Fernando Martos lleva muchos años ahí, pero nunca sobrepasó la raya. Hoy, Domingo de Pasión, sí la ha hecho, después de un aplauso enorme y sincero que le ha abierto las puertas, ya para siempre, de Dos Hermanas, gracias a un Pregón de Semana Santa que se ganó a todos cuantos asistieron al Teatro Municipal por su sinceridad, por su sencillez y, especialmente, por su sentido compromiso cristiano.
Fernando Martos Varela no pronunció un pregón al uso. No recurrió a la poesía ni a la espectacularidad, pero sí a la palabra sentida y comprometida, cargada de sentimiento y, sobre todo, de sinceridad, de forma que al final este compromiso resultó tremendamente poético. Por eso provocó algunos 'olés', de esos que suenan a 'bieeeeen' cuando un capote comienza a desplegarse con sentido en la Maestranza, y muchos, muchos, sinceros aplausos.
Y hasta alguna lágrima, como le ocurrió a quien fue su presentador, Agustín García Gandullo, hermano mayor de Santa Ana y, además de uno de sus grandes amigos, su gran valedor. Pero sólo había que observar los rostros del párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, y del presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala, para confirmar que las palabras de Fernando Martos les estaban produciendo un enorme regocijo. Y, con ellos, el respetuoso silencio y la gran concentración con el que el público, que no llenó el Teatro, siguió en todo momento sus confesiones, y que rompió cuando, tras pronunciar el 'he dicho' de rigor, se puso en pie y le tributó un gran y sincero aplauso.
Ya antes de que el pregonero tomara el uso de la palabra, su presentador, Agustín García Gandullo, se refirió a Fernando Martos como un "nazareno de pies a cabeza" y un gran cofrade, además de alguien a quien consideraba de su familia y quien representaba unos grandes valores cristianos. "Fernando es honrado, trabajador y una persona con una gran formación cristiana... Un cofrade comprometido, dispuesto siempre a dar testimonio de lo que debemos ser".
"Gracias, pregonero, por ser mi hermano", dijo Agustín García Gandullo poco antes de dar la palabra a Fernando Martos, no sin antes tener un recuerdo muy especial hacia una persona "que hoy falta aquí", su abuelo, también de nombre Fernando.
Como no podía ser de otra forma, tanto en las palabras de Agustín García Gandullo como del propio pregonero, siempre estuvo muy presente Santa Ana, hasta el punto de que la marcha que este último eligió para que la interpretara la Banda de Música Santa Ana, como paso previo a su subida al atril, fue la de 'Nazarena y Patrona', del compositor nazareno José Ramón Lozano, director además de la misma. Por cierto, una marcha que el presidente del Consejo, ¡tanto de la Patrona!, acompañó por momentos cantando para sí.
Tal vez por eso pidió intersección a Santa Ana nada más comenzar sus palabras, para después confesarse un "torpe nazareno" y mostrar su agradecimiento a sus seres queridos, desde sus padres, José y Dolores, a su esposa, Cini, y sus tres hijos, al presidente del Consejo, Antonio Gavala, y al hermano mayor de Santa Ana, "por estar siempre en lo bueno, pero, sobre todo, en lo malo".
Y fue a partir de ahí cuando comenzó a sincerarse, a dejar claro que lo que quería era transmitir a todos un mensaje de compromiso cristiano, y a hacerlo, además, con palabras que todos entendieron, identificando cada imagen de la Semana Santa nazarena con momentos cotidianos en los que supo retratar desde el sufrimiento de quienes se encuentran enfermos y piden y suplican al Señor con "fe auténtica y verdadera", a la necesidad de la existencia de las imágenes religiosas, especialmente en este mundo globalizado.
Fernando Martos se refirió a los constantes ataques hacia la Iglesia, a la persecución hacia los cristianos, "como hace veinte siglos", a que "este mundo, mientras siga sufriendo, no es mundo, sino infierno", criticó a quienes prefieren grabar con su móvil a las bandas de música, dejando de lado al Señor, y a quienes se dedican a criticar detalles sin importancia, sin reconocer el trabajo que se encuentra detrás, o a quienes buscan la espectacularidad y no la fe.
"No me importa ni el paso ni la flor. Me importas tú, Señor. Solo Dios basta", dijo en otro momento el pregonero, señalando igualmente las críticas que desde muchas instituciones se vierten, por motivos electorales, hacia la Iglesia, confesándose cofrade porque consideraba que es necesario que se rindiera culto a "nuestras imágenes" en la calle.
Fernando Martos no escondió tampoco sus pasiones, y, como hizo casi constantemente hacia Santa Ana, tuvo recuerdos muy especiales hacia la Agrupación Parroquial de las Tres Caídas, de la que es capataz, de la que esperaba que pronto se convirtiera en Hermandad, dedicando unas palabras muy sentidas hacia el "Cristo de la Ventana' y, de forma muy especial, hacia María, "bandera y estandarte para todos nosotros", que en mayo es Rocío o en octubre Valme.
Pero también hacia el Señor, ejemplificado en la imagen del Gran Poder, el "Señor de lo cotidiano", que preside tantas camas de hospitales, tantos tanatorios o incluso hasta colas del paro, y que "siempre está ahí, esperando, escuchando, perdonando".
Como no podía ser de otra forma, sobre todo viniendo de quien es capataz titular de las Tres Caídas y segundo capataz del palio de la Estrella, confesó su amor por quienes guían a los pasos por las calles nazarenas, pero, sobre todo, hacia quienes se meten debajo de los pasos, como él hizo durante muchos años, lo que le ha permitido conocer "el maravilloso mundo del costalero".
El pregonero se mostró agradecido por saber que "Dios ha sido bueno conmigo", reconociendo que nunca "podré devolverle tantos favores", para concluir con unas palabras muy especiales hacia la Virgen de la Estrella, "nuestra Madre", de quien confesó que siempre estuvo muy presente en sus palabras y cuyo nombre marcó su vida.
Fernando Martos Varela no pronunció un pregón al uso. No recurrió a la poesía ni a la espectacularidad, pero sí a la palabra sentida y comprometida, cargada de sentimiento y, sobre todo, de sinceridad, de forma que al final este compromiso resultó tremendamente poético. Por eso provocó algunos 'olés', de esos que suenan a 'bieeeeen' cuando un capote comienza a desplegarse con sentido en la Maestranza, y muchos, muchos, sinceros aplausos.
Y hasta alguna lágrima, como le ocurrió a quien fue su presentador, Agustín García Gandullo, hermano mayor de Santa Ana y, además de uno de sus grandes amigos, su gran valedor. Pero sólo había que observar los rostros del párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, y del presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala, para confirmar que las palabras de Fernando Martos les estaban produciendo un enorme regocijo. Y, con ellos, el respetuoso silencio y la gran concentración con el que el público, que no llenó el Teatro, siguió en todo momento sus confesiones, y que rompió cuando, tras pronunciar el 'he dicho' de rigor, se puso en pie y le tributó un gran y sincero aplauso.
Ya antes de que el pregonero tomara el uso de la palabra, su presentador, Agustín García Gandullo, se refirió a Fernando Martos como un "nazareno de pies a cabeza" y un gran cofrade, además de alguien a quien consideraba de su familia y quien representaba unos grandes valores cristianos. "Fernando es honrado, trabajador y una persona con una gran formación cristiana... Un cofrade comprometido, dispuesto siempre a dar testimonio de lo que debemos ser".
"Gracias, pregonero, por ser mi hermano", dijo Agustín García Gandullo poco antes de dar la palabra a Fernando Martos, no sin antes tener un recuerdo muy especial hacia una persona "que hoy falta aquí", su abuelo, también de nombre Fernando.
Como no podía ser de otra forma, tanto en las palabras de Agustín García Gandullo como del propio pregonero, siempre estuvo muy presente Santa Ana, hasta el punto de que la marcha que este último eligió para que la interpretara la Banda de Música Santa Ana, como paso previo a su subida al atril, fue la de 'Nazarena y Patrona', del compositor nazareno José Ramón Lozano, director además de la misma. Por cierto, una marcha que el presidente del Consejo, ¡tanto de la Patrona!, acompañó por momentos cantando para sí.
Tal vez por eso pidió intersección a Santa Ana nada más comenzar sus palabras, para después confesarse un "torpe nazareno" y mostrar su agradecimiento a sus seres queridos, desde sus padres, José y Dolores, a su esposa, Cini, y sus tres hijos, al presidente del Consejo, Antonio Gavala, y al hermano mayor de Santa Ana, "por estar siempre en lo bueno, pero, sobre todo, en lo malo".
Y fue a partir de ahí cuando comenzó a sincerarse, a dejar claro que lo que quería era transmitir a todos un mensaje de compromiso cristiano, y a hacerlo, además, con palabras que todos entendieron, identificando cada imagen de la Semana Santa nazarena con momentos cotidianos en los que supo retratar desde el sufrimiento de quienes se encuentran enfermos y piden y suplican al Señor con "fe auténtica y verdadera", a la necesidad de la existencia de las imágenes religiosas, especialmente en este mundo globalizado.
Fernando Martos se refirió a los constantes ataques hacia la Iglesia, a la persecución hacia los cristianos, "como hace veinte siglos", a que "este mundo, mientras siga sufriendo, no es mundo, sino infierno", criticó a quienes prefieren grabar con su móvil a las bandas de música, dejando de lado al Señor, y a quienes se dedican a criticar detalles sin importancia, sin reconocer el trabajo que se encuentra detrás, o a quienes buscan la espectacularidad y no la fe.
"No me importa ni el paso ni la flor. Me importas tú, Señor. Solo Dios basta", dijo en otro momento el pregonero, señalando igualmente las críticas que desde muchas instituciones se vierten, por motivos electorales, hacia la Iglesia, confesándose cofrade porque consideraba que es necesario que se rindiera culto a "nuestras imágenes" en la calle.
Fernando Martos no escondió tampoco sus pasiones, y, como hizo casi constantemente hacia Santa Ana, tuvo recuerdos muy especiales hacia la Agrupación Parroquial de las Tres Caídas, de la que es capataz, de la que esperaba que pronto se convirtiera en Hermandad, dedicando unas palabras muy sentidas hacia el "Cristo de la Ventana' y, de forma muy especial, hacia María, "bandera y estandarte para todos nosotros", que en mayo es Rocío o en octubre Valme.
Pero también hacia el Señor, ejemplificado en la imagen del Gran Poder, el "Señor de lo cotidiano", que preside tantas camas de hospitales, tantos tanatorios o incluso hasta colas del paro, y que "siempre está ahí, esperando, escuchando, perdonando".
Como no podía ser de otra forma, sobre todo viniendo de quien es capataz titular de las Tres Caídas y segundo capataz del palio de la Estrella, confesó su amor por quienes guían a los pasos por las calles nazarenas, pero, sobre todo, hacia quienes se meten debajo de los pasos, como él hizo durante muchos años, lo que le ha permitido conocer "el maravilloso mundo del costalero".
El pregonero se mostró agradecido por saber que "Dios ha sido bueno conmigo", reconociendo que nunca "podré devolverle tantos favores", para concluir con unas palabras muy especiales hacia la Virgen de la Estrella, "nuestra Madre", de quien confesó que siempre estuvo muy presente en sus palabras y cuyo nombre marcó su vida.
F. G. / REDACCIÓN