Periodista y escritor, Juan Cruz Ruiz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948), lleva a sus espaldas 50 años en la profesión. En su último libro, Un golpe de vida, combina oficio y confesión. Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Laguna, ha desarrollado una extensa labor como periodista en el diario El País, en el que ha trabajado desde su fundación en 1976. Fue maestro de escuela y ahora su nombre es el de un colegio público en su barrio de La Vera.
—Dice usted: “Este libro es lo más verdadero que he escrito en mi vida. Lo que más me ha dolido escribir”.
—Sí. Es cierto. Porque no hay ni una gota de simulación en el libro con respecto a la vida personal, con respecto a la periodística, con respecto a la situación del periodismo y con respecto a la política. Todo lo que escribo es lo que siento. Es probable que en algunas cosas no tenga razón o esté desviado, pues he querido ser honesto con mi experiencia y con mi manera de ver la vida.
—Su vida ha estado marcada y definida por el periodismo. ¿Qué hubiera sido de usted si no se hubiera dedicado a esta profesión?
—Pues hubiera sido un excelente asmático, muy dedicado al asma. Hubiera sido un buen dependiente de almacén, que lo hice. Hubiera trabajado en una pirotecnia, que también lo hice. Hubiera sido bibliotecario. O hubiera sido vigilante de playa, que es lo que siempre he aspirado a ser.
—Pero no hubiera sido feliz.
—No sé. La felicidad es un instante. Nunca se sabe. Aquí cuento, como escritor, qué ha significado humanamente para mí esa dedicación.
—Vargas Llosa dice que sus libros son una alianza de géneros, donde se mezcla el lirismo, el relato, la nostalgia. Este no iba a ser menos.
—Bueno, este es la síntesis. Yo siento que soy un escritor que tiene esas características como tal. Cuando soy periodista, no. Cuando soy periodista cuento la realidad que le pasa a otros. En este caso, quise combinar mi vida con el ejercicio del periodismo, y todo es como una larga crónica acerca de mi oficio. Y cómo éste nos hizo personas.
—El libro también es el relato de alguien que no quiere abandonar el barco.
—No quiero abandonar el barco porque, si abandono el barco, me caigo en el mar. Para mí, el periodismo es un barco que requiere un comandante que lo lleve bien, que requiere buenos materiales, que requiere defender con honestidad los hechos, cómo contarlos a los demás. El periodista es quien le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Y para llevar ese barco tú tienes que tener en cuenta la gente que va contigo.
—Son tiempos convulsos para el periodismo y usted no quiere que se vaya al garete. Lamenta que “estemos metidos en el chapapote del periodismo de redes”.
—Sí, porque el periodismo está generando la sensación de que otro periodismo es posible. El periodismo que no reivindica la comprobación, el contraste, que no reivindica la pregunta, sino que reivindica la suposición o el insulto, o el olvido de los hechos. Y yo opino que el periodista debe contrastar los hechos para poderlos contar. La opinión no es periodismo.
—Comenzó a escribir este libro en Italia en 2015, en Umbría. La muerte de Rafael Chirbes y de su hermana, la enfermedad de su hija, le hicieron cambiar el rumbo de su escritura.
—Y me hice el viaje de regreso y entonces ya la vida real y la vida que se desarrolló empezó a mezclarse con mis recuerdos de periodista, que era la que yo quería contar. Pero ya el estado de ánimo del libro cambió y se convirtió en un golpe de vida.
—Defiende que “el periodismo sea hecho por periodistas”. ¿Por qué las empresas, en años pasados, apostaron por un oficio sin profesionales?
—Los que trabajan en el periódico son periodistas. Cualquiera que sea su origen. Otra cosa son los que opinan que este se divide perfectamente en las páginas. Una cosa es la opinión y otra cosa es la información. Luego están las redes sociales. Yo pongo en cuestión que las redes sociales sean periodismo. Las redes sociales son instrumentos de comunicación para divulgar hechos no siempre ciertos y opiniones no siempre contrastadas. La opinión en periodismo ha de ser contrastada como la información.
—Las redes han puesto de moda una palabra: posverdad. ¿Quién para esto ahora?
—Es muy difícil pararlo, porque ya lo protagonizan no solo presidentes de países, como Donald Trump, sino también periodistas, que haciendo uso de ese medio publican supuestas informaciones que no han sido contrastadas. Pero, si te fijas, ahora mismo todo lo que se publica que no es cierto, ocurre que la gente lo compra como verdadero.
Dividir el grano de la paja es tan difícil ahora como en los años treinta, que llegó el nazismo y el fascismo al poder. Hitler y Goebbels lanzaban mentiras con las que traficaban para luego organizar desastres como el asalto al Parlamento de Berlín. Bush inventó las armas de destrucción masiva. Ahora mismo Trump está vendiendo mentiras.
—Cincuenta años de profesión y teme la jubilación. ¿Cómo dibuja su futuro?
—Mi futuro ya lo dibujo en claros oscuros. Pero hay algo que me alegra. Que es mi nieto. Mi nieto ha generado una enorme ilusión por vivir. Y a mí lo que me gustaría es seguir trabajando para que, cuando él se mayor, sea capaz de discernir en este oficio lo que es verdadero de lo que es falso. Y hasta que yo tenga uso de razón y fuerza, intentaré seguir trabajando en ese sentido para evitar que la mentira sea más poderosa que la verdad.
—Dice usted: “Este libro es lo más verdadero que he escrito en mi vida. Lo que más me ha dolido escribir”.
—Sí. Es cierto. Porque no hay ni una gota de simulación en el libro con respecto a la vida personal, con respecto a la periodística, con respecto a la situación del periodismo y con respecto a la política. Todo lo que escribo es lo que siento. Es probable que en algunas cosas no tenga razón o esté desviado, pues he querido ser honesto con mi experiencia y con mi manera de ver la vida.
—Su vida ha estado marcada y definida por el periodismo. ¿Qué hubiera sido de usted si no se hubiera dedicado a esta profesión?
—Pues hubiera sido un excelente asmático, muy dedicado al asma. Hubiera sido un buen dependiente de almacén, que lo hice. Hubiera trabajado en una pirotecnia, que también lo hice. Hubiera sido bibliotecario. O hubiera sido vigilante de playa, que es lo que siempre he aspirado a ser.
—Pero no hubiera sido feliz.
—No sé. La felicidad es un instante. Nunca se sabe. Aquí cuento, como escritor, qué ha significado humanamente para mí esa dedicación.
—Vargas Llosa dice que sus libros son una alianza de géneros, donde se mezcla el lirismo, el relato, la nostalgia. Este no iba a ser menos.
—Bueno, este es la síntesis. Yo siento que soy un escritor que tiene esas características como tal. Cuando soy periodista, no. Cuando soy periodista cuento la realidad que le pasa a otros. En este caso, quise combinar mi vida con el ejercicio del periodismo, y todo es como una larga crónica acerca de mi oficio. Y cómo éste nos hizo personas.
—El libro también es el relato de alguien que no quiere abandonar el barco.
—No quiero abandonar el barco porque, si abandono el barco, me caigo en el mar. Para mí, el periodismo es un barco que requiere un comandante que lo lleve bien, que requiere buenos materiales, que requiere defender con honestidad los hechos, cómo contarlos a los demás. El periodista es quien le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Y para llevar ese barco tú tienes que tener en cuenta la gente que va contigo.
—Son tiempos convulsos para el periodismo y usted no quiere que se vaya al garete. Lamenta que “estemos metidos en el chapapote del periodismo de redes”.
—Sí, porque el periodismo está generando la sensación de que otro periodismo es posible. El periodismo que no reivindica la comprobación, el contraste, que no reivindica la pregunta, sino que reivindica la suposición o el insulto, o el olvido de los hechos. Y yo opino que el periodista debe contrastar los hechos para poderlos contar. La opinión no es periodismo.
—Comenzó a escribir este libro en Italia en 2015, en Umbría. La muerte de Rafael Chirbes y de su hermana, la enfermedad de su hija, le hicieron cambiar el rumbo de su escritura.
—Y me hice el viaje de regreso y entonces ya la vida real y la vida que se desarrolló empezó a mezclarse con mis recuerdos de periodista, que era la que yo quería contar. Pero ya el estado de ánimo del libro cambió y se convirtió en un golpe de vida.
—Defiende que “el periodismo sea hecho por periodistas”. ¿Por qué las empresas, en años pasados, apostaron por un oficio sin profesionales?
—Los que trabajan en el periódico son periodistas. Cualquiera que sea su origen. Otra cosa son los que opinan que este se divide perfectamente en las páginas. Una cosa es la opinión y otra cosa es la información. Luego están las redes sociales. Yo pongo en cuestión que las redes sociales sean periodismo. Las redes sociales son instrumentos de comunicación para divulgar hechos no siempre ciertos y opiniones no siempre contrastadas. La opinión en periodismo ha de ser contrastada como la información.
—Las redes han puesto de moda una palabra: posverdad. ¿Quién para esto ahora?
—Es muy difícil pararlo, porque ya lo protagonizan no solo presidentes de países, como Donald Trump, sino también periodistas, que haciendo uso de ese medio publican supuestas informaciones que no han sido contrastadas. Pero, si te fijas, ahora mismo todo lo que se publica que no es cierto, ocurre que la gente lo compra como verdadero.
Dividir el grano de la paja es tan difícil ahora como en los años treinta, que llegó el nazismo y el fascismo al poder. Hitler y Goebbels lanzaban mentiras con las que traficaban para luego organizar desastres como el asalto al Parlamento de Berlín. Bush inventó las armas de destrucción masiva. Ahora mismo Trump está vendiendo mentiras.
—Cincuenta años de profesión y teme la jubilación. ¿Cómo dibuja su futuro?
—Mi futuro ya lo dibujo en claros oscuros. Pero hay algo que me alegra. Que es mi nieto. Mi nieto ha generado una enorme ilusión por vivir. Y a mí lo que me gustaría es seguir trabajando para que, cuando él se mayor, sea capaz de discernir en este oficio lo que es verdadero de lo que es falso. Y hasta que yo tenga uso de razón y fuerza, intentaré seguir trabajando en ese sentido para evitar que la mentira sea más poderosa que la verdad.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO