Hace unos días, la Asamblea Nacional Andaluza (ANA) lanzó un comunicado en el que promovía la unidad de los andalucistas y la asistencia a los actos del 10-11 de agosto por la memoria de Blas Infante. Buenas palabras para quien no conozca la ideología que hay detrás de los grupos que conforman la ANA.
En ocasiones, Blas Infante nos recuerda a una suerte de Jesucristo. Es la fuente de autoridad preferida de los popes del andalucismo, pero nadie le hace ni puñetero caso. Jesucristo es ignorado por su propia Iglesia, e Infantes es ignorado por el andalucismo que fundamentó. Si alguien se molestara en leer el Ideal Andaluz o alguna otra obra suya, no se defenderían las necedades que algunos insensatos ladran desde su camarilla.
Hemos escrito mucho ya sobre ello. El andalucismo de Infante es universalista, humanista y filantrópico. Un nacionalismo antinacionalista. La autonomía y/o el federalismo son para él una herramienta, no un fin. Es absolutamente incompatible con los nacionalismos vasco y catalán.
Que la ANA defienda el derecho de autodeterminación no nos es extraño. Su líder, Pedro Ignacio Altamirano, ya ha demostrado de todas las maneras posibles su falta de ingenio, así como su absoluta desconexión con la realidad. Ni los supremacistas catalanes se lo tomaron en serio en la TV3. Ya es decir.
En cambio, mucho más duro nos resulta esta defensa por parte de Andalucía Por Sí (AxSí). Siempre se definió como nacionalista pero, al menos, siempre ha sido razonable y ha mantenido los pies en la tierra. El propio Infante podría considerarse una suerte de nacionalista no excluyente, si es que eso es posible —queremos pensar que sí.
Sin embargo, el reciente Reglamento de Militancia de esta organización señala en su primer artículo: “No se aceptará la afiliación en AxSí de aquellas personas que mantuvieran posiciones públicas contrarias al derecho de autodeterminación de los pueblos y la Soberanía Andaluza […]”. Esta decisión aleja a AxSí de la ciudadanía y echa a perder el magnífico trabajo que Joaquín Bellido y su equipo han llevado a cabo durante los últimos años a pie de calle.
Es cierto que AxSí sigue siendo más razonable que la ANA, así como que sigue siendo la gran esperanza del andalucismo. Está más cerca de la realidad andaluza y tiene en sus filas a personas más sensatas. Sin embargo, esta defensa de la autodeterminación se aleja de las auténticas aspiraciones de la Nación y la acerca a posiciones más difíciles de justificar.
Lo dijimos en la pasada columna y lo repetiremos cuantas veces haga falta: los andaluces quieren la simetría competencial, el bienestar dentro de la Unión Europea y España y, sobre todo, abanderar un nuevo modelo de país que ponga a Andalucía en su sitio. Las ideas de Infante sobre el pugilato de las regiones para ser cabeza de España por su progreso y del andalucismo universal siguen vigentes en la población. Nuestra gente no quiere la autodeterminación. Al revés, se opone a ella con vehemencia.
Por nuestra parte, vemos estupendo que la ANA abogue por la unidad del andalucismo. Y no estaría mal que los actos del 10-11 de agosto sirvieran para unir a los que creemos que Andalucía debe superar el autonomismo, tal y como se concibe hoy. Sin embargo, mientras que las diferentes familias andalucistas sigan actuando como las viejas camarillas ilustradas –todo por el pueblo, pero sin el pueblo–, mal futuro le vemos al andalucismo.
Haereticus dixit.
En ocasiones, Blas Infante nos recuerda a una suerte de Jesucristo. Es la fuente de autoridad preferida de los popes del andalucismo, pero nadie le hace ni puñetero caso. Jesucristo es ignorado por su propia Iglesia, e Infantes es ignorado por el andalucismo que fundamentó. Si alguien se molestara en leer el Ideal Andaluz o alguna otra obra suya, no se defenderían las necedades que algunos insensatos ladran desde su camarilla.
Hemos escrito mucho ya sobre ello. El andalucismo de Infante es universalista, humanista y filantrópico. Un nacionalismo antinacionalista. La autonomía y/o el federalismo son para él una herramienta, no un fin. Es absolutamente incompatible con los nacionalismos vasco y catalán.
Que la ANA defienda el derecho de autodeterminación no nos es extraño. Su líder, Pedro Ignacio Altamirano, ya ha demostrado de todas las maneras posibles su falta de ingenio, así como su absoluta desconexión con la realidad. Ni los supremacistas catalanes se lo tomaron en serio en la TV3. Ya es decir.
En cambio, mucho más duro nos resulta esta defensa por parte de Andalucía Por Sí (AxSí). Siempre se definió como nacionalista pero, al menos, siempre ha sido razonable y ha mantenido los pies en la tierra. El propio Infante podría considerarse una suerte de nacionalista no excluyente, si es que eso es posible —queremos pensar que sí.
Sin embargo, el reciente Reglamento de Militancia de esta organización señala en su primer artículo: “No se aceptará la afiliación en AxSí de aquellas personas que mantuvieran posiciones públicas contrarias al derecho de autodeterminación de los pueblos y la Soberanía Andaluza […]”. Esta decisión aleja a AxSí de la ciudadanía y echa a perder el magnífico trabajo que Joaquín Bellido y su equipo han llevado a cabo durante los últimos años a pie de calle.
Es cierto que AxSí sigue siendo más razonable que la ANA, así como que sigue siendo la gran esperanza del andalucismo. Está más cerca de la realidad andaluza y tiene en sus filas a personas más sensatas. Sin embargo, esta defensa de la autodeterminación se aleja de las auténticas aspiraciones de la Nación y la acerca a posiciones más difíciles de justificar.
Lo dijimos en la pasada columna y lo repetiremos cuantas veces haga falta: los andaluces quieren la simetría competencial, el bienestar dentro de la Unión Europea y España y, sobre todo, abanderar un nuevo modelo de país que ponga a Andalucía en su sitio. Las ideas de Infante sobre el pugilato de las regiones para ser cabeza de España por su progreso y del andalucismo universal siguen vigentes en la población. Nuestra gente no quiere la autodeterminación. Al revés, se opone a ella con vehemencia.
Por nuestra parte, vemos estupendo que la ANA abogue por la unidad del andalucismo. Y no estaría mal que los actos del 10-11 de agosto sirvieran para unir a los que creemos que Andalucía debe superar el autonomismo, tal y como se concibe hoy. Sin embargo, mientras que las diferentes familias andalucistas sigan actuando como las viejas camarillas ilustradas –todo por el pueblo, pero sin el pueblo–, mal futuro le vemos al andalucismo.
Haereticus dixit.
RAFAEL SOTO