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Un cementerio cargado de vida

Ana Valme del Pilar Caro Benítez se afanaba esta misma mañana en limpiar la lápida de mármol blanco que guarda los restos de su padre, José Caro Arias, quien en vida fue conocido como 'Arias el de las Carretas', y de su hermano José Luis. Como ella, cientos de nazarenos acuden estos días por el Cementerio de Dos Hermanas con motivo de la Festividad de Todos los Santos.



La mañana de este lunes, previo al Día de Todos los Santos, el Cementerio de San Pedro mostraba un aspecto más multicolor que nunca debido a la gran cantidad de flores que durante estos días atrás, especialmente el fin de semana, han ido siendo depositadas ante las lápidas que se levantan para recordar a los seres queridos que ya no se encuentran con nosotros.

"Hoy hay gente, pero el sábado y el domingo no se cabía en el Cementerio", comenta José María Román Beleño, encargado del camposanto nazareno, a donde llegó a trabajar con tan solo 20 años de edad. "Desde unos cinco días antes de la Festividad de Todos los Santos ya son muchas las personas que vienen, y lo hacen en primer lugar para limpiar las lápidas y los alrededores, y en muchos casos para reparar algún desperfecto o para darles una manita de pintura. Algunos colocan ya las flores nuevas, pero el día 1 es cuando nosotros lo llamamos el 'Día de las flores', porque es cuando la gran mayoría viene con sus ramos y los colocan junto a sus seres queridos".

Un una de esas labores previas de limpieza se esmeraba esta mañana Ana Valme del Pilar, quien se emocionaba con el recuerdo de su padre, José Caro Arias, quien falleció en el año 1998 a los 79 años de edad. "Yo puedo empezar a hablar de mi padre y no sé cuándo acabaría, porque él era muy conocido en Dos Hermanas por todas las cosas que hizo, pero, sobre todo, por lo humilde que era y por su gran corazón".

Ana Valme recuerda que a su padre lo conocieron en vida como 'Arias el de las Carretas', porque desde los 13 años se distinguió especialmente por la delicadeza y el gusto con el que exornaba las carretas del Valme, pero también por su entrega al mundo de las hermandades nazarenas, llegando a ser uno de los fundadores de las corporaciones de La Amargura y El Cautivo, así como uno de los pioneros de la Cabalgata de los Reyes Magos.

Su fama en Dos Hermanas en el adorno de las carretas del Valme le hicieron tan famoso que hay incluso algunas sevillanas dedicadas a él, como la letra que recordaba su hija: "De quién es esa carreta, decían la gente al verla pasar. De don José Caro Arias, no se vaya a equivocar. De madroño en las esquinas, abanicos con toreros, capullitos de alhelí y rosas de terciopelo. Fue maestro de maestros, llevaba el arte en sus manos. Es parte de nuestra historia y sigue haciendo carretas en el Valme de la Gloria".

Casado con Ana Luisa Benítez Saborido, que en la actualidad tiene 87 años de edad, José Caro tuvo tres hijos, Ana Valme del Pilar, María Valme de las Mercedes y José Luis, este último fallecido en el año 2002 y que se encuentra enterrado junto a su padre. "Mi hermano era otro artista, porque sin ser un fotógrafo profesional llegó a ser autor de carteles de la Semana Santa de Dos Hermanas, del Grupo de Danzas y de la Hermandad de la Amargura".



En un espacio más abierto, donde el cementerio deja entrever una explanada interior preparada para acoger, si así fuera necesario, una ampliación del mismo, se dibuja una particular estampa en la que resalta la figura de Antonio Navarro, patriarca gitano, quien con sombrero y bastón observa sentado desde unos metros de distancia el pequeño mausoleo en el que se encuentra desde hace unos siete meses su esposa, Juana Heredia Navarro, quien falleció a la edad de 68 años.

Antonio, de 70 años de edad, se encuentra acompañado por algunos de sus hijos y nietos mientras mantiene fija la mirada en la fotografía de su esposa, que se muestra en la parte superior. "Desde que falleció, vengo al cementerio a verla todos los días. Me siento aquí un ratito y la observo. La echo mucho de menos".

Él y su esposa llegaron a la barriada de Las Infantas hace algo más de treinta años, tuvieron tres hijos, que les dieron doce nietos, algunos de los cuales permanecían de pie, casi sin moverse, mientras también observaban el espacio en el que se guardan muchos y bellos recuerdos. Y allí continuaron hasta que el lugar donde yace su querido familiar quedó tan reluciente como el sol que lo iluminaba.













F. G. / REDACCIÓN
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