Las verdades a medias son peligrosas. Un arma de propaganda y desinformación masiva. Su lógica se ha aplicado con atino desde los tiempos antiguos y todavía hoy es el instrumento de manipulación más afectivo para los populistas.
Este hecho se debe a que tienen una parte de verdad –o, al menos, desde un punto de vista intencional–, y otra que es inexacta, silenciada o, incluso, mentira. ¿Por qué funcionan tan bien? Porque permite a cada uno quedarse con lo que prefiera. Y siempre será la parte que quieran escuchar. Cataluña es buen ejemplo.
Ya avisé de que la violencia en Cataluña (y en España en general) era una cuestión de tiempo y, por ello, no me sorprendió en absoluto saber que una pandilla de fanáticos estaba preparando explosivos caseros. Tampoco comprobar que aumentan las agresiones a periodistas. Sin embargo, hay cuestiones que no me cuadran.
El independentismo catalán tiene un marcado carácter supremacista que se sustenta, entre otras virtudes y excelencias, en la superioridad moral del buen patriota. Por ello, una mayoría de catalanes se oponen a todo tipo de violencia. Es más, resulta su único argumento contra su supuesto Estado opresor. Dicho de otra manera, el independentismo catalán es supremacista, pero no violento. Es más partidario de la imposición, de la marginación del contrario y del acoso. Pero no es violento desde un punto de vista físico.
Pero los fanáticos, los que no necesitan excusas para hacer barbaridades, están en todos los bandos, y son ellos los que condicionan al resto. Tan cierto es que unos impresentables agredieron a Laila Jiménez, periodista de Telecinco, como que otros independentistas hicieron de barrera para ayudarla a salir de donde estaba.
En lo que respecta a los miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) detenidos, la información que se está filtrando tiene una dimensión política seria. Conexiones activas entre las CDR, la Generalitat y los fugados, la posible existencia de una célula terrorista, objetivos para atentar supuestamente confirmados por los propios detenidos…
Como suele ocurrir en estos casos, ante el secreto de sumario, la información filtrada viene avalada por atribuciones on background, o sea, fuentes señaladas, pero indeterminadas: “personas cercanas a la investigación”, “fuentes judiciales”… Por supuesto, nadie se responsabiliza de la información ofrecida.
Es posible que todas estas informaciones se confirmen cuando se levante el secreto de sumario. Mientras, lo único que de verdad sabemos, por las imágenes ofrecidas, es de la existencia de cuatro parias influidos por la kale borroka que pretendían hacer ruido con explosivos caseros. Nada más.
Lo más extraño del asunto es que, a la luz de estas informaciones, el presidente del Gobierno en funciones ha dado un giro, –otro más–, a su discurso, y ahora promete aplicar la Ley de Seguridad Nacional y, llegado el caso, el artículo 155 de la Constitución en Cataluña si fuera necesario para garantizar el orden. Con ello, no solo calienta el ambiente en todos los frentes ante las próximas elecciones, sino que le quita a Ciudadanos su único argumento ante el electorado más moderado.
Muy raro todo. Pedro Sánchez y su equipo son populistas baratos, cínicos y manipuladores que se creen inmersos en una especie de House of cards. Juegan con la ciudadanía como si fueran cartas de mus y, encima, se creen grandes estadistas por ello. ¿Quién nos asegura que no han aprendido de los supremacistas vascos y catalanes que la mejor manera de manipular a la población es con verdades a medias? Mucho suponer es eso.
Sin embargo, hay una serie de realidades evidentes. Carles Puigdemont y Joaquim Torra son unos conspiradores, pero no necesitan de las CDR para estar conectados. Y las CDR, por mucho fanático que tenga entre sus filas, no es ETA, ni tiene el apoyo en su territorio que sí tuvo la banda terrorista en Euskadi.
No descartemos que, tras el levantamiento del secreto de sumario, se desinflen muchas de las acusaciones vertidas contra los fanáticos presos. Pero, para entonces, las elecciones habrán pasado. Hoy, más que nunca, cuidémonos de las verdades a medias, que las cargan los populistas, y pueden provocar heridas irreversibles.
Este hecho se debe a que tienen una parte de verdad –o, al menos, desde un punto de vista intencional–, y otra que es inexacta, silenciada o, incluso, mentira. ¿Por qué funcionan tan bien? Porque permite a cada uno quedarse con lo que prefiera. Y siempre será la parte que quieran escuchar. Cataluña es buen ejemplo.
Ya avisé de que la violencia en Cataluña (y en España en general) era una cuestión de tiempo y, por ello, no me sorprendió en absoluto saber que una pandilla de fanáticos estaba preparando explosivos caseros. Tampoco comprobar que aumentan las agresiones a periodistas. Sin embargo, hay cuestiones que no me cuadran.
El independentismo catalán tiene un marcado carácter supremacista que se sustenta, entre otras virtudes y excelencias, en la superioridad moral del buen patriota. Por ello, una mayoría de catalanes se oponen a todo tipo de violencia. Es más, resulta su único argumento contra su supuesto Estado opresor. Dicho de otra manera, el independentismo catalán es supremacista, pero no violento. Es más partidario de la imposición, de la marginación del contrario y del acoso. Pero no es violento desde un punto de vista físico.
Pero los fanáticos, los que no necesitan excusas para hacer barbaridades, están en todos los bandos, y son ellos los que condicionan al resto. Tan cierto es que unos impresentables agredieron a Laila Jiménez, periodista de Telecinco, como que otros independentistas hicieron de barrera para ayudarla a salir de donde estaba.
En lo que respecta a los miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) detenidos, la información que se está filtrando tiene una dimensión política seria. Conexiones activas entre las CDR, la Generalitat y los fugados, la posible existencia de una célula terrorista, objetivos para atentar supuestamente confirmados por los propios detenidos…
Como suele ocurrir en estos casos, ante el secreto de sumario, la información filtrada viene avalada por atribuciones on background, o sea, fuentes señaladas, pero indeterminadas: “personas cercanas a la investigación”, “fuentes judiciales”… Por supuesto, nadie se responsabiliza de la información ofrecida.
Es posible que todas estas informaciones se confirmen cuando se levante el secreto de sumario. Mientras, lo único que de verdad sabemos, por las imágenes ofrecidas, es de la existencia de cuatro parias influidos por la kale borroka que pretendían hacer ruido con explosivos caseros. Nada más.
Lo más extraño del asunto es que, a la luz de estas informaciones, el presidente del Gobierno en funciones ha dado un giro, –otro más–, a su discurso, y ahora promete aplicar la Ley de Seguridad Nacional y, llegado el caso, el artículo 155 de la Constitución en Cataluña si fuera necesario para garantizar el orden. Con ello, no solo calienta el ambiente en todos los frentes ante las próximas elecciones, sino que le quita a Ciudadanos su único argumento ante el electorado más moderado.
Muy raro todo. Pedro Sánchez y su equipo son populistas baratos, cínicos y manipuladores que se creen inmersos en una especie de House of cards. Juegan con la ciudadanía como si fueran cartas de mus y, encima, se creen grandes estadistas por ello. ¿Quién nos asegura que no han aprendido de los supremacistas vascos y catalanes que la mejor manera de manipular a la población es con verdades a medias? Mucho suponer es eso.
Sin embargo, hay una serie de realidades evidentes. Carles Puigdemont y Joaquim Torra son unos conspiradores, pero no necesitan de las CDR para estar conectados. Y las CDR, por mucho fanático que tenga entre sus filas, no es ETA, ni tiene el apoyo en su territorio que sí tuvo la banda terrorista en Euskadi.
No descartemos que, tras el levantamiento del secreto de sumario, se desinflen muchas de las acusaciones vertidas contra los fanáticos presos. Pero, para entonces, las elecciones habrán pasado. Hoy, más que nunca, cuidémonos de las verdades a medias, que las cargan los populistas, y pueden provocar heridas irreversibles.
RAFAEL SOTO