A veces me da por pensar en esa gente que se cree superior a los demás, ya sea por raza, sexo o dinero. Debe de ser horrible estar todo el día demostrando la superioridad de la que se adolece. Mi experiencia en la vida me ha demostrado que las personas que son más seguras son aquellas que aceptan la fragilidad humana; aquellas que ven iguales por todas partes.
Si tienes que odiar para ser alguien es que tu vida es gris y triste; si no, estarías viviéndola y disfrutando de tus seres queridos. A lo mejor es que no los tienes... El odio te pudre por dentro, el perdón es un antídoto. Perdón hacia uno mismo; perdón ante las debilidades del otro. No se trata de dar por buenos comportamientos horribles sino de soltar el dolor que te hicieron y seguir sin la mochila de las malas acciones ajenas sobre tus cansados hombros. Tarea difícil lo del perdón. Pero es que hay gente que odia al otro por deporte; el otro es una cosa, no es un prójimo. Es un negro, un gay, una mujer, uno con ideología diferente…
Los que me dan ganas de llorar son aquellos blanquitos que ven a la persona de piel oscura como un inferior. Y luego lo miras y ves que él tiene el pelo oscuro, no es alto, ni fuerte, ni guapo, ni tiene estudios: es solo un “hater”, como se dice hoy en día, que lo único que hace es echar la culpa de su vida de mierda al otro, que no tiene nombre ni cara, pero que le descarga de la responsabilidad de su propia existencia.
No tengo nada porque no he estudiado, trabajado, ni me he sacrificado, pero la culpa de mi desempleo es del inmigrante. Eso sí, el que odia no haría ni muerto el trabajo pesado que desarrollan miles de migrantes. ¿Yo cuidar a un señor mayor que está en cama? No. ¿Yo trabajar en un invernadero? No. ¿Yo coger fresas de rodillas? No. Él quiere ser un señorito con esclavos que trabajen para él y vota al primero que le dice que él es especial por haber nacido aquí y que tiene derecho a todo. Sobre todo, a vivir del cuento y a chupar de lo público.
Aquellos que ven la raza negra inferior, ¿en qué fundamentan esta teoría? Son más fuertes, rápidos y, según cuentan, mejor dotados. Solo necesitan, como todos, una buena alimentación y educación desde niños para llegar donde ellos se propongan. Como todos nosotros.
Los niños que pasan hambre, da igual el color de su piel, desarrollan muy poco sus capacidades intelectuales. Me da pena y miedo pensar que la persona que ha de descubrir alguna solución para alguna enfermedad difícil, ya sea cáncer, esclerosis múltiple u otra, no pueda llegar porque nació en el barrio equivocado.
La igualdad de oportunidades es una obligación, ya que supone un bien para toda la humanidad. Que cada uno dé lo mejor de sí mismo, da igual en el campo en el que sea, hará que nuestra especie sea mejor. Y necesitamos ser mejores. Con urgencia.
Si tienes que odiar para ser alguien es que tu vida es gris y triste; si no, estarías viviéndola y disfrutando de tus seres queridos. A lo mejor es que no los tienes... El odio te pudre por dentro, el perdón es un antídoto. Perdón hacia uno mismo; perdón ante las debilidades del otro. No se trata de dar por buenos comportamientos horribles sino de soltar el dolor que te hicieron y seguir sin la mochila de las malas acciones ajenas sobre tus cansados hombros. Tarea difícil lo del perdón. Pero es que hay gente que odia al otro por deporte; el otro es una cosa, no es un prójimo. Es un negro, un gay, una mujer, uno con ideología diferente…
Los que me dan ganas de llorar son aquellos blanquitos que ven a la persona de piel oscura como un inferior. Y luego lo miras y ves que él tiene el pelo oscuro, no es alto, ni fuerte, ni guapo, ni tiene estudios: es solo un “hater”, como se dice hoy en día, que lo único que hace es echar la culpa de su vida de mierda al otro, que no tiene nombre ni cara, pero que le descarga de la responsabilidad de su propia existencia.
No tengo nada porque no he estudiado, trabajado, ni me he sacrificado, pero la culpa de mi desempleo es del inmigrante. Eso sí, el que odia no haría ni muerto el trabajo pesado que desarrollan miles de migrantes. ¿Yo cuidar a un señor mayor que está en cama? No. ¿Yo trabajar en un invernadero? No. ¿Yo coger fresas de rodillas? No. Él quiere ser un señorito con esclavos que trabajen para él y vota al primero que le dice que él es especial por haber nacido aquí y que tiene derecho a todo. Sobre todo, a vivir del cuento y a chupar de lo público.
Aquellos que ven la raza negra inferior, ¿en qué fundamentan esta teoría? Son más fuertes, rápidos y, según cuentan, mejor dotados. Solo necesitan, como todos, una buena alimentación y educación desde niños para llegar donde ellos se propongan. Como todos nosotros.
Los niños que pasan hambre, da igual el color de su piel, desarrollan muy poco sus capacidades intelectuales. Me da pena y miedo pensar que la persona que ha de descubrir alguna solución para alguna enfermedad difícil, ya sea cáncer, esclerosis múltiple u otra, no pueda llegar porque nació en el barrio equivocado.
La igualdad de oportunidades es una obligación, ya que supone un bien para toda la humanidad. Que cada uno dé lo mejor de sí mismo, da igual en el campo en el que sea, hará que nuestra especie sea mejor. Y necesitamos ser mejores. Con urgencia.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ