Hay que detener a la derecha impresentable que representa el candidato republicano de Estados Unidos, Donald Trump, impidiendo con la fuerza de los votos que salga elegido en las elecciones presidenciales del próximo noviembre. Pero también hay que parar a la derecha desvergonzada que gobierna España y que aspira a repetir mandato sin rectificar ninguna de las políticas con las que empobrecen y amputan libertades a la mayoría de la población.
Hay que detener a esos neoliberales del Partido Popular que no han gobernando para el pueblo sino para los poderosos, para los pudientes y las élites de este país, a quienes han gratificado con amnistías fiscales, reformas laborales y rescates económicos, mientras negaban toda ayuda a los humildes, trabajadores y clases medias, condenados a soportar el peso de una crisis que no habían provocado.
Hay que detener esa siniestra e injusta política que la derecha autoritaria del Partido Popular pretende seguir aplicando con nuevos recortes, más impuestos y menos derechos que son contrarios al interés general de los ciudadanos. Medidas que, en estos años de gobierno conservador, presidido por Mariano Rajoy, han ocasionado que los ricos sean más ricos simultáneamente al incremento de los niveles de pobreza en el país, parámetros que demuestran para quién se gobernaba y contra quiénes el Gobierno actuaba.
Hay que parar también al PP porque no se puede adelgazar más al Estado de Bienestar con el subterfugio de hacerlo sostenible, cuando en realidad lo que se persigue es que prestaciones públicas sean ofertadas por la iniciativa privada, con el único propósito de ganar dinero gracias a la tarifación de servicios que han de costear los usuarios.
Hay que parar el intencionado deterioro de la calidad en la educación, el sectarismo con que se elaboran leyes y planes educativos, la continua merma en las plantillas del profesorado, el endurecimiento de las condiciones para obtener una beca y la disminución de su cuantía, y esa obsesión por impedir la investigación y el desarrollo científico en nuestro país mediante una escasa financiación que, sin embargo, no se regatea a la Iglesia católica ni a los colegios concertados.
Hay que parar al PP para evitar el desvalijamiento del fondo de pensiones y el progresivo deterioro del sistema público que permite que nuestros mayores disfruten de su jubilación con dignidad. Hay que enfrentarse a un gobierno que prefiere que planes privados sustituyan este pilar imprescindible del Estado de Bienestar, provocando su quiebra a causa de aportaciones insuficientes por salarios precarios y trabajos también precarios o temporales.
No es casualidad que el déficit al que está abocado el fondo de pensiones se haya producido con un gobierno neoliberal, justamente el que ha congelado las pensiones, y que las mayores aportaciones extraordinarias al mismo se hayan acometido con gobiernos socialdemócratas que, además, habían establecido la revalorización de las pensiones en función del coste de la vida. El futuro de nuestros abuelos nos obliga a parar estas medidas insolidarias.
Hay que detener que se limiten derechos por una supuesta mayor seguridad cuando la mayor seguridad para los ciudadanos es aquella que garantiza sus libertades y ampara los derechos que les reconoce la Constitución. Ninguna ley de seguridad ciudadana se justifica por un recorte de libertades y el impedimento a la libre circulación de personas, la libertad de manifestación y la libre expresión.
Hay que parar un gobierno en el que el ministro de Interior es acusado de usar su cargo para perseguir a adversarios políticos y hacer proselitismo confesional mediante la concesión de medallas policiales a imágenes religiosas. Todo ello ha de ser detenido por ir en contra de una sociedad libre y democrática.
Pero si todavía se alberga alguna duda sobre la necesidad de parar al PP, la corrupción que exuda el partido conservador es, por sí sola, motivo sobrado para apartarlo del poder y obligarlo a sacar sus manos sucias de las instituciones y del dinero de todos los españoles. Causa vergüenza, sólo en el comienzo del juicio, las declaraciones del principal imputado en la trama Gürtel, admitiendo con absoluta desfachatez cómo se adjudicaban concursos públicos a cambio de comisiones que servían para el enriquecimiento de unos pocos y para la financiación ilegal de esta formación política.
Personajes de una corrupción que tenían cobijo bajo las siglas del Partido Popular, al que beneficiaban en campañas y actos electorales con el dinero que sustraían de forma fraudulenta de distintas administraciones del Estado (local, comunitaria y estatal), pero que su mayor monto acababa en cuentas particulares en Suiza de los miembros más significativos de la trama, como el tesorero del partido Luis Bárcenas.
No es posible que tanta corrupción en el PP quede impune políticamente, independientemente de las sentencias judiciales, con la anuencia de los ciudadanos, quienes han de tolerar que Matas en Baleares; Barberá y Camps en Valencia; Granados y su jefa, Esperanza Aguirre, en la Comunidad de Madrid; infinidad de alcaldes, concejales y diputados, ministros que mienten sobre sus inversiones en paraísos fiscales o que ignoran que tienen un Jaguar regalado en el garaje, junto a un largo etcétera de personajes corruptos, muchos de los cuales desfilaron empavonados en la boda imperial de la hija del expresidente Aznar, campen a sus anchas y se permitan exigir que les dejen gobernar para seguir enriqueciéndose a nuestra costa. Hay que parar, también, al PP para que pueda depurar, fuera del poder, responsabilidades por este desfalco al dinero de los contribuyentes y a la confianza de los ciudadanos.
Tanto Trump en Estados Unidos como el Partido Popular en España representan riesgos para la convivencia pacífica de los ciudadanos y la calidad de la democracia de ambos países. Hay que pararlos por un sentido de equidad y justicia, ya que las políticas que aplican van teñidas del sectarismo y la intolerancia de los que hacen gala sus líderes y que es lesiva a los intereses generales de las respectivas poblaciones. Si se quiere elegir un buen gobierno, aquel que busca el bienestar de todos, tanto aquí como en USA, hay que parar a Trump…, pero, también, al PP. Sin demora.
Hay que detener a esos neoliberales del Partido Popular que no han gobernando para el pueblo sino para los poderosos, para los pudientes y las élites de este país, a quienes han gratificado con amnistías fiscales, reformas laborales y rescates económicos, mientras negaban toda ayuda a los humildes, trabajadores y clases medias, condenados a soportar el peso de una crisis que no habían provocado.
Hay que detener esa siniestra e injusta política que la derecha autoritaria del Partido Popular pretende seguir aplicando con nuevos recortes, más impuestos y menos derechos que son contrarios al interés general de los ciudadanos. Medidas que, en estos años de gobierno conservador, presidido por Mariano Rajoy, han ocasionado que los ricos sean más ricos simultáneamente al incremento de los niveles de pobreza en el país, parámetros que demuestran para quién se gobernaba y contra quiénes el Gobierno actuaba.
Hay que parar también al PP porque no se puede adelgazar más al Estado de Bienestar con el subterfugio de hacerlo sostenible, cuando en realidad lo que se persigue es que prestaciones públicas sean ofertadas por la iniciativa privada, con el único propósito de ganar dinero gracias a la tarifación de servicios que han de costear los usuarios.
Hay que parar el intencionado deterioro de la calidad en la educación, el sectarismo con que se elaboran leyes y planes educativos, la continua merma en las plantillas del profesorado, el endurecimiento de las condiciones para obtener una beca y la disminución de su cuantía, y esa obsesión por impedir la investigación y el desarrollo científico en nuestro país mediante una escasa financiación que, sin embargo, no se regatea a la Iglesia católica ni a los colegios concertados.
Hay que parar al PP para evitar el desvalijamiento del fondo de pensiones y el progresivo deterioro del sistema público que permite que nuestros mayores disfruten de su jubilación con dignidad. Hay que enfrentarse a un gobierno que prefiere que planes privados sustituyan este pilar imprescindible del Estado de Bienestar, provocando su quiebra a causa de aportaciones insuficientes por salarios precarios y trabajos también precarios o temporales.
No es casualidad que el déficit al que está abocado el fondo de pensiones se haya producido con un gobierno neoliberal, justamente el que ha congelado las pensiones, y que las mayores aportaciones extraordinarias al mismo se hayan acometido con gobiernos socialdemócratas que, además, habían establecido la revalorización de las pensiones en función del coste de la vida. El futuro de nuestros abuelos nos obliga a parar estas medidas insolidarias.
Hay que detener que se limiten derechos por una supuesta mayor seguridad cuando la mayor seguridad para los ciudadanos es aquella que garantiza sus libertades y ampara los derechos que les reconoce la Constitución. Ninguna ley de seguridad ciudadana se justifica por un recorte de libertades y el impedimento a la libre circulación de personas, la libertad de manifestación y la libre expresión.
Hay que parar un gobierno en el que el ministro de Interior es acusado de usar su cargo para perseguir a adversarios políticos y hacer proselitismo confesional mediante la concesión de medallas policiales a imágenes religiosas. Todo ello ha de ser detenido por ir en contra de una sociedad libre y democrática.
Pero si todavía se alberga alguna duda sobre la necesidad de parar al PP, la corrupción que exuda el partido conservador es, por sí sola, motivo sobrado para apartarlo del poder y obligarlo a sacar sus manos sucias de las instituciones y del dinero de todos los españoles. Causa vergüenza, sólo en el comienzo del juicio, las declaraciones del principal imputado en la trama Gürtel, admitiendo con absoluta desfachatez cómo se adjudicaban concursos públicos a cambio de comisiones que servían para el enriquecimiento de unos pocos y para la financiación ilegal de esta formación política.
Personajes de una corrupción que tenían cobijo bajo las siglas del Partido Popular, al que beneficiaban en campañas y actos electorales con el dinero que sustraían de forma fraudulenta de distintas administraciones del Estado (local, comunitaria y estatal), pero que su mayor monto acababa en cuentas particulares en Suiza de los miembros más significativos de la trama, como el tesorero del partido Luis Bárcenas.
No es posible que tanta corrupción en el PP quede impune políticamente, independientemente de las sentencias judiciales, con la anuencia de los ciudadanos, quienes han de tolerar que Matas en Baleares; Barberá y Camps en Valencia; Granados y su jefa, Esperanza Aguirre, en la Comunidad de Madrid; infinidad de alcaldes, concejales y diputados, ministros que mienten sobre sus inversiones en paraísos fiscales o que ignoran que tienen un Jaguar regalado en el garaje, junto a un largo etcétera de personajes corruptos, muchos de los cuales desfilaron empavonados en la boda imperial de la hija del expresidente Aznar, campen a sus anchas y se permitan exigir que les dejen gobernar para seguir enriqueciéndose a nuestra costa. Hay que parar, también, al PP para que pueda depurar, fuera del poder, responsabilidades por este desfalco al dinero de los contribuyentes y a la confianza de los ciudadanos.
Tanto Trump en Estados Unidos como el Partido Popular en España representan riesgos para la convivencia pacífica de los ciudadanos y la calidad de la democracia de ambos países. Hay que pararlos por un sentido de equidad y justicia, ya que las políticas que aplican van teñidas del sectarismo y la intolerancia de los que hacen gala sus líderes y que es lesiva a los intereses generales de las respectivas poblaciones. Si se quiere elegir un buen gobierno, aquel que busca el bienestar de todos, tanto aquí como en USA, hay que parar a Trump…, pero, también, al PP. Sin demora.
DANIEL GUERRERO