El pasado 18 de marzo, a la edad de 90 años, fallecía una de las grandes leyendas de la música popular: Chuck Berry. La historia del rock, si tenemos en cuenta que el rock’n’roll es su antecedente, no podría entenderse sin esta figura clave de las décadas cincuenta y sesenta del siglo pasado, aunque sus discos de estudio se siguieron editando hasta el año 1979.
Si cito a Chuck Berry es porque su extensa trayectoria se vio reflejada en la publicación de 35 discos, fueran de estudio, en directo o en recopilaciones. Una larga vida cuya creatividad no se vio truncada a lo largo de tantos años.
En sentido contrario, hay cantantes y grupos que sacaron unos excelentes discos, algunos con una cierta trayectoria musical previa y otros siendo los primeros que veían la luz, pero que se apagaron en el anonimato pasado cierto tiempo. Esos trabajos que apuntaban a lo más alto carecieron de continuidad, fuera por los conflictos internos de las bandas o porque las expectativas creadas se truncaron en los siguientes trabajos.
Creo que cada uno de nosotros podría nombrar algunos de estos casos que conocemos; por mi parte, traeré a colación cinco álbumes que cubren un periodo de tres décadas desde primero al quinto de los citados. Comenzaré por el caso del grupo estadounidense Love, cuyo segundo disco apareció en 1967, y cerraré con Urban hynms de los británicos The Verve, que vería la luz en 1997, es decir, treinta años después.
Tal como he apuntado, en noviembre de 1967, un año después de que apareciera el primer disco del grupo Love, comandado por Arthur Lee, un mulato de 21 años residente en Los Ángeles, sobrado de talento y de inestabilidad emocional, apareció Forever Changes en el sello Elektra.
Allí se encontraba una pequeña joya titulada Alone Again Or, en la que los sonidos latinos se mezclaban con los de la psicodelia que predominaban en la Costa Oeste americana. Y si cito especialmente este tema es porque casi cuarenta años después lo volví a escuchar en la sala Apolo de Barcelona en la versión que realizaba Calexico, uno de los grupos más brillantes de las dos últimas décadas.
La portada del disco, muy en la línea de la estética de los carteles del flower power de los sesenta, fue diseñada por William S. Harvey, director artístico de Elektra. A partir de una pintura de intensos colores, se muestran unidos los rostros de los cinco componentes sobre un fondo blanco. El ingenuo logotipo de Love aparecía en la esquina superior izquierda y en el otro extremo inferior el título del disco.
¿Cómo es posible que el autor de un trabajo tan brillante como fue American Pie, aparecido en 1971, volviera casi al anonimato tras publicar tan espléndida obra? Lo cierto es que ese segundo elepé de Don McLean, que provenía del mundo del folk estadounidense, estuvo siete semanas en el número uno, permaneciendo en las listas a lo largo de todo un año. Todo un claro reconocimiento a este inolvidable trabajo.
American Pie también era la canción, de más de ocho minutos de duración, con la que se abría el álbum. Estaba escrita en homenaje al gran Buddy Holly, fallecido el 3 de febrero de 1959, “el día en el que murió la música”, tal como se decía en la canción. Pero no solo era la primera canción la que habría que destacar, todos los temas son inolvidables para quienes disfrutaron de este magnífico disco.
En el diseño de la portada, aparecía una fotografía tomada con gran angular del cantante que nos muestra mano izquierda cerrada con su dedo pulgar hacia lo alto y en el que se ha pintado los componentes de la bandera de Estados Unidos: una estrella blanca sobre fondo azul y barras de color rojo y blanco.
Don McLean publicó otros discos, pero nunca volvió a brillar, por lo que sus canciones American Pie, Vincent (dedicada a Van Gogh) o Babylon quedan como ejemplos de temas que no se olvidan.
¿Podía alguien competir e, incluso, destronar a Michael Jackson de la cumbre en la que estaba instalado el rey del pop allá por la década de los ochenta? Alguien se lo llegó a plantear cuando en 1987 apareció Introducing the hardline according to Terence Trent D’Arby.
El joven Terence, hijo de un predicador americano, había iniciado su carrera como cantante de soul en Alemania, en el mismo regimiento en el que Elvis Presley realizó el servicio militar.
Cuando apareció su primer álbum, causó unas enormes expectativas, pues sus temas se movían entre el funk y el R&B. Lo cierto es que el trabajo contenía temas tan potentes como If you let me stay y Dance little sister. Sin embargo, Sign your name, una balada rítmica y pegadiza, le catapultó al primer puesto de las listas británicas y al tres de Estados Unidos.
El diseño de la portada se le debió a Peter Barret, a partir de la fotografía que le había realizado Sheila Rock. Así, en un primer plano, aparece el rostro del cantante concentrado y mirando hacia abajo, al tiempo que una pequeña trenza cuelga por la mitad de su rostro.
Tras este primer disco, los siguientes trabajos de Terence Trent D’Arby en absoluto respondieron a las expectativas que se habían creado acerca de él. De todos modos, nos legó un álbum casi intemporal, puesto que no ha perdido nada de la frescura con la que apareció.
El caso de Tanita Tikaram es el de una chica que a sus 19 años publica en el Reino Unido su disco de debut Ancient Heart obteniendo un rotundo éxito, más aún, siendo ella misma la autora de las letras y la música de las once canciones que lo componían.
Pero resulta más sorprendente sabiendo que su madre procedía de Malasia y su padre era oriundo de Fiyi, donde trabajaba para el ejército británico. Con tan solo doce años, sus padres se trasladan a vivir a Londres, donde ella actúa en algunos clubes de esta metrópoli.
Uno de los responsables de WEA Records la escucha y le propone la grabación de un disco en este sello. Así, Ancient Heart ve la luz en 1988. De este modo, a tan corta edad, ve en el mercado un álbum con temas tan brillantes como Good tradition, Cathedral song y, especialmente, Twist in my sobriety.
La cálida voz de la cantante para nada hace imaginar que se trataba de una chica que no había llegado todavía a los veinte años. La recepción fue unánime y se venden 4 millones de copias, creándose grandes expectativas de cara al futuro.
La portada del disco es de gran sencillez: dos franjas blancas horizontales enmarcan la fotografía del centro en la que, en tonalidades sepias, aparece la cantante en un entorno natural de extrema sobriedad.
Dos años después, en 1990, lanza su segundo disco The sweet keeper, pero no consigue la repercusión que tuvo el primero. Continúa su carrera musical, pero no logra que sus trabajos tengan el reconocimiento de su primer disco.
Cuando en 1997 apareció Urban hymns, The Verve no era una banda británica recién llegada a la escena del rock. Su aparición se había producido en 1993 con el álbum A storm in heaven, pero no sería hasta cuatro años más tarde, tras una separación temporal del grupo en 1995, cuando el disco que contenía Bitter Sweet Symphony alcanzara el éxito que estaban esperando.
Bitter Sweet Symphony es una pequeña joya que inicialmente firmaba el líder de la banda: Richard Ascroft. Pero Mick Jagger y Keith Richards interpusieron una demanda por el parecido que tenía el riff de esa canción con el del tema The Last Time de los Rolling Stones. La demanda llegó a instancias judiciales que se pronunciaron a favor del tándem Jagger-Richards, por lo que finalmente ambos también aparecieron en los créditos.
Ciertamente, esta pequeña sinfonía de casi seis minutos respondió con creces a las expectativas que se habían generado antes de la aparición del disco. Al año de salir, en 1998, Urban hymns alcanzaría el galardón de Mejor álbum del año en los Brit Awards. De igual modo, The Verve obtendría el premio como Mejor grupo del año, por encima de bandas tan reconocidas como Radiohead y Oasis.
La portada del disco corresponde a la fotografía que realizó Michael Spencer Jones de los cinco miembros de la banda. En la misma, tomada con gran angular y con la denominada vista de gusano, aparecen sentados en el suelo del campo, distendidos y mirando hacia los lados. En el diseño de la carátula, aparecía la imagen fotográfica enmarcada con una franja negra.
Pues bien, el carácter tremendamente complicado de Richard Ascroft dio al traste con la continuidad de la banda. Habían llegado a ese reducido círculo privilegiado de los grupos británicos más famosos, pero las tensas relaciones y los altibajos de sus miembros no fueron los mejores para mantenerse en la cumbre.
Si cito a Chuck Berry es porque su extensa trayectoria se vio reflejada en la publicación de 35 discos, fueran de estudio, en directo o en recopilaciones. Una larga vida cuya creatividad no se vio truncada a lo largo de tantos años.
En sentido contrario, hay cantantes y grupos que sacaron unos excelentes discos, algunos con una cierta trayectoria musical previa y otros siendo los primeros que veían la luz, pero que se apagaron en el anonimato pasado cierto tiempo. Esos trabajos que apuntaban a lo más alto carecieron de continuidad, fuera por los conflictos internos de las bandas o porque las expectativas creadas se truncaron en los siguientes trabajos.
Creo que cada uno de nosotros podría nombrar algunos de estos casos que conocemos; por mi parte, traeré a colación cinco álbumes que cubren un periodo de tres décadas desde primero al quinto de los citados. Comenzaré por el caso del grupo estadounidense Love, cuyo segundo disco apareció en 1967, y cerraré con Urban hynms de los británicos The Verve, que vería la luz en 1997, es decir, treinta años después.
Tal como he apuntado, en noviembre de 1967, un año después de que apareciera el primer disco del grupo Love, comandado por Arthur Lee, un mulato de 21 años residente en Los Ángeles, sobrado de talento y de inestabilidad emocional, apareció Forever Changes en el sello Elektra.
Allí se encontraba una pequeña joya titulada Alone Again Or, en la que los sonidos latinos se mezclaban con los de la psicodelia que predominaban en la Costa Oeste americana. Y si cito especialmente este tema es porque casi cuarenta años después lo volví a escuchar en la sala Apolo de Barcelona en la versión que realizaba Calexico, uno de los grupos más brillantes de las dos últimas décadas.
La portada del disco, muy en la línea de la estética de los carteles del flower power de los sesenta, fue diseñada por William S. Harvey, director artístico de Elektra. A partir de una pintura de intensos colores, se muestran unidos los rostros de los cinco componentes sobre un fondo blanco. El ingenuo logotipo de Love aparecía en la esquina superior izquierda y en el otro extremo inferior el título del disco.
¿Cómo es posible que el autor de un trabajo tan brillante como fue American Pie, aparecido en 1971, volviera casi al anonimato tras publicar tan espléndida obra? Lo cierto es que ese segundo elepé de Don McLean, que provenía del mundo del folk estadounidense, estuvo siete semanas en el número uno, permaneciendo en las listas a lo largo de todo un año. Todo un claro reconocimiento a este inolvidable trabajo.
American Pie también era la canción, de más de ocho minutos de duración, con la que se abría el álbum. Estaba escrita en homenaje al gran Buddy Holly, fallecido el 3 de febrero de 1959, “el día en el que murió la música”, tal como se decía en la canción. Pero no solo era la primera canción la que habría que destacar, todos los temas son inolvidables para quienes disfrutaron de este magnífico disco.
En el diseño de la portada, aparecía una fotografía tomada con gran angular del cantante que nos muestra mano izquierda cerrada con su dedo pulgar hacia lo alto y en el que se ha pintado los componentes de la bandera de Estados Unidos: una estrella blanca sobre fondo azul y barras de color rojo y blanco.
Don McLean publicó otros discos, pero nunca volvió a brillar, por lo que sus canciones American Pie, Vincent (dedicada a Van Gogh) o Babylon quedan como ejemplos de temas que no se olvidan.
¿Podía alguien competir e, incluso, destronar a Michael Jackson de la cumbre en la que estaba instalado el rey del pop allá por la década de los ochenta? Alguien se lo llegó a plantear cuando en 1987 apareció Introducing the hardline according to Terence Trent D’Arby.
El joven Terence, hijo de un predicador americano, había iniciado su carrera como cantante de soul en Alemania, en el mismo regimiento en el que Elvis Presley realizó el servicio militar.
Cuando apareció su primer álbum, causó unas enormes expectativas, pues sus temas se movían entre el funk y el R&B. Lo cierto es que el trabajo contenía temas tan potentes como If you let me stay y Dance little sister. Sin embargo, Sign your name, una balada rítmica y pegadiza, le catapultó al primer puesto de las listas británicas y al tres de Estados Unidos.
El diseño de la portada se le debió a Peter Barret, a partir de la fotografía que le había realizado Sheila Rock. Así, en un primer plano, aparece el rostro del cantante concentrado y mirando hacia abajo, al tiempo que una pequeña trenza cuelga por la mitad de su rostro.
Tras este primer disco, los siguientes trabajos de Terence Trent D’Arby en absoluto respondieron a las expectativas que se habían creado acerca de él. De todos modos, nos legó un álbum casi intemporal, puesto que no ha perdido nada de la frescura con la que apareció.
El caso de Tanita Tikaram es el de una chica que a sus 19 años publica en el Reino Unido su disco de debut Ancient Heart obteniendo un rotundo éxito, más aún, siendo ella misma la autora de las letras y la música de las once canciones que lo componían.
Pero resulta más sorprendente sabiendo que su madre procedía de Malasia y su padre era oriundo de Fiyi, donde trabajaba para el ejército británico. Con tan solo doce años, sus padres se trasladan a vivir a Londres, donde ella actúa en algunos clubes de esta metrópoli.
Uno de los responsables de WEA Records la escucha y le propone la grabación de un disco en este sello. Así, Ancient Heart ve la luz en 1988. De este modo, a tan corta edad, ve en el mercado un álbum con temas tan brillantes como Good tradition, Cathedral song y, especialmente, Twist in my sobriety.
La cálida voz de la cantante para nada hace imaginar que se trataba de una chica que no había llegado todavía a los veinte años. La recepción fue unánime y se venden 4 millones de copias, creándose grandes expectativas de cara al futuro.
La portada del disco es de gran sencillez: dos franjas blancas horizontales enmarcan la fotografía del centro en la que, en tonalidades sepias, aparece la cantante en un entorno natural de extrema sobriedad.
Dos años después, en 1990, lanza su segundo disco The sweet keeper, pero no consigue la repercusión que tuvo el primero. Continúa su carrera musical, pero no logra que sus trabajos tengan el reconocimiento de su primer disco.
Cuando en 1997 apareció Urban hymns, The Verve no era una banda británica recién llegada a la escena del rock. Su aparición se había producido en 1993 con el álbum A storm in heaven, pero no sería hasta cuatro años más tarde, tras una separación temporal del grupo en 1995, cuando el disco que contenía Bitter Sweet Symphony alcanzara el éxito que estaban esperando.
Bitter Sweet Symphony es una pequeña joya que inicialmente firmaba el líder de la banda: Richard Ascroft. Pero Mick Jagger y Keith Richards interpusieron una demanda por el parecido que tenía el riff de esa canción con el del tema The Last Time de los Rolling Stones. La demanda llegó a instancias judiciales que se pronunciaron a favor del tándem Jagger-Richards, por lo que finalmente ambos también aparecieron en los créditos.
Ciertamente, esta pequeña sinfonía de casi seis minutos respondió con creces a las expectativas que se habían generado antes de la aparición del disco. Al año de salir, en 1998, Urban hymns alcanzaría el galardón de Mejor álbum del año en los Brit Awards. De igual modo, The Verve obtendría el premio como Mejor grupo del año, por encima de bandas tan reconocidas como Radiohead y Oasis.
La portada del disco corresponde a la fotografía que realizó Michael Spencer Jones de los cinco miembros de la banda. En la misma, tomada con gran angular y con la denominada vista de gusano, aparecen sentados en el suelo del campo, distendidos y mirando hacia los lados. En el diseño de la carátula, aparecía la imagen fotográfica enmarcada con una franja negra.
Pues bien, el carácter tremendamente complicado de Richard Ascroft dio al traste con la continuidad de la banda. Habían llegado a ese reducido círculo privilegiado de los grupos británicos más famosos, pero las tensas relaciones y los altibajos de sus miembros no fueron los mejores para mantenerse en la cumbre.
AURELIANO SÁINZ