Lo he estado pensando mucho y Da Vinci no podría ser español. Imposible. Me imagino a la gente diciéndole: "Tú eres ingeniero, no puedes ser pintor". O, "tú eres pintor, no puedes ser anatomista o músico". No gustan los hombres o mujeres del Renacimiento. El gran pecado de la envidia no permite que una persona se busque, investigue sus potencialidades y las desarrolle.
He leído muchas veces críticas a actrices que sacan un disco y lo único que refleja la mirada del crítico no es su calidad vocal, ni su emoción: es el hecho de que ella es actriz y punto. Encasillamiento.
La gente que saca los pies del plato es vista como niños que inventan travesuras y se les mira con condescendencia. Es como si una vez que naces, debieras definirte; como si no existiera el eclecticismo. Como si fuéramos una colmena de abejas y, desde el momento de tu nacimiento, sabes si vas a ser reina u obrera.
¿Yo tengo que ser solo bibliotecaria? Últimamente se me están despertando las ilusiones; unas mariposas nuevas –desconocidas hasta ahora para mí– que son de colores y que muestran muchos caminos, muchas veredas, por las que desarrollarme.
He hecho una lista de cosas que quiero hacer en la vida y es maravilloso tener posibilidades: aprender a tocar el piano, dar clases de canto, hacer un curso de pintura, estudiar italiano... Creo que los quince minutos de meditación al día me están iluminando. Solo me concentro en mi respiración, pero el hecho de estar enfocada en mí hace que descubra baúles cerrados desde hace años que no estaban llenos de polillas.
Mi padre me quiso encorsetar, pero mi espíritu siempre ha querido volar. Otra cosa que se ha despertado en mí ha sido, si no la compasión, sí cierta mirada tierna hacia mi padre. Le he escrito una carta.
No he llegado al nivel del monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, que pudo ponerse en el lugar de los asesinos de un niño. Estoy lejos de que mi compasión llegue tan lejos, pero sí he sentido pena por mi padre y por su proceder en la vida. Él es una víctima de sí mismo, de la imagen que siempre ha tenido de lo que debería ser.
Yo quiero ser libre y hacer cosas que me emocionen. Poco a poco me elevo del alambre. Eso sí, no todos los días...
He leído muchas veces críticas a actrices que sacan un disco y lo único que refleja la mirada del crítico no es su calidad vocal, ni su emoción: es el hecho de que ella es actriz y punto. Encasillamiento.
La gente que saca los pies del plato es vista como niños que inventan travesuras y se les mira con condescendencia. Es como si una vez que naces, debieras definirte; como si no existiera el eclecticismo. Como si fuéramos una colmena de abejas y, desde el momento de tu nacimiento, sabes si vas a ser reina u obrera.
¿Yo tengo que ser solo bibliotecaria? Últimamente se me están despertando las ilusiones; unas mariposas nuevas –desconocidas hasta ahora para mí– que son de colores y que muestran muchos caminos, muchas veredas, por las que desarrollarme.
He hecho una lista de cosas que quiero hacer en la vida y es maravilloso tener posibilidades: aprender a tocar el piano, dar clases de canto, hacer un curso de pintura, estudiar italiano... Creo que los quince minutos de meditación al día me están iluminando. Solo me concentro en mi respiración, pero el hecho de estar enfocada en mí hace que descubra baúles cerrados desde hace años que no estaban llenos de polillas.
Mi padre me quiso encorsetar, pero mi espíritu siempre ha querido volar. Otra cosa que se ha despertado en mí ha sido, si no la compasión, sí cierta mirada tierna hacia mi padre. Le he escrito una carta.
No he llegado al nivel del monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, que pudo ponerse en el lugar de los asesinos de un niño. Estoy lejos de que mi compasión llegue tan lejos, pero sí he sentido pena por mi padre y por su proceder en la vida. Él es una víctima de sí mismo, de la imagen que siempre ha tenido de lo que debería ser.
Yo quiero ser libre y hacer cosas que me emocionen. Poco a poco me elevo del alambre. Eso sí, no todos los días...
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ