabíamos hasta ahora?
—Yo creo que lo que vamos a encontrar es algo más que el nombre que le dio el poeta para la eternidad. Vamos a encontrar a la mujer, la verdadera personalidad de Pilar de Valderrama, vamos a comprenderla, por qué se enamora de un hombre que la dobla la edad, por qué ella se encuentra con él y se reconocen, como dice Antonio Machado.
No es que la conociera, es que la reconocía. Para mí era la mujer que había buscado toda la vida. Entonces, creo que todo el que se acerque se va a enamorar, como Antonio Machado, de esta mujer, que tenía muchísimo carácter y muchísima personalidad.
—Ella tuvo la valentía de decir que ella era Guiomar, una mujer de la alta sociedad madrileña, católica, casada y con tres hijos.
—Ella, antes de morir, decide dejar por escrito a sus hijas y a su nieta que ella es Guiomar. Así es como arranco yo el libro. Y efectivamente fue para mí un ejercicio de sinceridad. Cuando ella ya hubiera dejado de existir, nos íbamos a enterar de que ella fue Guiomar.
—Fue precisamente la nieta de Pilar, Alicia Viladomat, quien te sugirió que escribieras el libro.
—Sí. Por casualidad nos encontramos y me dijo: “Tienes que escribir la historia de mi abuela porque, si no, se va a perder. Soy la última nieta. No tengo hermanas y necesito que alguien recupere la historia de mi abuela”. Y me presionó mucho. Y eso es lo que hice. Rescatar, como decían María Dolores Ramírez y José María Luque, rescatar a la diosa.
—El libro es la reivindicación de una mujer poeta y dramaturga que no pasó a la posteridad con la relevancia que merecía.
—No es que no pasara. Es que se le ha ninguneado. Lo que estoy haciendo con este libro es hacer justicia. Porque fue el último amor de Machado, tuvo mucha importancia en esos últimos ocho años de su vida y la Historia lo que ha hecho es anularla como escritora, como dramaturga y hasta como persona. Y no. Estamos reivindicando que existió y que ella fue Guiomar.
—¿El perfil que dibujas en tu libro de la poeta es, en buena parte, los recuerdos de familia que Alicia conserva?
—Hay muchos recuerdos. Yo me he paseado por todos los lugares donde ella vivió. He podido hablar con los últimos Valderrama y hasta con las personas que la conocieron. La nieta me ha llevado por todas partes. Tengo que decirlo. Y desde luego lo que ha hecho es un ejercicio de periodismo pero también lo que quería era construir una historia con personajes de carne y hueso y para eso hay que moverse mucho, ver sus entornos. Pero también he tenido en cuenta la otra parte. Este libro sin Machado no tendría sentido. Y entonces aquí hay mucho Machado porque hay mucha bibliografía de Machado. Lo que no hay casi nada es de ella.
—Pilar de Valderrama pertenecía al Lyceum Club, más conocido como Club de las Maridas, mujeres que reivindicaban, por ejemplo, abrir una cuenta bancaria sin el permiso del marido.
—Reivindicaban el voto femenino también. Y reivindicaban el derecho al trabajo, que tampoco sin permiso del marido o del padre no era posible. Era un grupo de mujeres heterogéneo donde había mujeres de derechas y de izquierdas, todas ellas intelectuales. Y eso fue maravilloso. Hubo varios intelectuales que le pusieron peros a este grupo de mujeres, como por ejemplo Benavente, que rechazó la oferta de que fuera a dar una conferencia porque decía que él no iba a tontas y a locas. Las estaba llamando tontas y locas. Tuvieron muchos detractores.
—Alicia Viladomat se acercó a ti y te dijo: “La historia de mi abuela está aún sin escribir”. Después de tu libro, qué queda por escribir de Guiomar.
—Yo creo que de Guiomar queda mucho, porque ella era dramaturga. Yo me he acercado a las obras de ella que ahora mismo no se encuentran, porque Alicia me ha permitido tener los escritos originales, pero queda todavía esa segunda parte, porque yo acabo, aunque voy y venga del año 79, cuando ella muere y hace el esfuerzo de memoria, yo me voy de la mano con ellos hasta el 39, cuando muere Antonio Machado, pero hay una segunda parte probablemente de este libro donde ella se dedica muchísimo al mundo del teatro. Creo que podría quedar esa parte todavía.
—Después de tres años de escritura, la novela no se parece en nada a los primeros párrafos que comenzaste a escribir. ¿Había errores, nuevos datos, dudas?
—Bueno, yo estoy siempre estoy en la duda permanente. También quiero que lo sepas. Creo que mi estado natural es la duda, pero aquí tengo una gran certeza y es que fue una mujer intelectual, de su tiempo. Machado y ella eran como dos espíritus solitarios que se reencuentran. Hablaban el mismo idioma.
Machado la respetaba muchísimo como poeta. De hecho, intentaba con muchas cartas a sus amigos, entre ellos Unamuno, que le pusieran un faldoncito haciéndole alguna crítica a alguno de sus libros. Pocas veces lo conseguía. También hay que decirlo. Pero Machado creía en ella y yo, desde luego, no voy a decirte que me he enamorado de ella pero sí que, sin duda, el espíritu Valderrama a mí me ha podido. O sea, realmente ha sido la experiencia más bonita de mi vida a nivel editorial.
—¿Cuánto hay en tu libro de verdad y de ficción?
—Pues mira. Poca ficción. Porque realmente he tenido la suerte de contar con Alicia que, cuando tenía dudas, me decía esto ha sido así. Íbamos muy de la mano. Y luego, yo también cuento la historia de Machado. Está el testimonio de su hermano. A Manuel Álvarez Machado le he dado el libro y no sé qué le habrá parecido pero yo realmente quería hacerle llegar este libro porque creo que la historia a Guiomar la ha ninguneado y la ha apartado de la realidad. O sea, creo que hay que ponerla en su justa medida. Fue la última pasión de Machado y le corresponde un lugar que no tenía. Vamos a ver si entre todos se lo damos.
—Dices que si no tuviéramos las cartas, podríamos pensar que el amor de Guiomar con Machado fue pura ficción. ¿Esa correspondencia es tu principal fuente de documentación?
—Sí. En sus treinta y pico cartas el lenguaje es muy especial, un lenguaje que hoy no se utiliza. Y eso a mí me ha marcado mucho para los diálogos que pongo entre ellos, para frasear parte de la correspondencia. Yo he tenido las cartas y parte de lo que decían en las cartas casi es lo que ellos se decían en los encuentros, ¿sabes?, porque no quería inventar nada en el sentido de que sabía que todo se iba a medir con una lupa.
El universo Machado es un universo que hay que medir muchísimo. Yo, cada vez que él abría la boca, intentaba que aquello estuviera en algo que decía su hermano, en algo que decían los libros. Hay mucha bibliografía de él. Tú decías en qué tanto por ciento. Como en toda novela, he hecho ficción, pero realmente me he basado muchísimo en su forma de hablar, que no es mi forma de hablar, que es la forma de hablar de Machado.
—Pilar de Valderrama confesó su amor a muy pocas personas, entre ellas a Concha Espina.
—Eso es. Era un secreto. En su círculo sí lo conocían, pero ella pedía el silencio. Y nunca le perdonó a Concha Espina que, aunque en ese libro que hizo, cuando vivía su marido y vivía ella, dio unas claves, aunque las desdibujó para que nadie la señalara. Resulta que con esas claves mucha gente intuía que ella era Guiomar. Y eso a Pilar la puso muy nerviosa porque, realmente, era un secreto que, mientras viviera su marido, no quería que nadie conociera.
—¿Qué lugar ocupa la ciudad de Montilla en tu libro?
—Francisco Valderrama y Montilla ocupan un lugar preferente porque a ella le deja muy marcada la pérdida de su padre. Muere su padre cuando ella tiene seis años. Y a partir de ahí empiezan sus soledades. Estaba muy unida a su padre, que por cierto está enterrado en Montilla. La familia Valderrama es muy conocida en Montilla y está muy ligada a las bodegas que están por allí. Montilla es su infancia y la infancia dicen que es lo que te marca como ser humano. Y ella está ligada a Andalucía, está ligada a los cánticos.
En eso ellos dos tenían mucho en común porque realmente coincidían en que sentían Andalucía, aunque ella no era andaluza. La infancia te marca muchísimo. Y al morir su padre, empieza su calvario de soledad, porque su madre la interna en un colegio, se vuelve a casar y ya ella está sola. Y le pesó durante toda su vida. Que luego incluso se casa con su marido, Rafael Ramírez Ramarate, y sigue sola. Ella descubre que él es infiel. Ella, desesperada, es cuando se va a Segovia y conoce a Machado.
—Visto desde fuera, puede chocar a alguien este amor tan extraño, porque eran totalmente diferentes desde un punto de vista ideológico, político y religioso.
—Para mí, eso que tú estás marcando es lo más grande de ellos dos. Ella es monárquica, de derechas. Él se convierte en un símbolo de la Segunda República. Pues eso te demuestra que el amor está por encima de cualquier otra cosa. Como decía el propio Antonio Machado, en el amor la locura es lo sensato. Llega un punto que, cuando uno se enamora, está por encima de todo. A mí eso que tú has señalado es lo que más me ha parecido que hace grande esta historia. Que eran dos mundos totalmente diferentes y, sin embargo, ellos dos se saltan sus mundos.
Ella recorre todo Madrid y se va del lado más aristocrático para encontrarse con él. Pero eso a ella le da igual. Y él mantiene en secreto todo. Esto también le hace grande a Antonio Machado. Ella era una mujer casada y con hijos. Él sabe que puede hacer peligrar su honor y que esto trasciende. A mí me parece que los dos eran fueras de serie, la verdad.
—¿Te ha agotado la escritura de este libro?
—Voy todavía de la mano de Pilar y de Machado. Hasta el punto de que es la primera vez que he llorado como un niño pequeño cuando lo acabé de escribir. Porque dije: “¿Ya?”. Y te juro que me emocionó muchísimo porque ha sido maravilloso. No soy la misma después de escribir este libro, después de conocer de cerca a Machado y a Guiomar. Soy diferente. Y creo que mejor persona. Y eso se lo debo a ellos. Me han marcado muchísimo.
—¿Era realmente un amor imposible?
—Era un amor imposible, efectivamente. No tenía futuro. Y ellos lo sabían. Por eso solo se podían encontrar en el tercer mundo que inventaron. Y eso me parece precioso. Ellos, a las doce de la noche, quedaban mentalmente. Crearon un tercer mundo para encontrarse. Porque en el primero era imposible.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO