Dichosos los alegres de corazón, sobre todo aquellos que no lo traen de fábrica y han tenido que arrancar miles de espinas antes de que la alegría llegara. Dichosos los que se caen y se levantan mil veces al día. Dichosos los que han aprendido a acoger los dolores de su cuerpo y se atreven a descubrir nuevos mundos. Dichosos los que saben ver en el otro la tristeza más allá de su sonrisa y regalan abrazos.
Dichosos los que cultivan la tierra y conocen la lluvia iracunda y el sol cegador, porque ellos son capaces de contemplar la magia de una semilla que se convierte en alimento. Dichosos los que cuidan los bosques y se dejan sorprender por la coquetería de los árboles y sus cambios de ánimo. Dichosos los que salen a la mar con sus redes reparadas y se adentran en el misterio del agua y la sal, esperando volver con las manos llenas de vida.
Dichosos los que necesitan poco y han comprendido el sentido último de la vida. Dichosos los que aman la libertad propia y ajena. Dichosos los valientes que se atreven a amar sin guía ni mapa. Dichosos los que se reconocen en el espejo y se sonríen. Dichosos los creadores porque ellos elevan las almas.
Dichosos los que los zarpazos ajenos no rasgaron su bondad y confianza. Dichosos los que son libres en un metro cuadrado, porque su mente es abierta. Dichosos los que no adoran El Dorado, porque ya aprendieron que solo se pueden atesorar los momentos y las emociones. Dichosos los que no pasaron de puntillas y salieron de los lodazales sin rencor. Dichosos los que encontraron la paz en el perdón.
Dichosos los que van ligeros de pasados y no corren hacia ninguna luz cegadora, caminando siempre despacio. Dichosos los que vivieron como Neruda. Dichosos todos aquellos que con malas cartas, hicieron una gran partida. Estos dichosos mil veces porque la vida no es justa y depende de donde la cigüeña se pose, habrá ventaja o no en la carrera de la existencia. Querría decirle a mucha gente mirándola a los ojos: enhorabuena, te ha costado más, pero lograsteis vivir.
Dichosos los que cultivan la tierra y conocen la lluvia iracunda y el sol cegador, porque ellos son capaces de contemplar la magia de una semilla que se convierte en alimento. Dichosos los que cuidan los bosques y se dejan sorprender por la coquetería de los árboles y sus cambios de ánimo. Dichosos los que salen a la mar con sus redes reparadas y se adentran en el misterio del agua y la sal, esperando volver con las manos llenas de vida.
Dichosos los que necesitan poco y han comprendido el sentido último de la vida. Dichosos los que aman la libertad propia y ajena. Dichosos los valientes que se atreven a amar sin guía ni mapa. Dichosos los que se reconocen en el espejo y se sonríen. Dichosos los creadores porque ellos elevan las almas.
Dichosos los que los zarpazos ajenos no rasgaron su bondad y confianza. Dichosos los que son libres en un metro cuadrado, porque su mente es abierta. Dichosos los que no adoran El Dorado, porque ya aprendieron que solo se pueden atesorar los momentos y las emociones. Dichosos los que no pasaron de puntillas y salieron de los lodazales sin rencor. Dichosos los que encontraron la paz en el perdón.
Dichosos los que van ligeros de pasados y no corren hacia ninguna luz cegadora, caminando siempre despacio. Dichosos los que vivieron como Neruda. Dichosos todos aquellos que con malas cartas, hicieron una gran partida. Estos dichosos mil veces porque la vida no es justa y depende de donde la cigüeña se pose, habrá ventaja o no en la carrera de la existencia. Querría decirle a mucha gente mirándola a los ojos: enhorabuena, te ha costado más, pero lograsteis vivir.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ