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Juan Eladio Palmis | El Inca Mestizo Austral

Lo bonito que tiene glosar la figura del Inca Garcilaso de la Vega es que cuando se habla de su persona, se mete en el mismo saco todo un proceso histórico que lo encarna y representa a la perfección su persona; pero que, como tiene el valor de una resultante que no suele interesar al dominador, la crónica procura dejarlo apartado, en el olvido, sin renglón, salvo que, como en este sobresaliente y formidable caso del Inca Austral Garcilaso, su figura es tan sumamente gigante, no se puede obviar tan fácilmente, aunque se intenta de continuo.



Cuando el padre del Inca Garcilaso, a la sazón corregidor de la ciudad de Cuzco, don Sebastián Garcilaso de la Vega, muere en su casa de la plaza del Regocijo en la ciudad andina cuzqueña, corriendo el año de mil quinientos cincuenta y nueve, entre los bienes que lega a su hijo bastardo el Inca austral en chacras y demás propiedades bienes raíces, existió un legado en metálico que la crónica fija de un montante de cuatro mil pesos, para que, el entonces mozuelo, se fuese a España a estudiar, porque con semejante cantidad de dinero, el Inca podría estudiar y vestir incluso de colegial, al estilo que se llamaba entonces "de beca", diferente de aquella otra manera de vestir que tenían los estudiantes de menos poderío económico que se denominaban "manteístas", por llevar una manta agujereada por el cuello, a manera de poncho.

La herencia del Inca Austral, los cuatro mil pesos de a real de a ocho, los llamados "peruleros" porque se fabricaban en la ceca de Lima, daban para mucho, si comparamos, por ejemplo, que los tres millones doscientos noventa y tres mil ducados –una gran fortuna– en los que valoró el rescate del Inca Atahuallpa (antepasado directo de nuestro Inca Austral por vía materna) eran ducados de un quinto de real y, que se sepa, debido al citado montante económico, más de sesenta de los llamados conquistadores volvieron ricos a España procedentes de aquella masacre de Cajamarca en las sierras peruleras.

Del mismo modo que en lo referente a las monedas no se unificaron los criterios en sus fábricas o cecas, y cada “ceca hacía su meca”, cosa que en extremo perjudicó mucho aquel intento unificador de un imperio bajo el sello del papa romano, la herencia paterna en efectivo del Inca Austral, el hecho de su bastardía que le impidió disfrutar de inmediato de lo que su padre le legó, puede dar para escribir una novela de las que se han puesto de moda del género –que antes llamábamos "policíaco" o "de intriga", pero que como los franceses llamaron "negro", los españoles ¡cómo no! lo llamamos "noir"; y si los gringos llaman "morado", nosotros de inmediato lo llamaríamos "purple"–.

Las hermanastras del Inca Austral, hijas nacidas del matrimonio que contrajo su padre, el capitán español don Sebastián Garcilaso de la Vega con doña Luisa Martel de los Ríos, al ser las hijas legítimas, de papeles, del matrimonio, eran en primer lugar, por disposición legal, las receptoras primeras de todos los bienes que legaban los difuntos.

Y aunque la madrastra del Inca Austral solo era cuatro años mayor que su persona, ya había enviudado en una ocasión anterior, y tenía experiencia en legados, por lo que inmediatamente dispuso que el joven Inca mestizo se apuntase en la libreta en espera de cuando llegara su turno para heredar de su padre.

Del desencuentro por motivos económicos de herencia entre el Inca y su madrastra da anotación la crónica; pero del hecho de que las dos hermanastras del Inca se murieran con cierta rapidez, aunque no eran tiempos precisamente para montar una empresa de seguros de vida, sí que da tema para una novela de intrigas.

Pero, como al parecer, en aquella pugna hereditaria, ganó con soltura la madrastra del Inca Mestizo Austral, porque tuvo dote suficiente para volverse a casar otra vez –tercera vez–, con el español Jerónimo Luis de Cabrera Zúñiga y Toledo, con el que le dio tiempo, al parecer, de alumbrar ocho vástagos más entre niñas y niños, hasta el momento, que uno sepa ningún escritor ha cargado de misterio alguno la borrascosa página hereditaria del Inca Mestizo Austral.

Cuando el Inca consigue permiso real para poder venir a España, probablemente porque le darían el dinero para quitárselo de en medio, emprendió desde El Callao, el puerto de Lima, por la vía panameña y el llamado Canal Seco, su viaje hacia una España que lo motiva como persona, porque, a decir de la crónica, era un hombre que prontamente veía el lado positivo de cualquier dificultad y adversidad para caminar por la senda de la responsabilidad de su época y circunstancia.

Pero llegó a España con una mano arriba y la otra por abajo, y un gancho a la espalda por si caía algo en su vivir del curricán mientras fue joven, que es cuando más cosas se pueden hacer con el dinero. Después, con el tiempo, parece ser que económicamente no le fue mal; pero lo bonito del caso es que nos enriqueció a todos con sus escritos.

Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS
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