Una de las preguntas que más veces me hacen en mi trabajo, además de cuántos años tengo, es qué hacer para aprobar. Y no piensen que esa es una duda que solo surge entre mis alumnos: sus madres, que son las que acuden normalmente a las citas de tutoría, también se muestran desorientadas sobre qué medidas tomar para que los suspensos se conviertan en aprobados.
Obviamente, no existe ningún método mágico: en el mundo de la enseñanza no hay dietas exprés ni remedios milagrosos. Será la constancia y la asimilación de un buen sistema de trabajo el que permita a nuestros hijos ir aprobando.
Lo primero que hay que hacer es aprender a usar bien la agenda. Puede parecer una tontería, pero la gran mayoría de mis alumnos o no la usa o no sabe hacerlo. Sus familias no se quedan atrás: solo una mínima parte revisa las agendas de sus hijos a diario para saber qué tareas, deberes, exámenes o entregas tienen pendientes.
La excusa es bastante mala: “es que siempre me dice que no tiene nada que hacer”. Vale, muy bien, puede su hijo decir misa si quiere pero, usted, ¿le revisa la agenda? Es fundamental que el alumno sepa que en casa la agenda será revisada. Únicamente así comprenderá que hay un motivo primero y de peso para anotar lo que se vaya mandando en el instituto: "cuando llegue a casa mis padres me la van a revisar".
Pero hay otras vías para promover el uso de una agenda escolar: les tiene que gustar a nuestros hijos; solo así se motivarán a usarla. Si compramos la primera agenda que veamos sin asegurarnos de que le gusta a quien la tiene que usar, mal vamos. Mejor gastar dinero en una buena agenda que en clases particulares.
Suelo recomendar que la agenda escolar en cuestión tenga vista de semana. Es mucho más práctico ver de un vistazo toda la carga de trabajo pendiente desde el lunes al viernes. Y hablando de trabajo, fomenten que sus hijos apunten de todo en la agenda, no solo las tareas y exámenes, también sus acontecimientos de ocio.
La vida no es solo estudiar y el ir mezclando anotaciones escolares con cumpleaños, conciertos, fiestas… crea en su hijo la sana costumbre de ir estableciendo pequeñas metas a lo largo de la semana. Cumplir metas ayuda a la autoestima y a parcelar un tiempo que, en ocasiones, nos puede parecer demasiado largo: no es lo mismo afrontar una larga semana sin nada a la vista que amanecer un lunes sabiendo que el fin de semana irás a la playa.
Insístanles a sus hijos en que la agenda, al igual que ocurre con el cuaderno, el estuche o el libro de cada asignatura, debe ser sacada en cada hora de clase. Usamos lo que vemos. Fíjense, si no, en los ahora tan populares programas de cocina (hoy, quien no sabe hacer una esferificación de aceite de oliva con huevas de atún de almadraba es porque no quiere). Tienen todos los instrumentos de cocina delante de sus ojos porque el cerebro tiende a obviar lo que no ve. Será por eso por lo que las relaciones a distancia no funcionan, quién sabe...
Una vez que tenemos una buena agenda, que sus hijos saben que la revisarán en casa y que están concienciados de que han de sacarla en cada hora de clase para anotar todo lo que mande el profesor, lo único que resta es adoptar un buen método, uno eficaz y eficiente, para hacer las anotaciones.
Yo les propongo uno basado en tres símbolos:
Cada uno de estos símbolos irá acompañado de la abreviatura de la asignatura y la página o actividades correspondientes que se hayan mandado hacer. Veamos un ejemplo:
21 de febrero de 2017
# LCL 36 (4,5,6)
Esto querría decir que el día en cuestión (21/02/2017) nos han mandado en clase (#) de Lengua (LCL) las actividades cuatro, cinco y seis (4,5,6) de la página 36 (36). Ahora ya no tienen excusa para averiguar si es verdad que, por la tarde, sus hijos no tienen nada que hacer.
Obviamente, no existe ningún método mágico: en el mundo de la enseñanza no hay dietas exprés ni remedios milagrosos. Será la constancia y la asimilación de un buen sistema de trabajo el que permita a nuestros hijos ir aprobando.
Lo primero que hay que hacer es aprender a usar bien la agenda. Puede parecer una tontería, pero la gran mayoría de mis alumnos o no la usa o no sabe hacerlo. Sus familias no se quedan atrás: solo una mínima parte revisa las agendas de sus hijos a diario para saber qué tareas, deberes, exámenes o entregas tienen pendientes.
La excusa es bastante mala: “es que siempre me dice que no tiene nada que hacer”. Vale, muy bien, puede su hijo decir misa si quiere pero, usted, ¿le revisa la agenda? Es fundamental que el alumno sepa que en casa la agenda será revisada. Únicamente así comprenderá que hay un motivo primero y de peso para anotar lo que se vaya mandando en el instituto: "cuando llegue a casa mis padres me la van a revisar".
Pero hay otras vías para promover el uso de una agenda escolar: les tiene que gustar a nuestros hijos; solo así se motivarán a usarla. Si compramos la primera agenda que veamos sin asegurarnos de que le gusta a quien la tiene que usar, mal vamos. Mejor gastar dinero en una buena agenda que en clases particulares.
Suelo recomendar que la agenda escolar en cuestión tenga vista de semana. Es mucho más práctico ver de un vistazo toda la carga de trabajo pendiente desde el lunes al viernes. Y hablando de trabajo, fomenten que sus hijos apunten de todo en la agenda, no solo las tareas y exámenes, también sus acontecimientos de ocio.
La vida no es solo estudiar y el ir mezclando anotaciones escolares con cumpleaños, conciertos, fiestas… crea en su hijo la sana costumbre de ir estableciendo pequeñas metas a lo largo de la semana. Cumplir metas ayuda a la autoestima y a parcelar un tiempo que, en ocasiones, nos puede parecer demasiado largo: no es lo mismo afrontar una larga semana sin nada a la vista que amanecer un lunes sabiendo que el fin de semana irás a la playa.
Insístanles a sus hijos en que la agenda, al igual que ocurre con el cuaderno, el estuche o el libro de cada asignatura, debe ser sacada en cada hora de clase. Usamos lo que vemos. Fíjense, si no, en los ahora tan populares programas de cocina (hoy, quien no sabe hacer una esferificación de aceite de oliva con huevas de atún de almadraba es porque no quiere). Tienen todos los instrumentos de cocina delante de sus ojos porque el cerebro tiende a obviar lo que no ve. Será por eso por lo que las relaciones a distancia no funcionan, quién sabe...
Una vez que tenemos una buena agenda, que sus hijos saben que la revisarán en casa y que están concienciados de que han de sacarla en cada hora de clase para anotar todo lo que mande el profesor, lo único que resta es adoptar un buen método, uno eficaz y eficiente, para hacer las anotaciones.
Yo les propongo uno basado en tres símbolos:
- # para los deberes que se manden en el día.
- → para el día de la semana que se hagan los deberes.
- ↑ para anotar cuándo se corrigen en clase, cuándo se entrega algún trabajo o se hace un examen.
Cada uno de estos símbolos irá acompañado de la abreviatura de la asignatura y la página o actividades correspondientes que se hayan mandado hacer. Veamos un ejemplo:
21 de febrero de 2017
# LCL 36 (4,5,6)
Esto querría decir que el día en cuestión (21/02/2017) nos han mandado en clase (#) de Lengua (LCL) las actividades cuatro, cinco y seis (4,5,6) de la página 36 (36). Ahora ya no tienen excusa para averiguar si es verdad que, por la tarde, sus hijos no tienen nada que hacer.
PABLO POÓ GALLARDO